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---|---|---|
cristianos |
(Arturo Borja Anderson)Es muy bueno y delicioso
Habitar en comunión;
Es divino, es hermoso
Ser de un solo corazón.
No buscando ya lo nuestro
Sino el bien de los demás;
El ejemplo del Maestro,
Imitarlo más y más.
Perdonando las ofensas
Y olvidándolas también
Deben ya quedar suspensas
Procurémonos el bien.
Reduciendo a la memoria
Al Divino y buen Jesús:
No buscó jamás su gloria,
Prefiriendo aun la cruz.
El pecado dividiónos,
Tristes huellas nos dejó,
Mas el Cristo restaurónos,
Con su amor nos vinculó. | Unidad cristiana (Arturo Borja Anderson) |
Genaro Ortega Gutiérrez | Pues tal vez
todo resulte,
sencillamente,
un inmenso malentendido lírico. | Crónica de candelas que siguen sin responder en virtud de directas o indirectas razones |
Sor Juana Inés de la Cruz |
Deténte, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar no puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía. | CONTIENE UNA FANTASÍA CONTENTA CON AMOR DECENTE |
Juan Ramón Jiménez |
(A ISOLDITA ESPLÁ)
¡Mira por los chopos
de plata cómo trepan al cielo niños de oro!
Y van mirando al cielo
y suben, los ojos en el azul, con frescos sueños.
¡Mira por los chopos
de plata cómo llegan al cielo niños de oro!
Y el azul de sus bellos
ojos y el cielo se tocan... ¡Son uno ojos y cielo!
¡Mira, por los chopos
de plata, cómo cojen el cielo niños de oro! | HOJILLAS NUEVAS |
Juan Ramón Mansilla | In sé crede e nel vero chi dispera?
Giuseppe Ungaretti
Esta es la hora más difícil. La hora en que el celaje
está incubando tu presencia sin que pueda tocarla.
A veces, ahora lo sabes, imploro en la distancia
con el título de una balada de Brel.
Y me quisiera ir, clara la noche respirable,
hacia el milagro en ti evocado
sin que el día acabe en aquel temblor.
Pienso en Turner: el tren llega o parte,
pero nada, nadie se va.
No muy lejos de aquí tal vez sucede
que un poco de lluvia
vuele y te halle en un café o en la calle.
¿Y si es la misma lluvia
que hace poco ha mojado mi rostro?
¿Habrá que creer entonces en el acaso
o es sólo deseo, igual al que acerca
los labios a las ansias del otro?
Yo, como tú, también ansío la certeza.
Pero algo nos lleva de lo que dura a lo que pasa.
Lo adviertes, lo palpas, lo descubres
en el vello, en la laringe, en el abdomen.
No es tan atroz, tan alarmante
si crees en ti, como yo creo, y no desesperas,
si sabes que somos sustancia liberada
por explosiones de quásares, polvo
de estrellas, vida
que esplende, que está ahí, que ocurre. | Stardust |
Santiago Montobbio | La causa de las palabras, que para nada sirven,
o para vivir tan sólo, es una causa pequeña.
Pero si cada día sabes con mayor certeza
que no sólo repudias las coronas
sino que cada vez te dan más asco;
si en verdad no quieres hacer de tu ya arruinada inteligencia
una prostituta mercenaria que venda sus pechos o su alma
a cualquier hijastro del dinero o si, sencillamente,
poco necesitas y tan sólo te importa soportar
con dignidad la vida y sus tristezas
mejor será que asumas desde ahora
la inevitable condena de la soledad y del fracaso
y que como luminoso o ciego abandono de estrellas
a esa pequeña, muy ridícula causa ya te abraces,
que del todo lo hagas y que en tu habitación vacía
las palabras del fuego sean ceniza, que se asalten
y persigan, que tengan frío, en su noche
a solas, por decir tu nombre. | Manifiesto inicial del humanista |
Gabriela Mistral |
Ya en la mitad de mis días espigo
esta verdad con frescura de flor:
la vida es oro y dulzura de trigo,
es breve el odio e inmenso el amor.
Mudemos ya por el verso sonriente
aquel listado de sangre con hiel.
Abren violetas divinas, y el viento
desprende al valle un aliento de miel.
Ahora no sólo comprendo al que reza;
ahora comprendo al que rompe a cantar.
La sed es larga, la cuesta es aviesa;
pero en un lirio se enreda el mirar.
Grávidos van nuestros ojos de llanto
y un arroyuelo nos hace sonreír;
por una alondra que erige su canto
nos olvidamos que es duro morir.
No hay nada ya que mis carnes taladre.
Con el amor acabóse el hervir.
Aún me apacienta el mirar de mi madre.
¡Siento que Dios me va haciendo dormir! | Palabras serenas |
Luciano Castañón | Arría, chacho.
y desciende la red hasta el panel.
Va boya.
Preludia el va boya la saliente cuerda
donde el corcho se ha de atar.
Quedas plegada en el fondo,
arrebujada como un monstruoso gato, red
Del puerto zarpas hacia el dudoso mar.
Reposan las manos en la espera inquieta
avizorando el instante huidizo y breve
en que el horizonte decapite el sol
para alertadamente
nerviosa deslizarte vertical,
sorbiendo entonces tus escaques
todo el agua y sal del mar .
Ha de ser cuando el sol expire;
sólo entonces descenderás
porque en ese sincronizado y efímero momento
si es posible que la sardina rauda
sature de aprisionadas agallas
la red de Cimadevilla.
La mirada de la red
ojos en rombo
puede quedar vacía,
pero si el azar del mar es bondadoso
y conduce bien la manada de sardinas
entonces:
¡Izad la red, marineros,
que está llena de alegría! | Red |
Leopoldo Lugones |
Tormenta
Érase una caverna de agua sombría el cielo;
el trueno, a la distancia, rodaba su peñón;
y una remota brisa de conturbado vuelo,
se acidulaba en tenue frescura de limón.
Como caliente polen exhaló el campo seco
un relente de trébol lo que empezó a llover.
Bajo la lenta sombra, colgada en denso fleco,
se vio el cardal con vívidos azules florecer.
Una fulmínea verga rompió el aire al soslayo;
sobre la tierra atónita cruzó un pavor mortal;
y el firmamento entero se derrumbó en un rayo,
como un inmenso techo de hierro y de cristal.
Lluvia
Y un mimbreral vibrante fue el chubasco resuelto
que plantaba sus líquidas varillas al trasluz,
o en pajonales de agua se espesaba revuelto,
descerrajando al paso su pródigo arcabuz.
Saltó la alegre lluvia por taludes y cauces,
descolgó del tejado sonoro caracol;
y luego, allá a lo lejos, se desnudó en los sauces,
transparente y dorada bajo un rayo de sol.
Calma
Delicia de los árboles que abrevó el aguacero.
Delicia de los gárrulos raudales en desliz.
Cristalina delicia del trino del jilguero.
Delicia serenísima de la tarde feliz.
Plenitud
El cerro azul estaba fragante de romero,
y en los profundos campos silbaba la perdiz. | SALMO PLUVIAL |
Pablo Neruda | Si alguna vez vivo otra vez
será de la misma manera
porque se puede repetir
mi nacimiento equivocado
y salir con otra corteza
cantando la misma tonada.
Y por eso, por si sucede,
si por un destino hindostánico
me veo obligado a nacer,
no quiero ser un elefante,
ni un camello desvencijado,
sino un modesto langostino,
una gota roja del mar.
Quiero hacer en el agua amarga
Ias mismas equivocaciones:
ser sacudido por la ola
como ya lo fui por el tiempo
y ser devorado por fin
por dentaduras del abismo,
así como fue mi experiencia
de negros dientes literarios.
Pasear con antenas de cobre
en las antárticas arenas
del litoral que amé y viví,
deslizar un escalofrío
entre las algas asustadas,
sobrevivir bajo los peces
escondiendo el caparazón
de mi complicada estructura,
así es como sobreviví
a las tristezas de la tierra. | Resurrecciones |
Alfredo Buxán | Hundido, más que preso, en la fatiga
de estar vivo, sin haber hecho
otro merecimiento que señales de humo
desde el pozo,
sentirás descender sobre tu frente
la placentera humedad
de la indolencia, como si aceptaras
que la vida es un reflejo en el cristal,
un atisbo de música en la noche,
un movimiento
en el lindero del bosque que te hizo soñar
cuando eras niño,
un póstumo gorjeo que inaugura el silencio,
un fuego breve
que sin embargo sirve, lo mismo que un milagro,
para olvidar,
una vez y mil veces,
el subterráneo frío de la muerte. | La vida breve |
Ricardo Dávila Díaz Flores | Tú eres la que llega siempre a lugares precisos en horas que no existen.
Y yo soy el que acude puntual a esos lugares vacíos.
Por eso nos encontramos, aurora,
bajo el umbral de aquella puerta que no estaba y que nosotros descubrimos.
Recuerdo que al mirarte,
un aire lento me borro las grietas de los ojos
y sobre mis ojos llegaron dos ventanas
en las que amaneció de pronto lo que en ti anochecía.
Tú tenías la expresión de la paloma quieta,
el carácter de la efigie que aún no se construye
y dijiste tu nombre en silencio para que nadie lo supiera.
Pero yo escuché el temblor de tus uñas,
el quebrar de los cabellos de tu alma,
el andar tranquilo del viento y el agua en tus raíces.
Tus grandes ojos me lo dijeron todo,
como si al mirarme estornudaran secretos, palabras
y todo llegó hasta mí como el origen de una enfermedad curada.
Ya te conocía yo.
Ya te había visto
en algún lugar de esos en los que dejo mis ojos y sigo caminando.
Esto no es casualidad.
Alguien sabía de esta fecha.
Baja la mirada, aurora, camina.
Alguien nos está siguiendo. | Escuché el temblor de tus uñas |
Garcilaso de la Vega |
Amor, amor, un hábito vestí
el cual de vuestro paño fue cortado;
al vestir ancho fue, más apretado
y estrecho cuando estuvo sobre mí.
Después acá de lo que consentí,
tal arrepentimiento me ha tomado,
que pruebo alguna vez, de congojado,
a romper esto en que yo me metí.
Mas ¿quién podrá de este hábito librarse,
teniendo tan contraria su natura,
que con él ha venido a conformarse?
Si alguna parte queda por ventura
de mi razón, por mí no osa mostrarse;
que en tal contradicción no está segura. | SONETO XXVII |
Antonio Machado |
Tierra le dieron una tarde horrible
del mes de julio, bajo el sol de fuego.
A un paso de la abierta sepultura,
había rosas de podridos pétalos,
entre geranios de áspera fragancia
y roja flor. El cielo
puro y azul. Corría
un aire fuerte y seco.
De los gruesos cordeles suspendido,
pesadamente, descender hicieron
el ataúd al fondo de la fosa
los dos sepultureros...
Y al reposar sonó con recio golpe,
solemne, en el silencio.
Un golpe de ataúd en tierra es algo
perfectamente serio.
Sobre la negra caja se rompían
los pesados terrones polvorientos...
El aire se llevaba
de la honda fosa el blanquecino aliento.
?Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa,
larga paz a tus huesos...
Definitivamente,
duerme un sueño tranquilo y verdadero. | En el entierro de un amigo |
Nicomedes Santa Cruz |
¡Criollo, no: ¡Criollazo!
Canta en el tono que rasques.
Le llaman El Amigazo,
Su nombre: ¡PORFIRIO VÁSQUEZ!
Escúcheme, por favor,
escúcheme aunque no quiera:
cómo canta marinera,
yo lo creo un trovador.
