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1949-07-02 | de la normalización institucional de las universidades | Con verdadera emoción he llegado hasta esta amable comida de camaradería para traer, en nombre del gobierno, las congratulaciones por la normalización institucional de la Universidad Argentina, y lo hago con la inmensa satisfacción de ver ya en su forma natural de acción a profesores y alumnos, dedicados a la más alta y más noble de las misiones que pueda cumplir un argentino.
Deseo en este acto agradecer la colaboración prestada por los señores interventores que, con tanto tino y eficiencia, han llegado a esta normalización que nos llena de júbilo a todos los que tenemos en el corazón a la enseñanza de nuestro pueblo. Deseo agradecer también a los señores rectores, decanos y profesores de las universidades, que han puesto su buena voluntad, su patriotismo, su comprensión y su desinterés, para que día a día vayan desapareciendo todas las diferencias que pudieren existir en la Universidad Argentina, y para que esa reunión de todos los argentinos, por la cual he clamado tantas veces, comience a ser una feliz realidad para los hombres que se dedican a la ciencia en nuestra patria.
Si me hace feliz el ver normalizadas las actividades de la Universidad, me hace mucho más feliz ver a todos ustedes reunidos, en amable camaradería, alrededor de esta mesa de amigos, de camaradas, de compañeros de tareas. Soy un viejo soldado formado en esa escuela de camaradería; sé y aprecio a través de mis casi cuarenta años de servicio, lo que representa la camaradería y la solidaridad en 15 un cuerpo. La ciencia es una cosa demasiado seria para que no la tratemos con abundante seriedad. Para hacerlo, no es suficiente el espacio individual de cada uno de los señores profesores; es indispensable la elaboración y cooperación de todos para que ese esfuerzo común, aunado diariamente en la abnegación y en el sacrificio indispensables a los hombres de ciencia, vaya cumpliendo las etapas y reuniendo, ladrillo sobre ladrillo, el pedestal que ha de sostener en el futuro la bandera argentina, en post de la ciencia argentina a la contemplación de los demás pueblos de la tierra.
Para que ello se consuma diariamente, para que ello pueda consumarse en el devenir de los años que la Providencia depare a esta patria tan querida, el esfuerzo que se exija al gobierno, será amplia y generosamente realizado para la Universidad.
Pueden ustedes tener la absoluta persuasión [de que],en nombre del gobierno, apoyaré todas las actividades de la ciencia con el esfuerzo y el sacrificio que sea necesario realizar para que ustedes puedan cumplir su tarea con el máximo de beneficios y el mínimo de sacrificios.
Entendemos que hemos hecho algo, pero entendemos que hemos hecho poco todavía. En manos de ustedes, señores, está la Universidad; en manos de ustedes está el porvenir de los hombres y de la ciencia argentina. En manos de ustedes están los destinos de la nacionalidad, porque ustedes son los que tendrán que formar los abanderados de esa nacionalidad.
¿Cuál podría ser la limitación que, aun egoístamente, podría oponerse a la tarea de los hombres que consumen sus minutos, sus días y sus años en la investigación de lo que nos ha de liberar de la ignorancia y nos ha de elevar a las esferas de esas ciencia que todos la queremos pura y grande, al servicio de esta patria, que también la queremos pura y también la queremos grande? Señores:
Con esto, el gobierno cree ofrecer cuanto puede; y, en nombre del gobierno, yo les pido a cada uno de ustedes la contracción, la colaboración entre todos los hombres de buena voluntad que formen a nuestros muchachos en esa misma escuela.
Que para la Universidad Argentina comience una era de trabajo extraordinario, 16 porque para vencer la inercia, solamente lo podremos hacer sacrificando cada uno de nuestros minutos para constituirnos en fuerza motriz que impulse hacia adelante el progreso de nuestra patria.
Yo pienso que ese trabajo, que ese bendito trabajo, tanto más noble cuanto más esté iluminado por la inteligencia del hombre, será el que nos proyecte en el futuro venturoso con que todos soñamos. Para mí, el genio es, sobretodo, trabajo, y por eso es que, en nombre del gobierno les pido a todos únicamente trabajo.
Trabajo para levantar cada día más el nivel de nuestra ciencia; trabajo para consolidarla; trabajo para hacerla brillar frente a los demás hombres que algún día pudieran exclamar que la ciencia argentina comienza a iluminar también un sector de la humanidad, que hoy estará posiblemente a oscuras por falta de nuestra colaboración y nuestra cooperación para con la humanidad; para que nuestra tierra pase a ocupar el lugar que merece de un pueblo laborioso, y del cual pueda esperarse una cooperación, de la que estamos francamente en retardo.
El gobierno pondrá todos los medios, y ustedes pondrán toda la voluntad, todo el trabajo, toda la inteligencia y el genio, que pueda salir algún día entre nosotros.
Señores:
Quiero solamente agregar unas palabras.
Deseo que transmitan a todos los profesores que no están presentes en esta reunión, estas palabras que traducen el pedido sincero que realizo en esta oportunidad: que trabajen intensamente por la paz dentro de la Universidad; que trabajen por la comprensión dentro de la Universidad. Y, cuando los espíritus serenados, cuando las pasiones amortiguadas, cuando los agravios olvidados formen dentro de la Universidad un clima de camaradería y solidaridad absoluta, la ciencia argentina habrá ganado con ello. Para cada uno de los señores que haya trabajado en este sentido, el gobierno considerará cuanta gratitud debe a los hombres que poniendo su buena voluntad hayan pacificado y hecho posible la vida alegre y amable que debe reinar en la Universidad Argentina.
Con estas palabras quiero que lleven a todos los señores de la Universidad que no están presentes, profesores y alumnos, mis deseos de felicidad y de prosperidad, mis deseos [de] que algún día cumplamos con lo que vengo pidiendo al pueblo argentino hace tanto tiempo: que estemos absolutamente unidos; que olvidemos cuanto haya podido pasar y que pensemos que el futuro es el que hay 17 que vivir, olvidando el pasado, con todos los sinsabores, luchas o choques que, en la memoria de los hombres y en la historia de los pueblos, conforman siempre ese sector despreciable de trabajo inconstructivo, para dedicarnos a construir lo que cada uno de nosotros anhela en lo más profundo de su alma. |
1949-07-05 | En un acto de la Asociación de Ex Olímpicos Argentinos | Agradezco emocionado la insignia que terminan de entregarme los viejos compañeros del deporte y lo hago con la emoción del recuerdo de esos buenos tiempos.
El gobierno, al apoyar y al prestar su colaboración, lo hace para que los deportistas puedan seguir adelante representando las nuevas generaciones de argentinos en la consecución de ese anhelo que nosotros, quizás, en nuestros tiempos, no pudimos lograr acabadamente.
Al hacerlo, el gobierno no hace sino cumplir con su obligación; obligación que es ineludible para los países nuevos como el nuestro, en los que al deporte es más necesario, es más indispensable que en cualquier otro país de vieja tradición y de antigua existencia.
En tal sentido, todas las palabras amables que termina de pronunciar S. E., el doctor Valenzuela9, no hacen sino recordarme que, cada día que pasa, estoy más obligado a cumplir ese ineludible compromiso que alcanza al gobierno directamente.
Que este agradecimiento, en estas palabras y como número fuera de programa, expresa a los deportistas argentinos el cariño de un hombre que durante treinta años ha compartido sus inquietudes, sus luchas y también sus competencias.
Al hacerlo, puedo decirles que si algo en la vida me ha ofrecido satisfacciones sin pesares ha sido el deporte. Por eso, anhelo que a todos los argentinos los alcance la felicidad de obtener también esas satisfacciones sin dolores, porque son las más nobles, las más grandes, las más hermosas y las más desinteresadas de todos los actos que un hombre pueda cumplir en nuestro pueblo.
En nuestros tiempos, íbamos a una pedana10 a conquistar un amigo más que a conquistar un asalto. En esos tiempos, nos hicimos amigos, para no dejar de 19 serlo jamás, una cantidad de argentinos que dimos al deporte todo cuanto fuimos capaces de entregarle. El deporte nos proporcionó, quizás, lo más hermoso que pueda darse: un alma pura, un cuerpo fuerte y un espíritu invencible para la lucha por la vida.
Ese deporte argentino, practicado en tales condiciones, ya lo desearía ver encarnado en todos los jóvenes del presente, ofrecido a la Patria y en holocausto a nuestras glorias y a nuestras tradiciones pasadas, porque es lo más puro que el espíritu de un hombre puede ofrendar a la Patria.
Por eso, señores, la formación de esta Asociación de ex Olímpicos, me produce la inmensa satisfacción de poder decirle a esos viejos amigos que tantas veces lucharon conmigo en la pedana o en otras manifestaciones deportivas, que si hay algo que yo no olvido, que si hay algo que yo llevo profundamente prendido en mi corazón, es el núcleo formado por esos viejos compañeros que conquisté en las lides deportivas de las cuales no tengo un solo mal recuerdo y para quienes guardo, en cambio, todo el agradecimiento por los buenos ratos que juntos pasamos en los campos de deportes. |
1949-07-05 | En la comida anual de camaradería de las Fuerzas Armadas | Una vez más nos reunimos hoy los oficiales superiores, jefes y oficiales de las fuerzas armadas, para estrechar vínculos de camaradería y refirmar el sentido solidario de todas las jerarquías ante los símbolos augustos de la Patria y frente a la responsabilidad de su custodia.
En vísperas del jubiloso aniversario de nuestra independencia, constituye un hecho auspicioso y evocador para el espíritu de esta fiesta de camaradería, el contar con la presencia de los Agregados Militares, Navales y Aeronáuticos acreditados ante nuestro gobierno y que, por ser genuina representación de las armas de otros pueblos amigos, nos colman de satisfacción.
Saludo a nuestros expedicionarios y a todos los camaradas del Ejército, de la Armada y de la Aeronáutica. Los que están presentes sean intérpretes y testigos de mi honda emoción de soldado. Los ausentes, retenidos por sus deberes en los buques, bases o cuarteles, diseminados en la inmensa heredad de los argentinos, reciban el estímulo de nuestro reconocimiento por los que empeñan su vida para servir abnegada y silenciosamente los intereses superiores de la Patria.
Brindo mi homenaje de soldado y de patriota a la legión de los héroes argentinos que, encabezada por San Martín, nos contempla desde la inmortalidad y cuyo recuerdo está presente entre nosotros. Cada uno de ellos es el ejemplo de las virtudes a que aspiramos y la inspiración de nuestras acciones en el servicio diario a la República.
21 Constituyen los arquetipos guerreros en que se cimentan nuestras glorias militares y representan la emulación permanente para la formación de las nuevas generaciones de soldados argentinos.
Por eso, la escuela de las armas, templada en el sacrificio y tonificada en la contemplación de los héroes, está dirigida a la formación del carácter que hace grande a los hombres y fuertes a los pueblos.
La historia de la humanidad es un catálogo interminable de acontecimientos, donde el hombre ha sucedido al hombre, donde los pueblos han seguido a los pueblos y donde las naciones han surgido sobre las ruinas o las grandezas de las naciones. En ese devenir de los siglos o de los milenios, una verdad persiste como permanente: el hombre sigue siendo el valor predominante de la historia, de la vida, del trabajo y de la lucha.
La vigilia en armas es la misión del soldado, como el trabajo incesante es la función del ciudadano. Desde la vieja Esparta, que dividió a su pueblo en guerreros y en trabajadores, hasta nuestros días, en que los trabajadores son a la vez soldados de la República, muchas han sido las gradaciones intermedias existentes. Pero el valor de los pueblos o de las fuerzas armadas no se ha medido tanto por su organización o adiestramiento, cuanto por la capacidad y los valores espirituales de los conductores y de los cuadros. Es precisamente aquí, donde el hombre alcanza su saber más preponderante. Es también por ello que el arte militar ha recurrido a la capacitación profesional y los Estados a la formación de servidores que, haciendo del orden espiritual de la profesión un verdadero sacerdocio, la elevan y ennoblecen. Sin estas dos condiciones la milicia pasa a ser un oficio oscuro e intrascendente.
La República nos inviste de jerarquía y nos discierne grados, esperanzada en nuestra pericia y confiada en nuestra lealtad de ciudadanos para servirla. Nuestro compromiso consiste en no defraudarla. Para ello, el procedimiento es simple y claro el objetivo: poder saber para una profesión perfeccionada y saber poder para un servicio ennoblecido por la virtud.
Con ésta, la razón de ser de nuestra existencia, nace el imperativo de camaradería y solidaridad que, como una fuerza inmanente, da cohesión espiritual a los hombres embanderados en el servicio directo de la Patria. 22 Como Comandante en Jefe, compartiendo el profundo sentimiento de esa camaradería y apreciando el hondo sentido de patriótica solidaridad de los cuadros de las fuerzas armadas de la Nación, me hago un deber en reconocer vuestra contracción y vuestro espíritu de labor, en el perfeccionamiento de la profesión y del servicio, coadyuvante de la grandeza y progreso de las armas de la República.
Nuestro país vive horas de decisión, que gravitarán en su grandeza futura y en la dignidad y prosperidad de los argentinos del mañana. Por ello, lucharemos todos con igual fervor e idéntico patriotismo si seguimos las huellas de nuestros próceres, que no quisieron luchar sino por una causa, ni supieron seguir sino a la bandera de la Patria.
A nosotros nos está vedado servir intereses parciales o de círculo, porque la Nación nos necesita para el servicio del pueblo. Por eso, prometemos fidelidad a la bandera que es la Patria misma; por eso, juramos cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional que es el mandato supremo del pueblo, en comunidad organizada que lo representa.
Entendemos la Patria de una sola manera, como la ansiaron nuestros mayores, como anhelamos verla nosotros: justa, libre y soberana.
Aspiramos a su engrandecimiento por el trabajo incesante de sus hijos, la queremos respetable y respetada más que por la razón de su fuerza, por la fuerza de sus razones.
Es en ese concepto que luchamos diariamente por mantener en alto el estandarte de una nueva epopeya incruenta: la independencia económica. Sin ella, será siempre inútil blasonar de libres, como es inoperante mencionar la suerte en la desgracia. Yo tengo más fe en la lucha y el trabajo que provocamos yendo en busca de claros objetivos, que en la tranquilidad de confiar sin abnegación ni sacrificio, al destino y a la suerte, la causa que debemos defender nosotros, si deseamos estar a la altura de la misión que la hora señala y la Patria espera ver realizada.
No me inquieta que haya aún argentinos que en esta hora luchen bajo otra bandera, en defensa de sus intereses o de sus pasiones; también los hubo en 1816, pero la historia ha de calificarlos algún día con mayor serenidad y aun perdonarlos, quizá, porque sirvieron sus intereses personales. Nosotros preferimos servir a la bandera que juramos.
23 Estamos satisfechos de la labor cumplida. En tres años de gobierno hemos incorporado al haber patrimonial del Estado bienes por una suma superior a los 10.000 millones de pesos al valor actual, consistente en la nacionalización de empresas de capital foráneo, creación de nuevas empresas de servicios, liquidación de deudas, etc., etc.
En 1946, al hacerme cargo del gobierno, la situación del erario público era difícil, no había dinero ni para pagar los sueldos de los servidores del Estado. El Ejército adeudaba ocho meses del forraje de su ganado. Los créditos en el exterior estaban sin garantía en monedas inconvertibles, el oro bloqueado y se amenazaba con un peligroso jubileo con el pretexto de la terminación de la guerra.
Frente a esa situación, nosotros teníamos un programa que realizar y una promesa que cumplir.
Llamé a consulta a numerosos técnicos a quienes planteé la situación como menciono, agregando que, a pesar de ello, debíamos:
• Liquidar la deuda externa que, en ese momento, representaba un pago diario de 2 millones de pesos.
• Comprar los ferrocarriles extranjeros y las casi 20.000 propiedades que como bienes indirectos pertenecían a esas empresas.
• Comprar los teléfonos de compañías foráneas.
• Nacionalizar los servicios públicos.
• Comprar una marina mercante de por lo menos un millón y medio de toneladas.
• Nacionalizar los seguros y reaseguros.
• Cumplir el Plan Quinquenal de Gobierno que involucra obras por casi 6.000 millones de pesos.
La impresión que invariablemente recibí fue de absoluto pesimismo. Recuerdo que uno de esos técnicos me dijo: “¡Sin dinero, cómo quiere comprar tantas cosas!”.
Yo le respondí: “Si tuviera el dinero no le hubiera consultado a usted”.
Bien, señores: han pasado tres años, todo ese programa se ha cumplido y todo ha sido pagado religiosamente; de país deudor, pasamos a país acreedor y, por 24 sobre ello, el patrimonio de los argentinos ha vuelto a ser argentino y a estar al servicio de la Nación Argentina.
Pero, por sobre todo, para nuestro orgullo de argentinos, para nuestra dignidad de patriotas, puedo aseguraros que la independencia económica es ya un hecho para nosotros. Defenderla y consolidarla, impidiendo la entrega, sacrificándonos si es preciso, ha de ser la consigna inquebrantable de todo argentino bien nacido.
Frente a este programa realizado se han levantado verdaderas campañas de rumores, de desprestigio, de calumnias de todo orden, de las cuales no han escapado ni aún las propias fuerzas armadas. Es el tributo que debemos pagar al bien de la Patria. Las promueven los grandes consorcios y los que siempre comerciaron con el patrimonio y la dignidad de los argentinos. Las financian desde el exterior y las dirigen desde los bufetes de los que siempre pusieron su ciencia y su conciencia al servicio de los que pagaron mejor.
Nosotros somos otra clase de argentinos, que pensamos que no hay suficiente dinero en el mundo como para torcer la conducta del que lucha por el honor de una bandera.
El pueblo argentino, como en sus mejores horas, ha demostrado fehacientemente que está con esa causa, que marcha tras esa bandera y que anhela escribir otra historia que borre el oprobio de un sometimiento colonial, que no puede aceptar sin desmedro un pueblo que ha sabido morir por su bandera.
Conjuntamente con este programa cumplido y esa independencia realizada, hemos debido poner en ejecución un plan, para la solución de los problemas internos que preocuparon nuestra atención y que, por depender de ellos la felicidad de ese pueblo, objeto de nuestros justos desvelos, tenía la mayor importancia.
Hemos sostenido, y hoy sostenemos por mandato constitucional jurado, la irrevocable decisión de constituir una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Fieles a ese mandato, no hemos ahorrado sacrifi cio ni trabajo, porque entendemos que nuestra obligación frente a ese maravilloso pueblo argentino, no puede tener límite.
La situación del país al terminar la Segunda Guerra Mundial pudo haber sido trágica para los argentinos. Para apreciarla, bastaría referirnos a lo que sucedió en el país en la posguerra de la Primera Guerra Mundial.
En el año 1918, al terminar la guerra, hemos presenciado la historia más aleccionadora de nuestras vidas: 10 o 15.000 desocupados, viviendo en casas de 25 lata en Puerto Nuevo; la olla popular en las calles de Buenos Aires; legiones de linyeras a lo largo de las vías férreas y los caminos –los conocidos “crotos” de la Provincia de Buenos Aires–; el pan a más de un peso el kilo en piezas incomibles; el azúcar a 1,50 el kilo vendida en las comisarías; legiones de niños hambrientos que llegaban con su tachito a retirar las sobras del rancho en los cuarteles y, cuando los obreros se declararon en huelga, reclamando mejores salarios, sucedió la “Semana Trágica”; se dijo que eran comunistas, que eran rusos; me inclino a pensar que eran solamente pobres argentinos azotados por las miserias fisiológicas y sociales.
Los servidores del Estado, nosotros entre ellos, cobrábamos los sueldos con dos o tres meses de atraso.
En el agro, la situación fue ruinosa: el trigo bajó a 4 pesos, el maíz a 2,50, el lino a 8 pesos, la lana a 4 pesos los diez kilos, por sólo citar algunos datos. Esto trajo un descenso tal en la economía argentina que el país quedó sumido en la depresión más espantosa.
¿Qué podíamos esperar que se produjera en 1946 –posguerra de la Segunda Guerra Mundial–, con esta dura experiencia de la primera? ¿Cuáles fueron las causas que originaron, en 1918, semejante derrumbe? En primer término, la falta de una concepción social para solucionar los problemas del pueblo argentino. En segundo lugar, la falta de una concepción económica para la solución de los problemas de la Nación Argentina. Luego, la existencia de los grandes monopolios, el estado colonial de la economía y la falta de capacidad, honradez o valor para “tomar al toro por las astas”.
Cuando la Segunda Guerra Mundial llegaba a su final, y siendo Secretario de Trabajo y Previsión en 1944, fundé el Consejo Nacional de Posguerra. Con el pensamiento expuesto anteriormente y la dura experiencia de 1918, la función de ese Consejo de Posguerra, fue estudiar con tiempo, con hombres técnicos y libres de influencias extrañas, la solución de todos los problemas emergentes de la nueva posguerra, en forma de no volver a sufrir las mismas consecuencias.
De esos estudios surgió un nuevo ordenamiento económico, basado en la necesidad de llegar a la total independencia de la economía argentina. Dejar, de una vez por todas, de ser una colonia más y enfrentar el destino con la dignidad 26 de los libres. Así nació la nacionalización del Banco Central y la organización del sistema bancario; el desplazamiento de los monopolios por la comercialización estatal de la producción; la nacionalización de los seguros; la industrialización y defensa de la producción industrial, etc., etc.
En ese Consejo Nacional de Posguerra se estudiaron todos los problemas, se presentaron soluciones y se planificó la acción realizada después en mi gobierno.
Allí nació el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio, más conocido como el IAPI. ¿Cuál era su finalidad? En 1918 los precios argentinos fueron echados abajo por dos entidades igualmente peligrosas para la economía argentina: una comisión organizada por los países aliados, vencedores en la guerra, que funcionó como “único comprador”, combinada con los grandes monopolios acaparadores de la producción argentina, verdaderos “Caballos de Troya” de nuestra economía.
Frente a la inorganicidad de nuestra indefensa economía, donde al “comprador único” opusimos miles de vendedores, la consecuencia no podía ser otra que una baja ruinosa de los precios, portadora del hambre y la miseria del pueblo.
El IAPI tuvo la virtud de oponer al “comprador único”, también un “vendedor único” y los precios subieron. Esto explica también de cierta manera, por qué el IAPI ha sido tan enconadamente combatido desde el exterior y en el país.
Habría que preguntar por cuenta de quién obran los que lo atacan. No será, sin duda, por los intereses del país o de los chacareros que cobraron en 1947 precios 8 y 10 veces superiores a los que recibieron los pobres agricultores en 1918.
Con esta valorización de la producción nacional se evitó la ruina y se impidió que los voraces consorcios monopolistas de origen foráneo se llevaran el producto del trabajo argentino al extranjero, se logró tonificar nuestra economía, haciendo que la riqueza argentina, estuviera, por primera vez, al servicio de los argentinos.
Pero el IAPI hizo más aún: posibilitó la independencia económica. En 1946, a poco de hacerme cargo del gobierno, se me presentó una difícil situación: estuvimos expuestos a perder las ¾ partes de la cosecha, abandonada en las chacras, por un valor superior a los 4.000 millones de pesos.
Terminada la guerra, nuestros transportes internos combinados no tenían capacidad para sacar a puertos apropiados más de 300.000 toneladas de cereal al mes. Si ello hubiera sido posible, el puerto de Buenos Aires y los del litoral 27 marítimo no permitían la carga de más de 300.000 toneladas. Y aún solucionado esto, la marina mercante con poco más de 250.000 toneladas en total, no podía asegurarnos su transporte.
En tal situación, el IAPI fue quien encaró la solución de los transportes comprando 60.000 camiones. ¿Dónde? Donde estuvieran, porque las empresas que normalmente abastecían de camiones al país no tenían una sola unidad disponible. Fue así necesario traer vehículos de los más lejanos y diversos lugares del mundo, gastar en ello más de 50 millones de pesos, entregarlos a los que desearan “fletear” por su cuenta para pagar a plazos con el producido.
Así se salvaron los 4.000 millones de pesos, importe de esa cosecha.
Simultáneamente se solucionó el problema de los puertos a los que también el IAPI compró todo el material de carga y descarga, destruido e insuficiente. Al mismo tiempo, se encaró decididamente la compra de navíos para cumplir el programa de adquisiciones de la Marina Mercante.
Hoy, señores, no hay problema. Las 3.600.000 toneladas anuales que podíamos transportar, embarcar y conducir a ultramar, se han elevado a 14.000.000 de toneladas anuales. Con eso hemos terminado con toda clase de bloqueo.
