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XIII. A los indios me refalo 367 ya veo que somos los dos astillas del mesmo palo: yo paso por gaucho malo y usté anda del mesmo modo; y yo, pa acabarlo todo, a los indios me refalo. 368 Pido perdón a mi Dios que tantos bienes me hizo, pero dende que es preciso que viva entre los infeles, yo seré cruel con los crueles: ansí mi suerte lo quiso. 369 Dios formó lindas las flores, delicadas como son; le dio toda perfeción y cuanto él era capaz, pero al hombre le dio más cuando le dio el corazón. 370 Le dio claridá a la luz, juerza en su carrera al viento, le dio vida y movimiento dende la águila al gusano; pero más le dio al cristiano al darle el entendimiento. 371 Y aunque a las aves les dio, con otras cosas que inoro, esos piquitos como oro y un plumaje como tabla le dio al hombre más tesoro al darle una lengua que habla. 372 Y dende que dio a las fieras esa juria tan inmensa, que no hay poder que las venza ni nada que las asombre, ¿qué menos le daría al hombre que el valor pa su defensa? 373 Pero tantos bienes juntos al darle, malicio yo que en sus adentros pensó que el hombre los precisaba que los bienes igualaba con las penas que le dio. 374 Y yo empujao por las mías quiero salir de este infierno: ya no soy pichón muy tierno y sé manejar la lanza, y hasta los indios no alcanza la facultá de gobierno 375 yo sé que allá los caciques amparan a los cristianos, y que los tratan de cuando se van por su gusto. ¡A qué andar pasando sustos-! Alcemos el poncho y vamos. 376 En la cruzada hay peligros, pero ni aun esto me aterra: yo ruedo sobre la tierra arrastrao por mi destino; y si erramos el camino- no es el primero que lo erra. 377 Si hemos de salvar o no, de esto naides nos responde; derecho ande el sol se esconde tierra adentro hay que tirar; algún día hemos de llegar- después sabremos a dónde. 378 No hemos de perder el rumbo: los dos somos güena yunta. El que es gaucho ve ande apunta aunque inora ande se encuentra; pa el lao en que el sol se dentra dueblan los pastos la punta. 379 De hambre no pereceremos, pues, sigún otros me han dicho, en los campos se hallan bichos de los que uno necesita- gamas, matacos, mulitas avestruces y quirquinchos. 380 Cuando se anda en el desierto se come uno hasta las colas; lo han cruzao mujeres solas llegando al fin con salú, y ha de ser gaucho el ñandú que se escape de mis bolas. 381 Tampoco a la sé le temo; yo la aguanto muy contento; busco agua olfatiando el viento y, dende que no soy manco, ande hay duraznillo blanco cavo, y la saco al momento. 382 Allá habrá siguridá ya que aquí no la tenemos; menos males pasaremos y ha de haber grande alegría el día que nos descolguemos en alguna toldería. 383 Fabricaremos un toldo, como lo hacen tantos otros, con unos cueros de potro, que sea sala y sea cocina. ¡Tal vez no falte una china que se apiade de nosotros! 384 Allá no hay que trabajar, vive uno como un señor; de cuando en cuando un malón, y si de él sale con vida, lo pasa echao panza arriba mirando dar güelta el sol 385 Y ya que a juerza de golpes la suerte nos dejó aflús puede que allá veamos luz y se acaben nuestras penas: todas las tierras son güenas; vamonós, amigo Cruz. 386 El que maneja las bolas, el que sabe echar un pial y sentársele a un bagual sin miedo de que lo baje, entre los mesmos salvajes no puede pasarlo mal. 387 El amor como la guerra lo hace el criollo con canciones; a más de eso en los malones podemos aviarnos de algo; en fin amigo, yo salgo de estas pelegrinaciones. 388 En este punto el cantor buscó un porrón pa consuelo, echó un trago como un cielo, dando fin a su argumento; y de un golpe el instrumento lo hizo astillas contra el suelo. 389 Ruempo, dijo, la guitarra, pa no volverme a tentar; ninguno la ha de tocar, por siguro tengaló; pues naides ha de cantar cuando este gaucho cantó. 390 Y daré fin a mis coplas con aire de relación; nunca falta un preguntón más curioso que mujer, y tal vez quiera saber como jué la conclusión. 391 Cruz y Fierro de una estancia una tropilla se arriaron; por delante se la echaron como criollos entendidos, y pronto sin ser sentidos por la frontera cruzaron. 392 Y cuando la habían pasao, una madrugada clara le dijo Cruz que mirara las últimas poblaciones, y a Fierro dos lagrimones le rodaron por la cara. 393 Y siguiendo el fiel del rumbo se entraron en el desierto, no sé si los habrán muerto en alguna correría, pero espero que algún día sabré de ellos algo cierto. 394 Y ya con estas noticias mi relación acabé; por ser ciertas las conté, todas la desgracias dichas: es un telar de desdichas cada gaucho que usté ve. 395 Pero ponga su esperanza en el Dios que lo formó; y aquí me despido yo que he relatao a mi modo MALES QUE CONOCEN TODOS, PERO QUE NAIDES CONTÓ. |