Soy su fiel admirador,
lo oí y le di un abrazo;
donde él fui pasito a paso
por sentir su melodía.
Le digo, desde ese día
¡criollo, no: ¡Criollazo...!
Es el adjetivo justo
que merece un decimista,
zapateador, jaranista,
compositor de buen gusto.
Perdóname si te asusto
pero por Dios, no me atasques,
que aunque la lengua me masques
repetiré que es tan ducho
que sin esforzarse mucho
canta en el tono que rasques.
Riqueza debía tener
mas Dios le dará otro premio,
pues por su alma de bohemio
como si fuera un deber,
gozó más con proteger
al que le tendió su brazo.
Hoy comentan este caso
los que de él han recibido,
y en un geto agradecido
le llaman El Amigazo.
Cuando le llegue el momento...
y esto no es un mal presagio,
como póstumo sufragio
le haremos un monumento.
Ruego al que grabe el cemento
que con buen cincel recalque
y en un ángulo le marque,
donde la piedra resista,
para que por siempre exista
su nombre: ¡PORFIRIO VÁSQUEZ! | A DON PORFIRIO VÁSQUEZ |
Julio Flórez Roa |
Dicen que los poetas
se convierten en astros
cuando la muerte fría
viene a apagar sus melodiosos cantos.
Cuántas noches, mirando a las estrellas,
a solas he exclamado:
¡Oh! si es cierto, si es cierto lo que dicen
¿cuál de aquellos luceros será Byron? | LUCEROS |
José Ángel Valente |
Cuando ya no nos queda nada,
el vacío de no quedar
podría ser al cabo inútil y perfecto. | POEMA |
Alfredo Lavergne | Que no me conocen y no comprenden
Le dije a un amigo un día:
Cuando leo No regreso Nada cambia
Si estamos a favor de signos
O en contra del asedio de un villorrio.
Con la realidad de las cosas
O con terribles
Tiranos Colaboradores Cooperantes
Y digo que he protestado A los libros
Con los cuales comparto mi rastro
Y los saludos que envía la madre naturaleza. | Discurso |
Rubén Darío |
En su país de hierro vive el gran viejo,
bello como un patriarca, sereno y santo.
Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo
algo que impera y vence con noble encanto.
Su alma del infinito parece espejo;
son sus cansados hombros dignos del manto;
y con arpa labrada de un roble añejo
como un profeta nuevo canta su canto.
Sacerdote, que alienta soplo divino,
anuncia en el futuro, tiempo mejor.
Dice el águila: «¡Vuela!», «¡Boga!», al marino,
y «¡Trabaja!», al robusto trabajador.
¡Así va ese poeta por su camino
con su soberbio rostro de emperador! | Walt Whitman |
Gustavo Adolfo Bécquer |
¿Cómo vive esa rosa que has prendido
junto a tu corazón?
Nunca hasta ahora contemplé en el mundo
junto al volcán la flor. | Rima XXII |
Federico García Lorca |
I
Un bello niño de junco,
anchos hombros, fino talle,
piel de nocturna manzana,
boca triste y ojos grandes,
nervio de plata caliente,
ronda la desierta calle.
Sus zapatos de charol
rompen las dalias del aire,
con los dos ritmos que cantan
breves lutos celestiales.
En la ribera del mar
no hay palma que se le iguale,
ni emperador coronado,
ni lucero caminante.
Cuando la cabeza inclina
sobre su pecho de jaspe,
la noche busca llanuras
porque quiere arrodillarse.
Las guitarras suenan solas
para San Gabriel Arcángel,
domador de palomillas
y enemigo de los sauces.
San Gabriel: El niño llora
en el vientre de su madre.
No olvides que los gitanos
te regalaron el traje.
II
Anunciación de los Reyes,
bien lunada y mal vestida,
abre la puerta al lucero
que por la calle venía.
El Arcángel San Gabriel,
entre azucena y sonrisa,
bisnieto de la Giralda,
se acercaba de visita.
En su chaleco bordado
grillos ocultos palpitan.
Las estrellas de la noche
se volvieron campanillas.
San Gabriel: Aquí me tienes
con tres clavos de alegría.
Tu fulgor abre jazmines
sobre mi cara encendida.
Dios te salve, Anunciación.
Morena de maravilla.
Tendrás un niño más bello
que los tallos de la brisa.
¡Ay, San Gabriel de mis ojos!
¡Gabrielillo de mi vida!,
Para sentarte yo sueño
un sillón de clavellinas.
Dios te salve, Anunciación,
bien lunada y mal vestida.
Tu niño tendrá en el pecho
un lunar y tres heridas.
¡Ay, San Gabriel que reluces!
¡Gabrielillo de mi vidal!
En el fondo de mis pechos
ya nace la leche tibia.
Dios te salve, Anunciación.
Madre de cien dinastías.
Áridos lucen tus ojos,
paisajes de caballista.
*
El niño canta en el seno
de Anunciación sorprendida.
Tres balas de almendra verde
tiemblan en su vocecita.
Ya San Gabriel en el aire
por una escala subía.
Las estrellas de la noche
se volvieron siemprevivas. | San Gabriel |
Lope de Vega |
Las pajas del pesebre,
niño de Belén,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
Lloráis entre las pajas
de frío que tenéis,
hermoso niño mío,
y de calor también.
Dormid, cordero santo,
mi vida, no lloréis,
que si os escucha el lobo,
vendrá por vos, mi bien.
Dormid entre las pajas,
que aunque frías las veis,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
Las que para abrigaros
tan blandas hoy se ven
serán mañana espinas
en corona cruel.
Mas no quiero deciros,
aunque vos lo sabéis,
palabras de pesar
en días de placer.
Que aunque tan grandes deudas
en paja cobréis,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
Dejad el tierno llanto,
divino Emanüel,
que perlas entre pajas
se pierden sin por qué.
No piense vuestra madre
que ya Jerusalén
previene sus dolores,
y llore con Joseph.
Que aunque pajas no sean
corona para Rey,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel. | Las pajas del pesebre |
Francisco de Quevedo |
A fugitivas sombras doy abrazos;
en los sueños se cansa el alma mía;
paso luchando a solas noche y día
con un trasgo que traigo entre mis brazos.
Cuando le quiero más ceñir con lazos,
y viendo mi sudor, se me desvía,
vuelvo con nueva fuerza a mi porfía,
y temas con amor me hacen pedazos.
Voyme a vengar en una imagen vana
que no se aparta de los ojos míos;
búrlame, y de burlarme corre ufana.
Empiézola a seguir, fáltanme bríos;
y como de alcanzarla tengo gana,
hago correr tras ella el llanto en ríos. | Soneto amoroso |
Miguel de Unamuno |
Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo,
Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño.
Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
y en ti santuario.
Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
aquí, en tus páramos.
¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
desde lo alto! | Castilla |
Luis Benítez | Quien ve a las líneas del mundo
unir a la desdicha
con la alegría sin tiempo ni motivo,
a la ceguera del hombre con lo luminoso del hombre,
al cobarde, al justo, al tonto
(que asiste a la ceremonia del crepúsculo
asombrado, muy quieto, flotando sobre el agua),
nunca se vuelve altivo
a contemplar la guerra que incendia
el lugar donde vibra todo esto.
Ya nunca sueña.
Abre los ojos despierto, abre los ojos dormido.
El que ve a las líneas del mundo
servir de trampolín a los pájaros
y de escalera a las almas,
sabe por qué no vuelan
y se guarda de contarlo.
Otro será su interés:
él querrá trepar por ellas
disimuladamente, sin un solo comentario,
sin que nadie note la ausencia del desertor.
Feliz, ignorado por todos,
vagará por la tierra sin nombre
con su precioso secreto, ese momento en que espió:
él conoce signos que lo conocen,
hace su propia ley.
Y por fin, cuando se retira,
como un oscuro bulto con corazones de tormenta,
hacia la tierra oculta en esta misma tierra,
que guarda de toda noche el sol,
no olvida, ni por un momento,
que el tiempo está en su red.
Sabe que no hay milagros, sabe qué cosa son.
Algún día todo será plenitud. | Las líneas del mundo |
Ramón López Velarde |
A Jesús B. González
He de encomiar en verso sincerista
la capital bizarra
de mi Estado, que es un
cielo cruel y una tierra colorada.
Una frialdad unánime
en el ambiente, y unas recatadas
señoritas con rostro de manzana,
ilustraciones prófugas
De las cajas de pasas.
Católicos de Pedro el Ermitaño
y jacobinos de época terciaria.
(Y se odian los unos a los otros
con buena fe.)
Una típica montaña
que, fingiendo un corcel que se encabrita,
al dorso lleva una capilla, alzada
al Patrocinio de la Virgen.
Altas
y bajas del terreno, que son siempre
una broma pesada.
Y una Catedral, y una campana
mayor que cuando suena, simultánea
con el primer clarín del primer gallo,
en las avemarías, me da lástima
que no la escuche el Papa.
Porque la cristiandad entonces clama
cual si fuese su queja mas urgida
la vibración metálica,
y al concurrir ese clamor concéntrico
del bronce, en el ánima del ánima,
se siente que las aguas
del bautismo nos corren por los huesos
y otra vez nos penetran y nos lavan. | LA BIZARRA CAPITAL DE MI ESTADO |
Alfredo Buxán | Cuando por fin recuerda, sella el hombre
su borroso pasado, queda en vilo,
venera lo que fue cuando esperaba.
Es un hueso de ayer que cae al hueco. | La trampa |
Vicente Aleixandre |
No es tu final como una copa vana
que hay que apurar. Arroja el casco, y muere.
Por eso lentamente levantas en tu mano
un brillo o su mención, y arden tus dedos,
como una nieve súbita.
Está y no estuvo, pero estuvo y calla.
El frío quema y en tus ojos nace
su memoria. Recordar es obsceno,
peor: es triste. Olvidar es morir.
Con dignidad murió. Su sombra cruza. | EL OLVIDO |
María Eugenia Caseiro | Estoy perdido en el bosque de las comunicaciones Miguel S. Aparicio
Todos se pierden
los felices, los que tienen esperanza
los que engullen el pan de la pobreza
los que niegan, los que aciertan
los que se aprestan a destapar sus partículas
los que no escuchan
los que no hablan
los que hablan y los que escuchan
¿y eso qué?
todos se pierden, nos perdemos en las comunicaciones
no hay regreso a las aristas
Ciegos de cables, sordos de bocinas
no hay tiempo en la buscada soledad del día
en la encontrada copa de la noche
para beber la silueta olvidada del otro, de la otra
tragar su luz oxidada ya de lejos
ignorado fantasma inaccesible
en esta selva de tecnología
sin tronco y sin raíz que la entrañe a un orificio de la tierra
Nunca recuperada huella corrompida
la franja por donde caminar desvía, retuerce, lleva
siempre a nuevas distancias
para encontrar la puerta, la llave que abra la puerta
alguien detrás de la puerta,
algo que alumbre el dónde hasta perderse
| Los enredados |
Bertolt Brecht | Vosotros, que surgiréis del marasmo en el que nosotros nos hemos hundido, cuando habléis de vuestras debilidades, pensad también en los tiempos sombríos de los que os habéis escapado. Cambiábamos de país como de zapatos a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella. Y sin embargo, sabíamos que también el odio contra la bajeza desfigura la cara. También la ira contra la injusticia pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros, que queríamos preparar el camino para la amabilidad no pudimos ser amables. Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos en que el hombre sea amigo del hombre, pensad en nosotros con indulgencia. | A los hombres futuros |
Antonia Álvarez Álvarez | Así me voy de ti,
como el estío,
deslizando su mansa inmensidad de siesta
hacia la tibia umbría del otoño
de colores maduros y aromados,
y sabor a olvidanza.