Podemos decir que, por primera vez, somos libres. Ésta es la derrota, confesada o no, de nuestros enemigos; ahora a ellos les queda como recurso consolarse diciendo que no somos honrados. Me conforta, ante ello, recordar que cuando San Martin daba la independencia a la Patria, también la impotencia de sus enemigos recurría a llamarle “ambicioso y ladrón”.
Así fue posible cumplir también el programa de nacionalización de servicios que ahorran a la Nación más de 2.500 millones de pesos anuales, que antes salían del país; así fue posible llevar a cabo una obra social que pone a la República a la cabeza del mundo; así también fue posible encarar un plan de gobierno para realizar obras que en pocos años decuplicarán la riqueza nacional.
Como argentino y como patriota no tengo la pretensión [de] que el que me siga en el gobierno haga otro tanto, me conformaría con que hiciera la mitad, para ver en pocos años a la Argentina en la situación que aspiramos.
Pero, señores, lo duro de esta vigilia no consiste en trabajar día y noche en jor28 nadas agobiadoras y sin descanso; lo triste no estriba en ese sacrificio y en esa incesante abnegación. Lo amargo es ver que argentinos nacidos como nosotros en la tierra de San Martín, se alíen al extranjero para perjudicar y denigrar al país al que todo deben. A esos hombres, dice San Martín, ni el sepulcro puede salvarlos.
El esfuerzo no se ha reducido a resolver problemas, que sería lo de menos; hemos debido enfrentar a un enemigo tenaz e insidioso que actúa en todos los terrenos y por todos los medios. Una campaña permanente de difamación interior e internacional, donde la prensa venal ha de haber obtenido tremendos beneficios; una confabulación para hacer aparecer a la Argentina como imperialista a la zaga de objetivos que no le interesan; un verdadero bloqueo económico y sabotaje a nuestro comercio que ha mantenido paralizados nuestros cereales durante seis meses sin vender un grano; hemos sido objeto de verdaderos engaños, reservando parte de nuestra producción ante la formal promesa de una compra que jamás se materializó; se nos ha presionado de cuanta manera es dable imaginar.
Afortunadamente, hemos tenido buenos nervios y hemos sabido esperar. Todo lo hemos resistido y superado y, si alguna satisfacción puede quedarme, es la de haber vencido, sin tener necesidad de imponer sacrificio alguno al pueblo argentino.
No creemos que esta lucha ha terminado, ni pensamos que las malas artes cesarán, ni los hombres cambiarán los métodos; pero sí tenemos fe en el pueblo argentino y estamos persuadidos de la justicia que nos asiste en esta resistencia a someternos, y tenemos conciencia tanto de nuestra responsabilidad histórica como de nuestras posibilidades y recursos.
Una nueva crisis se anuncia en el mundo. Ya se presentan en algunos países los primeros síntomas. Es la crisis mediata que, superada la inmediata, presentan todas las posguerras. En la Primera Guerra Mundial se produjo en 1928, es decir diez años después de la inmediata. En esta posguerra no ha de tardar tanto, ya que gravita esta vez sobre la humanidad el peso de dos guerras. Hace ya tiempo que lo tenemos previsto y planificadas las medidas para enfrentarla y superarla.
En los problemas de gobierno, el que no es capaz de prever tiene que estar decidido a aguantar porque, en esto como en muchas cosas de la vida, el que no tiene buena cabeza, debe tener buenas espaldas.
Lucidos estaríamos los argentinos si hubiéramos esperado que la crisis anterior se desencadenara para recién encarar su estudio y solución. Lucida estaría la 29 República si esperáramos que la próxima depresión se produjera, para comenzar las lamentaciones por nuestra imprevisión.
Yo sé que muchos agoreros, que se lamentan que no hayamos fracasado, frente a la evidencia de los hechos, comienzan a abandonar los viejos argumentos y a esgrimir el nuevo: la próxima crisis.
A los timoratos, que aún no han comprendido que todo es derrotismo, se les comienza a acelerar el pulso, sin comprender que el único peligro que les acecha es sólo su propio temor; que el único enemigo que existe lo llevan dentro: su propia cobardía. En el campo económico, como en todos los campos, el factor psicológico, como se le llama decorosamente al miedo, actúa sólo para los cobardes pero, afortunadamente, sólo los cobardes son sus víctimas.
Hace tres años que nuestros críticos anuncian el “crac económico” y nosotros seguimos acumulando bienes para la República y acrecentando la riqueza y el bienestar de los argentinos. Para esto ha sido necesario cambiar las formas, impedir no pocas injusticias y suprimir no pocos privilegios, lo que ha comportado también el desequilibrio de las viejas formas, pero aún nadie ha conseguido hacer una tortilla sin romper los huevos.
Cuando nosotros, en plena lucha, enfrentábamos los duros momentos de crisis que toda lucha tiene, ¿qué me aconsejaron los críticos y los timoratos? Volver a lo de antes, entregarnos. ¡Valiente solución! ¡Lindos conductores para una batalla! ¡Hoy me queda la satisfacción de haberles demostrado que el camino de la dignidad y del honor suele ser también la mejor solución económica, cuando no se tiene el cerebro marchito ni el corazón intimidado.
Yo os puedo decir, camaradas, con la convicción del que sabe lo que hace, que podéis dedicaros tranquilos al cumplimiento de vuestras tareas específicas, como lo habéis hecho hasta hoy, para que cada uno en su puesto haga su deber, como el patriotismo y la conciencia lo exigen.
La organización de derrotismo y sabotaje creada por los enemigos del país, que antes se dedicó a la industria del rumor, se dedica hoy a un verdadero bombardeo de panfletos anónimos destinados a dispensar las calumnias más inverosímiles sobre los hombres y las instituciones y que las fuerzas armadas son objeto 30 preferente de ese bombardeo.
Debéis perdonarles, ellos no saben lo que son las instituciones armadas.
En este día en que os hablo, no como Presidente de la Nación Argentina, sino como vuestro jefe y camarada, séame permitido que, en confianza, os diga que estoy contento y satisfecho de vosotros. Que os agradezco, en nombre del Estado, cuanto hacéis por merecer la confianza y la gratitud del pueblo Argentino que os ama y os respeta, porque ve en cada uno de vosotros la garantía de su bienestar presente y la futura grandeza de la Patria. |
1949-07-11 | En la entrega de condecoraciones a miembros de una misión militar brasilera | Mi general:
Yo he querido hacerle un presente de camarada al señor general y ministro de Guerra del Brasil.15 Había pensado en una cantidad de cosas pero, después de haber conversado un poco con el señor general, he llegado a la conclusión de que ningún presente podría serle más grato a tan buen soldado y camarada, como ofrecerle lo que para nosotros, como soldados argentinos, es lo más sagrado que tenemos: la insignia que representa todas las condiciones morales que el General San Martín legó al espíritu de los soldados argentinos.
Esta insignia se desenvainó solamente para la defensa de la libertad y de los derechos de nuestro continente. Esta espada, después de recorrer gran parte del suelo americano, se envainó para no desenvainarse más ante el temor de hacerlo por una causa que no fuese la de los ideales que sustentó el general San Martín en aquellos tiempos y que hoy sustentamos todos los soldados argentinos. Esta espada es emblema de la hermandad americana, de justicia y de respeto entre los pueblos americanos. Este sable, señor general, tiene todo ese inmenso significado para nosotros y he querido ofreceros un facsímil de él para que en vuestra vida de soldado recordéis siempre que en esta tierra, formada por esa espada, están en los oficiales y jefes del Ejército Argentino inconmovible e imperecederamente grabados los principios por los cuales esa arma, luchó en nuestro continente. 32 Este recuerdo, señor general, quiero que lo llevéis al Brasil en vuestro corazón de soldado, persuadido de que en la Argentina de hoy nada ha variado de esos grandes principios, y para que sepa el pueblo brasileño que nuestro país trabaja y trabajará incansablemente por la unidad continental y por la unión entre Brasil y Argentina, unión que, realizada, terminará con todos los problemas que puedan presentarse en esta parte del Continente. |
1949-07-12 | En la recepción de motonaves para la flota fluvial | Antes de retirarme de este acto, que me ha procurado instantes de tanta satisfacción, quiero pronunciar breves palabras. Y quiero, también, que las primeras sean de agradecimiento y reconocimiento a la colaboración que nuestra hermana Italia nos presta en todos los trances en que estamos empeñados para llevar adelante nuestra Patria.
En este sentido, hago llegar mi reconocimiento al señor embajador, aquí presente.
Compañeros:
Nuestro país, durante casi un siglo, ha sido dominado por los transportes. Es indudable que una Nación, como un organismo biológico, como un hombre a quien le dominaran el sistema nervioso y la circulación, tendría que obedecer a quien dominase la circulación y el sistema nervioso, si quisiera seguir viviendo porque, con cortar la circulación un quinto de segundo, el individuo dejaría de vivir instantáneamente.
No hay duda de que este diabólico dominio sobre el país no pudo ser ejercido de mejor manera que teniendo en sus manos los transportes. Cuando iniciamos la lucha por nuestra independencia económica sin la cual, compañeros, no habría un solo argentino que hubiera podido salir de la miseria a que estábamos acostumbrados, sabíamos que lo primero que había que tomar eran los transportes.
Tomamos el sistema nervioso, que eran las comunicaciones y el sistema de circulación sanguíneo, constituido por los transportes, tanto los terrestres, representados por los ferrocarriles; como los marítimos, fluviales y aéreos.
La primera etapa de ese plan está cumplida. Los ferrocarriles son argentinos, 34 las comunicaciones son argentinas y ambos han dado motivo a la creación de dos ministerios18 para que, en el futuro, se considere que esas actividades no pueden ser sino estatales, manejadas, organizadas y dirigidas por un organismo de Estado, o sea una Secretaría o Ministerio. Esa primera etapa está realizada. Estamos reestructurando y contemplando en toda la República las posibilidades de ir perfeccionando esos servicios criollos.
Ahora bien, aún nos queda la segunda etapa por realizar, que es la de completarlos. ¿Por qué, señores, hemos pensado y hemos dicho tanto? ¿Por qué razón no se han desarrollado los transportes fluviales del tipo de convoy, como el que actualmente se está poniendo en uso en los ríos del litoral argentino? Sobre esto, podrían decirse muchas cosas.
Estábamos atrasados; no habíamos estudiado suficientemente el problema, no nos encontrábamos en condiciones de iniciar una empresa de esta naturaleza, y no pensábamos que revolucionariamente pudiera operarse un cambio total en el sistema de transportes, establecidos hace ya casi un siglo. No lo podíamos hacer o no lo quisimos hacer porque había otros intereses que contemplar y que podrían perjudicarse. Entre todas esas causas, ustedes pueden elegir la que más les guste que, a juzgar por los aplausos, ya adivino cuál es.
Pero lo que decididamente debemos reconocer, pese a todas las imperfecciones de este movimiento peronista, es que somos los primeros también que, en este aspecto, no tenemos compromisos ni intereses creados ni de círculo. Hemos procedido como convenía a la Nación, le guste a quien le guste.
Compañeros:
Ésta es la verdad. Y en ese sentido, les voy a referir una anécdota de algo que me ocurrió hace muy poco tiempo.
35 Me visitaba un alto personaje extranjero, quien me preguntó cómo habíamos hecho para obtener verdaderamente la independencia económica, frente a los intereses, las influencias y la lucha que debíamos enfrentar de dentro y fuera del país. Y cómo habíamos logrado vencer en esta empresa tan difícil, peligrosa y ardua.
Yo le contesté: “Tomando los transportes”, y le expliqué cómo habíamos hecho. “Qué simple”, me respondió. Porque las cosas, señores, cuando se hacen bien, son siempre simples. Cuando terminé mi explicación le dije: “Lo hemos alcanzado simplemente tomando la decisión de hacerlo”. “Comprendo –me dijo– que se trata del huevo de Colón”. A lo que yo respondí que no se trataba del huevo de Colón sino que era cuestión de firme voluntad y decisión para llevar a cabo la empresa.
Compañeros:
Esto que parece una cosa simple y que estamos contemplando en la botadura de nuestras barcazas y en los transportes a propulsión por los remolcadores de convoyes, es una cosa simple.19 Se trata también del huevo de Colón para el transporte de nuestro litoral. Sin embargo, podrá decir el señor Ministro Pistarini, a quien públicamente felicito y en quien reconozco uno de los más grandes realizadores de nuestros tiempos, si se trata sólo del huevo de Colón.
Compañeros:
Ésta es parte de esa inmensa empresa que hemos emprendido todos los argentinos. Ustedes, como yo, hombres humildes y de trabajo, no tenemos otra pretensión que la de ostentar la verdad de trabajar todos los días, desde la mañana hasta la noche, como suprema verdad en este tiempo de creación y realización.
Estamos asistiendo al renacer de todas las inquietudes argentinas, hace un 36 siglo coartadas por otros intereses que no eran los de la Patria. Y desde el Ministerio de Obras Públicas, están también asistiendo a la realización de una obra con la que soñamos y en la que estamos empeñados todos los argentinos que trabajamos por el bien de la Patria.
Por eso, les hago llegar en nombre del resto de nuestros compañeros que trabajan en los tres millones de kilómetros de nuestra tierra, el saludo y la felicitación por esta obra que dirige el general Pistarini y que está dando a la República el ejemplo del ritmo con que hay que trabajar y con que hay que producir.
Finalmente, quiero decir dos palabras más, como descamisado.
Si hay en este acto sencillo algo que es grandioso y que representa el nuevo sentido del trabajo argentino, es que esa magnífica barcaza recién botada lleva el nombre de uno de nuestros compañeros que modestamente, como modestamente asistimos nosotros, han podido presenciar este acto. El producto de su trabajo, de su patriotismo y de su espíritu de solidaridad y compañerismo, va a ir indicando a las nuevas generaciones, en sus viajes por el litoral argentino, que un modesto obrero ha sido reconocido por su labor, su patriotismo y su trabajo, por quienes sabemos cumplir con nuestro deber de argentinos y descamisados.
Para él, para el compañero humilde, que en este momento recibe el homenaje de nuestros corazones, el recuerdo imperecedero de la clase trabajadora argentina que por su intermedio hará ver al futuro lo que vale trabajar en esta tierra.20 |
1949-07-12 | Ante intelectuales, periodistas y dirigentes gremiales brasileños | En primer lugar, deseo agradecerles la amabilidad de haber llegado hasta aquí y, al mismo tiempo, me es grato ofrecerles el más amplio y absoluto apoyo para que puedan visitar, recorrer, desplazarse, alojarse, en fin, todo lo que necesiten para ver cuanto les interese de este país.
Nosotros estamos trabajando con un gran impulso y con una constante preocupación. Quizás no estemos en condiciones de poder hacer conocer todo cuanto estamos realizando. Existe una enconada propaganda contraria a nosotros, cuyas causas explicaré en pocas palabras. Estamos realizando un verdadero milagro dentro de la República y, por el momento, sólo nos interesa triunfar aquí. Una vez que lo hayamos logrado, la verdad se abrirá paso en todos los caminos del mundo porque ella no se puede ocultar mucho tiempo.
En este sentido, ¿cuál ha sido nuestro programa? Tendré que decirles, en pocas palabras, el panorama que encontramos en 1943. La República Argentina no era un país libre, en manera alguna. Estaba atada a intereses, lo cual constituye la peor de las tiranías. Desde nuestra independencia política, todos los transportes, las comunicaciones, las grandes empresas, estaban en manos de consorcios capitalistas internacionales. Yo pregunto si un país, en estas condiciones, es libre; y hago la comparación entre el cuerpo estatal e institucional y el cuerpo fisiológico.
Si a un hombre le toman el sistema nervioso y circulatorio, no sé qué va a ser de su vida. Si, además de eso, le toman también el aparato digestivo, imagínense ustedes cuál sería la situación. Con esto quiero decir que aunque nosotros teníamos la ficción de gobernar, no nos gobernábamos a nosotros mismos. Nos 38 gobernaban por el sistema nervioso, circulatorio o digestivo. Nunca fuimos libres realmente. Ese estado de coloniaje en que el país había vivido casi un siglo fue la causa permanente de la depresión en la vida del pueblo argentino. Nuestro pueblo acusaba índices lamentables, desesperantes en muchos casos, en su estado vegetativo. Por ejemplo, casi el por ciento de la conscripción anual para el Ejército era inútil por debilidad constitucional, por subalimentación, descalcificación y, en fin, por fenómenos derivados de la desnutrición. Esto era doblemente lamentable en un país productor de alimentos como es el nuestro.
Nuestros obreros ganaban salarios de hambre; los había que ganaban veinte centavos por día y en casi toda la campaña los peones no ganaban más de $ 50 por mes. Había estancias en que los peones ganaban $ 10 por mes. Esto es algo peor que la esclavitud, porque el propietario de esclavos tenía la obligación de mantenerlos hasta que morían y, en cambio, cuando un peón envejecía lo arrojaban al campo, como un caballo inservible para que se muriera.
Un estado tal de cosas, en un país de recursos como el nuestro, constituía una injusticia, una verdadera infamia. Por eso, desde 1813 en adelante, en etapas de diez a quince años, en la República Argentina se producía un movimiento revolucionario.
Todo el mundo interpretaba que se trataba de un movimiento político. Los movimientos revolucionarios habían pasado a ser movimientos constitucionales, verdaderas instituciones constitucionales. Todos juraban hacer respetar y respetar la Constitución. Eso eran los movimientos revolucionarios, pero resulta que a los 10 años se volvía a producir otro que, también en nombre de la Constitución, formulaba sus promesas. Pero éstas no se cumplían porque, en realidad, se servía a los intereses exteriores y no a las necesidades internas del país.
Cuando llegamos nosotros, entendimos que esos movimientos que se venían produciendo no eran movimientos de carácter político, sino de carácter social-económico, porque había un fondo de injusticia tan extraordinario para con las masas de trabajadores argentinos que, en realidad, las revoluciones se hacían desde abajo, desde el pueblo. Claro que el pueblo no sabe que está desconforme, pero siente la miseria y el hambre. Las cuestiones ideológicas no son las que producen las revoluciones; el hambre es la causa. Un hombre no sale a la calle para matar a otro hombre si no hay intereses más profundos que simples cuestiones ideológicas.
39 Esto también sucedía por la gran sumersión en que estaban las masas. El 70 % de los trabajadores argentinos se hallaba por debajo de lo que nosotros llamamos la línea de la vida, es decir, lo necesario para vivir decentemente. Solamente un 30 % estaban emergidos. De modo, entonces, que había un 70 % de hombres de trabajo que con toda justicia estaban disconformes. Y nosotros pensamos que, en realidad, han sido demasiado buenos para esperar tanto tiempo.
Para mí el problema era bien claro. Era un problema social. Era preciso encarar la elevación del estándar de vida de nuestra clase trabajadora, situar nuestra campaña en un estado de mayor florecimiento, para que los hombres pudiesen trabajar con mayor provecho y entusiasmo.
Por otra parte, en este país, precisamente por esa vida de sumersión en que vivía nuestra gente de trabajo, la mayoría no eran muy afectos al trabajo; no les gustaba trabajar, y se arrastraba así una especie de herencia que predisponía muy poco hacia la vida laboriosa. Los pueblos que no tienen rendimiento de su esfuerzo, que no tienen la merecida retribución, no pueden ser pueblos de trabajadores, porque el hombre trabaja en razón directa al beneficio que obtiene. Cuando el esfuerzo de su trabajo sólo alcanza para subsistir, el entusiasmo del trabajador, lógicamente, decae. Lo mismo ocurre, aunque por razón opuesta, en aquellos países en que hay una superabundancia extraordinaria de medios de subsistencia, pródigamente ofrecidos por la naturaleza. En un caso, disminuye la voluntad de trabajar por el escaso rendimiento obtenido; en el otro caso, porque no es necesario hacer un mayor esfuerzo para subsistir. En síntesis, nosotros dijimos que la solución es dar a los hombres un mayor estándar de vida para vivir mejor, vale decir, comer mejor, vestir mejor, y poseer un margen de felicidad en la vida a que todos tenemos derecho, y por el cual la vida merece ser vivida.
No se puede pedir sacrificios a los hombres –ya lo he dicho públicamente– cuando ellos se han estado sacrificando siempre con abnegación. No podríamos pretender que la población trabajadora del país se someta a esas condiciones de sacrificio y de abnegación, sin pretender que toda la sociedad argentina estuviera formada por héroes. Sería un gran error. De ser así, no habría lugar para poner todas las estatuas que serían necesarias. Los héroes son pocos; los hombres co40 munes necesitan vivir comúnmente. Lo que hay que elevar es ese índice común de felicidad sin el cual la población no puede vivir tranquila.
Para realizar ese programa, nosotros necesitamos asentar nuestra acción sobre un cimiento económico, porque los problemas sociales no se tratan solamente de solucionarlas teóricamente sino prácticamente. La humanidad ha fracasado en este sentido, porque ha tenido muchos sociólogos teóricos y pocos sociólogos prácticos. Nosotros decimos que es inútil hablar de altos salarios y de altas condiciones de vida, si no existe una economía suficiente para sustentarlos. En consecuencia, nuestra reforma fundamental debió ser económica, es decir, empezar a construir cimientos sobre los cuales pudiéramos construir el edificio social. Así empezamos a trabajar por ordenar una economía y, para eso, lo primero que había que hacer era analizar profundamente cuáles eran las causas de insuficiencia económica en nuestra población.
Las causas podrían ser tres: falta de producción, falta de transformación o, lo peor de todo: sustracción de la producción y de la transformación, que es lo que nos ha sucedido a nosotros.
Teníamos una producción extraordinaria, una transformación insignificante por causa de una industrialización aparente y una sustracción de ambas cosas.
Ése era el drenaje más grande. La República Argentina nunca sacó de su producción el diez por ciento de beneficio para su población. Nosotros comíamos una vez, mientras que en nuestra “metrópoli” –allí nos consideraban colonia dependiente de la metrópoli– comían cinco veces, a pesar de que nosotros éramos productores.
Un ejemplo solo, el de la carne –de la que nosotros siempre hemos sido grandes productores y vendedores–, bastará para pintarles el panorama claramente.
Nosotros vendíamos por 400.000.000 de pesos de carne, en el año 40. ¿Con qué nos pagaban esas carnes? Con servicios. El que nos compraba la carne era dueño de los ferrocarriles y nos sacaba 200.000.000 de pesos anuales en concepto de fletes. Transportaban la carne en los barcos de nuestro mismo comprador, lo que nos llevaba otros 250.000.000 de pesos por fletes. Seguros, 100.000.000; reaseguros, 50.000.000; total son más o menos 600.000.000 de pesos. Vale decir que, para que él se comiera nuestra buena carne, nosotros pagábamos 200.000.000 de pesos.
El trigo se pagaba a 6 pesos el quintal. Con 6 pesos, el chacarero no podía 41 siquiera vivir. Esa era la realidad, porque con 6 pesos es inconcebible que un hombre pueda vivir.
¿Por qué se pagaba ese precio? Porque en nuestro país todo el acopio estaba en manos de un consorcio, de un gran monopolio extranjero, que actuaba directamente al servicio del país que nos compraba el trigo. Este señor iba a la chacra y mediante una serie de maniobras llevaba los precios a un nivel ruinoso y nuestro hombre de campo vivía permanentemente en un estado de sumersión.
Los fletes. Un transportador de hacienda pagaba por un vagón, por un trayecto de mil kilómetros desde Buenos Aires, $ 300. Ese vagón volvía vacío, porque en los vagones de hacienda no se permitían traer mercaderías; de manera que era dos mil kilómetros por $ 300. Ese mismo vagón, para las mercaderías de consumo del pueblo, valía $ 3.000, para el mismo trayecto. ¿Por qué? Porque las carnes las comían allá, los dueños de los ferrocarriles. Todo estaba armado de una manera tan extraordinaria que no nos dejaban un centavo que pudieran sacar. Es la realidad.
Cito un ejemplo, porque lo mismo pasaba con toda nuestra producción. Nosotros vendíamos el trigo y con el mismo trigo nos hacían el “dumping” en el mercado internacional. Se llevaban todo el trigo, lo acaparaban y luego nos bajaban los precios.
En esa situación, era imposible pensar en elevar el estándar de vida porque, de lo contrario, hubiéramos llevado el país a la ruina. Primero encaramos la solución del problema de la independencia económica, que fue el punto de partida. Mientras fuéramos una factoría colonial de cualquier país extranjero, no podíamos tener la pretensión de realizar la política social a que aspirábamos. Encarar una empresa de esta naturaleza representaba la guerra económica y nosotros lo sabíamos de antemano. Era la guerra con los grandes consorcios en lo interno y con las naciones a que pertenecían estos consorcios en lo internacional. Por esa razón estuvimos bloqueados: por seis meses no se nos compró un gramo de nada. No es un secreto para nadie que sufrimos ese bloqueo por parte de esos países y de todos los demás que a ellos les obedecen económicamente. Nosotros aguantamos y al final vinieron a comprar, porque teníamos grandes cantidades de alimentos y ellos tenían hambre. Yo sabía que iba a resistir más que ellos. Así 42 sucedió. La batalla está ganada y ahora puedo decir cómo.
En primer lugar, nacionalicé el Banco Central. Éste era el Banco del Estado, que emitía la moneda, tenía la reserva del oro, fijaba el valor de la moneda, pero no era argentino. El gobierno respaldaba el dinero del Banco Central, que era extranjero. Hay al respecto un caso notable. El Banco de la Nación Argentina le cerró el crédito al presidente Yrigoyen porque el directorio de ese organismo se opuso a concedérselo. Y téngase presente que el Estado garantiza el funcionamiento del Banco, de los depósitos y que, cuando el gobierno necesitó de él, no obtuvo crédito.
¿Cómo estaba organizado nuestro Banco Central? Los directores de los bancos extranjeros constituían el directorio del Banco Central. Cuando me hice cargo de la presidencia, había sólo cuatro directores que hablaban en castellano. De ese modo, no podíamos tener una situación favorable para el país. Lo primero que hice fue dictar una ley nacionalizando el Banco Central, que es hoy un organismo del Estado.
No puede haber un Estado dentro de otro Estado, y menos en el orden financiero, tan peligroso e importante.
Señores:
Se ha criticado diciendo que esto es un sistema de economía dirigida por el Estado. Yo a eso contesto que cuando el Estado no orienta la economía, la dirigen los grandes consorcios. El Estado la orienta para bien de los 16 millones de habitantes; los grandes consorcios, en perjuicio de esos 16 millones, y solamente en beneficio de sus casas centrales, fuera de la República. ¿Quién les conviene más a los argentinos? La respuesta es clara, y los argentinos están conformes con este sistema.
En nuestro sistema bancario se ha terminado con la lucha de carácter político que contra el gobierno se hacía, fraguada por los grandes consorcios interna cionales. Nuestro sistema es muy simple. El Banco Central es el banco de los bancos; los demás son instrumentos del redescuento del Banco Central, no son las instituciones bancarias con la libertad que antes tenían. Ellos hacen todas las operaciones, pero de todas tienen que rendir cuenta al Banco Central. Aquí se ha hecho el negocio de fundar bancos para dejar luego en la calle a mucha gente; ahora, en cambio, el Estado garantiza todos los depósitos que los particulares efectúen pero, para ello, tiene que intervenir a través del Banco Central. Antes se 43 fundaba una sociedad anónima bancaria con un capital de 10 millones de pesos, por ejemplo, y en la primera asamblea se aumentaban las acciones al doble, y así la acción que antes valía mil pesos se reducía a quinientos, y, en cualquier momento, el porcentaje de las acciones antes de que se diera cuenta quedaba en la calle. Esto se ha hecho muchas veces. Pero ahora ha terminado porque, como digo, el Estado se hace responsable de los depósitos, de manera que nadie puede perder su dinero.
Además, esto permite evitar la lucha que a veces se hacía por parte de los grandes consorcios financieros contra el gobierno.
A nosotros se nos presentó un caso notable. Nos organizaron una “corrida” en la Bolsa, en los títulos del empréstito interno. Vino el presidente del Banco Central y me dijo: –Están organizando una ‘corrida’. “Vamos a ver hasta dónde llegan”, contesté yo. Pusimos un aviso en el diario, diciendo que el Estado compraba a la par esos títulos, y la corrida paró. Algunos siguieron vendiendo, pero después volvieron a comprar. Esto pasa porque nuestro sistema es un sistema cerrado de “clearing”, de manera que no hay maniobra posible; es una cosa simple, pero efectiva.
A este sistema correspondía la reconquista, diríamos, de todos los valores que la República había perdido. Compramos los ferrocarriles, los teléfonos, los puertos, pagamos la deuda externa, que era un instrumento permanente de presión, y en tres años de gobierno hemos conquistado la independencia económica mediante ese sistema de nacionalización de todos los servicios. Nosotros no tenemos ningún servicio que no sea del Estado y, además, poseemos una flota mercante para que no nos bloqueen como ya lo han hecho alguna vez.
Es un problema simple que lo ha visto todo el mundo en este país, pero se necesitaba quien se lanzase a realizarlo; la dificultad no estaba en hacer esto, sino en decidirse a hacerlo.
Nosotros hemos aumentado el estándar de vida de toda la población en un 200 o 300 por ciento, porque ahora hay un mayor volumen de riqueza para repartir. Hemos suprimido grandes consorcios que hacían de intermediarios. Ahora 44 ellos se dedican a la industria, y nosotros encantados de la vida. Somos amigos, pero siempre que ellos no se dediquen a comerciar. La comercialización de la producción argentina es hecha por el Estado. Ellos se dedican a la industria, de donde sacan enormes beneficios, y estamos todos contentos. Si pueden ganar mil veces más de lo que ganaban antes, que lo ganen, pero no en perjuicio del trabajador.
Terminada esa primera etapa, en la que se consiguió elevar el estándar de vida de nuestra población, tanto rural como urbana, nuestros trabajadores hicieron de esto su causa. Era lógico; los trabajadores se empezaron a dar cuenta de que la marcha de esta reforma era su propia tranquilidad, felicidad y bienestar.
Lógicamente, entonces, ellos hicieron de ésta su causa. Por eso, el movimiento es un movimiento de masas; es el movimiento de la mayor parte de nuestros proletarios, porque ellos fueron los primeros que lo comprendieron, porque sentían la necesidad. El otro sector de la población, antes privilegiado, no sintió la necesidad; ellos dispusieron siempre de abundantes medios para vivir con felicidad, de manera que no podían asimilar el movimiento peronista, como consecuencia de que no han sentido esa necesidad y no estaban enfrentados a la obtención de estas conquistas. Pero el 80 por ciento del pueblo argentino, que representa a clase proletaria, ha hecho de este programa su verdadera bandera. Por eso mucha gente no se explica el 17 de Octubre, en que el pueblo entero salió a la calle, y decía: “Incendiamos todo si esto no se arregla”. Ante estos estados de ánimo no hay ejército ni nada que se oponga al pueblo cuando sale a la calle y dice:
“Queremos esto”.
El movimiento peronista simplemente es eso. Muchos lo han criticado, y muchos se han opuesto, por interés personal más que por otras causas. Nosotros no tenemos otra intención que la de hacer el bien al país, suprimiendo toda clase de privilegios e impulsando al pueblo para que trabaje. Los políticos a menudo dicen: “Cuando esté en el gobierno, voy a hacer esto o esto otro”. Pero no pueden hacer absolutamente nada si el pueblo no les da los medios para realizarlo.
Por ese motivo, he sostenido ante nuestros hombres de trabajo la necesidad de producir, de aumentar el volumen de nuestra riqueza que, después, de la distribución honorable y justa me encargo yo o se encarga el gobierno. Nosotros solamente aseguramos que en la distribución de la producción o de la riqueza del trabajo argentino no haya escamoteos de ninguna naturaleza. De eso es de lo 45 que debe encargarse el gobierno.
Por otra parte, es la razón de ser, porque en este país el gobierno tiene entre sus manos el gobierno político, ya que hemos sido votados por una inmensa mayoría. Yo he llegado al gobierno ganando todas las elecciones en todos los lugares del país. Nosotros no hemos perdido una sola elección aquí; tenemos las catorce provincias con gobiernos peronistas; en las catorce legislaturas, las mayorías son peronistas; y en el Congreso Nacional la mayoría absoluta es nuestra. Es decir, que hemos ganado todo lo que puede ganar en una elección, porque tenemos el apoyo popular y, por eso, este programa, que he esbozado tan ligeramente, se realiza. ¿Cómo no voy a tener el gobierno político, si estoy apoyado por la inmensa mayoría del pueblo? El gobierno económico, también lo tenemos, porque he creado los instrumentos necesarios. No queremos que los grandes monopolios gobiernen el país.
Queremos que el gobierno gobierne también la parte económica y hemos quitado a los consorcios la posibilidad de quedarse con la parte del león. Si quieren ganar, que trabajen. Es necesario trabajar y, el que quiera riqueza, que la produzca, que trabaje.
El gobierno social ha hecho que yo cuente con un gran predicamento entre las masas, en razón de que les he asegurado la justicia social que nunca habían tenido. He obrado con lealtad y sinceridad y he trabajado incansablemente por favorecer a los que desde hace cien años han estado sumergidos y aplastados económicamente. Hoy, que ven que gozan de mayores salarios, visten, comen y habitan mejor, sienten que se los ha dignificado; y es lógico que así sea. Yo he levantado la bandera de la dignificación del trabajador, porque este país necesita hombres de trabajo; y es la suprema dignidad del trabajo la que yo estoy creando. No hay ninguna dignidad más alta que el trabajo.
Ese es nuestro rumbo. Hemos llegado a la tercera etapa de la Revolución.
Primero la hicimos desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, con un movimiento social de grandes proyecciones. Después, desde el 24 de febrero, en que fui elegido presidente, hasta la reforma de la Constitución, es el gobierno legal en el cual hicimos toda la reforma económica para asentar la reforma social. Estamos en el período constitucional y hemos reformado la constitución para incorporar a 46 ella todo lo que hemos realizado. Hemos puesto los derechos del trabajador y, en fin, un sinnúmero de reformas. La Constitución de 1853, que duró casi cien años, era liberal e individualista. La nueva, de 1949, crea la democracia social. Hemos introducido a las antiguas ideas políticas de los siglos XVIII y XIX las reformas del siglo XX.
Hemos dado estado social a la comunidad argentina, que carecía de él. Eso presupone las conquistas más grandes en el orden social pero también en el económico. El país va a llegar a producir cinco veces más de lo que antes producía.
Hemos escalonado un plan de gobierno tendiente a dar a la economía argentina las bases de que estaba privada, no porque ignorásemos que había que hacerlo, sino porque no nos lo dejaban hacer los que nos explotaban. Por ejemplo, la energía eléctrica, base y secreto de toda la industria, vale 39 o 40 centavos el kilowatt porque está provista de usinas térmicas que consumen carbón y petróleo.
Estamos construyendo actualmente catorce diques con catorce usinas y tenemos en proyecto otros diez diques, que han de iniciarse próximamente, para proveer de energía hidroeléctrica a un precio máximo de 10 centavos el kilowatt. Además, esos diques han de servir para riego y fertilizar las zonas adyacentes a los mismos.
En esa forma, encararemos la etapa de la industrialización.
Buscamos el abaratamiento de los transportes. La industria está radicada alrededor de Buenos Aires y no hay descentralización, tanto industrial como demográficamente, si no se lleva energía barata y transportes baratos al interior. Es inútil pretender industrializar el interior sin energía ni transportes baratos; es un problema sin solución.
Ésta es, en grandes líneas, la organización triangular básica de todo el plan de gobierno. Junto con eso, entregar la tierra al que la trabaja. La lucha contra los latifundios consiste en ir haciendo de la inmensa masa agraria de arrendatarios, una inmensa masa agraria de propietarios. Hay un viejo adagio que dice: “Entregad un erial en propiedad y os devolverán un jardín; entregad un jardín en arrendamiento, y os devolverán un erial23”. Nosotros pensamos que eso es absolutamente cierto, y lo podemos apreciar en toda la República.
De manera que, en este orden de cosas, nuestro programa es muy simple. Con todo esto hemos hecho tan lindo el trabajo, que todo el mundo se tienta y trabaja. Si nosotros no tuviésemos otro mérito, el solo hecho de haber conseguido que todos los argentinos trabajaran sería un mérito extraordinario, porque éste era un 47 país de gente que no trabajaba. Ahora la ocupación ha llegado al máximo; trabaja el padre, la madre, los hijos, y toda la familia. Con los mejores salarios, la vida se ha hecho más llevadera y el padre que antes apenas mandaba un hijo a la escuela, hoy puede mandar a todos los que están en edad escolar.
Por otra parte, la enseñanza es gratuita desde la primaria hasta la universitaria. Un profesional puede recibirse sin pagar un solo centavo, porque no hay aranceles, derechos de inscripción, ni absolutamente nada; el estudio es totalmente gratuito. Además, hemos creado todas las ramas de la orientación profesional, al principio con escuelitas chicas, pero ahora estamos llegando ya a los 50 o 60.000 alumnos. Estos alumnos son los niños de 12 años que, en vez de ir a jugar al fútbol en los potreros, pueden ir a aprender un oficio y, a los 20 años, saberlo perfectamente. De manera que cuando sale del servicio militar, es un operario capacitado y puede cotizar en la industria su mano de obra con positiva ventaja.
Lo nuestro, señores, no es un partido político; empecemos porque nosotros no somos, en realidad, políticos. Si hemos ganado en la lucha comicial, no ha sido por habilidad electoralista sino porque somos veraces, hombres de buena fe y que venimos sincera y lealmente a cumplir con nuestro pueblo. Por eso hemos ganado. “Perón cumple”, dice el pueblo, y es exacto. El gobierno está realizando mucha más obra de lo que se pudo imaginar.
Si hace tres o cuatro años alguien hubiera dicho que había que comprar los ferrocarriles, pagar la deuda externa, adquirir un millón de toneladas para la flota mercante de la Nación, comprar los teléfonos, nacionalizar el gas, traer el gas desde Comodoro Rivadavia, nacionalizar el Banco Central, etc., se le habría calificado de loco. Solamente con la adquisición de los ferrocarriles hemos hecho algo grande. Nosotros en tres años hemos nacionalizado todo y hemos pagado todo y no debemos nada a nadie; de país deudor hemos pasado a ser país acreedor y, sobre todo, hemos conquistado algo que no se paga con nada: la dignidad de ser libres.
En este país, donde muchas veces al presidente le ordenaban por teléfono 48 desde afuera, podemos decir hoy son los argentinos los que eligen a los que deben gobernar. Eligen en elecciones sin fraudes y sin engaños. Hoy, la elección argentina es honorable y limpia, y no se hará fraude de ninguna naturaleza mientras yo esté en el gobierno, porque creo que no puede haber democracia basada en la mentira y en la elección fraguada.
En el orden político, nuestra conquista más grande es esa. En nuestro país, no se había hecho desde hacía muchos años una elección que no fuera fraudulenta.
Las elecciones se hacían en el Correo, donde se cambiaba el contenido de las urnas, o se hacía en los comicios no dejando votar a los ciudadanos, porque aquí se ha visto a un hombre que iba a votar, entregaba su libreta y el que estaba allí en la mesa le decía: “Muy bien; usted ya votó”, y el que votaba, era el caudillo.
Todas las elecciones eran así. Esto ha sido una mentira permanente. Nosotros pusimos al ejército a custodiar urna por urna, porque algunos todavía no se convencían [de] que el fraude había terminado, y terminamos con el fraude. Nosotros tenemos una democracia real y, desde entonces, desde el 24 de febrero, que fue la primera elección libre que se realizó en el país, hasta nuestros días, en todas las elecciones obtenemos mayor número de votos, lo que quiere decir que el pueblo está conforme. El día que el pueblo no esté conforme, yo me iré cinco minutos después a mi casa, porque aquí no estoy haciendo ningún negocio. Estoy perdiendo bastante de mi salud, pero mientras yo esté en el gobierno será así.
Con esto, hemos creado una mística. El Partido Peronista no es un partido político, es un movimiento nacional que ha conseguido levantar a la República en todos sus aspectos, e iniciar grandes obras. Este país estaba enfermo de hacer cosas pequeñas. Nosotros queremos enfermarlo de hacer grandes cosas, para que así quizá lleguemos al término medio aceptable.
Nosotros, en tres años de gobierno, hemos incorporado al patrimonio nacional más de 10.000.000.000 de pesos.
Nuestra política es una política absolutamente de paz, porque la Argentina puede ir adelante solamente con el trabajo. ¿Qué veleidades podríamos tener nosotros? Se ha dicho que queríamos reconstruir el Virreinato del Río de la Plata. Cuando se dice eso, pienso en quienes lo formarían, y digo: “Tengo mucha tierra, no necesito más”. Luego pienso sobre la economía de quienes lo integrarían. Todos sabemos que la economía, en general, es deficitaria. Mal negocio, entonces, el 49 Virreinato del Río de la Plata. Y yo gobierno al país como a una gran empresa comercial: donde pongo un peso, quiero que salga otro peso.
¿Imperialistas nosotros, con 16.000.000 de habitantes? Ni que me hubiera vuelto loco. Nuestro imperialismo consiste en construir sobre el trabajo y el sacrificio argentinos, para legar a los que nos sucedan una patria mejor que la que encontramos nosotros cuando nos hicimos cargo de ella.
Ese es nuestro deseo: trabajar para elevar el nivel de su progreso, de su fuerza material y espiritual. Es así como, en este orden de cosas, y según los datos estadísticos que ustedes han visto, la cultura y la ilustración en la Argentina nunca han estado en un grado tan alto.
A otro aspecto al que nosotros dedicamos mucha atención, es el referente a la salud pública. Nosotros teníamos un índice alto de tuberculosis, lepra y paludismo. Hemos terminado con esa situación en dos años. Mediante una campaña de permanente higienización, terminamos con el paludismo. En el año 1943 se produjeron en la zona palúdica nuestra, más de 8.000 casos, y en el año 1948, en toda la República, sólo se han producido 2 casos de paludismo comprobado.
Se hace una campaña permanente. Semanalmente van los equipos casa por casa y se efectúa la extirpación del anopheles24. Ese sistema nos ha permitido terminar con el paludismo.
Con la tuberculosis, el solo hecho del progreso económico de las masas ha producido una disminución del 50 %. Cuando se come y se habita mejor, la tuberculosis huye. Se han construido y se están construyendo viviendas higiénicas, donde no existe la promiscuidad y los chicos que nacen de padres tuberculosos son aislados y criados en condiciones higiénicas.
Se ha creado el Ministerio de Salud Pública, porque –cosa asombrosa– nuestro país llegó hasta 1947 sin un ministerio del ramo. Lo creamos nosotros durante el primer año de gobierno.
El régimen hospitalario y la medicina preventiva en todo el país ha tomado un extraordinario incremento. Hemos inaugurado cien hospitales en un año y estamos actuando en medicina escolar y en medicina preventiva aún más que en la 50 curativa. Llegaremos en 19 al catastro general de la población y a la revisación anual. Entonces, llegaremos al ideal de la medicina preventiva en el país. Están formándose los grandes archivos regionales y, sobre esa base, trabajaremos con las nuevas generaciones.
En este orden tenemos satisfacciones extraordinarias, y ustedes pueden comprobar la obra realizada si recorren el país y hablan con las gentes.
La mística de nuestro movimiento es de carácter político-social. Estaría de más que les dijese cuáles son los lineamientos de nuestra doctrina, porque nuestro movimiento no es esporádico sino de grandes proyecciones, de consolidación.
Tiene su doctrina propia, que ha llevado al orden social y al económico una posición nueva en el mundo: la tercera posición. Ella es un invento nuestro. Aquí nadie está con el régimen capitalista ni con el comunismo. Tampoco con el régimen de explotación, porque éste es el que produce el comunismo. Las masas se lanzan a él porque el hombre desesperado se aferra a un clavo ardiendo. Y el comunismo es el clavo ardiendo al que van los desesperados del capitalismo.
Nosotros hemos ido a una tercera posición creando el Estado Justicialista, que asegura a las masas la justicia social. Sin ella, se prepara el derrumbe. La economía puede ser poderosa, pero un derrumbe social arrasa con ella en pocos días; es de enorme fragilidad.
Nosotros hemos abandonado el sistema capitalista para resistir al comunismo, creando un Estado justicialista que, en nuestra opinión, es el perfecto equilibrio del Estado moderno donde cada uno tiene su derecho y su obligación, y recibe en proporción a lo que produce. Así, llegará el día en este país en que el que no produce no comerá; aquí han de trabajar todos. Yo comienzo por dar el ejemplo viniendo a mi despacho a las 5 de la mañana y yéndome de él a las 10 de la noche, de manera que tengo derecho a pedir a los demás que trabajen. Yo creo que las sociedades modernas están enfermas de sostener parásitos que no producen lo que consumen.
Sobre esta base hemos creado una mística que, si bien no es perfecta todavía en su aplicación, la estamos consolidando en el orden general con la Constitución justicialista que el pueblo ha aprobado por amplia mayoría. Nosotros estamos absolutamente persuadidos [de] que los beneficios emergentes de esa Constitución serán enormes. La historia dirá si estamos o no en lo cierto.
51 Señores:
No quiero seguir abundando en esta conversación, por temor a cansarles. Sólo puedo decirles que ustedes van a visitar y conocer el país, y sería inútil que yo insistiera en hablarles sobre lo que ustedes mismos podrán apreciar directamente, esa es nuestra orientación. Lo demás, podrán ustedes apreciarlo directamente conversando con el chofer, el operario, el carpintero, los profesionales, los técnicos y, en fin, con la gente de la calle. Ellos les dirán mejor que yo acerca de todo esto.
Hay un cuento famoso que refiere Plutarco en “La historia de los varones ilustres”. Dice que un día pasaba por Esparta y Licurgo lo invitó a ir al circo. “¿Qué hay allí?” –preguntó Plutarco–. “Hay un hombre que imita maravillosamente al ruiseñor” –le contestaron–, y Plutarco respondió: “Yo ya he oído al ruiseñor”. De manera que, también, yo no quiero que ustedes sepan esto por lo que yo pueda decir, pues yo podría ser un imitador del ruiseñor; prefiero que ustedes lo aprecien directamente sobre el terreno. |
1949-07-14 | Al condecorar al general estadounidense Matthew B. Ridgway | Mi General:
Yo he pensado que, en nombre de la República, tenía que ofrecer a usted otro pequeño recuerdo. Después de haber convivido con el señor general algunas muy gratas horas, he llegado a la conclusión, conociendo su profundo sentimiento soldado y su alma verdaderamente militar, de que ningún recuerdo que yo pudiese ofrecerle en nombre de la República, podría serle tan grato como esta prenda militar que tengo el gran honor y la inmensa satisfacción de entregarle.
Este sable es la vieja insignia de los hombres de mando; representa, facsimilarmente, el sable del general San Martín. Es para nosotros, quizá, el símbolo más augusto y más grandioso de la nacionalidad. Este sable fue desenvainado solamente para luchar por la independencia, por la libertad y por la soberanía de nuestra tierra. Es, a la vez, un sable al cual, simbólicamente, le deben la independencia todos los países americanos de esta parte del continente. Este sable, que simbólicamente lleva el espíritu de los soldados argentinos imbuidos de ese mismo anhelo de libertad y de fraternidad, y que fue sólo desenvainado en la guerra de la independencia, representa así como está, envainado, el gesto más grandioso del general San Martín, quien antes de emplearlo en la lucha fratricida entre hermanos prefirió jamás desenvainarlo.
Este símbolo es para la República Argentina, y especialmente para sus fuerzas armadas, la verdadera doctrina de su acción en el presente y en el futuro. Ningún oficial argentino podría desdecir esta doctrina fijada por nuestra tradición sanmartiniana, que dice que nuestros sables de mando no se desenvainarán jamás en 53 la lucha entre hermanos, pero que no permanecerán jamás envainados, mientras haya una amenaza para la libertad de nuestros pueblos. |
1949-07-14 | En la inauguración de la Ciudad Infantil | He deseado decir algunas palabras de congratulación para la Obra Social María Eva Duarte de Perón29, que ofrece a la ciudad de Buenos Aires esta ciudad infantil, modelo de jardín de infantes, que tomaremos como planta piloto para desarrollar su acción en el interior del país.
La Obra Social María Eva Duarte de Perón es ya benemérita en el cumplimiento de sus tareas extendidas a lo largo de todo el país.
Termino de ver en los ojos de la señora de Perón dos lágrimas que hablan del más grande mérito que esta obra tiene: la emoción humana que, en todos los actos de su desarrollo, va mostrando en toda la República la solidaridad inquebrantable entre todos los argentinos. Deseo felicitar a la señora de Perón, no como general Perón, sino como presidente de la Nación Argentina, porque su obra, que alcanza hasta el último rincón de la República, es acreedora al agradecimiento que el gobierno le debe por la trascendencia humana de la labor que está realizando.