Así,
después del sol a mediodía
plenilunio de luz y de latido,
hacia el rubor más núbil de las hojas.
Con el tiempo en las manos:
lentamente a la ausencia. | Así me voy |
Anna Ajmátova |
Hay en la intimidad un límite sagrado
que trasponer no puede aun la pasión más loca
siquiera si el amor el corazón desgarra
y en medio del silencio se funden nuestras bocas.
La amistad nada puede, nada pueden los años
de vuelos elevados, de llameante dicha,
cuando es el alma libre y no la vence
la dulce languidez del goce y la lascivia.
Pretenden alcanzarlo mentes enajeadas,
y a quienes lo trasponen los colma la tristeza.
¿Comprendes tú ahora por qué mi corazón
no late a ritmo debajo de tu diestra? | HAY EN LA INTIMIDAD |
Luis Antonio de Villena |
Me recreo ante tu cuerpo como ante un paisaje
imprevisto. Me sorprende verte en la desnudez juvenil,
y ansío recorrerlo, como una anhelada geografía.
Me ves pensando en la umbría vegetal de algunas
grutas, o en el agua del muslo donde brillan las venas.
Me perderé en un bosque que cruzo con mis manos,
y pediré una larga estepa donde los labios hablen.
Me ves sorprendido, anonadado, pensando en habitarte.
Y tú, mientras, te abandonas al cálido primor del aire.
Te dejas en la luz, que te navega; y si miro tus ojos
vuelvo al jardín oscuro donde es verano el verde.
Te miro otra vez y casi no te creo posible. Fulges,
encantas, guarda tu cuerpo el hechizo insabido de la tierra.
Y despacio sonríes al irme yo acercando, atónito,
hacia ti mientras el sol nos cubre con su luz, nos desdibuja,
y nos va metiendo en la calma inmensa y rubia de la tarde. | MAGIA EN VERANO |
Pablo Neruda | AQUÍen la isla
el mar
y cuánto mar
se sale de sí mismo
a cada rato,
dice que sí, que no,
que no, que no, que no,
dice que si, en azul,
en espuma, en galope,
dice que no, que no.
No puede estarse quieto,
me llamo mar, repite
pegando en una piedra
sin lograr convencerla,
entonces
con siete lenguas verdes
de siete perros verdes,
de siete tigres verdes,
de siete mares verdes,
la recorre, la besa,
la humedece
y se golpea el pecho
repitiendo su nombre.
Oh mar, así te llamas,
oh camarada océano,
no pierdas tiempo y agua,
no te sacudas tanto,
ayúdanos,
somos los pequeñitos
pescadores,
los hombres de la orilla,
tenemos frío y hambre
eres nuestro enemigo,
no golpees tan fuerte,
no grites de ese modo,
abre tu caja verde
y déjanos a todos
en las manos
tu regalo de plata:
el pez de cada día.
Aquí en cada casa
lo queremos
y aunque sea de plata,
de cristal o de luna,
nació para las pobres
cocinas de la tierra.
No lo guardes,
avaro,
corriendo frío como
relámpago mojado
debajo de tus olas.
Ven, ahora,
ábrete
y déjalo
cerca de nuestras manos,
ayúdanos, océano,
padre verde y profundo,
a terminar un día
la pobreza terrestre.
Déjanos
cosechar la infinita
plantación de tus vidas,
tus trigos y tus uvas,
tus bueyes, tus metales,
el esplendor mojado
y el fruto sumergido.
Padre mar, ya sabemos
cómo te llamas, todas
las gaviotas reparten
tu nombre en las arenas:
ahora, pórtate bien,
no sacudas tus crines,
no amenaces a nadie,
no rompas contra el cielo
tu bella dentadura,
déjate por un rato
de gloriosas historias,
danos a cada hombre,
a cada
mujer y a cada niño,
un pez grande o pequeño
cada día.
Sal por todas las calles
del mundo
a repartir pescado
y entonces
grita,
grita
para que te oigan todos
los pobres que trabajan
y digan,
asomando a la boca
de la mina:
"Ahí viene el viejo mar
repartiendo pescado".
Y volverán abajo,
a las tinieblas,
sonriendo, y por las calles
y los bosques
sonreirán los hombres
y la tierra
con sonrisa marina.
Pero
si no lo quieres,
si no te da la gana,
espérate,
espéranos,
lo vamos a pensar,
vamos en primer término
a arreglar los asuntos
humanos,
los más grandes primero,
todos los otros después,
y entonces
entraremos en ti,
cortaremos las olas
con cuchillo de fuego,
en un caballo eléctrico
saltaremos la espuma,
cantando
nos hundiremos
hasta tocar el fondo
de tus entrañas,
un hilo atómico
guardará tu cintura,
plantaremos
en tu jardín profundo
plantas
de cemento y acero,
te amarraremos
pies y manos,
los hombres por tu piel
pasearán escupiendo,
sacándote racimos,
construyéndote arneses,
montándote y domándote
dominándote el alma.
Pero eso será cuando
los hombres
hayamos arreglado
nuestro problema,
el grande,
el gran problema.
Todo lo arreglaremos
poco a poco:
te obligaremos, mar,
te obligaremos, tierra,
a hacer milagros,
porque en nosotros mismos,
en la lucha,
está el pez, está el pan,
está el milagro. | Oda al mar |
Leopoldo María Panero |
He vivido entre los arrabales, pareciendo
un mono, he vivido en la alcantarilla
transportando las heces,
he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido a nutrirme de lo que suelto.
Fui una culebra deslizándose
por la ruina del hombre, gritando
aforismos en pie sobre los muertos,
atravesando mares de carne desconocida
con mis logaritmos.
Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que mis padres me sedujeron para
ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado a moverse a las larvas
sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué oscuro es tu nombre».
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva. | EL LOCO |
Fa Claes | ¿Qué, si en otra parte es posible
de otra manera?
La pesadilla de mis sueños,
la jungla de mi odio y mi amor;
la selva de copular, tragar, matar.
Mi libertad; y en el centro yo,
recogiéndome a mí mismo
de trozos memoria, de deseo,
y, si es preciso, de invenciones
de las rayas de mi mano,
yo aquí en Rijmenam.
Y qué, si en otra parte es posible
de otra manera. | De otra manera |
Gioconda Belli | Vestime de amor
que estoy desnuda;
que estoy como ciudad
-deshabitada-
sorda de ruidos,
tiritando de trinos,
reseca hoja quebradiza de marzo.
Rodeame de gozo
que no nací para estar triste
y la tristeza me queda floja
como ropa que no me pertenece.
Quiero encenderme de nuevo
olvidarme del sabor salado de las lágrimas
-los huecos en los lirios,
la golondrina muerta en el balcón-.
Volver a refrescarme de brisa risa,
reventada ola
mar sobre las peñas de mi infancia,
astro en las manos,
linterna eterna del camino hacia el espejo
donde volver a mirarme
de cuerpo entero,
protegida
tomada de la mano,
de la luz,
de grama verde y volcanes;
lleno mi pelo de gorriones,
dedos reventando en mariposas
el aire enredado en mis dientes,
retornando a su orden
de universo habitado por centauros.
Vestime de amor
que estoy desnuda. | Petición |
Luis Antonio Chávez | Hace unos segundos
le pregunté a mi corazón
que si aún latía
y él me respondió con un latido
entonces interrogué
si era tu alma o la mía
respondió con dos toc toc
comprendí que tu alma y la mía
una sola eran | Sistema Morse |
Antonio Machado |
La calva prematura
brilla sobre la frente amplia y severa;
bajo la piel pálida tersura
se trasluce la fina calavera.
Mentón agudo y pómulos marcados
por trazos de un punzón adamantino;
y de insólita púrpura manchados
los labios que soñara un florentino.
Mientras la boca sonreír parece,
los ojos perspicaces,
que un ceño pensativo empequeñece,
miran y ven, profundos y tenaces.
Tiene sobre la mesa un libro viejo
donde posa la mano distraída.
Al fondo de la cuadra, en el espejo,
una tarde dorada está dormida.
Montañas de violeta
y grasientos breñales,
la tierra que ama el santo y el poeta,
los buitres y las águilas caudales.
Del abierto balcón al blanco muro
va una franja de sol anaranjada
que inflama el aire, en el ambiente obscuro
que envuelve la armadura arrinconada. | Fantasía iconográfica |
Antonio Machado |
Este hombre del casino provinciano
que vio a Carancha recibir un día,
tiene mustia la tez, el pelo cano,
ojos velados por melancolía;
bajo el bigote gris, labios de hastío,
y una triste expresión, que no es tristeza,
sino algo más y menos: el vacío
del mundo en la oquedad de su cabeza.
Aún luce de corinto terciopelo
chaqueta y pantalón abotinado,
y un cordobés color de caramelo,
pulido y torneado.
Tres veces heredó; tres ha perdido
al monte su caudal; dos ha enviudado.
Sólo se anima ante el azar prohibido,
sobre el verde tapete reclinado,
o al evocar la tarde de un torero,
la suerte de un tahúr, o si alguien cuenta
la hazaña de un gallardo bandolero,
o la proeza de un matón, sangrienta.
Bosteza de política banales
dicterios al gobierno reaccionario,
y augura que vendrán los liberales,
cual torna la cigüeña al campanario.
Un poco labrador, del cielo aguarda
y al cielo teme; alguna vez suspira,
pensando en su olivar, y al cielo mira
con ojo inquieto, si la lluvia tarda.
Lo demás, taciturno, hipocondriaco,
prisionero en la Arcadia del presente,
le aburre; sólo el humo del tabaco
simula algunas sombras en su frente.
Este hombre no es de ayer ni es de mañana,
sino de nunca; de la cepa hispana
no es el fruto maduro ni podrido,
es una fruta vana
de aquella España que pasó y no ha sido,
esa que hoy tiene la cabeza cana. | Del pasado efímero |
Federico García Lorca |
Yo quiero que el agua se quede sin cauce.
Yo quiero que el viento se quede sin valles.
Quiero que la noche se quede sin ojos
y mi corazón sin la flor del oro.
Que los bueyes hablen con las grandes hojas
y que la lombriz se muera de sombra.
Que brillen los dientes de la calavera
y los amarillos inunden la seda.
Puedo ver el duelo de la noche herida
luchando enroscada con el mediodía.
Resisto un ocaso de verde veneno
y los arcos rotos donde sufre el tiempo.
Pero no me enseñes tu limpio desnudo
como un negro cactus abierto en los juncos.
Déjame en un ansia de oscuros planetas,
¡pero no me enseñes tu cintura fresca! | Gacela de la terrible presencia |
Carlos Bousoño |
Soy como un ciego
RUBÉN DARÍO
Y tú que tanto amas, tanto ríes,
tanto adivinas y conoces tanto,
¿dónde el escudo para que te fíes,
dónde el pañuelo de enjugar tu llanto?
¿Dónde el camino que no veo ahora?
Dímelo o llora y el mirar suprime.
¿Es ya la noche que no tiene aurora?
Dímelo, dime.
Y sin embargo tu vivir empaña
mi vivir con un vaho que es ternura,
que es caliente rumor que me acompaña
la noche oscura.
Y sin embargo con tu mano guías
y a tientas toco lo que apenas veo
y digo acaso para que sonrías
lo que no creo.
Y toco apenas y tu bulto aprendo
y torpe sigo lo que tú me indicas.
Lo que no miro, lo que no comprendo,
tú multiplicas.
Tú multiplicas, o quizás es tu invento
porque lo vea aunque quizá no exista.
Entre la noche de mi pensamiento
dulce es tu vista.
Dulce es tu vista, tu mirar risueño
que mira un llano donde estaba un monte
y que a mi alma de temblor pequeño
llamó horizonte.
Dulce es tu vista que miró aquel lago
y lo llamaba alegre mar bravío.
Tu generoso corazón es mago.
¡Lo fuese el mío! | LETANÍA DEL CIEGO |
Víctor Botas | Aquí los veintisiete niños y las
veintisiete doncellas entonaron
el Canto Secular. Aquí la noche
(a esa del tres de junio me refiero)
se coronó de música. Aquí Horacio
lloraría de júbilo (y de vértigo)
al contemplar su gloria. Aquí olvidaron
inmóviles procónsules triunfales
entornados los párpados, las caras
encendidas de minio, indiferentes
su condición humana. Aquí un césar
bromeó con su muerte. Aquí se amaron
centurias de parejas, superpuestas
como en selladas cajas, siglo a siglo.
Y pasaron más cosas. Y quedaron
quietas aquí sus huellas ¡cuántas huellas,
cuántas huellas durmientes, madre, Virgen!
Y sesudos doctores consiguieron
clasificar muchísimas.
Aquí,
con comprensible (y culta) obstinación,
los gatos italianos se desviven
por dejar vero rastro de sus vidas. | Huellas durmientes en el Palatino |
Víctor Botas | Ojos tristes. Azules.
No conocen, mas saben.
No miran, pero duelen.
Se derraman
gota a gota en el vaso
íntimo de algún sueño.
Fueron. | Retrato |
Pablo Neruda | ARENA americana, solemne
plantación, roja cordillera,
hijos, hermanos desgranados
por las viejas tormentas,
juntemos todo el grano vivo
antes de que vuelva a la tierra,
y que el nuevo maíz que nace
haya escuchado tus palabras
y las repita y se repitan.
Y se canten de día y de noche,
y se muerdan y se devoren,
y se propaguen por la tierra,
y se hagan, de pronto, silencio,
se hundan debajo de las piedras,
encuentren las puertas nocturnas,
y otra vez salgan a nacer,
a repartirse, a conducirse
como el pan, como la esperanza,
como el aire de los navíos.
El maíz te lleva mi canto,
salido desde las raíces
de mi pueblo, para nacer,
para construir, para cantar,
y para ser otra vez semilla
más numerosa en la tormenta.
Aquí están mis manos perdidas.
Son invisibles, pero tú
las ves a través de la noche,
a través del viento invisible.
Dame tus manos, yo las veo
sobre las ásperas arenas
de nuestra noche americana,
y escojo la tuya y la tuya,
esa mano y aquella otra mano,
la que se levanta a luchar
y la que vuelve a ser sembrada.
No me siento solo en la noche,
en la oscuridad de la tierra.
Soy pueblo, pueblo innumerable.
Tengo en mi voz la fuerza pura
para atravesar el silencio
y germinar en las tinieblas.
Muerte, martirio, sombra, hielo,
cubren de pronto la semilla.
Y parece enterrado el pueblo.
Pero el maíz vuelve a la tierra.
Atravesaron el silencio
sus implacables manos rojas.
Desde la muerte renacemos. | Arena americana, solemne... |
Marilina Rébora |
Que me traspasen dardos: no habré de defenderme;
que me hiera cruel total indiferencia;
que los rostros, impávidos, al no reconocerme
pasen sin advertir siquiera mi presencia.
Que el desamor se infiltre mientras el amor duerme
y que a la tolerancia azuce la pendencia;
que egoísmo y envidia me descubran inerme
y aun sin defensor me llegue la sentencia.
Mas quiero hoy declarar, Señor, que no fui mala
pese a haber cometido dolorosos errores;
nunca me envanecí y jamás hice gala
de lo que tal vez tuve, al pasar de mis días,
pues mujer, también madre, sé de santos amores
que acorazan el alma contra las villanías. | EL ALMA ACORAZADA |
Pablo Neruda | DEL Norte trajo Almagro su arrugada
centella.
Y sobre el territorio, entre explosión y
ocaso,
se inclinó día y noche como sobre una
carta.
Sombra de espinas, sombra de cardo y cera,
el español reunido con su seca figura,
mirando las sombrías estrategias del suelo.
Noche, nieve y arena hacen la forma
de mi delgada patria,
todo el silencio está en su larga línea,
toda la espuma sale de su barba marina,
todo el carbón la llena de misteriosos besos.
Como una brasa el oro arde en sus dedos
y la plata ilumina corno una luna verde
su endurecida forma de tétrico planeta.
El español sentado junto a la rosa un día,
junto al aceite, junto al vino, junto al
antiguo cielo
no imaginó este punto de colérica piedra
nacer bajo el estiércol del águila marina. | Descubridores de Chile |
Claribel Alegría |
No sé si con tu muerte
has quedado a la zaga
¿eres recuerdo?
o has dado un salto
repentino
que yo tendré que hollar
hasta alcanzarte. | ERES RECUERDO |
Lope de Vega |
Al son de los arroyuelos
cantan las aves de flor en flor,
que no hay más gloria que amor
ni mayor pena que celos.
Por estas selvas amenas
al son de arroyos sonoros
cantan las aves a coros
de celos y amor las penas.
Suenan del agua las venas,
instrumento natural,
y como el dulce cristal
va desatando los yelos,
al son de los arroyuelos
cantan las aves de flor en flor,
que no hay más gloria que amor
ni mayor pena que celos.
De amor las glorias celebran
los narcisos y claveles;
las violetas y penseles
de celos no se requiebran.
Unas en otras se quiebran
las ondas por las orillas,
y como las arenillas
ven por cristalinos velos,
al son de los arroyuelos
cantan las aves de flor en flor,
que no hay más gloria que amor
ni mayor pena que celos.
Arroyos murmuradores
de la fe de amor perjura,
por hilos de plata pura
ensartan perlas en flores.
Todo es celos, todo amores;
y mientras que lloro yo
las penas que Amor me dio
con sus celosos desvelos,
al son de los arroyuelos
cantan las aves de flor en flor,
que no hay más gloria que amor
ni mayor pena que celos. | Al son de los arroyuelos |
Miguel Florián |
Aud materia plîngînd...
(Oigo llorar a la materia...)
GEORGE BACOVIA
Me tiendo gris en los metales
cuando crecen callados en la noche
y se adensan, y recogen los breves
destellos de los astros. Siento
su filo frío que después será mar,
su lamento de hielo y muda carne,
el osario de un dios propicio, enorme
en su tiniebla, un dios que festejamos
en la señal de su venida. Escucha,
estamos en el tiempo del renuevo,
de los juncales cubiertos por rocío,
de la hiedra que escala nuestro lecho,
del animal que nos acecha, inmenso,
detrás de las pupilas, oculto en otra
existencia infranqueable y ciega.
El tiempo lento y turbio de la espora,
de los metales mansos, del mineral
cerrado que sospecha la luz, lava
que persigue la levedad del polvo.
Entonces, desde una estación remota
regresan, entre brumas, las palabras,
narraciones de hadas y de héroes,
de resinas fragantes (el incienso,
la mirra y el benjuí), y de madréporas.
Los insectos describen amplios surcos,
vueltos a lo indecible, y el granito
recupera la voz dura y siniestra
de los astros. Venero en los metales
su permanencia muda, su oscura red
de eternidad, su intacta persistencia
de dureza semejante a la luz,
su fría rigidez cuando en invierno
rozan nuestras mejillas, el triste gris
de su materia inmensa, de su abismo.
Todo se encuentra atento a la llegada
de una voz, de un dios o de un incendio.
Y la sangre del hombre perseguida
en su país de níquel, vigilante
desde dentro del sueño, abandonada
a la quietud, aguardando otro ver,
un despertar distinto, otras pupilas
de facetas omnívoras, un nuevo
respirar... (Los círculos voraces,
la persistencia cerrada de los nombres.)
Esperan mirar de nuevo el mundo.
Comprendo a los metales, comparto su destino
tan parecido al mío, su existencia sin mácula.
(Toco su corazón, su savia detenida
cuando logra la forma del crepúsculo.)
Cristales indefensos que se quiebran
bajo la luz del alba, (tantos siglos
gestándose, poblados de simientes).
Me agrada abandonarme a ellos, acariciarlos
apretando mi mano contra su piel exacta,
en su luz de reflejos, de semillas y aristas.
Metal que es tiempo denso y generoso,
agua limpia para la sed del hombre. | METALES |
Sor Juana Inés de la Cruz |
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Cambatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
el niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?
Con el favor y desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por crüel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?
Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?
Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo. | REDONDILLAS |
Claribel Alegría |
Muero de a poco, amor
no es la muerte sorpresa
que deseaba
la que libera
y lanza
es la otra
la lenta
la que corta en pedazos
da estocadas
y de perfil se escurre. | MUERO DE A POCO |
Nicolás Guillén |
El alma vuela y vuela
buscándote a lo lejos,
Rosa tú, melancólica
rosa de mi recuerdo.
Cuando la madrugada
va el campo humedeciendo,
y el día es como un niño
que despierta en el cielo,
Rosa tú, melancólica,
ojos de sombra llenos,
desde mi estrecha sábana
toco tu firme cuerpo.
Cuando ya el alto sol
ardió con su alto fuego,
cuando la tarde cae
del ocaso deshecho,
yo en mi lejana mesa
tu oscuro pan contemplo.
Y en la noche cargada
de ardoroso silencio,
Rosa tú, melancólica
rosa de mi recuerdo,
dorada, viva y húmeda,
bajando vas del techo,
tomas mi mano fría
y te me quedas viendo.
Cierro entonces los ojos,
pero siempre te veo
clavada allí, clavando
tu mirada en mi pecho,
larga mirada fija,
como un puñal de sueño. | ROSA TÚ MELANCÓLICA |
Amado Nervo |
?Como renuevos cuyos aliños
un cierzo helado destruye en flor
así cayeron los héroes niños
ante las balas del invasor.
?Fugaz como un sueño, el plazo
fue, de su infancia ideal;
mas los durmió en su regazo
la Gloria, madre inmortal.
Pronto la patria querida
sus vidas necesitó,
y uno tras otro la vida
sonriendo le entregó.
En la risueña colina
del Bosque, uno de otro en pos
cayeron, con la divina
majestad de un joven dios.
¿Quién, después que de tan pía
oblación contar oyó,
a la Patria negaría
la sangre que ella le dio?
Niñez que hallaste un calvario
de la vida en el albor:
que te sirva de sudario
la bandera tricolor.
Y que canten tus hazañas
cielo y tierra sin cesar,
el cóndor de las montañas
y las ondas de la mar... | Cantos escolares. Los niños... |
Amado Nervo |
Todo amor nuevo que aparece
nos ilumina la existencia,
nos la perfuma y enflorece.
En la más densa oscuridad
toda mujer es refulgencia
y todo amor es claridad.
Para curar la pertinaz
pena, en las almas escondida,
un nuevo amor es eficaz;
porque se posa en nuestro mal
sin lastimar nunca la herida,
como un destello en un cristal.
Como un ensueño en una cuna,
como se posa en la rüina
la piedad del rayo de la luna.
como un encanto en un hastío,
como en la punta de una espina
una gotita de rocío...
¿Que también sabe hacer sufrir?
¿Que también sabe hacer llorar?
¿Que también sabe hacer morir?