Deseo también, señores, dejar pública constancia de mi agradecimiento hacia el doctor Méndez San Martín30, que es algo así como el nervio motor de las realizaciones de estos tipos de establecimientos. Para mí el doctor Méndez San Martín es el prototipo del peronista realizador; yo lo he visto mezclado con sus obreros, vestido de “overall” blanco, pintando y trabajando a la par de ellos.
55 Finalmente, el hecho de que esta obra haya podido cumplirse en sólo cinco meses de trabajo, y que haya costado sólo 1.200.000 pesos, habla elocuentemente del obrero argentino, de la nobleza de ese obrero argentino honrado y trabajador por el cual estamos luchando sin descanso noche y día. Al llegar a este lugar, he querido estrechar la mano personalmente, y uno por uno, de esos trabajadores y hacerlo con el corazón, porque los hombres que están rindiendo para la argentinidad el esfuerzo que ellos rindieron, dando a todos el ejemplo por el que luchamos diariamente, de producir, de producir con el corazón y con los brazos, porque solamente así se construyen los pueblos felices.
A todos esos compañeros les debo decir que si algo puede honrarme en la vida es estrechar sus manos rudas y callosas que están construyendo la grandeza y el porvenir de esta Nación.
La ciudad infantil, que recorreremos dentro de breves instantes, es la realización de nuestras anteriores afirmaciones. El porvenir de la patria está en nuestros hijos; queremos asegurárselo desde ya, para asegurar con ello la grandeza de esta Nación por los siglos de los siglos.
Esta ciudad infantil que entregamos a los chicos humildes de la patria está diciendo, con ese hecho, de nuestro desinterés y de nuestro patriotismo, al ofrecer a los niños pobres de la Argentina la posibilidad de vivir como antes no vivieron ni aún los chicos ricos de esta patria.
Por todo ello, señores, mis congratulaciones a la Obra Social María Eva Duarte de Perón. Mi saludo y mi agradecimiento a todos los que han puesto un ladrillo en esta obra de todos que es, por sobre todo, una obra de desinterés, de patriotismo, de verdadero sentimiento humano y solidario, que es lo único grande que tiene la vida y sin lo cual la vida no merece ser vivida. 56 |
1949-07-16 | Ante una delegación universitaria brasilera | En primer término, les agradezco la amabilidad que han tenido de llegar a esta casa, para darme la inmensa satisfacción de poder saludarlos personalmente. Estaría de más que les dijera que deben ustedes sentirse en nuestro país como en su propia casa porque ya, desde tiempo inmemorial, un brasileño es siempre bienvenido entre nosotros, como ustedes mismos habrán observar. No es algo que tan solo podamos decir o que pueda improvisarse, sino que es un sentimiento profundo, y nosotros tratamos de hacer de cada brasileño que nos visita un amigo, porque estamos empeñados en que estos dos pueblos no estén unidos por discursos sino por los sentimientos de sus corazones.
Yo no tengo palabras suficientemente elocuentes como para agradecer todas estas amabilidades con que ustedes colman mi alma de satisfacción. Quiero, en cambio, conversar brevemente con ustedes que, en su mayor parte, son muchachos jóvenes, en quienes la humanidad del presente tiene que confiar todas las esperanzas de su destino.
Las generaciones de hombres viejos que nos precedieron o que actualmente dirigimos los destinos de nuestros países, somos generaciones fracasadas. Y digo esto, porque el destino del mundo, en los actuales momentos, es demasiado triste como para que nosotros podamos vanagloriarnos de haber hecho algo suficientemente bueno. Por eso, los hombres que poseen la verdad en estos días, confían en los muchachos más que en ninguna otra fuerza que la humanidad pueda pre58 sentar en el presente o en el futuro.
Para mí, no hay nada más grato que hablarles a muchachos.
Yo he sido tan solo, en este país, un reformador. Las circunstancias han sido la fuerza motriz que me ha impulsado. La reformas realizadas hasta ahora, han dado muy buen resultado y lo siguen dando. Claramente, la historia podrá hablar de los aciertos y de los errores que hayamos cometido. Sin embargo, yo quiero exponerles, como inspirador de este movimiento reformador, algunas de las ideas centrales que han motivado y que han justificado su realización [para que], al regresar a ese querido país hermano, puedan ustedes decir, después de haber observado el panorama y haber hecho sus apreciaciones personales sobre los hechos que, en cuanto a las ideas, han bebido en la propia fuente. Cuanto yo les voy a decir es solamente fruto de mi absoluta lealtad y sinceridad.
La República Argentina, señores, hizo su independencia simultáneamente con el Brasil, hace ya más de un siglo. ¿En qué consistió esa independencia? En dejar de pertenecer políticamente a una metrópolis ultramarina; en los demás aspectos que la libertad y la independencia imponen para llamarse tales, no sucedió ningún fenómeno extraordinario. Vale decir que, a pesar de la sangre de nuestros próceres y del dolor de nuestro pueblo, que conquistó luchando la independencia, el país había quedado quizás en la misma situación, en cuanto a los factores que no representaban la independencia política.
Es así, señores, como ese pueblo, que fue desposeído en 1810 para luchar por su independencia, no obtuvo, con el andar del tiempo y hasta nuestros días, el premio de su sacrificio, de su miseria y de su dolor.
Nuestro país, como todos los de origen colonial, fue formado por el patriciado original, que hizo la grandeza de la Nación, con su trabajo y con su gobierno.
Desaparecido ese patriciado, la propiedad, [la] riqueza y la cosa pública pasaron de sus manos a sus descendientes, quienes, no habiendo crecido en el dolor, en la lucha y en el trabajo, no tenían los valores de sus padres, porque la molicie no suele ser el mejor maestro de los hombres.
Nuestra revolución no creyó que la solución pudiera venir por el cambio de los políticos, sino por el cambio de un sistema que era el origen y la causa de todos nuestros males. Tratamos de cortar, como el cirujano, para extirpar lo malo y tratar de que la República recuperase el tiempo que había perdido viviendo en estado colonial durante tantos años, de lo cual no culpamos a los que colonizaron 59 sino a quienes se entregaron a ese coloniaje.
El pueblo argentino, señores, tenía derecho a una reivindicación.
Los que todo lo entregaron para darnos un país libre, si no murieron, quedaron desposeídos; y mientras ellos guerreaban en nuestras fronteras, una clase se apoderó del poder y los mantuvo permanentemente desposeídos. El dolor de la Argentina era el dolor de la tierra, era el dolor del pueblo. Eso es lo que producía las revoluciones y lo que mantenía latente un estado de revolución permanente entre los hombres.
Desde luego que nuestra reforma fue la reforma social. Con ella tratamos de que no existieran hombres demasiados ricos para que tampoco pudieran existir hombres demasiados pobres. No combatimos la riqueza, de ninguna manera. Combatimos la pobreza, pero pensamos que si para ello es menester que algunos se desprendan de algo, de lo superfluo que tienen, es obligación cristiana el realizarlo y es obligación imprescriptible del gobierno influir para que ese fenómeno se produzca.
Naturalmente que no se me ocultaba a mí que, al comenzar una acción de esa naturaleza, necesitaba tener, más que inteligencia y capacidad, la suficiente energía para emprender una lucha que iba a desencadenarse en el orden interno y en el orden externo. Porque, señores, para poder hacer una justicia distributiva y dar a cada hombre del pueblo lo que en derecho le corresponde por su trabajo y su sacrificio, era necesario que el Estado tuviese en sus manos no sólo el gobierno político, sino también el gobierno económico y el gobierno social.
La libertad, en este aspecto, la hemos mantenido en absoluto. Hemos suprimido solamente el privilegio y el abuso, porque el libre comercio no está en dejar una absoluta piedra libre para todo el mundo, porque si la economía y la riqueza de un país no están encaminadas por el Estado, están dirigidas por los grandes consorcios capitalistas, con la diferencia que el Estado las dirige en beneficio de la totalidad de los habitantes y los monopolios capitalistas para utilidad exclusiva de compañías que, ni siquiera, son del país.
La reforma social que iniciamos comprende toda una gama extraordinaria de factores que influyen no sólo sobre el trabajo y el descanso de la clase trabajadora, sus condiciones de salud e higiene, su previsión y su ayuda social, su cultural 60 general, su cultura profesional y, por sobre todas las cosas, la dignidad que debe tener el trabajador, porque no sólo de pan vive el hombre. Esa dignidad ha sido el punto de vista que hemos tenido al iniciar la reforma, tomando como principios éticos fundamentales, el dignificar el trabajo y al trabajador, elevar la cultura social y ciudadana y humanizar al capital. Con esos tres principios como bandera, iniciamos nuestra reforma.
Señores:
Estos hechos, empíricamente realizados, no se pueden apreciar sólo por lo que yo pudiera decir. Consulten ustedes a la gente que anda por la calle, al que maneja la herramienta de trabajo, al que está construyendo la grandeza y la riqueza de esta tierra, sea el trabajador manual o el trabajador intelectual; consúltenles a ellos si eran más felices antes o ahora, y si están o no más satisfechos, más orgullosos de trabajar por la grandeza de la comunidad argentina.
Yo podría decirles mucho, pero una solo palabra de ellos podrá valer mucho más que las largas horas que yo pudiera emplear para describirles esta acción.
Si hubiéramos improvisado, probablemente hubiéramos terminado nuestras reformas con la reforma social. Si hubiéramos sido unos demagogos, con haber ganado las elecciones como las ganamos, con esa obra cumplida nos sentiríamos satisfechos. Ya habíamos obtenido el poder y realizado lo que primariamente parecía indispensable realizar para el pueblo argentino. Pero, señores, no nos guiaba una idea demagógica ni el deseo de ostentar el poder que representa, para nosotros, un verdadero sacrificio, porque no hemos venido a gobernar para pasar buena vida, sino todo lo contrario, para estar bregando desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche. La consolidación de esa tarea es fundamental porque, de lo contrario, si no fuéramos a consolidar la reforma social, hubiera sido mejor no haberla realizado. Éste es el trabajo más extraordinario, el poder dar consolidación económica a la reforma social realizada y poder competir con mayores costos de producción en el mercado internacional, en las mejores condiciones.
Pero, señores, hay dos maneras de producir barato: una, como se hace en los países adelantados, con un perfeccionamiento en la organización económica, un ajustado límite de perfeccionamiento de la mano de obra, una mecanización total en la obtención de la materia prima y un alto salario a la mano de obra; y otra, como se hace en algunas partes, donde lo que no se consigue por el perfeccio- 61 namiento industrial y comercial y por el abaratamiento de la producción por la mecanización y perfección, se obtiene por los salarios de hambre que se les paga a los trabajadores.
Es menester explotar la tierra y no explotar al hombre, porque la tierra, a la explotación, contesta produciendo; y el hombre, a la explotación, contesta rebelándose.
Para consolidar esa conquista social hemos venido a encarar la reforma económica. ¿En qué consiste? Lo diré en dos palabras.
Son dos las etapas que han de cumplirse. No hay economía en condiciones de ser organizada para producir a bajos costos, si no es entera y absolutamente nacional la fuente de producción y de trasformación, de explotación y de comercialización.
Mientras en nuestro país hubiéramos mantenido el sistema de los monopolios, era inútil pensar en ninguna reforma económica ni en ninguna reforma social.
Ustedes desconocerán el panorama argentino de hace cinco años. Nosotros teníamos un Banco Central de la República Argentina que emitía la moneda, mantenía en custodia la reserva oro, fijaba los valores de la Bolsa. ¿Saben ustedes que ese banco no era del Estado? En ese directorio del Banco Central de la Nación Argentina el gobierno no tenía absolutamente nada que ver. Las resoluciones de ese directorio eran votadas en un idioma distinto al del país.
Toda la comercialización de la producción de la materia prima en la Argentina pertenecía a tres consorcios extranjeros encadenados que trabajaban, no para el país, sino para el extranjero.
Todos los transportes pertenecían a compañías extranjeras. La mitad de los puertos eran extranjeros y manteníamos una deuda pública que llegó al límite que imponía a los argentinos pagar dos millones de pesos diarios.
Los teléfonos eran extranjeros. El gas era extranjero. Y ustedes se preguntaran ¿qué era argentino? Ni nosotros lo sabíamos.
Qué consolidación podíamos darle a la reforma social argentina si en el país quedaba muy poca de la riqueza que nosotros producíamos.
Esa es la realidad, por dura y por amarga que parezca.
El origen de la explotación de la masa obrera argentina parte de ese punto. 62 Sin reconquistar todo eso, como valores de la riqueza nacional, era inútil que nos hiciéramos ilusiones de mejorar la vida y dar un poco de felicidad a esa pobre gente que en este país, productor de carne y de pan, vivía en la necesidad. Todos los años, al incorporarse al Ejército los nuevos conscriptos, había un cuarenta por ciento de inútiles por deficiente alimentación, por debilidad constitucional.
Era lógico que, en este estado de cosas, la primera parte de la reforma económica la constituyera la incorporación de todo eso al Estado, porque eran todos los servicios públicos. El organismo estatal, como el organismo fisiológico, no puede ser manejado por una persona extraña. Nosotros teníamos todo nuestro sistema, y gran parte de nuestros órganos, manejados por otras personas. Es así que la gran tarea, como digo, la constituyera la compra de todo eso.
Cuando yo me hice cargo del gobierno no había un centavo en las arcas del Estado. Teníamos enormes deudas en el exterior pero, sin embargo, yo tenía el compromiso de realizar mi plan, porque mi programa de gobierno, lo había dicho en la calle, era la reconquista de todo lo que había sido vendido al extranjero. Yo tuve, en esa oportunidad, un gesto similar al de quemar las naves. No tenía otra salida que enfrentar el plan y realizarlo. No era una situación cómoda, porque el comprar todo eso, que representaba casi 10.000 millones de peso, sin tener un centavo, era un asunto bastante complicado.
Llame a innumerables técnicos en ciencias económicas, hombres prácticos, comerciantes, hombres calificados en otras actividades anexas al comercio y a la economía, y los consulté. Todos me miraron con cierta aprensión, como si yo no estuviera en mi sano juicio, y uno hasta llegó a decirme: pero si ustedes no tienen plata, ¿cómo quieren comprar tantas cosas? Y yo contesté: pero, si yo tuviera plata, no los llamo a ustedes, hago las compras directamente. Lo llamo a ustedes, precisamente porque son técnicos.
Desde ese momento, hasta nuestros días, han pasado tres años. Los argentinos han trabajado duramente. Y esa es otra de las funciones que debe tener el gobernante. Debe trabajar él 24 horas al día para poder exigir que los demás trabajen ocho. Como yo cumplo religiosamente, tengo derecho a exigir a mi pueblo que trabaje, única manera de enriquecer al país y de lograr la felicidad de sus habitantes.
En estos tres años hemos comprado y pagado al contado los ferrocarriles, 63 hemos comprado y pagado los teléfonos, hemos pagado la deuda externa hasta el último centavo. De país deudor pasamos a ser país acreedor. Compramos el gas en todo el territorio de la República y lo pagamos. Compramos los puertos. Compramos un millón y medio de toneladas de marina mercante.
Actualmente estamos realizando obras del plan de gobierno por un valor de 6.000 millones de pesos y las pagamos todas. Todo esto ha sido realizado en tres años, no por mis méritos, sino por los méritos del pueblo argentino, que lo ha hecho posible. Yo, por buenas intenciones que tuviera, no hubiera podido realizar nada. Si hemos comprado y pagado todo, es porque los argentinos han producido el dinero.
La primera parte está realizada. Todos los servicios del país son nuestros.
Hemos suprimido los grandes consorcios que eran los intermediarios en la negociación de nuestras cosechas, ahora, las cosechas las negocia el Estado.
En el país, en general, los salarios se han triplicado y los costos no han alcanzado nunca a elevarse proporcionalmente a ese salario, aunque la inflación se ha hecho sentir aquí como se ha dejado sentir en todas las partes del mundo. Pero hay un hecho interesante: el consumo argentino en los últimos cinco años ha aumentado el 350 %. Los argentinos, solamente en el año 1948, se han comido dos millones más de vacas que en el año 1947, y casi un millón más de toneladas de trigo que en 1947. Quiero decir que había mucha gente que todavía necesitaba comer un poco más.
Vale decir, que a la reforma realizada, a la lucha provocada por esa reforma, sigue la marcha tranquila y calma de nuestra economía, con la cual podemos ahora seguir trabajando tranquilamente con el porvenir asegurado. Digo trabajando, porque creo que para descansar tenemos mucho tiempo después que nos muramos.
Esa reforma que consolida de manera absoluta las reformas sociales, por la consecución de la independencia económica, ha puesto en manos de los argentinos la riqueza argentina y en manos del gobierno argentino la administración de la misma, para que a cada uno le vaya lo que en derecho le corresponda por su esfuerzo y por su trabajo. Lo único que yo hago es vigilar que no haya quien saque la parte del león para que a otro pobre le toque la parte del ratón. Aquí 64 cada uno saca lo que por derecho le corresponde.
A esa reforma le sigue la reforma política. En esto hemos terminado con el fraude.
Señores:
Las democracias basadas en el fraude son una mentira y un escarnio para el pueblo. Si las elecciones no son puras, absolutamente puras, la democracia no tiene ningún valor, porque está basada sobre la mentira, y la mentira no puede ser basamento para nada bueno, ni aun para la democracia, que es buena cuando está basada en la verdad y en la justicia.
Nosotros hemos terminado con ese fraude y, mientras yo sea responsable, aquí no se volverá a realizar el fraude por ninguna fracción política ni por ningún medio ni razón. Porque esa es la verdadera democracia: la que puede afirmarse sobre la voluntad de la mayoría popular, y eso lo hemos de asegurar de cualquier manera. No somos de los que creemos que puede hacerse el fraude para bien de la República. El fraude será siempre para mal de la República; jamás para el bien.
Señores:
Además de eso estamos realizando una tarea de cultura, porque también la democracia sin cultura es algo un poco discutible; la libertad, la verdad y la justicia, [son] base de la democracia [que], sin una ética y sin un respeto religioso hacia la ley, suele ser peligrosa.
En esa tarea estamos. Comenzamos por instruir a nuestras fuerzas políticas.
Queremos dar a las fuerzas políticas que nos obedecen un alto grado de ética y de respeto con lo cual creemos que habremos realizado la reforma social más acabada dentro de la República. Nosotros estamos bastante adelantados porque todavía nuestros adversarios políticos gritan: “muera”, y en mi partido el muera esta abolido. Allí solamente gritan “viva”.
No es fácil una reforma política a fondo en nuestros medios populares, pero lo hemos de conseguir, pensando que, con ello, habremos hecho el más grande bien a nuestro país, que es por quien trabajamos y por quien nos sacrificamos.
Señores:
Así es como, lo veo yo. No sé si estaré equivocado. Es como lo sueño yo para mi país y no descansaré un solo segundo, mientras tenga vida, por verlo cumplido.
65 Les pido perdón, señores, por haber abusado de la amabilidad de ustedes, pero no me perdonaría si mis amigos brasileños se fueran de aquí y no pudieran decir mañana: “Lo hemos oído al general Perón, expresando sus propias ideas”.
De manera que eso es lo que yo quiero: que mañana ustedes puedan decir, frente a cualquier cuestión que se presente sobre el problema argentino, que me han oído a mí.
En esta tierra, siempre que ustedes vengan, cualquiera sea la ocasión y cualquiera el motivo, recuerden que tienen buenos amigos. Que nosotros trabajamos afanosa, sincera y lealmente por una estrecha amistad con el Brasil. Que cualquier cosa que las campañas interesadas puedan hacerles ver, que nos dedicamos a tal o cual cosa o que somos imperialistas, es un cuento chino.
El presupuesto de las fuerzas armadas argentinas no alcanza a los 800 millones de pesos, mientras que el de Educación, lo sabe el señor ministro del ramo, pasa de 1.300 millones. Nosotros queremos que el pueblo argentino aprenda a pensar, aprenda a sentir, y que aprenda todo lo que hay que aprender para hacer grande al país, luchando en el trabajo y en las actividades constructivas.
No confiamos ni confiaremos jamás en el poder de la fuerza, sino en el poder del derecho. Esa es la doctrina inveterada argentina. Las razones que nos interesan son las razones del derecho y no las que pueda darnos la fuerza.
En este sentido, yo podría darles a ustedes una conferencia estadística demostrándoles de manera fehaciente que, desde que yo estoy en el gobierno, al revés de lo que dicen, de que he armado al país, los gastos de las fuerzas armadas se han disminuido en un cincuenta por ciento. He disminuido los gastos de guerra para dedicarlos a la educación.
Nosotros buscamos la amistad, la hermandad entre nuestros países. Yo he sostenido siempre que en América no puede haber ningún problema si la Argentina y el Brasil se encuentran unidos y se entienden. Y soy todavía más atrevido en esto, porque en todas las oportunidades he sostenido que en esta parte del mundo las fronteras están de más.
Nosotros deberíamos unirnos definitivamente, porque los días que esperan al mundo, señores, son días bravos. Somos débiles y continuaremos siéndolo mientras estemos desunidos y debemos pensar que el destino de los débiles ha sido 66 siempre el mismo en la historia de la humanidad. Los pueblos débiles debemos considerar eso de una vez por todas y unirnos, para no seguir siendo débiles, porque el destino de los débiles es siempre el mismo.
En este sentido, señores, yo quiero que cada uno de ustedes lleve la sensación real de que hemos estado trabajando para nosotros, los problemas de más allá de nuestras fronteras no son nuestros problemas, porque éstos están dentro de ellas.
Los problemas de cada país, a nosotros nos interesan única y exclusivamente por amistad. Porque nosotros sostenemos el viejo adagio español: “Cada uno en su casa y Dios en la de todos”.
Señores, para terminar, quiero solamente agregar que ustedes pueden sentirse aquí como es su propia casa; la nuestra es también de ustedes, y cuanto nosotros tenemos lo ponemos incondicionalmente a su disposición.
Cuando regresen a su hermoso país, lleven a los camaradas y a los demás estudiantes del Brasil la conciencia de que en esta tierra vive un pueblo amigo y hermano, siempre listo para tender a su amigo y a su hermano la mano cordial y el corazón abierto. Que sean ustedes inmensamente felices y que el Brasil sea cada día más próspero y más feliz. |
1949-07-22 | En un acto realizado por la Unión Ferroviaria | En primer término quiero pedirles disculpas por haberles hecho esperar en razón de que tenía algunos asuntos urgentes que no podía postergar; sin embargo, me recompensa del pesar de no haber llegado aquí a hora, la inmensa satisfacción de poderme encontrar en estos momentos con los compañeros ferroviarios.
Festejar el primer aniversario de la creación de la Secretaría de Transporte, convertida en Ministerio de Transporte35, tiene para mí un doble significado: el de haber podido crear un ministerio para el manejo y la coordinación de los transportes del país, tierra, agua y aire, y el de haber comprobado durante todo este año la inmensa colaboración, la inapreciable cooperación que todos los obreros ferroviarios han prestado a la organización y mejor realización de los servicios de este ministerio. Para mí tiene más importancia que ningún otro hecho esta colaboración porque está indicando ya en este año de trabajo, que el futuro de los transportes argentinos es uno de los futuros más brillantes que puede esperar la Nación del trabajo de sus propios hijos.
Yo recuerdo que cuando una de las empresas ferroviarias cumplía el tiempo tope de la concesión, y de acuerdo con la ley debía pasar a poder del Estado si no se la prolongaba por otro lapso, aparecían, dos o tres meses antes, en estos diarios serios, artículos de fondo en los que se aseguraba que nosotros, los ar68 gentinos, éramos incapaces de manejar un ferrocarril y, en consecuencia, no nos quedaba otro remedio que prolongar por otros noventa años la concesión que vencía.
Yo, que era muchacho, con un gran pesar y una gran vergüenza, aceptaba como serio y como real aquello que se vendía en ese artículo de fondo o en esas consideraciones periodísticas. Hoy, que ya he aprendido más, en virtud del viejo adagio de que el zorro sabe más por viejo que por zorro, analizo cuáles pudieron haber sido las razones de esos diarios, que siempre creímos que eran argentinos, cuando defendían esos intereses. Hoy, con mayores posibilidades de conocer ciertas cosas, me doy cuenta dónde está la causa. Esos diarios son sociedades anónimas de cuyas acciones no se encuentra en el país una ni para remedio.