-Es que tú no supiste amar... | El amor nuevo |
Josefina Plá | A Gastón Figueira
La mañana irisada, como fino cristal
se curvó sobre el ancho campo reverdeciente.
A la abismal succión del azul transparente,
agriétase la carne de un ansia germinal.
Y a la blondez purísima de su desnudez tierna,
la mísera corteza se nos cuartea en congoja,
y un sollozo nos sube desde la honda cisterna
en sombra donde el párpado su penitencia moja.
El dolor de las alas imposibles
nos curva más bajo el cansancio irredimible
que se adhiere a la carne dolorosa:
y en la punta de una hoja, radiante y temblorosa,
la gota de rocío
nos finge aquella lágrima inefable
en que, por fin, pudiera el alma miserable
volcar la última gota amarga del hastío. | Amanecer |
Fa Claes | Cerca de la ventana en Rijmenam
contemplo el campo,
hasta el Mar del Norte
millares de años.
El agua alcanza océanos;
trazo una huella de navegación;
millares de años
alrededor del mundo.
Delante de mi ventana en Rijmenam
muchedumbres pasan,
mil millones los vencedores,
mil millones los mártires
aherrojados y esclavos;
millares, millares de años
alrededor del mundo.
Delante de mi ventana en Rijmenam
de la hierba brota la tumba
sobre años de espanto
y estoy mirando con los ojos fijos
y me pregunto. | Navegar |
amistad |
Qué agradable es sin duda,
abrir el buzón, y encontrar tus lindas cartas.
Qué agradable es saber
que a pesar de tus ocupaciones,
te tomes un minuto para dedicármelo.
Qué agradable es sentir
que en algún momento de tu rutina,
te tomas tiempo para recordarme,
haciendo un breve paréntesis y escribirme.
Qué agradable es sentir
con la calidez de esas letras,
tu presencia a mi lado.
Qué agradable es compartir nuestras ilusiones, hablando de diversos temas.
confiándote mis cosas,
y reírnos de las bromas que surgen,
haciendo inolvidable nuestro encuentro virtual.
QUE AGRADABLE ES SABER QUE EXISTES.
QUE AGRADABLE ES SENTIRTE CERCA.
QUE AGRADABLE ES CONTAR CONTIGO.
QUE AGRADABLE ES QUERERTE ASI. | Que agradable |
Emilio Prados |
Aparente quietud ante tus ojos,
aquí, esta herida no hay ajenos límites,
hoy es el fiel de tu equilibrio estable.
La herida es tuya, el cuerpo en que está abierta
es tuyo, aun yerto y lívido. Ven, toca,
baja, más cerca. ¿Acaso ves tu origen
entrando por tus ojos a esta parte
contraria de la vida? ¿Qué has hallado?
¿Algo que no sea tuyo en permanencia?
Tira tu daga. Tira tus sentidos.
Dentro de ti te engendra lo que has dado,
fue tuyo y siempre es acción continua.
Esta herida es testigo: nadie ha muerto. | Aparente quietud |
Genaro Ortega Gutiérrez | Vuelves, más que nada,
para continuar, inexorable, esta cabalgata
de silencio y polvo,
de memoria y laberinto.
Ciclos donde el tiempo
corre en sentido contrario
y las manecillas del reloj son la lógica invención
de un sueño sin ataduras.
Incluso podrías convencer
al solitario mojón de las ventajas que depara resbalar
por la sensualidad de la lluvia
y el erotismo amarillo de los fuegos estivales.
Regresas, sobre todo,
obedeciendo a un fuerte impulso de conciencia,
consiguiendo, eso sí,
salir al mundo con una alacridad magnífica,
de gaviota contemplativa
del azul. | Pie primitivo |
Francisco Álvarez |
Vino, me amó y partió; dejó a su paso
plenitudes, placeres y vacíos;
se perdió como el sol en el ocaso,
como se pierden en el mar los ríos.
Ha de tener el sol otra alborada,
y aunque el río se va, también se queda;
pero de aquella fiera llamarada,
ni el recuerdo quizá en su mente rueda.
Mantúvose en silencio y lejanía
como quien duerme en brazos de la muerte;
y yo permanecí esperando el día
en que de nuevo su alma se despierte.
Y si al abrir sus ojos al pasado
se detienen en mí por un momento,
tal vez vuelva su amor arrebatado
a producir un nuevo ofrecimiento.
Y aquí estaré, en deseos y temblores,
sin recriminaciones, ni exigencia,
para dar nueva vida a aquellas flores
que a punto estuvo de agostar la ausencia. | SILENCIO Y LEJANÍA |
Ramón López Velarde |
Al decir que las penas son fugaces
en tanto que la dicha persevera,
tu cara es sugestiva y hechicera
y juegan a los novios los rapaces.
Al escuchar la apología que haces
del mejor de los mundos, se creyera
que lees a Abelardo...
En voz parlera
dialogas con los pájaros locuaces.
De pronto, sin que tú me lo adivines,
cual por un sortilegio se contrista
mi alma con la visión de los jardines,
mientras oigo sonar plácidamente
los trinos de tu plática optimista
y el irisado chorro de la fuente. | EN UN JARDÍN |
Garcilaso de la Vega |
Con tal fuerza y vigor son concertados
para mi perdición los duros vientos,
que cortaron mis tiernos pensamientos
luego que sobre mí fueron mostrados.
El mal es que me quedan los cuidados
en salvo destos acontecimientos,
que son duros, y tienen fundamientos
en todos mis sentidos bien echados.
Aunque por otra parte no me duelo,
ya que el bien me dejó con su partida,
del grave mal que en mí está de contino;
antes con él me abrazo y me consuelo;
porque en proceso de tan dura vida
ataje la largueza del camino. | SONETO XX |
María Eugenia Caseiro | Tus dedos lanzan oscuros sin ley
sobre las horas, granos de sal
colmenas y alfileres. ¡Galgos!
correr correr correr
dioses como piñas dulces sin templo
vuelan juegan saben.
Chambelanes como delirios
magistralmente
tus dedos, mis dedos, nuestros
funden lingotes de animales
cautivos de ti. Tus pies, tus manos
tocan pista; cal, estrellas rojas con agujas. | Dedos |
César Vallejo |
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que mastico... y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de ferétro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben... Y no saben
que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave. | Espergesia |
Salvador García Ramírez | Suspensa, en el aire de los parques
con sombra de ciudad,
como los tuyos,
en la proximidad del Largo,
nas escadas, en las estrías húmedas
donde pululan libros viejos,
a la hora contigua con el sol,
sobre las pérgolas sin mástil,
a merced del polen, poco a poco,
nas margens
donde el viajero ayuna, nas igrejas,
de acá para allá, por los oblicuos
raíles de un paraguas,
tibia a tiempo,
la alzada lentitud del solitario. | Latitude |
Mario Benedetti |
Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza
porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro
porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no. | Corazón coraza |
Pablo Neruda | Cien sonetos de amor
Recordarás aquella quebrada caprichosa
a donde los aromas palpitantes treparon,
de cuando en cuando un pájaro vestido
con agua y lentitud: traje de invierno.
Recordarás los dones de la tierra:
irascible fragancia, barro de oro,
hierbas del matorral, locas raíces,
sortílegas espinas como espadas.
Recordarás el ramo que trajiste,
ramo de sombra y agua con silencio,
ramo como una piedra con espuma.
Y aquella vez fue como nunca y siempre:
vamos allí donde no espera nada
y hallamos todo lo que está esperando. | Cien sonetos de amor |
Luis de Góngora |
Amarrado al duro banco
De una galera turquesca,
Ambas manos en el remo
Y ambos ojos en la tierra,
Un forzado de Dragut
En la playa de Marbella
Se quejaba al ronco son
Del remo y de la cadena:
«¡Oh sagrado mar de España,
Famosa playa serena,
Teatro donde se han hecho
Cien mil navales tragedias!,
»Pues eres tú el mismo mar
Que con tus crecientes besas
Las murallas de mi patria,
Coronadas y soberbias,
»Tráeme nuevas de mi esposa,
Y dime si han sido ciertas
Las lágrimas y suspiros
Que me dice por sus letras;
»Porque si es verdad que llora
Mi captiverio en tu arena,
Bien puedes al mar del Sur
Vencer en lucientes perlas.
»Dame ya, sagrado mar,
A mis demandas respuesta,
Que bien puedes, si es verdad
Que las aguas tienen lengua,
»Pero, pues no me respondes,
Sin duda alguna que es muerta,
Aunque no lo debe ser,
Pues que vivo yo en su ausencia.
»¡Pues he vivido diez años
Sin libertad y sin ella,
Siempre al remo condenado
A nadie matarán penas!»
En esto se descubrieron
De la Religión seis velas,
Y el cómitre mandó usar
Al forzado de su fuerza. | Amarrado al duro banco |
Gabriel Celaya |
Quizás, cuando me muera,
dirán: Era un poeta.
Y el mundo, siempre bello, brillará sin conciencia.
Quizás tú no recuerdes
quién fui, mas en ti suenen
los anónimos versos que un día puse en ciernes.
Quizás no quede nada
de mí, ni una palabra,
ni una de estas palabras que hoy sueño en el mañana.
Pero visto o no visto,
pero dicho o no dicho,
yo estaré en vuestra sombra, ¡oh hermosamente vivos!
Yo seguiré siguiendo,
yo seguiré muriendo,
seré, no sé bien cómo, parte del gran concierto. | DESPEDIDA |
Mario Benedetti | Están en algún sitio / concertados
desconcertados / sordos
buscándose / buscándonos
bloqueados por los signos y las dudas
contemplando las verjas de las plazas
los timbres de las puertas / las viejas azoteas
ordenando sus sueños sus olvidos
quizá convalecientes de su muerte privada
nadie les ha explicado con certeza
si ya se fueron o si no
si son pancartas o temblores
sobrevivientes o responsos
ven pasar árboles y pájaros
e ignoran a qué sombra pertenecen
cuando empezaron a desaparecer
hace tres cinco siete ceremonias
a desaparecer como sin sangre
como sin rostro y sin motivo
vieron por la ventana de su ausencia
lo que quedaba atrás / ese andamiaje
de abrazos cielo y humo
cuando empezaron a desaparecer
como el oasis en los espejismos
a desaparecer sin últimas palabras
tenían en sus manos los trocitos
de cosas que querían
están en algún sitio / nube o tumba
están en algún sitio / estoy seguro
allá en el sur del alma
es posible que hayan extraviado la brújula
y hoy vaguen preguntando preguntando
dónde carajo queda el buen amor
porque vienen del odio | Desaparecidos |
Manuel Machado |
Vino, sentimiento, guitarra y poesía,
hacen los cantares de la patria mía...
Cantares...
Quien dice cantares, dice Andalucía.
A la sombra fresca de la vieja parra,
un mozo moreno rasguea la guitarra...
Cantares...
Algo que acaricia y algo que desgarra.
La prima que canta y el bordón que llora...
Y el tiempo callado se va hora tras hora.
Cantares...
Son dejos fatales de la raza mora.
No importa la vida, que ya está perdida.
Y, después de todo, ¿qué es eso, la vida?...
Cantares...
Cantando la pena, la pena se olvida.
Madre, pena, suerte; pena, madre, muerte;
ojos negros, negros, y negra la suerte.
Cantares...
En ellos, el alma del alma se vierte.
Cantares. Cantares de la patria mía...
Cantares son sólo los de Andalucía.
Cantares...
No tiene más notas la guitarra mía. | CANTARES |
José de Espronceda |
Donde sienta mi caballo los pies
no vuelve a nacer la hierba.
Palabras de Atila
CORO
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.