Si a esto que el tiempo y los golpes nos han venido enseñando, unimos la experiencia de este año en que manos argentinas han tenido la satisfacción y el orgullo de manejar ferrocarriles argentinos demostrando que andan mejor que antes, manejados por los hombres que creíamos incapaces; si comprobamos, además, que todos los compañeros ferroviarios han puesto su hombro patriota para empujar esta empresa, que es hoy empresa de la patria, cuál no será, no como Presidente sino como modesto descamisado, como modesto ciudadano, la inmensa satisfacción que yo pueda experimentar. Y si los hechos de la historia de este noble gremio ferroviario no fueran suficientes para el país, con los hechos comprobados durante este año, la Unión Ferroviaria pasaría a ser una organización benemérita para la patria.
Compañeros:
Estas inmensas satisfacciones valen más que todas las otras, porque son del espíritu y las más difíciles de alcanzar. Y el espíritu, cuando está satisfecho, produce ese rebosante optimismo que da la felicidad a los hombres y a los pueblos.
Así como la Unión Ferroviaria que dio el ejemplo e indicó el camino de sus reivindicaciones y de las reivindicaciones sociales del pueblo argentino, poniéndose en su oportunidad a la cabeza del movimiento peronista, hoy también, en el proceso de reestructuración orgánica que estamos realizando, la Unión Ferroviaria, con los dirigentes capacitados, honrados y peronistas que están a su frente, para honor de nuestro movimiento, y con el ministro Castro, que es también un trabajador honrado y peronista, está marcando el nuevo rumbo de nuestra orga- 69 nización.
Hemos pasado estos tres años de gobierno realizando la adquisición de lo que nunca debió haber sido vendido, y el Ministerio de Transportes recibió con ello un bagaje extraordinario. Le hemos comprado los ferrocarriles; le hemos comprado una marina mercante que, por su tonelaje, va siendo una de las primeras del mundo; le hemos comprado los puertos, que nunca debían haber estado sino en manos argentinas; le hemos comprado una flota aérea comercial, que nos permite competir con cualquier otra que llegue a nuestro país, y estamos formando una flota fluvial que ha de reemplazar los antiguos sistemas que nos permitirá crear en nuestro litoral un medio de transporte que podrá competir en tonelaje con todos los otros transportes del país.
Ahora, el Ministerio de Transportes inicia su organización y coordinación. En eso, los compañeros de todos los medios de transportes tienen una responsabilidad extraordinaria. Esa organización y esa coordinación, como así mismo la racionalización que es necesaria, han de dar la eficacia, el rendimiento económico y la prosperidad de las vías de desplazamiento de la riqueza y de los hombres argentinos. Yo digo, compañeros, que esa es la vanguardia, porque nosotros también, en todas las demás actividades del país, anexamos después de la reforma de la Constitución y de haber reconquistado todo lo argentino para los argentinos, la organización sistemática e integral del gobierno, por una parte, y del Partido Peronista, por otra.
Señores:
Yo no sólo quiero legar a la posteridad argentina la reconquista de los valores argentinos; su independencia económica; la incorporación al haber patrimonial del Estado de las ingentes riquezas que los argentinos habíamos entregado a manos foráneas; no solamente quiero entregar un cúmulo de dignidad a la Na ción Argentina; no solamente quiero que, en el futuro, esta patria pueda afirmar con lealtad, con verdad y con fundamento que es una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana; sino que también quiero legar la seguridad de que estas nuevas formas de la argentinidad no han de desvirtuarse en el futuro.
Quiero, señores, que la consolidación de cuanto hemos hecho se refirme tan 70 pronto como ello sea posible. Para ello, encaramos la tarea de la organización del gobierno. El punto de partida es la Constitución justicialista; la primera, la ley de los ministerios.
Y debemos organizar, por otra parte, la fuerza política argentina, la fuerza peronista, cuyo acto inicial ha de realizarse el día lunes próximo, tal como está anunciado a todos los peronistas del país.36 Compañeros:
Es interesante comprobar, mirando al pasado, cuánto hemos realizado en estos tres años. Ustedes, viajeros permanentes e inveterados que recorren todas las latitudes de la patria, pueden hablar y dar fe de cuanto estamos haciendo. Pueden hablar y decir que ninguna región de la patria ha sido olvidada, que en cada provincia y cada territorio se han encarado obras de aliento y de gran importancia.
Estamos construyendo ciudades, estamos construyendo gasoductos de mil ochocientos kilómetros; estamos construyendo un aeródromo, que posiblemente sea el más grande y completo del mundo; y estamos formando una flota mercante que ya está comenzando a hacerse notar entre las primeras del mundo.
Con esto quiero decirles que no eran vanas palabras las mías cuando, hace tres años al hacerme cargo del gobierno, dije que éste era un pueblo que estaba enfermo de pequeñas cosas y que yo lo quería enfermar de grandes cosas.
Es así como cada día que compruebo que somos capaces de realizar una gran obra; cada día, como el de hoy, en que venimos a festejar un año de éxito en la organización y realización de nuestros transportes, voy tomando nuevas energías, nueva fe en el pueblo argentino y nuevo orgullo de sentirme argentino.
Y al sentir esta nueva fe, al sentir este nuevo orgullo, que retempla mis fuerzas agobiadas por el trabajo y el sacrificio, debo reconocer que es reconfortante para el alma de los hombres, que es lo único que sostiene con dignidad la osamenta que todos hemos recibido, porque esa fuerza del espíritu, que nace de las fuerzas populares, es la que mantiene al hombre de pie y luchando.
Los hombres que se sienten impulsados y apoyados por esas fuerzas populares, son los únicos hombres invencibles.
Por eso, compañeros, la deuda de gratitud que yo tengo con ese pueblo argentino que me ha apoyado y del cual derivan las fuerzas que empleo será, en el res- 71 to de mi vida, un permanente reconocimiento hacia cada uno de los argentinos humildes que ha hecho posible que cumplamos los objetivos que perseguimos para el logro de una patria grande, frente a los negativos y oscuros objetivos de la antipatria.
Quiero, frente a ustedes, camaradas de tantos esfuerzos y de tantas fatigas, reconocer públicamente lo que los ferroviarios argentinos han realizado en un año; felicitar a todos los ferroviarios y, en especial, hacer llegar mi reconocimiento personal y público a la honradez, a la laboriosidad y al empeño que el señor ministro Castro ha puesto en todas las horas de su servicio.
Yo he dicho que la vida me ha enseñado que no hay hombres que sirven para una cosa y no sirven para otra. Los hombres sirven para todo o no sirven para nada. Hay solamente estas dos clases de hombres. Y entre los hombres que sirven, la experiencia me ha venido demostrando también, que hay que elegir para cualquier función, peronistas honrados.
Durante tres años hemos usado una inmensa tolerancia; durante tres años hemos llamado a la colaboración y a la pacificación de los hombres. Hoy podemos decir que con la contemplación, con la tolerancia, con el perdón, hemos llevado al país a una etapa totalmente tranquila y pacífica porque no podemos creer que cuatro mal intencionados que aún quedan, que cuatro malos argentinos que trabajan contra el bien del país, puedan producirnos a los demás ninguna perturbación.
Pero, señores, debemos ir pensando que en los tres años que nos restan para terminar el periodo, en emplear a los peronistas y desplazar a los que no sean peronistas. Tenemos ganado el derecho de proceder así, porque a nadie hemos preguntado hasta ahora su tendencia, pero después de tres años han tenido tiempo de convertirse y de entender qué es lo que conviene al país.
Para terminar, solamente quiero agregar mi agradecimiento, el agradecimiento del gobierno, a todos los trabajadores ferroviarios que han dado al país ejemplo de comprensión y de laboriosidad, y a la Unión Ferroviaria, en cuyo escudo hay un tren en marcha, que es el símbolo de la nueva Argentina: un tren en marcha y que no se detenga.
Le pido al compañero López37 quiera ser intérprete ante las filiales del interior 72 del país de mis palabras de reconocimiento a los méritos de los ferroviarios, por todo lo que ese gremio está haciendo por el triunfo del peronismo en la Argentina. |
1949-07-23 | Al inaugurar una campaña de reforestación | Compatriotas:
¿Qué podría decir yo de nuevo en esta tierra en la cual estamos desde hace tantos años cantando nuestros deseos al árbol que esperamos? La República debe cubrirse de árboles, que demuestren que estos deseos, que hemos cantado tantos años, se convierten en la voluntad inquebrantable de plantarlos, de cuidarlos y de utilizarlos para el bien de la patria.
Por eso, desde este punto de la República, Dios permite que, con su invocación, hagamos llegar al pueblo argentino, desde Jujuy a Tierra del Fuego, y desde Buenos Aires a Mendoza, la transmisión de esa inquebrantable voluntad argentina de plantar árboles, de enriquecernos con los bienes que ellos traen a nuestra tierra. Incito así, para que quede grabado como una nueva obligación argentina, la de terminar con los cantos al árbol y con los discursos al árbol, para dedicarnos a cavar un pozo en la tierra, plantar un retoño y cuidarlo como cuidamos a la patria misma.
Eso es cuanto puedo decir sobre el árbol y cuanto hay que realizar de lo que decimos. Que sean estas palabras mías la incitación, que llegue al corazón de los argentinos, para que dejemos de una vez por todas de decir para hacer y dejemos, para siempre, de prometer, para realizar. 74 |
1949-07-25 | En el acto inaugural de la reunión nacional del Partido Peronista | Señores delegados:
Sean mis primeras palabras para saludar a la mujer argentina que, por primera vez, comparte una manifestación cívica con los mismos derechos y las mismas obligaciones que los demás ciudadanos de la República.
Saludo a todos los compañeros delegados que, desde los distintos puntos de la República, han llegado hasta esta magnífica asamblea para traer la representación de las provincias y territorios argentinos hasta la Capital Federal donde, como ellos, trabajamos para una Argentina grande, libre y unida.
No he de hacer un discurso sino una disertación amistosa entre peronistas. Creo que debemos cambiar el antiguo concepto del discurso político, hueco, pleno de sofismas y de mentiras, por la conversación sincera y leal. Decimos la verdad, y la verdad habla sin artificios.
Nos reunimos hoy para hacer una recapitulación crítica de cuanto hemos realizado como fuerza política dentro de la Nación, y para lanzar la organización peronista que ha de cristalizar, en el futuro, la fuerza cívica argentina más grande, más coherente y más pura de nuestro panorama político. 76 Esta asamblea será decisiva para el futuro peronista. Cambiamos definitivamente los antiguos procedimientos políticos. Hasta hoy hemos sido nosotros también un movimiento gregario; de hoy en adelante, aspiramos a ser un movimiento organizado. En este sentido, lo único que vence al número y vence al tiempo es la organización.
Hemos demostrado que tenemos el número. Con él hemos vencido en todas las justas políticas que se nos han presentado hasta el presente. Pensemos lo que podrá ser el movimiento peronista si a ese número agregamos también la organización.
Uno para todos y todos para uno La acción política es una acción colectiva; es menester terminar con la mentalidad individualista. En este sentido, señores, es necesario acostumbrarse a trabajar por equipos, sin sentido personal e individualista, trabajando uno para todos y todos para uno. En esa forma, el peronismo conseguirá el objetivo fundamental que conduce al éxito orgánico: fijar un objetivo común y dirigirse rectamente a él con la más absoluta unidad de concepción y con la más firma unidad de acción. En síntesis, se trata de pasar de lo inorgánico a lo orgánico; de la acción disolvente a la unidad de acción, y de la acción individual a la acción colectiva. Este proceso de transformación orgánica que ha de cambiar la turba por la masa organizada, será en el futuro la palanca que daremos al movimiento peronista y que permitirá levantar y mover a la República para bien de la Patria.
Finalidades de la política peronista Nosotros consideramos a la política como un medio y no como un fin en sí mismo. Es necesario grabar profundamente en la mente y en el corazón de cada peronista este aserto de nuestra acción partidaria. La política es sólo el medio que nos pone en posesión de una posibilidad; esa posibilidad es siempre una acción solamente objetiva: hacer el bien de la Patria, representado por la felicidad de sus hijos y por la grandeza de la Nación.
No pensamos como los antiguos políticos, que hacían girar el mundo alrededor de la próxima elección. Para nosotros, la elección es solamente un acto intermedio. El acto final es la obra; es el trabajo; es el sacrificio que debemos realizar 77 los peronistas con la más alta dosis de abnegación para que, mediante nuestro esfuerzo, pueda construirse una escalera interminable por la cual ascienda el pueblo hacia la felicidad.
Por ello, a menudo, nuestros detractores, los antiguos políticos, afirman que nosotros no sabemos nada de política, y yo creo que tienen razón: nosotros no sabemos nada de la política que ellos hacían, pero sabemos mucho de la política que hacemos nosotros.
Siempre, señores, que debo considerar un problema político suelo preguntar qué hacían los otros para hacer yo totalmente lo contrario; y acierto siempre.
Señores:
Creo que los que fueron maestros en tiempos del oscurantismo político argentino no saben nada de política. Saben demasiado de politiquería, que no es lo mismo. Alrededor de esa politiquería habían creado una técnica fuera de la cual, para su sentir y pensar, no había nada que no fuera una herejía.
Recuerdo que a nosotros nos pasó, en este sentido, lo mismo que a Napoleón, cuando apareció en el campo de la guerra. Los generales austríacos decían: “No se puede –como hace este Napoleón– desconocer las leyes más fundamentales de la guerra”. Pero no se dieron cuenta de que con esas violaciones de las leyes más fundamentales de la guerra, durante treinta años Napoleón los venció, una y otra vez.
Napoleón, hablando a sus generales, decía respecto a los generales austríacos: “Saben demasiado: demasiadas cosas para poderme vencer a mí”.
Yo digo lo mismo de los políticos: esos políticos saben demasiadas cosas para podernos vencer a nosotros.
El 24 de febrero el país decidió su destino Señores:
Enfrentada nuestra férrea e inquebrantable voluntad con la voluntad de nuestros adversarios, hay un solo problema a dilucidar: ¿quién tiene razón y quién tiene derecho adquirido para imponer su propia voluntad? 78 Dimos al pueblo argentino, en los comicios más libres que se han realizado en la historia de la República, la oportunidad de elegir por sí entre los opositores y nosotros; el pueblo se decidió por nosotros.
En consecuencia, ese problema ha terminado. En la República se hace lo que decimos nosotros.
El país decidió, el 24 de febrero, lo que el pueblo quería. Ahora los opositores actúan contra ese pueblo y contra la voluntad del mismo. Sus opiniones son, en consecuencia, contrarias a nosotros y a ese pueblo y, lo que es peor, se han aliado con los enemigos externos de la Patria para servirles aquí de quinta columna.
Dicen que nosotros no respetamos sus ideas. Nosotros las respetamos, pero hay una pequeña diferencia entre las ideas que ellos representan y las nuestras.
El país nos ha elegido a nosotros para que realicemos nuestras ideas, y a ellos no.
Para saber por qué el pueblo se ha decidido como lo ha hecho, sin entrar a considerar nada de lo que moral y materialmente representamos para la República; sin considerar ninguno de los aspectos conocidos en los órdenes económico, social y político; sin ninguna consideración que no sea la primaria de la dignidad y del patriotismo del pueblo argentino, debemos juzgarlos a ellos y juzgarnos nosotros.
¿Qué representan ellos? Ellos representan a la U. D., formada, dirigida y financiada por el señor Braden,42 que sé que se ha quejado públicamente porque cuando él organizó la Unión Democrática en la Argentina empleó muchos millones, de los cuales le robaron los dirigentes y encargados de eso –dijo– las tres cuartas partes.
Señores delegados:
Ese es el origen de nuestros opositores. Nosotros levantamos solamente la bandera argentina y no empleamos paladas de millones.
No teníamos siquiera lo necesario para hacer las boletas para la elección. Debíamos prescindir de toda campaña que no fuese hecha por nuestros descamisados, a carbón y tiza, en las calles del país. Y cuando nuestros descamisados escribían en las paredes de las ciudades con ese carbón y esa tiza, sus leyendas 79 eran tapadas abundantemente por los volantes pagados con dinero extranjero que ha gravitado sobre la dignidad argentina.
Ellos eran los políticos que habían hecho todos los negociados posibles; habían vendido los servicios públicos argentinos; habían entregado al extranjero la riqueza y la dignidad del pueblo argentino. Ellos habían realizado exacciones con todos los que trabajaban en la República, desde los más modestos colectiveros hasta las empresas de la SOFINA y ANSEC, de la electricidad; ellos realizaron exacciones con todos a quienes pudieron sacar un centavo en su beneficio. Nosotros compramos con el trabajo argentino cuanto ellos habían vendido. Restituimos al país la riqueza de la cual nunca debió haberse desprendido, como sus servicios públicos, sus comunicaciones y puertos; pagamos su deuda y estamos construyendo una nueva Argentina, para lo cual no escatimamos ni trabajo ni sacrificios, y ahora somos nosotros los ladrones y ellos los honrados. Oposición sistemática y negativa Con esos antecedentes llegamos a representar a la República. Nosotros, los argentinos, solos, sin aliarnos sino con nosotros mismos, enfrentamos a una oposición que ha dejado de ser tal, para ser negación; porque a todo lo bueno que nosotros hacemos ellos se oponen, y cuando uno se opone a todo no es oposición, sino negación. Ellos son la negación absoluta.
Señores:
Frente a ese panorama que debemos tomar en serio, porque es el panorama de la Nación, nosotros, los peronistas, debemos dar ejemplo de patriotismo y dignidad ante los que nos están dando el ejemplo de la falta de patriotismo, y están, además, sentando en la República la escuela de la traición, de la traición no contra nosotros, sino contra la Patria, aliándose con los extranjeros.
Empezamos, señores, por poner, en ese aspecto, las cosas en su debido lugar.
¡Qué distinta es la actitud de estos señores que recurren a la UN,43 frente a la nuestra, que cuando nos encarcelaron por indicación de ellos nos quedamos en el país para defender la Patria, porque sabíamos que ellos representan la antipa80 tria! Yo recuerdo que el día 10 de octubre44 se presentó en mi casa un embajador amigo, a quien le guardo y guardaré siempre gratitud, y me dijo: “Conozco que usted será encarcelado dentro de pocas horas, y le vengo a ofrecer la embajada a la que yo mismo lo conduciré, para su seguridad personal”. Yo le contesté:
“Gracias, amigo; si el pueblo me necesita, mi lugar está con él. Si el pueblo no me necesita, como argentino, me sentiré más seguro en la cárcel que en ninguna embajada extranjera”.
Digo esto, señores, no para atribuirme méritos, porque no lo es el simple y digno cumplimiento del deber, sino para hacer resaltar la diferencia que hay entre nosotros y estos opositores “a la violeta” que, cuando se resfrían, se van a una embajada como exiliados.
El ser o no ser de la Nación Señores:
Ya el pueblo argentino ha juzgado, y seguirá juzgando. Esto que realizamos como una lucha política, es la lucha por el ser o no ser de la Nación. Y cuando esto está en juego, los cobardes que huyen deben tener presente que hay una herida infamante para el que lucha: es la que se recibe por la espalda. Pero hay otra herida más infamante aún, que es la traición, de la cual los hombres no se liberan jamás. Ya el Gran Capitán, desde su tiempo, nos está diciendo con su índice acusador que a esos hombres ni el sepulcro los salva de su infamia.
Después de estos pincelazos bruscos, trazados para pintar el cuadro anacrónico de ciertos elementos argentinos, quiero volver a referirme a la política. Nosotros hemos cambiado el ambiente de la política argentina; hemos terminado con ese oscurantismo absoluto que hacía antes de la política un juego de “vivos”, en el cual solamente participaba una pequeña parte de la población. Los demás eran invitados de piedra, eran hombres que no contaban sino para ir a votar el día de los comicios y que, al día siguiente, ya quedaban defraudados, porque todas las 81 zalamerías y atenciones preelectorales desaparecían al comenzar el escrutinio.
Nuestra técnica política es la antítesis de la politiquería. Nosotros queremos que cada argentino conozca el panorama del país; que cada argentino esté impulsado hacia los objetivos de la nacionalidad; que cada argentino se interese por la cosa pública como si se tratara de su propia casa, porque la Patria, señores, es la casa grande de todos los hermanos de esta inmensa familia argentina. Política de círculos y política de masas populares El antiguo político hacía política de puestos y de favoritismos porque, como no realizaba obras de bien conjunto, debía ganarse la voluntad, por lo menos, de sectores que lo apoyasen en su acción. Como consecuencia de ese juego político, de puestos y de favoritismos, nacía la política de círculos: un político movía un círculo y otro movía otro círculo. Entre ellos luchaban hasta que uno de los círculos se imponía, y de ahí salía la plana mayor encargada, no de realizar la función pública con abnegación y sacrificio, sino de disfrutar de la función pública para hacer de la Nación un organismo inmenso al servicio de sus intereses y dilapidar la riqueza del país, como si se tratara de una merienda de negros.
Nosotros, señores, aspiramos a una política de masas, de masas populares. Para nosotros es el pueblo el que decide; para nosotros, es el pueblo el que gobierna por intermedio de sus representantes. Y, para nosotros, es para el pueblo, exclusivamente para el pueblo, para el que estamos obligados a trabajar, porque para eso se nos ha elegido y para eso se nos paga en nuestra función.
Sin embargo, señores, debemos reconocer que todavía quedan en el peronismo algunos males que enmendar, tales como el del antiguo político que perturba con sus viejas mañas, tras intereses personales o de círculo. El peronismo debe terminar con esos males, y el único que puede terminar con esos señores que trabajan en forma personal y para ellos, o que trabajan en banda formando círculos, logias y todas esas cosas bonitas que nos presentan, es el Partido Peronista.
¿Cómo? Creando la autodefensa natural del organismo, al extirpar todos esos graves males que están en contra de la aglutinación partidaria. El que trabaja por su cuenta, que se vaya a otro campo. Aquí trabajamos todos para todos. 82 Esta conducta debe ser la autodefensa natural del peronismo. Y así, cuando un hombre del peronismo, sea el más encumbrado o el más modesto, trabaja para él, debe ser considerado como enemigo común, porque trabaja en contra de todos los demás.
Como consecuencia, al peronista honrado, que trabaja para el conjunto, hay que ayudarlo, hay que apoyarlo. Repito que al que trabaja para él o para un círculo hay que declararle una guerra implacable, hasta destruirlo.
Aspirar, pero sin ambiciones desmedidas Otro mal del peronismo está representado por la ambición sin límites de algunos dirigentes incapaces o inmorales.
Considero que, dentro del peronismo, la ambición no es un defecto cuando está justificada. Hemos dicho muchas veces que cada peronista lleva en su mochila el bastón de mariscal. Cada peronista, de acuerdo con su capacidad y con su honradez, está en el derecho de aspirar a lo más alto que le pueda ofrecer el partido.
Pero, señores, antes de que ello suceda es menester que cada uno haga un examen de conciencia, para saber si está capacitado y si, además de estar capacitado intelectualmente, lo está moralmente para ocupar un puesto en el peronismo.
Hemos dicho que cada peronista lleva en su mochila el bastón de mariscal; pero, ¡guay del peronista que lo utilice mal o fracase empleando tal bastón! El peronismo debe ser implacable con el que fracasa, no por el mal que pueda producir a nadie, sino por el inmenso mal que produce al movimiento. Si no está capacitado debe reconocerlo previamente y decir: “No soy capaz; yo no me hago cargo de esa responsabilidad”. Pero si acepta la responsabilidad y fracasa, debe ir a formar a la cola del último soldado, respetando el orden, porque el movimiento peronista no puede hacerse con hombres fracasados. Hay que hacerlo con hombres de éxito, y cuando alguien dice que no tiene suerte ya de por sí debe descartarse, porque necesitamos hombres de buena suerte. El peronismo: un nuevo objetivo, una nueva doctrina y una nueva forma 83 Señores:
Con ello vamos fijando que la antigua técnica política debe desaparecer; debe nacer el peronismo como cosa nueva; el que se sienta inclinado a lo de antes, que se vaya a la oposición, porque allí estará mejor. En este movimiento no debe haber más que peronistas puramente peronistas. Vale decir, como peronistas, nuevos objetivos, nueva doctrina y nuevas formas de ejecución de esa doctrina. El peronista debe ser franco y abierto; los que no lo son franca y abiertamente no son peronistas.
Señores:
No queremos peronistas vergonzantes, porque ello no se justifica sino en los hombres que no tienen ni carácter, ni decisión, ni vergüenza. Y digo esto porque si en este momento trajésemos un hombre de la Luna o de Marte, y le mostráramos el objetivo que perseguimos los que luchamos por esta bandera azul y blanca, aliados todos por la causa común de los argentinos y por la dignidad argentina, y le mostráramos el fin por el que luchan nuestros adversarios, aliados con fuerzas extrañas a la nacionalidad y al país –que no volverán a la República Argentina–, ese hombre sabría por quién decidirse.
Si a ese hombre de otro planeta le planteasen, con el sentido y con el sentimiento de la nacionalidad, este problema, y él tuviese un concepto de la virilidad y de la dignidad, no tengo la menor duda de que elegiría nuestro partido y no el de nuestros adversarios.
Por esa razón no se puede explicar que haya peronistas vergonzantes. He oído algunos discursos; parece que hablaran para los otros y no para nuestro partido.
En estos últimos tiempos he estado hojeando esos discursos pronunciados en campañas políticas. ¿Se puede explicar que un peronista sea tan contemplativo que no se anime nunca a decir una verdad por temor a que enrojezcan nuestros adversarios? Carácter humanista del Movimiento Señores: 84 Después de leer esa cantidad de discursos pronunciados en las campañas políticas, me he preguntado algunas veces: o yo estoy muy equivocado, o estos señores no son peronistas, o yo no soy peronista.
Estos tres años de tolerancia se justifican porque el movimiento peronista es un movimiento comprensivo y humanista; no es un movimiento de desorden, sino de orden; de amor y no de odio. Por esa razón se justifica el que hayamos sido quizás excesivamente tolerantes. Pero la tolerancia tiene también sus dosis y su gradación. Y también tiene su fin, y él ha de venir cuando los males que esa tolerancia pueda acarrear sean superiores a los bienes que pueda ocasionar una tolerancia inoportuna. En ese sentido es que debemos acentuar paulatinamente las tintas. No violenta ni rígidamente, pero dando una vuelta al tornillo todos los días.
Sobre todo, señores delegados, debemos ser observantes y rígidos con nosotros mismos, porque antes de pretender dominar a los demás es menester dominarse a sí mismo. Si hay alguna intolerancia humana y explicable, es la intolerancia que uno ejerce sobre sí mismo.
Por esa razón, es menester vigilar, dentro del peronismo, a los hombres que no cumplen con su deber, a los peronistas vergonzantes, a los infiltrados y a los aprovechadores, para ser con ellos totalmente intolerantes. Es necesario terminar de una vez en el peronismo con esos hombres, y esa ha de ser la tarea primera a realizar por la nueva organización del partido.
Yo deseo, como jefe del movimiento, que organicemos perfectamente bien nuestras fuerzas, y que sea el pueblo quien elija, directamente, a los que han de gobernar el partido; y que sea también el pueblo quien diga de los hombres, en cada caso, si les falta capacidad u honradez para representarlo, imbuido de este sentimiento profundo de patriotismo y fervor político por nuestra divisa. Cada peronista debe ponerse la mano sobre el corazón para decir, en cada caso: éste es el hombre; o éste no es el hombre, y no debe ser.
Señores:
Una señora me dice que ella quiere que las dirijan mujeres; que no quieren varones. Yo contestaré a esta señora diciéndole que una vez un famoso físico expresó: “Dadme una palanca y moveré al mundo”. Y yo, a mi vez digo: el pueblo argentino, al darle los derechos civiles a la mujer, le ha dado la palanca con la que ha de mover el mundo. Pero deben saber las señoras que, para mover el mundo con una palanca, hay que saber manejarla muy bien y muy inteligentemente.
85 Valores cualitativos y cuantitativos Señores:
Siguiendo con el tema: esa limpieza que es necesario realizar, y que ha de llevar a cabo el peronismo, no la hará nadie en su reemplazo; de manera que el peronismo nada tendrá que agradecer a nadie en ese sentido. Daremos la posibilidad a todo peronista de la República para que elija sus hombres, pero le dejaremos la responsabilidad gravísima, que pesará sobre sus espaldas, de no equivocarse en esa elección. Para no equivocarse, deberán tener presente que la política peronista es una política de masas populares y no de círculos políticos; y que, en este movimiento, debemos ser todos para uno y uno para todos.
Deberán considerar, también, que en la política popular existen dos acciones perfectamente diversificadas: una tarea política cuantitativa y una tarea política cualitativa. La cuantitativa es lo que nosotros llamamos el medio: la política para elegir, la política electoral.
Allí, es menester persuadir de la sinceridad, de la lealtad y de la verdad de nuestra causa a todos los argentinos, para que en los actos eleccionarios voten por nosotros y no por nuestros adversarios. Tanto vale el voto del blanco como el del negro, del sabio como del ignorante. Todo el mundo tiene derecho a elegir; esa es la función cuantitativa, que se cuenta por el número global de sufragios. Para eso no se necesita nada más que el pueblo esté convencido de nuestra honradez y de nuestra sinceridad; pero no hay que olvidar que a eso que es el medio, lo lleva un fin, que es el gobierno, y en él ya no se trata de realizar una tarea cuantitativa, sino cualitativa; hay que elegir hombre por hombre.
En esa lucha, debemos pensar seriamente en la necesidad de establecer una selección ajustada de las personas que han de ejercer la función pública.
Señores:
Yo he demostrado al país que para vencer en una elección no se necesita estar organizados. El 24 de febrero fue la elección, en ese sentido, más extraordinaria.
Pero el tiempo me ha demostrado que no se puede gobernar si no se tiene una 86 fuerza política perfectamente organizada.
Todo ello puede obtenerse de la mejor manera, pero es preciso que recuerden siempre los peronistas que, para llegar a ello, debemos hacer efectivo aquello de que “todos seamos artífices del destino común, pero ninguno instrumento de la ambición de nadie”.
Cada argentino debe pensar por sí y defender lo justo y conveniente para la Nación, porque muchas veces he visto, señores –y cada día me refirmo más en esa convicción–, que si en una parte se elige entre dos personas para el gobierno, y el enemigo político es un hombre capaz y honrado, mientras el peronista es incapaz y no honrado, yo voto por el adversario político. Porque en política, como en todo, no se puede apoyar la mentira ni lo inconveniente para el país.
Esa debe ser la moral peronista. ¿Por qué debemos fijar ese concepto? Porque nosotros hemos puesto frente a nuestra doctrina un letrero que dice: “Primero, la Patria; después, el movimiento; y, luego, los hombres”.
Al movimiento sacrificamos los hombres, y cuando sea necesario sacrificar el movimiento a la Patria, debemos sacrificarlo, porque la Patria está por sobre todo lo demás.
Ésta es nuestra doctrina. Ésta es la doctrina peronista. La doctrina peronista no puede apoyar ni sostener sofismas; la doctrina peronista apoya la verdad, la verdad desnuda, la verdad absoluta, tal cual la conciben los hombres de buena voluntad y de corazón puro. Eso es peronismo. Por eso hemos repetido tantas veces: “una sola doctrina: la peronista; una sola bandera: la de la Patria, y una sola grandeza: la de esa bandera y esa Patria”. Uso pero no abuso de la libertad Sería muy extenso entrar en consideraciones de otro orden. La doctrina peronista también ha de marchar adelante con su concepción fundamental: liberar al pueblo y prepararlo para que haga justo uso de esa libertad. Tampoco le está permitido a ningún argentino, y menos a un peronista, hacer un injusto uso de la libertad individual, que la Carta Magna de la República pone en sus manos de 87 hombre honrado y no de delincuente.
Por eso, muchas veces he dicho que el peronista debe ser un esclavo de la ley, porque ese es el único camino por el cual puede llegar a ser libre.
No es suficiente para un peronista ser esclavo de la ley. Ha de tener una ética peronista, porque no solamente es delincuente aquel que viola la ley, sino que también es delincuente, en su medida, el que abusa de su libertad, el que viola las leyes de la convivencia humana en perjuicio de sus semejantes.
Se han creado en el mundo numerosas instituciones para defender la dignidad humana, como si ese pudiera ser el camino lógico y natural para esa defensa. La dignidad la defiende cada uno con sus obras; no se la defiende nadie de afuera, con obras ajenas. Para asegurar esa dignidad es que queremos desarrollar en las masas argentinas un sentido completo de la ética, de esa ética que está aconsejando a cualquier hombre o a cualquier mujer hasta donde puede ir con sus inclinaciones personales, recordando que hay una moral que cumplir, una familia que defender, una patria que honrar. A esta ética es a la que el pueblo debe hincarle el diente profundamente, para imbuir a las generaciones de argentinos en esa civilización que trae el respeto por la tradición y las costumbres, por la familia, por la Patria y por el honor de la Nación. Lo que impone la ley y exige la ética Hace pocos días consultaba a letrados si corresponde alguna pena a un hombre argentino que sale del país y, en el extranjero, trabaja con sus actos y con su propaganda para deshonrar a su patria; preguntaba si le corresponde alguna pena a ese hombre que en el extranjero se alía a las fuerzas contrarias a su nacionalidad para denigrar a sus conciudadanos y a su patria. La ley no lo reconoce como de lincuente. Pero, ¿cómo es posible eso, si el honor, la dignidad, la ética, nos están diciendo a gritos que ése es el peor delito que puede cometer un ciudadano, que esa es la mayor traición que puede cometer un argentino? Por eso digo que, fuera de la línea divisoria que existe entre la ley y la ética, hay delitos graves, tan graves como los penados por la ley, y son, precisamente, los que violan esa ética. 88 Esa es la ética que hay que inculcar al pueblo.
Los políticos se han pasado cien años diciendo que hay que educar al soberano; que hay que inculcarle una cultura cívica; pero ellos trabajaron con el vino, la empanada y la taba para embrutecerlo lo más que pudieron. Y tuvieron razón de hacerlo así, porque si ese pueblo hubiera discernido, si ese pueblo hubiera tenido cultura cívica, no los habría votado nunca en su vida.
Señores:
En esta organización que hoy iniciamos es necesario caracterizar dos aspectos perfectamente definidos: además de en la organización del partido, nosotros trabajamos en la organización del gobierno.
En este sentido, para organizar un gobierno, es menester que el pueblo tenga conciencia de sus deberes para con la Nación. Observen ustedes lo que viene pasando en el panorama del mundo.
Construir una democracia orgánica Consideramos que la democracia es lo mejor que existe como forma de gobierno, pero también consideramos que alguna vez debemos tomarla en serio. ¿Qué es lo que ocurre con estos tipos de democracia inorgánica a que nos han tenido acostumbrados los hombres políticos hasta nuestros días? El gobierno de la democracia es el gobierno de la inestabilidad institucional.
En otras palabras, la democracia tiene un gobierno, y a ese gobierno se llega por elección popular. Yo lo llamo gobierno de aficionados, porque ninguno de los que llegan sabe absolutamente nada de lo que es un gobierno. Está seis años, y cuando ha aprendido algo, lo sacan y ponen a otro, que tampoco sabe nada, y hay que empezar de nuevo.
Esos se han dedicado exclusivamente a hacer política. Tanto se han dedicado que en este país nunca existió un plan de gobierno. ¿Por qué no existió? Porque nunca se gobernó. ¿Para qué querían plan de gobierno, si no gobernaban? Hay otra teoría. Dicen: “Para preparar a un médico, existe una Facultad en cada una de las Universidades”. Lo mismo ocurre para hacer puentes, caminos, grandes obras edilicias; hay también una Facultad de Ingeniería en cada una de las Universidades. Lo mismo con la odontología y todas las demás profesiones.
89 Pero, para enseñar a gobernar, que es una cosa tan importante, a nadie se le ha ocurrido todavía la creación de una universidad científica. Sí, podría ser. Podríamos poner a gente que se dedicase a capacitarse especialmente para el gobierno; pero tan pronto hiciéramos eso, ¿en qué situación quedaría la democracia? Porque los únicos que se podrían elegir para gobernar serían los surgidos de esa universidad. Yo digo, señores, que, de esos dos extremos, la democracia orgánica es la que puede resolver el problema.
¿En qué consiste una democracia orgánica? En organizar un gobierno; en dar a la República como objetivo una política nacional, que nadie la pueda cambiar, porque es la política de todos los argentinos y no la de los que llegan al gobierno por casualidad, algunas veces. Tres años de organización Les voy a hablar con todo conocimiento de causa. Cuando llegué a la Casa Rosada –la casa de Perón, como la llaman los descamisados–, lo primero que hice fue enterarme de cómo era el organismo estatal que yo debía manejar. Me encontré con que había un despacho general, con un oficial mayor, que es el que le pone el sello a los decretos y, después, se para detrás del Presidente y le dice: “Media firma” o “firma entera”, según el caso. Ese era un organismo. El otro, era el jefe de la Casa Militar, del cual dependen los edecanes, y que da las audiencias a la gente que ha de recibir el presidente. Un tercero es el secretario privado, que contesta las cartas de los que piden. El cuarto organismo sería el secretario político que reparte los puestos. Esa era la organización del gobierno cuando yo llegué a la Casa Rosada.
Inmediatamente pedí todos los antecedentes y dije: “Bueno, esto no puede seguir siempre así”. “No –me dijeron–; alguna vez era peor”.
Compañeros delegados:
Esta verdad es la verdad cruda, pero la verdad real. Yo he pasado tres años organizando esa Casa. He tenido que andar despacio, porque cuando vi eso, me sentí con las manos caídas. ¿Cómo puede un hombre manejar tres millones 90 de kilómetros cuadrados, y 16 o 17 millones de habitantes, sin tener organismos para hacerlo? Me dirán ustedes: los ministerios. Sí, pero poco pueden hacer los ministerios. Desperdigados en cada parte y cada uno trabajando por su cuenta, difícilmente podía salir de ellos una obra coordinada y perfecta. Se gastan en interferencias entre ellos y en luchas de contradicciones por el expedienteo y por la burocracia estatal.
¿Piensan ustedes en el problema orgánico que se me presentó? Yo tenía un plan de gobierno que realizar y tenía un gobierno que organizar.
Un teórico hubiera dicho: voy a organizar bien. Hubiera llenado muchos papeles con cuadros y todavía estaríamos organizándonos, porque la organización es una cosa compleja y que lleva mucho tiempo.
Una obra realizada Bien, señores: yo pensé en la obra que había que realizar. Entonces, dije: yo me lanzo con lo que tengo a realizar la obra, y en el camino voy a ir organizando.
Así lo he hecho. Y hoy, señores, me encuentro con una obra realizada, como no la había realizado jamás nadie en este país, y con un gobierno completamente organizado. Tres años de trabajo.
Hoy, el organismo que manejo me obliga a estar desde las seis y media de la mañana hasta las diez de la noche en la Casa de Gobierno, porque yo tengo que satisfacer todas las inquietudes y solucionar todos los problemas que me presentan los numerosos auxiliares que trabajan a mi lado. Yo me explico ahora por qué antes iban a las diez y se retiraban a las doce, después de tomar el café, para no volver hasta el día siguiente. Atendiendo esos tres o cuatro organismos, a mí también me llevaría una hora todo.
Hoy, la Presidencia de la República es un organismo completo y numeroso. Existe, en primer lugar, una coordinación de informaciones. El hombre procede tan bien como bien informado esté. Yo necesito que todo lo que pasa en el país, cualquiera sea el asunto, sea económico, político, social, cultural, etc., sea conocido por mí diariamente porque, conociéndolo, puedo tomar inmediatamente las medidas para solucionar los problemas.45 Eso me ha impuesto contar con un grupo de informaciones absolutamente complejo, y procedo de acuerdo a la 91 información que emana de ese organismo, el cual, a su vez, ya por su cuenta, soluciona los problemas subsidiarios.
Además de eso, he debido crear un Consejo de Coordinación para la ejecución del Plan Quinquenal, porque si no coordinamos es imposible, nos llevamos uno por delante a los unos a los otros, nos interferimos.
Además, un Consejo Federal de Coordinación, para que lo que hagan las provincias esté coordinado con lo que se hace en el orden nacional.
Además de eso, señores, hemos creado el ministerio de Asuntos Técnicos y el ministerio de Asuntos Políticos, que son órganos directos de la Presidencia, para el manejo de la política y para el manejo de todos los asuntos técnicos del gobierno. Además de eso, señores, hemos creado un verdadero control dentro de la Casa, para que todo se haga con justeza y con exactitud, impidiendo lo que sucedía antes: que yo firmaba un decreto y cuando lo iban a ejecutar le borraban y le cambiaban lo que decía el texto en la máquina (aplausos); porque hasta eso ha sucedido.
Señores, además de eso hemos organizado los veinte ministerios que funcionan orgánica y coordinadamente.46 Ahora podemos decir que tenemos una organización. Ahora quizás no importa quién esté en el gobierno, porque ese es un organismo que marcha solo. Marchará tanto mejor cuanto más capaz sea el que esté en el gobierno; pero si ese es incapaz, también va a marchar. Eso es lo que hay que asegurarle para el futuro al país (aplausos).
Mejor que decir es hacer Señores delegados:
Además de esto, hemos pifiado claramente y en esto voy a hacer también un poco de crítica a nuestra propia acción, porque lo más importante que debe tener quien tiene responsabilidad, es el sentido de esa responsabilidad, reconociendo 92 los errores cometidos.
Nosotros consideramos que la mejor política la hace el gobierno con las obras.
Es inútil charlar donde no se hace nada (aplausos). Es menester realizar obras y obligar a los que están en otras partes a que también las realicen. Nada de discursos. Tomar al país por zonas, ver lo que falta y hacerlo. Eso es la obra de gobierno (aplausos).
Por eso, señores, se ha dicho, y quizá con justicia, que yo estoy arruinando el antiguo negocio político, porque producimos y obligamos a producir. Y eso, indudablemente, en la antigua inacción, resultaba arruinar un poco el negocio de los antiguos políticos de la antigua mentalidad.
Yo señores, frente a los señores delegados, debo reconocer que en algunas partes nosotros hemos tenido fallas lamentables, [que] no han llegado a las antiguas fallas inveteradas y permanentes, porque hemos tomado medidas rápidas.
Algunas provincias han tenido la poca suerte de equivocarse en la elección de sus gobernantes (aplausos), y en esto el peronismo debe culparse a sí y debe culpar a su electorado.
Una vez llegaron aquí veintitantos legisladores de una provincia. Yo los puse en fila en mi despacho y escuché a cada uno todas de sus cuitas. Desde el primero hasta el último me hablaron mal de su gobernador. Cuando terminaron, yo los miré y les dije “Díganme una cosa: ¿quién lo eligió al gobernador?”. Ellos se miraron entre ellos y dijeron: “Nosotros”. “Bueno, entonces, embrómense” (aplausos).
Hay que dejar al pueblo que elija Señores:
El pueblo ha de equivocarse muchas veces; pero, desgraciadamente, esa es la única escuela que le va a enseñar a elegir bien; porque si siempre se los elijo yo, que también me voy a equivocar, ellos no van a aprender nunca a elegir. Hay que dejar que el pueblo elija; si se equivoca, peor para él (aplausos) .47 En otros casos, la función de gobierno ha sido perturbada por los cuerpos colegiados. Las famosas “trencitas” conocidas en el ambiente político: legisladores que sirven para no votarle al gobernador el presupuesto, y que le crean perturbación política dentro de la provincia. En el peronismo tendremos que terminar con todos esos males que hemos heredado de la antigua política. Hasta ahora ha sido 93 el gobierno nacional quien, cuando los funcionarios no han respondido a lo que ellos se comprometieron a realizar, les ha mandado la intervención, sacándolos y poniendo otros que supieran cumplir con su deber. Los cuerpos colegiados deben abstenerse de hacer política activa y, más aún, de hacer política activa contra los gobiernos peronistas. Esto es una cosa que tenemos que desterrar al pasado.
Otro mal que tenemos que eliminar es la obstrucción política, o la obstrucción gremial a los gobiernos peronistas en nombre del peronismo.
Cuando surge un conflicto entre peronistas, no puede haber ninguna causa que haga imposible un acuerdo entre las partes, si no median intenciones e intereses personales. Cuando me presentan un pleito político que no se puede solucionar, yo aprecio inmediatamente la situación, y pregunto: ¿No se puede arreglar? No. ¿Quiénes son? –pregunto–. “Fulano y Zutano”. No se pueden arreglar porque Fulano y Zutano no están trabajando para el peronismo, sino para ellos mismos, para Fulano y Zutano. Esa es la causa y eso es lo que hemos de comprender todos claramente. Debemos sancionar a aquellos hombres que son intransigentes en los medios; en lo que hay que ser intransigentes es en la doctrina, y muy intransigentes en los medios de llevarla a cabo.
En otra cosa hemos logrado, afortunadamente, un progreso considerable sobre los antiguos sistemas políticos. Desterrar el juego, el rumor y los incapaces Sabemos bien, señores, que antes, cuando se acercaba una elección, lo primero que se hacía era movilizar la población, y se dejaba en libertad a los presos. Nosotros, afortunadamente, hemos terminado con los focos más graves del juego en el país, y podemos decir que ya están desapareciendo los grandes empresarios de juego en la República. Hay zonas conocidísimas en esta actividad, y es curioso que con la extirpación del juego, han desaparecido también una serie de delitos conexos, porque parece que donde van los jugadores, todos los delincuentes se dan cita. En esto hemos trabajado y no hemos terminado todavía, pues aún se 94 está ventilando un proceso en Rosario, donde hemos comprobado que los hombres que dirigían el juego eran los que estaban en el gobierno. Pero, en eso, los peronistas han de saber a qué atenerse. Cuando al gobierno le llega una denuncia de tal naturaleza, yo tengo una sola palabra: “Que lo pasen a la justicia”. Yo respondo de mi conciencia; cada peronista debe responder de la suya.48 Otro mal, señores, es la lucha desatada por la acción de los incapaces.
Nosotros tenemos que establecer un perfecto sentido de la proporción de la capacidad de cada peronista. Quien quiera ser, que se capacite; que se capacite, primero, moralmente. Yo prefiero un ignorante con principios morales a un sabio inmoral (aplausos).
Otro mal, señores, desgraciadamente un poco difundido, es la murmuración y la difamación por rumores de los peronistas por los propios peronistas (aplausos). Yo he dicho muchas veces que para un peronista no debe haber nada mejor que otro peronista (aplausos). Ello no quiere decir que han de taparse las malas acciones de los peronistas, pero el procedimiento es otro. Cuando un mal peronista comete una mala acción, hay que llamarlo y decirle: “Vea, señor, usted ha cometido esta mala acción”. Pero a él, y no andar repartiendo por ahí. Y cuando a un peronista le traigan una murmuración o una difamación de otro peronista, es conveniente que a ese señor se le diga “Lo voy a llamar a [ese fulano, y] si usted no me va a repetir delante de él lo que acaba de decir, usted es un miserable y un infame” (aplausos).
Señores, cuando yo llegué a la Casa de Gobierno, todos los días llegaba algún informante oficioso a traerme algún “chisme” de cualquier naturaleza. Yo terminé con los chismosos diciéndoles: “¿Es cierto?” “Sí, señor”. “Siéntese, escríbalo y fírmelo”. Se acabaron las informaciones (aplausos).
Por esa razón en la Casa de Gobierno hemos creado una dirección que se llama Control de Estado49. Cuando alguno tiene una denuncia que hacer contra la honorabilidad, la honradez o el procedimiento de un funcionario, va a Control de Estado, la escribe y la firma, y yo la paso a la Justicia. Él se verá con el otro en la Justicia (aplausos). Peronistas, “arribistas” e infiltrados 95 En este sentido, señores, debemos de tomar una conducta de esta naturaleza, porque debemos reconocer que en nuestro movimiento hay peronistas, hay algunos que sólo son “arribistas” (ovación), y otros son infiltrados en el movimiento (aplausos). Éstos son los “caballos de Troya” del movimiento. A los primeros, a los peronistas leales, a los peronistas sinceros, a los peronistas verdaderos, que se les lee en los ojos, a esos, nuestro corazón, nuestra ayuda y nuestra permanente adhesión (aplausos).
Señores, en cambio, a los otros, a esos peronistas vergonzantes, nuestro perdón, nuestra consideración, porque son hombres sin carácter, son hombres que posiblemente van buscando una situación, que hay que ofrecérsela. Pero, señores, a los infiltrados, a esos, con el ojo del hacha hay que darles (aplausos prolongados).
Ello impone, señores, que en nuestra organización creemos las autodefensas. Los organismos institucionales, políticos, sociales o económicos, como los organismos biológicos, si no cuentan con propias autodefensas, una vez que están perdidos no los salvan ni los santos, como dice Martín Fierro.
¿En qué consiste la autodefensa del peronismo? Señores, en pocas medidas: guerra a muerte al infiltrado; guerra a muerte al inmoral y guerra a muerte a aquel que, por cualquier sistema o por cualquier procedimiento, produzca males al peronismo (aplausos).