¡Hurra! ¡a caballo, hijos de la niebla!
Suelta la rienda, a combatir volad:
¿veis esas tierras fértiles?, las puebla
gente opulenta, afeminada ya.
Casas, palacios, campos y jardines,
todo es hermoso y refulgente allí:
son sus hembras celestes serafines,
su sol alumbra un cielo de zafir.
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.
Nuestros sean su oro y sus placeres,
gocemos de ese campo y ese sol;
son sus soldados menos que mujeres,
sus reyes viles mercaderes son.
Vedlos huir para esconder su oro,
vedlos cobardes lágrimas verter...
¡Hurra! volad: sus cuerpos, su tesoro
huellen nuestros caballos con sus pies.
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.
Dictará allí nuestro capricho leyes,
nuestras casas alcázares serán,
los cetros y coronas de los reyes
cual juguetes de niños rodarán.
¡Hurra! ¡volad! a hartar nuestros deseos:
las más hermosas nos darán su amor,
y no hallarán nuestros semblantes feos,
que siempre brilla hermoso el vencedor.
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.
Desgarraremos la vencida Europa
cual tigres que devoran su ración;
en sangre empaparemos nuestra ropa
cual rojo manto de imperial señor.
Nuestros nobles caballos relinchando
regias habitaciones morarán;
cien esclavos, sus frentes inclinando,
al mover nuestros ojos temblarán.
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.
Venid, volad, guerreros del desierto,
como nubes en negra confusión,
todos suelto el bridón, el ojo incierto,
todos atropellándose en montón.
Id en la espesa niebla confundidos,
cual tromba que arrebata el huracán,
cual témpanos de hielo endurecidos
por entre rocas despeñados van.
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.
Nuestros padres un tiempo caminaron
hasta llegar a una imperial ciudad;
un sol más puro es fama que encontraron,
y palacios de oro y de cristal.
Vadearon el Tibre sus bridones,
yerta a sus pies la tierra enmudeció;
su sueño con fantásticas canciones
la fada de los triunfos arrulló.
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.
¡Qué! ¿No sentís la lanza estremecerse,
hambrienta en vuestras manos de matar?
¿No veis entre la niebla aparecerse
visiones mil que el parabién nos dan?
Escudo de esas míseras naciones
era ese muro que abatido fue;
la gloria de Polonia y sus blasones
en humo y sangre convertidos ved.
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.
¿Quién en dolor trocó sus alegrías?
¿Quién sus hijos triunfante encadenó?
¿Quién puso fin a sus gloriosos días?
¿Quién en su propia sangre los ahogó?
¡Hurra, cosacos! ¡gloria al más valiente!
Esos hombres de Europa nos verán:
¡Hurra! nuestros caballos en su frente
hondas sus herraduras marcarán.
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.
A cada bote de la lanza ruda,
a cada escape en la abrasada lid,
la sangrienta ración de carne cruda
bajo la silla sentiréis hervir.
Y allá después en templos suntüosos,
sirviéndonos de mesa algún altar,
nuestra sed calmarán vinos sabrosos,
hartará nuestra hambre blanco pan.
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.
Y nuestras madres nos verán triunfantes,
y a esa caduca Europa a nuestros pies,
y acudirán de gozo palpitantes
en cada hijo a contemplar un rey.
Nuestros hijos sabrán nuestras acciones,
las coronas de Europa heredarán,
y a conquistar también otras regiones
el caballo y la lanza aprestarán.
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín. | EL CANTO DEL COSACO |
Garcilaso de la Vega |
Dentro de mi alma fue de mí engendrado
un dulce amor, y de mi sentimiento
tan aprobado fue su nacimiento
como de un solo hijo deseado;
mas luego de él nació quien ha estragado
del todo el amoroso pensamiento:
que en áspero rigor y en gran tormento
los primeros deleites ha tornado.
¡Oh crudo nieto, que das vida al padre,
y matas al abuelo! ¿por qué creces
tan disconforme a aquel de que has nacido?
¡Oh, celoso temor! ¿a quién pareces?
¡que la envidia, tu propia y fiera madre,
se espanta en ver el monstruo que ha parido! | SONETO XXXI |
Leopoldo María Panero |
(carta al padre)
And fish to catch regeneration.
Samuel Butler, Pescador de muertos.
Solos tú y yo, e irremediablemente
unidos por la muerte: torturados aún por
fantasmas que dejamos con torpeza
arañarnos el cuerpo y luchar por los despojos
del sudario, pero ambos muertos, y seguros
de nuestra muerte; dejando al espectro proseguir en vano
con el turbio negocio de los datos: mudo,
el cuerpo, ese impostor en el retrato, y los dos siguiendo
ese otro juego del alma que ya a nada responde,
que lucha con su sombra en el espejo-solos,
caídos frente a él y viendo
detrás del cristal la vida como lluvia, tras del cristal asombrados
por los demás, por aquellos Vous etes combien? que nos sobreviven
y dicen conocernos, y nos llaman
por nuestro nombre grotesco, ¡ah el sórdido, el
viscoso templo de lo humano!
Y sin embargo
solos los dos, y unidos por el frío
que apenas roza brillante envoltura
solos los dos en esta pausa
eterna del tiempo que nada sabe ni quiere, pero dura
como la piedra, solos los dos, y amándonos
sobre el lecho de la pausa, como se aman
los muertos
«amó», dijiste, autorizado por la muerte
porque sabías de ti como de una tercera persona
bebió dijiste, porque Dios estaba (Pound dixit)
en tu vaso de whiski
amo bebió, dijiste, pero ahora espera
¿espera? y en efecto la resurrección
desde un cristal inválido te avisa
que con armas nuestra muerte florece
para ti que sólo
sabías de la muerte. Aquí
¿debajo o por encima?
de esta piedra
tú que doraste la sobrenatural dureza y el
dolor sobrenatural de los edificios desnudos
¿en qué perspectiva
dime acoger la muerte?
en la mesa de disección
tú que danzaste
enloquecido en la plaza desierta
tropezando
hiriéndote las manos en el trapecio del silencio
en pie contra las hojas muertas que
se adherían a tu cuerpo, y contra la hiedra que tapaba
obsesivamente tu boca hinchada de borracho,
danzas, danzaste
sin espacio, caído, pero
no quiero errar en la mitología
de ese nombre del padre que a todos nos falta,
porque somos tan sólo hermanos de una invasión de lo imposible
y tus pasos repiten el eco de los míos en un largo
corredor donde
retrocedo infatigable, sin
jamás moverme
¡ah los hermanos, los hermanos invisibles que florecen,
en el Terror! ¡Ah los hermanos, los hermanos que se defienden
inútilmente de la luz del mundo con las manos,
que se guardan del mundo por el Miedo, y cultivan en la sombra
de su huerto nefasto la amenaza de lo eterno, en
el ruin mundo de los vivos! ¡Ah los hermanos,
Y el ave,
el ave que vuela sobre el mundo en llamas, diciendo solo
a los mortales que se agitan debajo, diciendo
solo: ABISMO, ABISMO!
Abismo, sí, tibia guarida
de nuestro amor de hermanos, padre.
¡Pero tan solos!
¡Tan solos! Fantasmas que hace visible la hiedra
como hiedramerlín como niñadecabezacortada como
mujermurciélago la niña que ya es árbol
crecen hojas
en la foto, y un florecer te arranca
de los labios caníbales de nuestra madre Muerte, madre
de nuestro rezo
florecen los muertos florecen
unidos acaso por el sudor helado
muerto de muchas cabezas hambrientas de los vivos
te esperamos ave, ave nacida
de la cabeza que explotó al crepúsculo
ave dibujada en la piedra y llena
de lo posible de la dulzura, de su sabor
ajeno que es más que la vida, de su crueldad
que es más que la vida
¡ira
de la piedra, ira que a la realidad insulta,
que apalea
a la cabaña torpe de la mentira con verbos
que no son, resplandecen, ira
suprema de lo mudo!
(te esperamos
en la delgada orilla de lo que cae, en el prado
nocturno que atraviesan lentos
los elefantes
percibís el frío
la
conspiración de las algas,
gelatina, escamas, mano
que sobresale de la tumba
manos que surgen de la tierra como tallos
surcos arados por la muerte,
cabezas de ahorcados que echan flor:
decapitados que dialogan
a la luz decreciente de las velas,
¡oh quién nos traerá la rima
la música, el sonido que rompa la campana
de la asfixia, y el cristal borroso
de lo posible, la música del beso!
De ese beso, final, padre, en que desaparezcan
de un soplo nuestras sombras, para
asidos de ese metro imposible y feroz, quedarnos
a salvo de los hombres para siempre,
solos yo y tú, mi amada,
aquí, bajo esta piedra. | GLOSA A UN EPITAFIO |
Rafael Alberti |
Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.
Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban,
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
En todo esto.
Más en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes.
Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio. | LOS ÁNGELES MUERTOS |
Gustavo Adolfo Bécquer |
Dices que tienes corazón, y sólo
lo dices porque sientes sus latidos.
Eso no es corazón...; es una máquina,
que, al compás que se mueve, hace ruido. | Rima LXXVII |
Alejandra Pizarnik |
Como el viento sin alas encerrado en mis ojos
es la llamada de la muerte.
Sólo un ángel me enlazará al sol.
Dónde el ángel,
dónde su palabra.
Oh perforar con vino la suave necesidad de ser. | FIESTA EN EL VACÍO |
Melchor de Palau | ODA
Este, que veis, carbón endurecido,
yacer a mantos en terrestre fosa,
rayos de claro sol un tiempo ha sido,
A la voz de la Industria poderosa,
abandona, cual Lázaro, su tumba,
y a más vida resurge esplendorosa.
Con su aliento, no hay miedo que sucumba
la que es de nuestro siglo predilecta
hija febril, y cual abeja zumba.
Que, a medida que avanza más perfecta,
a la Ciencia siguiendo va anhelante
y sobre el Arte su fulgor proyecta.
Ella nos dice que llegó el instante,
aun cuando en la substancia son hermanos
de apreciar el carbón más que el díamante.
De que cesen los míseros humanos
de prosternarse ante el inútil fuego,
y de tenderle codiciosas manos
Nunca su brillo me turbó el sosiego,
mas del pan de la industria a la excelencia
férvido canto de mi lira entrego.
Cantar quiero su enérgica potencia
los bronces al fundir, nuncios de saña,
defensores de patria independencia,
Cuando caldea y en su lumbre baña
a la férrea fugaz locomotora,
sierpe que tiene el silo en la montaña.
Que, cual ave o Jóve vóladora,
se encumbra a los más arduos peñascales,
y el espacio famélica devora.
Por él llega a los témpanos glaciales
el buque, sin más trapo que su enseña,
contrastando los recios vendavales.
Reemplaza activo la fluvial aceña;
vigor produce en la nerviosa pila;
las creaciones artísticas diseña.
Por él la roca su metal destila;
por él dice el crisol la verdad pura;
el átomo su afine se asimila.
Hasta gérmenes ricos en dulzura
la Química halla en él para su gloria,
colores y matices la Pintura.
Y, de fúlgido origen en memoria,
demás que rasga de la noche el velo,
despide lumbre en exprimida escoria.
Solar emanación con vivo anhelo,
la luz, la fuerza, y el calor prodiga.
Como su padre que recorre el cielo.
Y quecual suele previsora hormiga,
en la estación de abrasador verano,
sin un punto ceder en la fatiga
temiendo el filo del invierno cano,
almacenar bajo escondidos techos,
el robado a los trojes rubio grano
en la época feraz de los helechos
presintiendo el invierno del planeta,
guardó el carbón en insondables lechos.