Compañeros delegados:
Debemos, además de esas autodefensas, crear un sentido de la disciplina dentro de nuestro movimiento. Después, al tratar de la organización, he de referirme a esa disciplina; pero es necesario, es menester, que comencemos a pensar seriamente en lo que representa la disciplina dentro de nuestra organización.
Además, es necesario hacer toda una técnica para las relaciones entre los dirigentes y la masa, actualmente un poco distorsionada y amorfa. Es menester 96 también que establezcamos el trabajo para la acción partidaria. Nosotros, los peronistas, somos un poco cómodos en ese sentido. Tenemos que orientarnos más hacia el trabajo diario y eficiente por el peronismo. No quiere decir que el peronista sale un día y dice: “Hoy voy a trabajar por el peronismo”. Se trabaja en todas partes por el peronismo; en la casa, siendo un buen padre de familia; en el trabajo, cumpliendo nuestras obligaciones (aplausos); en las conversaciones, predicando nuestra doctrina; en la calle, tratando de no perjudicar al Estado con ninguna de nuestras acciones o de nuestros actos; vale decir, haciendo vida peronista. Así se honra al Partido y así se hace peronismo (aplausos).
Señores, es indudable que entre los dirigentes peronistas hay que realizar un trabajo orgánico. Todos los dirigentes tienen su responsabilidad y su autoridad dentro del partido. Tales autoridades han de surgir por medios lícitos. Es menester que pensemos que, antes de ser dirigente por trampa o por combinación, nos vale más ser un anónimo peronista de la masa. El dirigente, para que actúe en su lugar con autoridad, con derecho y con dignidad, debe ser justa y lícitamente elegido (ovación).
Moral y organización partidaria Señores, para terminar esta primera parte y tomarnos diez minutos de descanso, mi último concepto: señores, además de vigilarnos entre nosotros, además de vigilar que cada peronista sea un hombre de bien y un verdadero peronista, debemos también vigilar y defendernos contra los infiltrados. En nuestro Movimiento hay muchos infiltrados; porque como nosotros somos hombres de buena fe, creemos también a los demás de buena fe. Debemos de vigilar con celo, con absoluto celo, dentro de nuestros dirigentes, para descubrir al que está trabajando infiltradamente en contra del Movimiento. Y, en ese sentido, hemos de iniciar una acción, después de estos tres años de tolerancia, que termine por establecer claramente: los peronistas con nosotros, los opositores con la oposición (ovación).
A todo esto que llamo yo los principios sustanciales de la organización [son los] que hemos de iniciar inmediatamente después de terminada la realización de este congreso en Buenos Aires, donde el Partido Peronista echará las bases de su verdadera organización, y donde cada uno de los dirigentes peronistas, comprobadamente peronistas, actúen en cada región para establecer estos nuestros prin- 97 cipios de moral y de organización peronista. Mediante ellos podremos establecer en el país quién es quién, para atenernos en el futuro a qué debe aspirar y puede aspirar cada uno de los peronistas (ovación)50. Un fin: la consolidación íntegra de todo lo realizado Señores, continuando con mi exposición, quiero tratar en esta segunda parte, lo referente a la organización intrínseca del partido. Antes de entrar en consideraciones de orden directo, deseo hacer en cierta manera una rápida y sintética visión […] del Movimiento Peronista. El Movimiento Peronista tiene para nosotros tres etapas perfectamente bien definidas y que han obedecido a un plan perfectamente establecido.
La primera, es la Revolución propiamente dicha; la segunda, es el gobierno realizado hasta hoy; y la tercera, ha de ser la consolidación integral de todo lo realizado.
Consideren los compañeros delegados que esa primera etapa de la Revolución fue aquella que terminó el 4 de junio de 1946 (aplausos), al hacerme cargo del gobierno constitucional de la República, después de las impecables elecciones del 24 de febrero (aplausos).
¿Qué hicimos durante la Revolución? Encaramos resueltamente la reforma social; prepararnos la reforma económica y comenzamos ya la reforma política mediante la abolición del fraude electoral en la República (aplausos).
¿Qué hemos hecho en la segunda etapa, en el gobierno, en estos tres años de gobierno? Como tarea social, hemos consolidado lo alcanzado por la Revolución y hemos ido ampliando los alcances de nuestra legislación social para que las masas trabajadoras argentinas vayan conquistando lo que en derecho les corresponde, de acuerdo con las posibilidades económicas de la nación. En el orden económico, de acuerdo con el plan trazado, hemos nacionalizado todos los servicios públicos; hemos pagado la deuda; estamos consolidando una marina mercante para el tráfico internacional y el comercio; hemos encarado resueltamente 98 todas las obras prescriptas en el Plan Quinquenal, de las cuales hemos realizado todo lo previsto, mientras vamos industrializando al país; y hemos afirmado definitivamente la independencia económica de la República Argentina (aplausos).
Simultáneamente con eso, hemos organizado el gobierno, totalmente inexistente en sus órganos fundamentales cuando nos hicimos cargo de la función asignada por nuestra Constitución. Y hemos reformado la Constitución Nacional para dar al pueblo argentino (aplausos) un instrumento básico más en armonía con las posibilidades de la República, con las necesidades de la hora y con las aspiraciones del pueblo argentino. Esa Constitución afirma una nueva era en [la] que nosotros refirmamos la voluntad inquebrantable de constituir una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana (aplausos).
En el orden político, afirmamos la nueva forma, barriendo del panorama de la República todos los males que agobiaron al país durante casi un siglo, empezando por suprimir lo que viciaba de nulidad a la democracia argentina: el fraude electoral, ese fraude que hizo claramente visible a los ojos de cualquier observador cuán delictiva, cuán tremenda y terrible mentira era la democracia argentina, basada sobre un fraude básico que hacía que el que estuviera en el gobierno no era la voluntad de los argentinos, sino la voluntad de fuerzas extrañas de un capitalismo extranjero (aplausos).
Hay que vencer a las fuerzas sin conciencia nacional ¿Qué nos queda por hacer en el tercer período, es decir, el que se inicia después de la reforma de la Constitución? En primer lugar, terminar la organización del gobierno. En segundo lugar, organizar las fuerzas políticas del peronismo. Y, en tercer lugar, consolidar la doctrina, el gobierno y la justicia, en forma de inculcar una ética política que termine con la escuela nefasta que heredamos de nuestros antepasados políticos.
La etapa de la consolidación impone tener en cuenta, en primer término, a nuestros opositores, porque la política es una lucha de voluntades contrapuestas y, para combatir voluntades, parece que lo primordial es penetrar dentro de las voluntades adversarias para doblegarlas y ponerlas al servicio de la República, aun cuando no quieran (aplausos).
99 ¿Quiénes son nuestros adversarios políticos? Son suficientemente conocidos: los conservadores, los radicales del Comité Nacional, los socialistas y los comunistas (abucheos). En otras palabras, fuerzas manejadas desde fuera de la República. Por lo tanto, no tienen vida propia, ni los alienta una conciencia nacional. Tenemos derecho a dudar de su patriotismo y de su dignidad. Pero, señores, perturban ellos en lo interno y sus amos en lo externo. La acción es clara: recurren al exterior como añorando sus buenos tiempos en que nosotros éramos todavía una colonia extranjera. Pero, a pesar de ello, podemos afirmar que no torcerán la decisión del gobierno ni la voluntad del pueblo que, si supo vencer al señor Braden,51 vencerá a sus personeros (ovación).
Señores, conocido esto, tan sintético y tan claro, podemos decir que, como en los tiempos heroicos de la República, luchamos los patriotas contra los de afuera, y así como ellos vencieron a fuerza de coraje, de decisión y de energía, hemos también nosotros de vencer, los de adentro, a todas las fuerzas de afuera que se nos opongan (aplausos).
Pero, compañeros, para ello debemos de pensar en la necesidad de consolidar nuestro Movimiento, consolidación que ha de venir por el cumplimiento de una tarea orgánica impostergable, para que el peronismo sea la verdadera cuna y absoluta representación del pueblo de la Nación; que él designe libremente a sus representantes y que los representantes sean quienes ejerzan el gobierno y la dirección política por mandato expreso, puro, veraz y absoluto del pueblo argentino (aplausos prolongados).
Enseñar con la palabra y educar con el ejemplo Señores, para la consolidación de este Movimiento, nosotros necesitamos crear 100 la mística de la conducción y abolir los métodos del caudillismo. En la acepción que nosotros damos a estos vocablos, diferenciamos un conductor de un caudillo en la acción que realizan.
El caudillo, señores, improvisa, el conductor planea y ejecuta; el caudillo anda por entre las cosas creadas por otros, el conductor crea nuevas cosas (aplausos); el caudillo produce hechos circunstanciales, el conductor, permanentes; el caudillo destruye su acción cuando muere, el conductor supervive en lo que organiza y pone en marcha. Por eso, el caudillo actúa inorgánicamente y se perpetúa, el conductor organiza, renuncia, vence al tiempo y supervive en sus propias creaciones, porque el caudillismo es un oficio, la conducción es un arte (ovación).
Si algunos caudillos argentinos hubieran sido verdaderos conductores, algunos partidos políticos no serían hoy una bolsa de gatos (risas).
La primera condición de un conductor es ser, a la vez, maestro: enseñar con su palabra y educar con su ejemplo.
La política peronista debe ser de renunciamiento. El alma ha de templarse en el sacrificio y no en la ambición. Si la organización supervive a los hombres en la acción, el renunciamiento hace posible la renovación de los valores y de los hombres, que es la única forma de mantener la supervivencia de las ideas.
El mal de los partidos argentinos ha sido permitir que los viejos caudillos demoraran a las generaciones jóvenes, con ello mataron la evolución, y siguieron con el sello y la rutina. Podríamos citar numerosos caudillos argentinos que han reproducido en sus partidos esta rutina que ha terminado por llevarlos a la disociación y al caos.
Paso a los jóvenes, ha de ser la consigna. En ellos viviremos nosotros en el porvenir; si no, la idea ha de morir con nosotros. La doctrina debe de estar por sobre los hombres, porque los hombres mueren y la doctrina no. El día más feliz de mi vida sería aquél en que un peronista me criticara haber violado la doctrina porque, en ese momento, comprobaría fehacientemente que la doctrina ha llegado a estar por sobre el hombre (aplausos prolongados). Adecuar la doctrina al servicio del bien La consolidación de la doctrina será la base de la consolidación del Movimiento; con la consolidación del Movimiento habré terminado un ciclo. Los reformado- 101 res son meteoros que están destinados a quemarse para iluminar su tiempo. El hombre muere; sólo sus ideas pueden quedar. Los peronistas no harían nada con un viejo o con un muerto; con la doctrina lo harían todo, nuevos hombres impulsando la evolución del país y adecuando la doctrina al momento histórico nacional; nuevas fuerzas al servicio del bien, nuevas formas de ejecución al servicio de nuevas concepciones. Esto es progreso; el esquematismo y la rutina es rémora, es atraso; por ese camino no se va lejos. ¡Pobre país, y desgraciados de nosotros, si no fuéramos capaces de comprender cuando llega el momento fatal en que comenzamos a no ser útiles! La Argentina tiene muchos siglos por delante y muchos millones de argentinos que desean trabajar por su grandeza. Hay que cerrarle el paso a los incapaces y a los inmorales, pero hay que abrir de par en par las puertas a los capaces y a los honrados (la multitud grita “¡Perón sí; otro, no!”). Los hombres providenciales son útiles solamente a corto plazo, [pero] son fatales a la larga: por eso la ley ha de ser la de renovación. Y [como] la masa, como es histórico, hereda los reflejos de la personalidad de sus conductores, quiero prestar mi último servicio al peronismo y darle el mejor ejemplo: el de mi propio renunciamiento. Estoy persuadido de que con ello le hago el más señalado servicio a la causa que movilizó mi vida al servicio de un ideal patriótico (aplausos y gritos de “Perón sí; otro, no!”).
Señores, voy a omitir extenderme más sobre algunas generalidades de la organización, porque en el Manual del Peronista 52 han sido extractados en forma sintética, pero completa, casi todos los grandes principios a que ya me he referido en la conferencia anterior, y sobre cuyas bases ha de estructurarse la organización del Partido y la inculcación de la doctrina en las masas peronistas.
Nuestro caso particular, señores, impone considerar al peronismo como una fuerza nueva y con un período de improvisaciones propias de la acción revolucionaria que hemos realizado; una etapa intermedia, de transición, donde hemos vivido adaptando organizaciones sui generis a las necesidades del momento; y la 102 tercera etapa, que ha de iniciarse, donde hemos de cristalizar paulatinamente la mejor, más perfecta y más ajustada organización política que seamos capaces de realizar. Sólo con ello podremos realizar, dentro del país, todo el bien que anhelamos y sostener una acción inquebrantable que haga perpetuar en la República cuanto el pueblo por sí ha decidido que debe realizarse, anulando y destruyendo las fuerzas impopulares o extranacionales que se oponen y se opondrán tenazmente a la conquista de la felicidad del pueblo argentino y de la grandeza de nuestra patria (aplausos).
Esto, señores, impone un trabajo de organización que interesa directamente al espíritu colectivo de nuestra agrupación y a sus formas materiales. Es necesario, primero, la doctrina, que ha de inculcarse; la teoría de nuestra organización y conducción, que han de enseñarse; y las formas de ejecución, que han de establecerse reglamentariamente dentro del Movimiento.
Organización espiritual y cultura política Señores, muchas veces se me ha preguntado qué comprende una cosa y qué comprende otra; cuál es la doctrina, cuál es la teoría y cuáles son las formas de ejecución. Y a ello quiero referirme en este momento.
Señores, las masas humanas, orgánicamente constituidas, tienen que tener un ser armónico, sin el cual no llegan a ser masas organizadas. Esa armonía ha de establecerse por un sentir uniforme, por un conocimiento general y por una acción similar. Piensen ustedes lo que le ocurriría a un hombre que tuviese que marchar en una dirección, y su corazón, su alma, lo impulsara en otra. Mientras su cuerpo moviera las piernas en otra dirección, piensen si él podría llegar al punto que debe alcanzar. Con las organizaciones colectivas ocurre lo mismo: hay que darles un alma colectiva que, haciéndole ver las cosas de la misma manera, las haga apreciar de forma similar y las lleve a resolver de una manera semejante. A ello, hay que unirle el conocimiento de cómo se mueve, evoluciona y actúa esa masa armónicamente. Y finalmente, hay que establecer cómo ha de marcharse y cómo ha de procederse.
Lo primero, lo que le da el alma colectiva, es la doctrina; lo segundo, lo que le da la marcha en conjunto, es el conocimiento de la conducción; y lo tercero, las formas de ejecución, es lo que le da la armonía de conjunto, para que pueda ca- 103 minar armónicamente en la dirección que quiere, y hacia donde lo lleva su alma y su espíritu. Eso es lo que hay que hacer (aplausos, mientras se corea “¡Perón, Perón, viva!”).
Señores, tantas veces he hablado yo de que nuestros partidos políticos de antaño eran partidos inorgánicos… ¡Sí, señores; sostengo, y lo sostengo con conocimiento profundo de lo que es organización, que han sido todos partidos inorgánicos! Y un ligero análisis los pondrá a ustedes en la crítica de estas razones.
¿Qué partido argentino ha tenido una doctrina argentina? Porque doctrinas importadas tenemos varias (aplausos). Pero, señores, las doctrinas propias son como los trajes a medida y los botines a medida. Las doctrinas importadas, por muchos arreglos que le hagamos, tienen un corte ya defectuoso y difícilmente se acomodan al cuerpo (aplausos). Y además, esas doctrinas importadas suelen estar manejadas desde afuera, que es lo más peligroso que le puede ocurrir al país, porque sirven así intereses de terceros y no a los propios intereses del pueblo argentino. Ningún partido argentino ha tenido doctrina argentina.
En segundo lugar, señores, las organizaciones que se han realizado han sido siempre organizaciones defectuosas porque han comenzado por el defecto capital: ¿cómo podemos unir cosas que tienen alma diferente, que tienen espíritu diferente? Lo primero que hay que darles es un alma similar, es un espíritu que sintonice con los otros espíritus, para poder después unir materialmente lo que ya espiritualmente estaba unido. De manera que, cualquiera haya sido la organización, fallaba por su base. En cuanto a formas de ejecución, no hablemos; ustedes saben mejor que yo cómo se han manejado aquí los partidos (aplausos).
Cada peronista debe ser un predicador Señores, volvemos, entonces, a que es indispensable que nosotros inculquemos profundamente nuestra doctrina. La política peronista necesita, más que políticos, predicadores de su doctrina. Cada peronista debe ser un predicador (aplausos, y se corea “¡Perón, Perón!”). 104 Señores, sostenemos la verdad como la vemos y como la sentimos. Estamos en la obligación de predicarla, porque el pueblo, munido de la verdad, va a cualquier parte; pero el pueblo engañado, no irá jamás a ningún lado. Por eso nosotros, porque creemos que nuestra doctrina es justa, porque creemos que nuestra doctrina es constructiva, porque creemos que nuestra doctrina es leal y es sincera, queremos inculcarla en el pueblo argentino. Cuando todos conozcan la doctrina, no tengan la menor duda de que todos los argentinos serán peronistas (aplausos), porque esa doctrina ha sido creada para terminar con los males que han azotado al pueblo argentino; porque esa doctrina ha sido creada para terminar con las mentiras, y porque esa doctrina ha sido creada para terminar con el error y con el odio, y reemplazarlos con el amor, y con el trabajo de los argentinos (aplausos y gritos de “¡Perón, Perón!”).
Señores, para mí no cuenta solamente un peronista afiliado al Partido Peronista; cuenta más el peronista que siente la doctrina, aunque no estuviera afiliado al Partido.
Señores, partamos de esta primera conclusión irrefutable: la base, el cimiento inconmovible del peronismo es su doctrina. Cada peronista debe tener en su bolsillo la doctrina, leerla diariamente, después de leerla, comprenderla y, después, sentirla. Cuando eso haya sido realizado, puede decirse que ese hombre tiene un alma peronista (aplausos).
Una vez inculcada la doctrina, ¿qué es lo necesario, como segunda condición? El conocimiento de la teoría peronista. ¿En qué consiste la teoría peronista? Señores, en el Manual del Peronista está todo perfectamente explicado. La teoría comprende cómo se inculca la doctrina, porque la doctrina se inculca, vale decir que ha de sentirse. La doctrina es una cosa del alma, que crea una mística, que crea un espíritu. La teoría está dedicada sólo al conocimiento: ha de conocerse.
¿Qué dice esa teoría? La teoría enseña cómo ha de inculcarse la doctrina, cómo ha de formarse el peronista, cómo ha de organizarse el peronismo, cómo ha de conducirse el peronismo. Eso dice la [teoría]. Ahí está cómo se organiza, cuáles son los organismos. Todo está dentro de esa teoría.
¿Y la tercera parte? Las formas de ejecución. Es cómo procede el peronista y cómo procede el Movimiento Peronista. Esas son las formas de ejecución que se establecen reglamentariamente, para que todos marchemos armónicamente en la 105 dirección que queremos (aplausos).
En consecuencia, la teoría comprende: organización espiritual y material del movimiento. La organización espiritual es la doctrina, el encuadramiento de la masa, la organización material, la acción de los dirigentes políticos, la acción del gobierno peronista, la cultura política ciudadana.
Señores, ya me referí al pasar en esto, a la cultura ciudadana, es la reacción, más que nada, de una ética ciudadana que repugne al espíritu de un peronista proceder mal cuando tiene en sus manos el proceder bien. Crear esa natural repugnancia a las formas espurias, esa es la ética (aplausos).
Y, finalmente, la conducción del Movimiento: el conductor y sus órganos, el organismo que conduce el Movimiento con toda su organización, los objetivos espirituales y materiales del Movimiento, los objetivos partidarios, los objetivos nacionales y la conducción política, con el conocimiento de los principios de la conducción política, de la estrategia y de la táctica de la conducción política. Eso es la teoría; todo eso comprende la teoría.
La conducción política no es una cosa que la puede realizar cualquiera; es todo una ciencia; es todo un arte. Hay que conocer los principios; hay que conocer un poco de estrategia, porque la política es una lucha, y en toda lucha hay estrategia y hay táctica. Estrategia es el manejo general de la lucha política, y la táctica es el manejo local. Todo eso debe aprender un conductor, y si no, no es conductor (aplausos). Los valores espirituales del Movimiento y de la Constitución Referente a la forma de ejecución, el Partido ya ha dado lo que es elemental para los peronistas que sean estudiosos de nuestra doctrina, de nuestra teoría y de nuestras formas de ejecución. Para ello tienen ustedes, en primer término, los fundamentos filosóficos de nuestra doctrina, al alcance de todos, como la ropa hecha53. Tienen, además, la doctrina ya más o menos definida54; tienen el Manual del Peronista; tienen los valores espirituales del peronismo, además tienen la Constitución Nacional55 (aplausos). Con esos libros es suficiente para el peronista medio. El que quiere profundizar ya tiene suficiente literatura peronista para ir 106 profundizando los estudios que conducen a la capacitación para la conducción de los cuadros superiores, medios o subalternos de todo el Movimiento Peronista.
Toda esa labor cumplida por el Partido es un adelanto a su tarea de organización.
Señores, quedan por constituir ahora los comandos o la dirección del Partido.
De esos, hay tres clases: los comandos superiores, que le llamaremos la dirección superior partidaria; los comandos medios, que son la dirección local general de las regiones de la República, o de las provincias o departamentos; y, finalmente, los comandos directos, que están en las masas y son los que conducen parcialmente la masa. Es necesario establecer esos comandos.
Ahora, para eso, señores, no hay que olvidarse de que cada dirigente político ha de ser conductor, en grande o en chico, pero un conductor; vale decir que ese hombre ha de surgir de la masa, porque los conductores no se hacen por decreto ni por elecciones. El conductor nace, no se hace (aplausos, mientras se corea “¡Perón, Perón!”).
Señores, ello no quiere decir que hayamos de entrar en la escuela negativa de los que decían: si el conductor nace y no se hace, si no he nacido, ¿para qué me voy a dedicar a esto? No, señor. El conductor nace, pero hay que ver lo que aprende cuando estudia y perfecciona su capacidad de conducción, y hay algunos que han llegado a ser conductores sin haber nacido, por el método, porque al genio se llega por dos caminos: primero, naciendo; o, segundo, trabajando, que también [así] se alcanza al genio (aplausos, mientras se grita “¡Perón, Perón!”).
Pero, señores, lo que nosotros queremos afirmar de una manera terminante es que cada agrupación peronista ha de tener sus dirigentes. Si ese dirigente es conductor, tanto mejor; y si no, bastará con que sea honrado; si es capaz, mejor (aplausos).
107 Los ateneos peronistas: su finalidad Vendría, después, la organización de la masa. Hemos hablado de unidades básicas. Esas unidades básicas constituyen la célula constitutiva de la organización peronista. No queremos comités, porque el comité huele todavía a vino, a empanadas y a taba (aplausos). Dejemos el uso de los comités a los que prostituyeron su nombre, para que lo usen. Nosotros no queremos comités en el Movimiento Peronista. Eso que fue antro de vicio, queremos convertirlo en una escuela de virtudes. Por eso hablamos de ateneos peronistas, donde se eduque al ciudadano (aplausos), donde se le inculquen virtudes que le enseñen cosas útiles, y no donde se lo incline […] al vicio que ya posee. Señores, hemos nosotros de ser en este país los primeros que terminemos con el comité para crear bibliotecas y ateneos peronistas (aplausos).
¿Cuál será la función de esos ateneos peronistas? Reunir, adoctrinar, enseñar la teoría y las formas de ejecución a los peronistas, en amable camaradería; tratar a fondo la doctrina; exaltar los valores espirituales de nuestro Movimiento; perfeccionar las formas de ejecución con el conocimiento perfecto de nuestra teoría y de nuestras reglamentaciones. Además de esto, éstos serán órganos de vigilancia peronista. Se cumple la doctrina; se observa la ley; se observa la ética; se cumplen los principios peronistas; se combaten los intereses personales, se combaten los círculos políticos, se combate la murmuración y la calumnia. Éstos han de ser los puntos fundamentales que en cada ateneo peronista deben ponerse diariamente en práctica (aplausos).
Y además, señores, los ateneos peronistas serán centros de disciplina peronista. ¿En qué consiste la disciplina peronista? Señores, yo soy técnico en esta disciplina; he vivido cuarenta años sometido a la disciplina, y durante cuarenta años he impuesto también la disciplina. De manera que si alguien puede enseñar disciplina es aquél que durante cuarenta años ha mantenido la disciplina y ha soportado, venciéndose a sí mismo, la imposición de esa disciplina (aplausos).