La faz del globo de arbolado escueta,
diera la Industria el postrimer suspiro
a no surtirla tan copiosa veta.
Ved al carbono en incesante giro
recorrer los tres reinos naturales;
ya inficionar la atmósfera le miro,
ya, atraído por fibras vegetales,
el germen de sabroso fruto,
ya, salvando los límites florales,
nutrir la grácil ave, el tardo bruto,
ya tornar al espacio con empeño,
de la muerte y la vida fiel tributo.
Mas tú, sepulto en ataud roqueño,
a ciclo tan fecundo substraído,
dormiste largo, indiferente sueño.
Te han pisado, mas no te han conocido;
pasaron sobre ti, cual polvo leve,
las varias razas que en el mundo han sido.
Tocábale al gran siglo diez y nueve,
explorar tus veneros con acierto,
aun bajo la polar cándida nieve.
¡Qué fuera de la Industria tú encubierto!
con gratitud en su aflicción te nombra
negro maná de su árido desierto.
Un día fuiste gigantesca alfornbra;
henchir hoy hallamos calor y luz radiante
donde otros seres disfrutaron sombra:
Que Dios, previendo nuestro afán constante,
para su hartura reservarnos quiso
esa fecunda flora exuberante,
que adorno fue quizá del Paraíso. | Al carbón de piedra |
Víctor Botas | Una luna encarnada
allá en el aire
y sola
El repentino aroma
de un ramo de violetas
al salir
de un café
en vía Clazaiuoli
Aquella
rosa herida
de muerte entre los pliegues
de seda del crepúsculo
El puente
El frío
Arno
Fiésole
Los cipreses
soñando en las colinas
La noche
la de siempre
la de todos
los días
ésa
la que ya se te enreda en las pestañas | Florencia |
Pablo Neruda | SE abrió también la noche de repente,
la descubrí, y era una rosa oscura
entre un día amarillo y otro día.
Pero, para el que llega
del Sur, de las regiones
naturales, con fuego y ventisquero,
era la noche en la ciudad un barco,
una vaga bodega de navío.
Se abrían puertas y desde la sombra
la luz nos escupía:
bailaban hembra y hombre con zapatos
negros como ataúdes que brillaban
y se adherían uno a una como
las ventosas del mar, entre el tabaco,
el agrio vino, las conversaciones,
las carcajadas verdes del borracho.
Alguna vez una mujer cayéndose
en su pálido abismo, un rostro impuro
que me comunicaba ojos y boca.
Y allí senté mi adolescencia ardiendo
entre botellas rojas que estallaban
a veces derramando sus rubíes,
constelando fantásticas espadas,
conversaciones de la audacia inútil.
Allí mis compañeros:
Rojas Giménez extraviado
en su delicadeza,
marino de papel, estrictamente
loco, elevando
el humo en una copa
y en otra copa
su ternura errante,
hasta que así se fue de tumbo en tumbo,
como si el vino se lo hubiera llevado
a una comarca más y más lejana!
Oh hermano frágil, tantas
cosas gané contigo, tanto
perdí en tu desastrado corazón
como en un cofre roto,
sin saber que te irías con tu boca elegante,
sin saber que debías
también morir, tú que tenías
que dar lecciones a la primavera!
Y luego como un aparecido
que en plena fiesta estaba
escondido en lo oscuro
llegó Joaquín Cifuentes
de sus prisiones: pálida apostura,
rostro de mando en la lluvia,
enmarcado en las líneas del cabello
sobre la frente abierta a los dolores:
no sabía reír mi amigo nuevo:
y en la ceniza de la noche cruel
vi consumirse al Húsar de la Muerte. | Locos amigos |
Hilario Barrero | Balnea, vina, Venus corrumpunt corpora nostra,
sed vitam faciant balnea, vina, Venus.
Bellísimos, desnudos, arrogantes,
proclamando la fuerza de su sexo,
marchan Quinta Avenida hacia la vida.
Serenamente turbios, demacrados,
veneno derretido por sus miembros,
bajan Quinta Avenida hacia la muerte.
Algunos tan hermosos, dioses sin paraíso,
que hasta la misma Sombra se oscurece
al asignarles sitio en la carroza.
Su belleza les salva y son llamados
junto con Ganimedes a servir
vino añejo a los cuerpos prohibidos.
(La mitra será polvo y lo será la rosa,
las plumas césped seco, el oropel ceniza
y el torso iluminado un carbón apagado.)
Viéndoles desfilar, cercano a tu frontera,
nombrando aquel verano en que nos conocimos,
mi sangre negativa se calcina, amenazada,
sintiendo a la Guadaña que, arañando mi cuello
con su incesante herida, nos recuerda
que para algunos éste será el último desfile. | Carrozas |
Ismael Enrique Arciniegas |
Cortina de los pilares
es la enredadera verde.
¡Cuál se amontonan pesares
cuando la ilusión se pierde!
¿Ya olvidaste la canción
que decía penas hondas?
De un violín el grato son
se oía bajo las frondas.
Suspendida del alar
lucía mata de flores.
¿Ya olvidaste aquel cantar,
cantar de viejos amores?
De noche en el corredor
te hablaba siempre en voz baja.
¡Cómo murió nuestro amor!
¡Qué triste la noche baja!
Por el patio van las hojas...
en sombras está el salón...
¡Qué tristes son las congojas
de un herido corazón! | EN EL SILENCIO |
Andrés Bello | Diálogo
POETA
-Escucha, amigo Cóndor, mi exorcismo;
obedece a la voz del mago Mitre,
que ha convertido en trípode el pupitre;
apréstate a una espléndida misión.
CÓNDOR
-¡Poeta audaz, que de mi aéreo nido
en el silencio lóbrego derramas
cántico misterioso! ¿a qué me llamas?
Yo sostengo de Chile el paladión.
POETA
-No importa; es caso urgente, es una empresa
digna de ti, de tu encumbrado vuelo,
y de tus uñas; subirás al cielo,
escalarás la vasta esfera azul.
CÓNDOR
-¿Y qué será del paladión en tanto,
cuya custodia la nación me fía?
POETA
-Puedes encomendarlo por un día
a las fieles pezuñas del Huemul.
CÓNDOR
Pero el camino del Olimpo ignoro.
POETA
-Mientes; tú hurtaste al cielo, ave altanera,
en pro de nuestros padres, la primera
chispa de libertad que en Chile ardió.
CÓNDOR
-¡Falaz leyenda! ¡Apócrifa patraña!
Robaba entonces yo por valle y cumbre,
según mi antigua natural costumbre;
monarca de los buitres era yo.
Años después, llamáronme, y conmigo
vino esa pobre, tímida alimaña,
de los andinos valles ermitaña;
y, el paladión nos dieron a guardar.
Mal concertada yunta, que, algún día,
recordando los hábitos de marras,
estuve a punto de esgrimir las garras,
y atroz huemulicidio ejecutar.
POETA
-¡Oh mente de los hombres adivina!
¡Oh inspiración profética! No sabes,
alado monstruo, espanto de las aves,
el oculto misterio de esa unión.
¡Junto a la mansa paz, atroz instinto
de pillaje y de sangre! ¡Incauto el uno,
audaz el otro en tentador ayuno,
y de la Patria en medio el paladión!
Tremendo porvenir, yo te adivino,
pero no tiemblo. Es fuerza te abras paso
de la ilustrada Europa al rudo ocaso;
está en el libro del destino así.
Sus últimos destellos da la antorcha
que el hijo de Japeto trajo al mundo;
suceda al viejo faro moribundo
joven tizón, ardiente, baladí.
CÓNDOR
-No sé, poeta, interpretar enigmas;
no entiendo de tizones ni de faro.
Deja los circunloquios, y habla claro.
¿De qué se trata? Explícate una vez.
POETA
-De aquel fuego sagrado que trajiste
¿niégaslo en vano? a un ínclito caudillo,
apenas queda agonizante brillo;
nos viene encima infausta lobreguez.
Renovarlo es preciso.
CÓNDOR
-¿Cómo?
POETA
-Debes
seguir del sol la luminosa huella,
sorprenderle, robarle una centella,
metértela en los ojos, y escapar.
CÓNDOR
-Muy bien; me guardo el fuego en las pupilas,
cual si fueran volcánicas cavernas.
¿Y qué haré luego de mis dos linternas?
POETA
-Quiero a Chile con ellas incendiar.
CÓNDOR
-¿Incendiarlo? ¿Estás loco? ¿De eso tratas?
POETA
-Incendiarlo pretendo en patriotismo;
abrasarlo, molondro, no es lo mismo;
quiero hacer una inmensa fundición.
Quiero llamas que cundan pavorosas,
descomunales llamas, llamas grandes,
que derritan la nieve de los Andes
y la de tanto helado corazón.
¿Abrasar? ¡Linda flema! -¿Es tiempo ahora
de contentarse con mezquinas brasas
que den pálida luz, chispas escasas,
como para el abrigo de un desván?
No, señor; vasto incendio, llamas, llamas,
que unas sobre las otras se encaramen,
y levantando rojas crestas bramen,
y les sirva de fuelle un huracán.
Despacha, pues; arranca; desarrolla
el raudo vuelo; tiende el ala grave,
como la parda vela de la nave
cuando silba en la jarcia el vendaval.
Vuela, vuela, plumífero pirata;
recuerda tu nativa felonía;
asalta de improviso al rey del día
en su carroza de oro y de cristal.
CÓNDOR
-Ya te obedezco, y tiendo como mandas,
el ala; aunque eso de tenderla un ave
no ligera ni leve, sino grave,
para tanto volar no es lo mejor.
Y si de más a más tenderla debo,
como la parda vela el navegante
cuando oye la tormenta resonante
que amenazando silba, peor que peor.
Que no despliega entonces el velamen,
antes amaina el cauto marinero,
y aguanta a palo seco el choque fiero,
si salvar piensa al mísero bajel.
Así lo vi mil veces, revolando
entre las nubes negras, cuando hinchaba
la Mar del Sur sus ondas, y bregaba
contra la tempestad el timonel.
POETA
-No lo entiendes: la nave del Estado
es la que yo pintaba; y la maniobra
a que apelamos hoy, cuando zozobra,
no es amainar, estúpido ladrón.
CÓNDOR
-¿Pues qué ha de hacer entonces el piloto?
POETA
-Según doctrina de moderna escuela,
debe correr fortuna a toda vela,
sin bitácora, sonda, ni timón.
Si tú leyeras, avechucho idiota,
gacetas nacionales y extranjeras,
la ignorancia en que vives conocieras;
todo ha cambiado entre los hombres ya.
Altos descubrimientos reservados
tuvo el destino al siglo diecinueve;
hoy en cualquiera charco un niño bebe
más que en un hondo río su papá.
¡Oh siglo de los siglos! ¡Cual machacas
es tu almirez decrépitas ideas!
¡Qué de fantasmagorías coloreas
en el vapor del vino y del café!
¡No era lástima ver encandilarse
los hombres estudiándose a sí mismos;
y tras mil embrollados silogismos,
salir con sólo sé que nada sé!
¡Ea, pues! ¡A la empresa! Bate el ala,
y apercibe también las corvas uñas,
y guárdate de mí si refunfuñas,
lobo rapaz, injerto de avestruz.
CÓNDOR
¿volando? -Ama aún el buitre robador su nido;
Chile, a traerte voy, no la centella
que incendiando devora, sino aquella
que da calor vital y hermosa luz. | El cóndor y el poeta |
Infantiles |
Le dije a la luz: no quiero
que la noche me persiga.
Y la luz me contestó:
lo imposible, no lo pidas.
Quiero que todos me vean
porque estoy desconsolada;
el amor que era mi vida,
la noche siempre lo apaga.
Ya no vendrá por la noche,
sólo brillará en el día.
Es un amor tan pequeño
que necesita alegría.
Yo puedo quererle siempre,
si hace sol o no lo hace.
Pero, es un amor tan débil
que necesita alumbrarse. | Pero, mi niño es tan débil... |
Pedro Salinas |
¡Cuando te marchas, qué inútil
buscar por dónde anduviste,
seguirte!
Si has pisado por la nieve
sería como las nubes
su sombra, sin pies, sin peso
que te marcara.
Cuando andas
no te diriges a nada
ni hay senda que luego diga:
«Pasó por aquí.»
Tú no sales del exacto
centro puro de ti misma:
son los rumbos confundidos
los que te van al encuentro.
Con la risa o con las voces
tan blandamente
descabalas el silencio
que no le duele, que no
te siente:
se cree que sigue entero.
Si por los días te busco
o por los años
no salgo de un tiempo virgen:
fue ese año, fue tal día,
pero no hay señal:
no dejas huella detrás.
Y podrás negarme todo,
negarte a todo podrás,
porque te cortas los rastros
y los ecos y las sombras.
Tan pura ya, tan sin pruebas
que cuando no vivas más
yo no sé en qué voy a ver
que vivías,
con todo ese blanco inmenso
alrededor, que creaste. | LA SIN PRUEBAS |
Gabriela Mistral |
Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
Dios mío!
¡Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!
El hombre ciego ignora
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;
que allí donde ponéis
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.
Sed, puesto que marcháis
por los caminos rectos,
heroicos como sois
perfectos.
Piececitos de niño,
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes! | Piececitos |
Pedro Salinas |
Sí, sí, dijo el niño, sí.
Y nadie le preguntaba.
¿Qué le ofrecías, la noche,
tú, silencio, qué le dabas
para que él dijera a voces,
tanto sí, que sí, que sí?
Nadie le ofrecía nada.
Un gran mundo sin preguntas,
vacías las negras manos
ámbitos de madrugada,
alrededor enmudece.
Los síes ¡qué golpetazos
de querer en el silencio!,
las últimas negativas
a la noche le quebraban.
Sí, sí a todo, a todo sí,
a la nada sí, por nada.
Allá por los horizontes
sin que nadie el sólo: nadie
la escuchara, sigilosa
de albor, rosa y brisa tierna,
iba la pregunta muda,
naciendo ya, la mañana. | RESPUESTA A LA LUZ |
Justo Braga | Él leía cartas de amor a Rosaura.
Ensalzaba su apacible hermosura.
Ella,
azorada,
tras la falda,
no perdona a Corina
el infortunio que su mirada empaña.
Él leía versos de amor y desamparo,
mientras anuncia,
triste
su delito:
dar tregua a su juventud y su codicia.
Mientras Corina avanza por la acera,
Rosaura mira anhelante.
Arrepentida espera
hallar en cualquier parte
su inocencia.
Los negros de Oklahoma
quebrantan su fragancia
y como un capricho a Mesalina
se inyectan en la vena la escritura de versos.
Consumen cocaína adulterada.
Recitan sonetos
armados de esa hermosa manía
de orinar en las esquinas. | Tesalina |
Álvaro García |
Tiempo que nos desunes y nos unes,
tiempo que eres abstracto y tan concreto
que, por mucho que guardes tu secreto,
reaparece en las cosas más comunes:
para que con tu norma no importunes
el sitio sin lugar, te lanzo el reto
de intemporalidad al que me someto:
al escribir y amar somos inmunes,
amando y escribiendo rompo el pacto
de que tú, el invencible, vencerás
un tiempo hecho de amor y nada más:
alta inexactitud contra ti, exacto
pero que desconoces, tiempo idiota,
esta inutilidad que te derrota.
(De 'Ser sin sitio', 2014) | Tiempo |
Federico García Lorca |
¡Fita aquel branco galán,
olla seu transido corpo!
É a lúa que baila
na Quintana dos mortos.
Fita seu corpo transido,
negro de somas e lobos.
Nai: A lúa está bailando
na Quintana dos mortos.
¿Quén fire potro de pedra
na mesma porta do sono?
¡É a lúa! ¡É a lúa
na Quintana dos mortos!
¿Quén fita meus grises vidros
cheos de nubens seus ollos?
É a lúa, é a lúa
na Quintana dos mortos.
Déixame morrer no leito
soñando con froles d'ouro.
Nai: A lúa está bailando
na Quintana dos mortos.
¡Ai filla, co ár do céo
vólvome branca de pronto!
Non é o ar, é a triste lúa
na Quintana dos mortos.
¿Quén brúa co-este xemido
d'imenso boi melancónico?
Nai: É a lúa, é a lúa
na Quintana dos mortos.
íSi, a lúa, a lúa
coronada de toxos,
que baila, e baila, e baila
na Quintana dos mortos! | Danza da lúa en Santiago |
Tomás de Iriarte |
Un oso, con que la vida
se ganaba un piamontés,
la no muy bien aprendida
danza ensayaba en dos pies.
Queriendo hacer de persona,
dijo a una mona: «¿Qué tal?»
Era perita la mona,
y respondióle: «Muy mal».
«Yo creo», replicó el oso,
«que me haces poco favor.
Pues ¿qué?, ¿mi aire no es garboso?
¿no hago el paso con primor?».
Estaba el cerdo presente,
y dijo: «¡Bravo! ¡Bien va!
Bailarín más excelente
no se ha visto, ni verá!».
Echó el oso, al oír esto,
sus cuentas allá entre sí,
y con ademán modesto
hubo de exclamar así:
«Cuando me desaprobaba
la mona, llegué a dudar;
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar».
Guarde para su regalo
esta sentencia el autor:
si el sabio no aprueba, ¡malo!
si el necio aplaude, ¡peor! | EL OSO, LA MONA Y EL CERDO |
William Shakespeare | ¿A un día de verano compararte?
Más hermosura y suavidad posees.
Tiembla el brote de mayo bajo el viento
y el estío no dura casi nada.
A veces demasiado brilla el ojo solar
y otras su tez de oro se apaga;
toda belleza alguna vez declina,
ajada por la suerte o por el tiempo.
Pero eterno será el verano tuyo.
No perderás la gracia, ni la Muerte
se jactará de ensombrecer tus pasos
cuando crezcas en versos inmortales.
Vivirás mientras alguien vea y sienta
y esto pueda vivir y te dé vida.
(Versión de Alejandro Araoz Fraser) | A un día de verano compararte |
José Cadalso |
Todo lo muda el tiempo, Filis mía,
todo cede al rigor de sus guadañas:
ya transforma los valles en montañas,
ya pone un campo donde un mar había.
El muda en noche opaca el claro día,
en fábulas pueriles las hazañas,
alcázares soberbios en cabañas,
y el juvenil ardor en vejez fría.
Doma el tiempo al caballo desbocado,
detiene el mar y viento enfurecido,
postra al león y rinde al bravo toro.
Sola una cosa al tiempo denodado
ni cederá, ni cede, ni ha cedido,
y es el constante amor con que te adoro. | SOBRE EL PODER DEL TIEMPO |
San Juan de la Cruz |
Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero
que muero porque no muero.
I
En mí yo no vivo ya
y sin Dios vivir no puedo
pues sin él y sin mí quedo
éste vivir qué será?
Mil muertes se me hará
pues mi misma vida espero
muriendo porque no muero.
II
Esta vida que yo vivo
es privación de vivir
y assí es contino morir
hasta que viva contigo.
Oye mi Dios lo que digo
que esta vida no la quiero
que muero porque no muero.
III
Estando ausente de ti
qué vida puedo tener
sino muerte padescer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí
pues de suerte persevero
que muero porque no muero.
IV
El pez que del agua sale
aun de alibio no caresce
que en la muerte que padesce
al fin la muerte le vale.
Qué muerte abrá que se yguale
a mi vivir lastimero
pues si más vivo más muero?
V
Quando me pienso alibiar
de verte en el Sacramento
házeme más sentimiento
el no te poder gozar
todo es para más penar
por no verte como quiero
y muero porque no muero.
VI
Y si me gozo Señor
con esperança de verte
en ver que puedo perderte
se me dobla mi dolor
viviendo en tanto pabor
y esperando como espero
muérome porque no muero.
VII
Sácame de aquesta muerte
mi Dios y dame la vida
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte
mira que peno por verte,
y mi mal es tan entero
que muero porque no muero.
VIII
Lloraré mi muerte ya
y lamentaré mi vida
en tanto que detenida
por mis pecados está.
¡O mi Dios!, quándo será
quando yo diga de vero
vivo ya porque no muero? | COPLAS DE EL ALMA |
José María Hinojosa |
Vino a mí en espiral,
con vuelo de mañana,
su voz hecha sonrisa
de lucero del alba.
Mi sangre baña el río
en aleteo de agallas;
queda el cuerpo sin sangre
y oye la voz del alba.
Está mi cuerpo frío
ya tendido en la playa,
y huyendo de la luz
desaparece el alba.
Su voz hecha sonrisa
vino a mí en espiral;
mi gesto sin aristas
fue a ella en espiral. | MI ALEGRÍA |
Roque Dalton |
Los hombres en este país son como sus madrugadas:
mueren siempre demasiado jóvenes
y son propicios para la idolatría.
Raza dañada.
La estación de las lluvias es el único consuelo. | EL OBISPO |
José Ángel Buesa |
«Mirad: Un extranjero...» Yo los reconocía,
siendo niño, en las calles por su no sé que ausente.
Y era una extraña mezcla de susto y de alegría
pensar que eran distintos al resto de la gente.
Después crecí, soñando, sobre los libros viejos;
corrí, de mapa en mapa, frenéticos azares,
y al despertar, a veces, para viajar más lejos,
inventaba a mi antojo más tierras y más mares.
Entonces yo envidiaba, melancólicamente,
a aquellos que se iban de verdad, en navíos
de gordas chimeneas y casco reluciente,
no en viajes ilusorios como los viajes míos.
Y hoy, que quizás es tarde, con los cabellos grises,
emprendo, como tantos, el viaje verdadero;
y escucho que los niños de remotos países
murmuran al mirarme: «Mirad: Un extranjero...» | EL EXTRANJERO |
Jordi Doce | versión de un poema de Ted Hughes
Donde no había nada
alguien dispuso un lago amedrentado
Donde no había nada
hombros de piedra
se abrieron para sostenerlo
De las estrellas vino un viento
descendió al agua olió el temblor
Con ojos cerrados, con manos
enlazadas
los árboles
se ofrecieron al mundo
El brezo se encogió, asustado
Nada no hay nada
hasta que una gaviota
Rompe
escapa
De la nada a la nada:
un rasguño en la tela | Principio del páramo |
Lope de Vega |
Serrana celestial de esta montaña,
por quien el sol, que sus peñascos dora,
sale más presto a ver la blanca Aurora
que a la noche venció, que el mundo engaña,
a quien aquel Pastor santo acompaña,
que en el cayado de su cruz adora
cuanto ganado en estas sierras mora
y con su marca de su sangre baña.
¿Cómo tenéis, si os llama electro y rosa
el Espejo, a quien dais tiernos abrazos,
color morena, aunque de gracia llena?
Pero aunque sois morena, sois hermosa,
y ¿qué mucho si a Dios tenéis en brazos,
que dándoos tanto sol, estéis morena? | Serrana celestial de esta montaña |