¿En qué consiste la disciplina partidaria? Yo he conversado sobre esto con muchos peronistas. Hay algunos que dicen: la disciplina es la obediencia absoluta a lo 108 que decimos nosotros que mandamos. Sí, es una forma de disciplina; pero hay que analizar lo que es una disciplina y de lo que es otra disciplina. Así como las cosas en la vida cambian según el medio en que se ejercitan y el lugar en que se producen, la disciplina también está influenciada por estas mismas razones.
Hay, en este sentido, dos clases de disciplinas: la disciplina de la obediencia es una forma, y la disciplina de la voluntad que es otra disciplina. Si yo tengo que mandar una tropa, ahí tiene que ser la disciplina de la obediencia; ahí se le quita un poco de la voluntad a los hombres para tomarla el jefe, dejándole la necesaria voluntad para hacer lo mejor que puedan en cumplimiento de la voluntad del jefe. Esa es la disciplina de la obediencia, buena en el campo militar, indispensable por las formas duras de la lucha. Pero la disciplina política no, la disciplina política no puede prescindir de la voluntad de los hombres. La disciplina política ha de contar con la voluntad de los disciplinados (aplausos). Así es una obediencia, pero por convicción; una obediencia absolutamente voluntaria, sin matar la voluntad ni el libre albedrío de los hombres. ¿Cómo conseguir eso? Señores, también mediante la educación. En los pueblos que practican la democracia, como nosotros, la disciplina se obtiene por la subordinación de las minorías a las mayorías. Se vota y se dice: el pueblo quiere esto. ¿Cuánto hay? ¿Dos tercios? Acá, se hace voluntad de los dos tercios y no la de un tercio; es decir, completamente todo lo contrario de lo que hacen nuestros opositores que, a pesar de haberles nosotros ganado todas las elecciones en todas partes, quieren que se haga lo que dicen ellos (aplausos).
La mayoría representa la voluntad popular Dentro del Partido Peronista de lo que se trata es de lo siguiente: en cada organismo se discute, cada uno discute sus propias ideas y las defiende con todo el calor y toda la energía, pero cuando se vota y ganan los otros, es de peronista decir: “bien señores, ustedes son más y nosotros ponemos el hombro y ayudamos […] a lo que dicen ustedes, aun cuando antes estábamos en contra” (aplausos). Porque ese señor que en un cuerpo colegiado quiere hacer siempre su santa voluntad no sirve para esos cuerpos colegiados. A ése hay que mandarlo a que haga de dictador por ahí en alguna parte. Aquí es necesario obedecer a lo que la mayoría resuelve, porque es la única manera en los medios democráticos de hacer cumplir 109 la voluntad de ella (ovación y la multitud corea “¡Perón, Perón!”) En síntesis, señores, la disciplina peronista impone el juego libre de la voluntad hasta la decisión. Una vez decidido el asunto, el acatamiento incondicional a las decisiones de la mayoría. Esa es la disciplina peronista (aplausos).
Señores, no quiero ser cargoso estirando demasiado esta conversación (los presentes gritan reiteradamente “¡No, no!”), pero no quiero terminar56 sin referirme a otra condición indispensable del peronista, además de ésta de la disciplina, que creo ha quedado perfectamente aclarada, y que es la de la iniciativa.
A menudo oigo decir a los peronistas, cuando se les pregunta por qué no han hecho tal cosa, que no les han dicho nada. Eso es muy común. Por lo contrario, cada peronista debe tener un amplio espíritu de iniciativa. En este país, donde está todo por hacerse, cada peronista debe tener deseos de hacer algo. Iniciativa en la casa, iniciativa en el trabajo, iniciativa en el partido, iniciativa en el ateneo e iniciativa en la calle. Siempre hay que ir pensando en algo que pueda ser útil a los demás y, especialmente, para el partido. Ese es el peronista que necesitamos: el que no espera la orden, el que hace, porque siempre es peor permanecer inactivo que equivocarse en la elección de los medios para la consecución del objetivo.
Recuerden siempre que el peronista es un hombre de acción, y recuerden también lo que hemos dicho tantas veces: este país está llenos de libros, está lleno de discursos, de editoriales y demás, pero todas las cosas están por hacerse. Dejémonos de discursos, dejémonos de artículos de fondo y pongámonos a trabajar.
Además de estas dos cuestiones a que me he referido, la disciplina y la iniciativa, tienen ustedes en el librito editado por el partido, en largas transcripciones, todos los conceptos sobre los valores espirituales57. Cada uno de esos valores espirituales que hemos mencionado para los peronistas debe ser un cuadro de acción permanente para tomar hombres útiles, honrados y capacitados en la acción, que este país necesita en tal alto grado en todas las latitudes. Zonas desier110 tas, inhabitables e inhabitadas, sin agua, son problemas que los hombres deben solucionar para la felicidad y el futuro venturoso de la Patria.
Hay que sacrificarse en bien de la causa Compañeros delegados:
Ustedes han de iniciar mañana las sesiones de este magnífico congreso a realizarse. Los hombres en su local y las mujeres en el suyo.
Ahora, señores, me resta desearles que tengan el más grande de los éxitos, que realicen una tarea constructiva para el movimiento, para este movimiento peronista que me ha permitido, hasta estos días, una conducción siempre satisfactoria, lo que obliga mi reconocimiento. Debo confesar que los peronistas me han dado la satisfacción más inmensa que puede recibir un hombre en su vida; son todos tan buenos, tan amigos, son todos tan honradamente peronistas los peronistas de verdad, que motivan esa satisfacción, dando todos los días nuevas fuerzas para luchar con la abnegación necesaria en una tarea que es demasiado grande para ser realizada por pocos hombres. Es así que, con esta organización, damos lugar a todos los peronistas para que colaboren en la realización de nuestros ideales, damos lugar a que todos los peronistas de la República estén contentos y conformes de ser peronistas y de trabajar incansablemente por la grandeza de nuestro ideal.
Señores delegados:
Espero que de esta reunión a realizarse en la Capital Federal salgan las formas definitivas sobre las cuales hayamos de construir el magnífico edificio de nuestra organización partidaria. Hago votos porque esa organización siga como hasta nuestros días, manteniendo en alto el estandarte constructivo de nuestro movimiento; de estos peronistas que no han gritado que muera alguien, sino que siempre han gritado ¡viva! Piensen, señores, que toda organización que podamos realizar no tendrá valor alguno si no inculcamos profundamente nuestra doctrina y damos a nuestro movimiento la elevación más extraordinaria de sus valores morales. Solamente con espíritus en alto, munidos de la abnegación precisa para realizar los sacrificios necesarios para engrandecer y honrar al movimiento, tendremos una organiza- 111 ción. Si no, es inútil que nos unamos; es inútil que nos agrupemos si no le damos la fuerza motriz que las agrupaciones humanas tienen para diferenciarse de la turbas. Esa es toda la valorización espiritual, sin la cual los movimientos mueren; sin la cual dejan de tener su prolongación hacia el cielo, para distribuirse en una plenitud total, alcanzable por el espíritu de los hombres que dignifican, honran y levantan las acciones humanas.
Yo quiero ver al peronismo organizado, pero con un espíritu de organización y con un alma colectiva superior a su propia fuerza. |
1949-07-28 | Mensaje al pueblo peruano | Al cumplirse hoy el 128.o aniversario de la Declaración de la Independencia del Perú, me es particularmente grato enviar al gran pueblo hermano y al señor Presidente de la Junta Militar de Gobierno, general Manuel Odría60, las expresiones fervorosas y cordiales del sentimiento argentino, que adhiere emocionado a la magna efemérides, compartiéndola plenamente e identificándose con ella en la intimidad de su corazón.
Por las rutas comunes de la historia, la figura tutelar de José de San Martín inspira y orienta. La marcha de nuestros dos pueblos, iluminados por la luz purísima de su espada inmortal, que abrió en las tierras de América el surco eternamente fecundo de la libertad que se identifica con el destino del hombre americano, y de la justicia que es la razón inmanente de toda vida digna de trascender al plano espiritual y creador.
Nada aproxima tanto a los pueblos como la mística devoción por los mismos héroes. Perú y Argentina, bajo la sombra del Libertador, confunden la voz de sus himnos y despliegan en un solo vuelo sus banderas luminosas de paz y de concordia, en la fecha gloriosa que celebra el Perú, de cuyo júbilo también los argentinos participamos con sincera y profunda emoción fraternal. Y al formular mis votos por la prosperidad, el progreso y la grandeza creciente de la noble Nación unida a nuestro afecto, y por el éxito de la gestión constructiva de su ilustre gobernante, interpreto el sentir unánime del pueblo argentino y reafirmo mi inconmovible certeza en la unidad sustancial de la familia americana.
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1949-07-29 | En un almuerzo con delegados ante la Asamblea Peronista | Solamente deseo decir pocas palabras para agradecer todas las actividades desarrolladas durante la gran asamblea peronista celebrada en la capital de la República.
No ignoro que cada uno de los compañeros delegados es la representación auténtica de las distintas regiones del país, que llegan a la capital con el corazón inflamado por los mismos sentimientos, con el espíritu tonificado por la misma ambición de Patria que tenemos todos los argentinos y con el pensamiento puesto en la necesidad de hacer cada día más grande a la Nación, con nuestro trabajo, con nuestra honradez, con nuestra abnegación y con nuestro sacrificio.
Yo estimo, compañeros, que el representar a las provincias y territorios argentinos en nombre de los peronismos regionales que forman nuestro gran peronismo nacional implica una grave responsabilidad, a tono con el honor insigne que en una democracia significa representar al pueblo auténtico con sus aspiraciones y necesidades.
Estos días de reunión peronista han dado oportunidad a los compañeros de cambiar ideas entre sí, de fijar a la luz de nuestra doctrina las aspiraciones generales de la masa peronista, así como de venir a tomar en esta fuente auténtica del peronismo la inspiración y el mandato de trabajar en cada lugar de la Patria para que el peronismo siga adelante, munido del honor que es su escudo; de la abnegación, que es su fuerza motriz básica; y del amor a la Patria que es, sin duda, la armadura total del peronismo en defensa de la nacionalidad.
115 Compañeros:
Esa doctrina que entregamos al pueblo argentino, para que la haga suya, fruto de nuestras conquistas reales, de nuestro pensamiento y de nuestras vigilias, con el corazón y el espíritu puestos en la Patria, que ha de difundirse, que ha de inculcarse, que ha de evolucionar paulatinamente para mantenerla siempre al día, ha de ser llevada por ustedes a la práctica, impulsada en todas las regiones de la Patria, para que no quede un solo argentino que no la desee ver en marcha y en plena ejecución.
Ustedes saldrán hoy de la capital de la República hacia los cuatro puntos cardinales del país, portadores de la función misionera de ir a todos esos lugares que nos son tan queridos, a predicar esa doctrina de amor y de unidad de los argentinos; pero a predicarla con el sentimiento más profundo que todo argentino debe albergar en su alma, a inculcarla en los que todavía no la conocen o no la comprenden, persuadidos de que si hay un bien que podemos hacer a la Patria es llevarle estas ideas de la hora, las inquietudes de ese pueblo humilde y sufrido que ha aguantado tantos años hasta el advenimiento de esta doctrina santa, que es su reivindicación.
Es función de ustedes, compañeros delegados, predicarla. En el corazón de cada peronista debe vivir un misionero, un hombre que va portando una antorcha que tardó muchos años en llegar y que hoy está iluminando la Patria hasta sus fronteras. Y para desmentir también a los falsos apóstoles que muchas veces vienen a Buenos Aires pasando por la Plaza de Mayo, y vuelven a su provincia o territorio para decir: “Perón me dijo tal cosa”.
Debe llegar la hora en que todos los peronistas puedan decir: “Todo cuanto Perón pueda decir está dicho en la doctrina peronista”. No tengo que agregar una sola palabra. Y, para terminar, la doctrina no basta conocerla, no es suficiente comprenderla, no es nada inculcarla o sentirla; es necesario cumplirla, y en la mano de cada uno de ustedes, que representan la dirección del movimiento peronista, está la facultad de hacerla aplicar y cumplir, persuadidos de que ella ha de cumplirse primero en el factor hombre. Porque para poder ser dirigente del peronismo es necesario ser capaz y honrado. Nosotros, en el futuro, en defensa del acervo común y del bien de los peronistas, no debemos dejar llegar a los puestos 116 directivos a nadie que no sea capaz de honrar al peronismo. Y llegaremos a que cuando un peronista deba ocupar un puesto de responsabilidad, lo haremos jurar que, al abandonar su puesto, habrá hecho por el peronismo algo por honrarlo y dejarlo más grande que cuando lo encontró.
Si honramos al peronismo con nuestros actos, nos honraremos todos.
Este honor y esta honradez no se pueden separar. Es un honor y una honradez que tenemos que defender todos como la propia honradez y la propia honra. Por eso, un peronista que honra el partido, honra a todos los peronistas y tenemos que agradecérselo; pero aquél que lo deshonrara, ése será culpable de todo el mal que podamos experimentar por su acción.
Ahora, compañeros, después de esta reunión que culmina la serie de las realizadas por la asamblea, el imperativo será el de marchar serenos, sin hesitaciones, cada uno a su puesto de lucha, por un peronismo mejor, más puro, más capaz, para que en el futuro el solo hecho de decir peronista represente nombrar a un hombre honrado y capaz.
Finalmente, no podría yo separarme de ustedes sin pedirles que, al retomar a sus lares, quieran ser intérpretes ante los compañeros de mi inmenso cariño y reconocimiento por lo que están realizando los peronistas a lo largo de la Patria.
Para cada uno de ustedes, compañeros, mi profundo agradecimiento, mi inmenso cariño, que sellaré, en esta oportunidad, con un abrazo de hermano y de compañero sobre lo más profundo y más puro de mi corazón. |
1949-07-29 | En el acto de clausura de la Asamblea del Movimiento Peronista Femenino | Compañeras delegadas:
Si no estuviese profundamente satisfecho por cuanto –en el sentido de dar los derechos a la mujer en nuestra Patria–65, hemos realizado, este magnífico espectáculo sería lo suficiente para llenar de satisfacción al más exigente de los hombres frente a un cuadro de entusiasmo cívico quizás inigualado en todos los tiempos de la vida de la República.
Han dicho nuestros opositores que este acto, que se realiza en este teatro, es el cumplimiento de una etapa más de mis ideas y procedimientos demagógicos. Y es natural que opinen así quienes durante cincuenta años han negado a la mujer argentina la equiparación, en sus derechos cívicos, con los hombres, que han ejercido esos derechos durante tantos años, con resultados que no han sido quizás todo lo halagüeños que hubiera podido esperarse.
En esta oportunidad, he de dar muy sintéticamente algunos de los fundamentos por los cuales he trabajado y he auspiciado en todo momento el otorgar a las mujeres argentinas sus derechos cívicos, para verlas actuar en una sociedad libre de prejuicios y donde todos seamos artífices de un destino común del que no esté ausente la mitad de la población argentina, representada por el aporte de la mujer. 118 Yo recuerdo que en mis largas horas de estudio de la historia, recorriendo el largo devenir de todos los siglos de la humanidad, encontré que el primer pueblo de la tierra que en esa historia actuó y que dignificó y elevó a la mujer dentro de la comunidad organizada fue la vieja y gloriosa Esparta.
Dice también esa historia, tan remota ya para nuestros tiempos, que los espartanos convivieron en penas y alegrías, estrechamente unidos, hombres y mujeres, dividiendo los deberes y los derechos del Estado. Y cuenta más la historia. Que, cuando en los tiempos desgraciados, los espartanos, escudo en mano y corta espada en la diestra, debieron enfrentar a sus enemigos, quienes vigilaban la lucha e impulsaban a los hombres en las mismas falanges luchadoras eran las espartanas, mujeres y madres de los guerreros. Y cuando algún pueblo retrógrado de esos tiempos enrostraba a las espartanas que ellas mandaban a sus hombres, se limitaron a responder: “Es cierto, porque somos las únicas mujeres que tenemos hombres”. Pensamos que el hombre tiene una misión creadora: vivir y ser, producir grandes obras; no existir, conservarse, es andar entre las cosas que ya están hechas por otros.
Nuestras mujeres empiezan a sentir nuestras inquietudes porque comienzan a comprenderlas y porque, en último análisis, ellas son tan sentimentales como nosotros.
Dichosos los pueblos donde sus mujeres se interesan en los problemas de sus hombres, y desgraciados los países donde las mujeres desertan de la austeridad de sus hogares para refugiarse en la esterilidad de frívolas distracciones intrascendentes y secundarias. |
1949-07-30 | Ante delegados de Empleados de Comercio | El primer magistrado comenzó agradeciendo a los integrantes de la delegación su compromiso de convertirse en difusores de la doctrina peronista, destacando el fondo profundamente espiritualista de la misma.
Seguidamente, se refirió a diversos problemas que interesan a los empleados de comercio, como a todos los trabajadores del país, anunciando, en primer término, la posibilidad de que cada provincia cuente con una secretaría o ministerio del Trabajo, de acuerdo con su propósito de perfeccionar el régimen existente sobre la materia y poder contar en el futuro con un sistema más eficiente para que, en acuerdo con los gobiernos provinciales, todo se realice sin obstáculos legales y constitucionales.
En cuanto a la Caja de Jubilaciones y al Instituto Nacional de Previsión Social expresó que, para tener organismos completos, se estaba adquiriendo la necesaria experiencia. Al respecto, dijo: En realidad estamos recién recogiéndola, porque entrar en revisiones antes de tener acumulada una experiencia suficiente, suele ser una medida imprudente. Estos defectos se han presentado en todo el sistema argentino, porque cuando yo me hice cargo de la Secretaría de Trabajo y comencé a revisar el régimen de previsión social, me entregaron un muerto, un muerto del cual no hay ni noticias. Las cajas totalmente descapitalizadas y, además de descapitalizadas, no podían satisfacer las necesidades de los servicios de previsión social. Piensen ustedes que había jubilados que cobraban el 5 % de las pensiones que les correspondían. Lo primero que había que hacer para poner al día todo eso, y eso no se pone al día sino con dinero; no hay otra manera. Lo que he luchado yo, para conseguir dinero y poner al día todos esos mecanismos, 120 solamente sé yo lo que me ha costado para que los pobres jubilados estuviesen, en realidad, a cubierto del riesgo de volver a quedarse con el 5 % nuevamente, después de haber capitalizado las cajas. Todo eso le hemos realizado totalmente hasta este momento.
Añadió el general Perón que le interesaba mucho el régimen de las cajas y se manifestó partidario de que las mismas se entreguen a los gremios, pero a condición de que esos mismos gremios no vengan diciendo: “Se nos descapitaliza la caja: dennos dinero”. Luego de hacer otras consideraciones sobre el mismo asunto, agregó que eran cosas muy peligrosas, porque entregarles las cajas sin control de ninguna naturaleza podría ser para el gobierno una liberación; advirtió, empero que no se olvidaran [de] que hace poco no habían tenido que abonar una suma importante para las mismas.
Aclaró que no se refería a la caja de los empleados de comercio, porque era muy próspera, pero destacó que estaba tratando la situación de conjunto, ya que no podía circunscribirse a determinada caja. Expresó, además, que debía estudiar un régimen vasto para ser justo dentro de la legislación.
En cuanto al Instituto de Remuneraciones, dijo que algunas personas creían que se trataba de una cosa sencilla, siendo en verdad una cosa compleja. Es un organismo que se ha creado en muchas partes del mundo –agregó– y que en la mayoría de los casos ha fracasado.
Añadió que ese fracaso se debe a dos causas: primero, una mala estadística, y segundo, personal incapacitado e influencias capitalistas dentro del Instituto.
Después de abundar en detalles sobre la tarea previa a realizar en lo que se refiere al indicado organismo, manifestó que: Cuando esté realizada esa tarea vamos a organizar al instituto, lógicamente, de acuerdo a la ley; pero yo quiero entrar a cumplirla con un estudio científico realizado, es decir, con un proyecto concreto antes de nombrar a los hombres. |
1949-07-30 | En un almuerzo con delegadas del Movimiento Peronista Femenino | Compañeras delegadas:
Solamente quiero decir dos palabras para despedirme de ustedes. En primer término, en nombre propio e interpretando también a todas las mujeres del Partido Peronista, deseo agradecer al general Pistarini70 su valiosa cooperación, al ofrecer alojamiento y al brindar esta comida al Partido Femenino Peronista. Y lo hago, señoras y señoritas, para elogio de este ministro profundamente peronista, no peronista por lo que dice, sino por la inmensa obra que ha desarrollado, que ustedes mismas están apreciando en este alojamiento, levantado por la acción tesonera de este peronista a quien deberían imitar muchos otros.
Es inmensa mi satisfacción al verlas alegres y felices en este acto.
Deseo que puedan llevar esta alegría peronista y esta satisfacción de haber compartido horas de mutua colaboración pensando que todos tenemos la obligación de ir esparciendo a lo largo de la Patria nuestra doctrina, que proclama la felicidad de los argentinos y la grandeza de la Nación.
Que tengan todas un feliz viaje y que Dios las colme de ventura y felicidad. |
1949-08-01 | En un acto realizado por los obreros vitivinícolas | Compañeros vitivinícolas:
En primer término, deseo agradecer, con toda la emoción de mi alma, este recuerdo que nos hacen los compañeros, a mi señora y a mí, tanto en mi nombre como en el de ella que, debido a la emoción, ha omitido en las palabras que ha dirigido a los compañeros.
Es para mí una inmensa satisfacción verlos reunidos en este acto, a todos los compañeros, con la felicidad que da la obtención de los propios derechos a ser reivindicados, no solamente materialmente sino en lo que un argentino aprecia más, en la dignidad (aplausos), en lo que yo he llamado la suprema dignidad del trabajo en esta tierra, donde cada día estamos haciendo algo para dignificar al hombre que produce, al hombre que trabaja, de manera tal que algún día llegue a avergonzar a los que sólo consumen sin producir (ovación).
Ha dicho el compañero Peralta que todo cuanto se ha realizado me lo deben a mí. Yo he de aclarar ese concepto que, indudablemente, me honra más allá de mis propios merecimientos, diciendo: un gobierno que dice que él ha hecho tales, tales y tales cosas, que él ha dado, que él ha beneficiado, falta a la verdad. Los gobiernos no pueden dar nada que el pueblo no construya (aplausos). Lo que el gobierno puede hacer es evitar que, entre todos los que producen, algunos lleven la parte del león mientras otros carguen con sólo la parte del ratón (aplausos). Y toda nuestra obra de justicia social ha de apreciarse desde ese ángulo.
Con nuestras conquistas, con nuestro gobierno, ungido bajo el signo de la jus- 123 ticia social, no hemos hecho nada más que asegurar esa justicia, dando al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios (aplausos).
De manera que nuestro mérito, si merito hay en el cumplimiento del deber, es habernos puesto del lado de la justicia y no del lado de la injusticia (aplausos). Y ya que de justicia e injusticia hablamos, permítaseme hacer una ligera exégesis de estas dos palabras, en el momento actual que vive la República.
Cuando decimos justicia, anhelamos que no se le quite a nadie lo que le corresponde; que no se ejercite el poder en demasía; y que cada uno reciba la compensación a que su esfuerzo le da derecho. Esta justicia, que debiera ser apoyada por todos los hombres de espíritu recto, no es, desgraciadamente, lo que ocurre donde se ejercita la justicia (aplausos); y eso sucede porque también la injusticia, por ser injusticia, tiene sus partidarios (aplausos).
Parecería verdaderamente anacrónico que la injusticia tuviese sus adeptos; sin embargo, vemos diariamente los hombres que defienden la injusticia; naturalmente que, al hacerlo, no lo hacen jamás en su nombre, sino en nombre de una justicia que ellos tuercen para defender la injusticia (aplausos).
Nadie que tenga sentido común, nadie que haga honor a la verdad que todos entendemos por verdadera, nadie que viva en esta tierra la vida de relación que todos vivimos, puede negar, sin faltar a la más elemental verdad, que en esta tierra existe hoy mucha más justicia que la que existía antes (aplausos).
Y esa justicia está en todos los campos.
En el campo político, la suprema justicia es haber devuelto al pueblo la decisión de sus propios destinos, suprimiendo el fraude y suprimiendo la mentira (aplausos).
En el campo social, suprimiendo la explotación, suprimiendo esa explotación realizada siempre en nombre de una libertad que no fue nunca justicia (aplau sos), porque la libertad sin justicia es la peor de las ignominias. No hay posibilidad de abarcar una palabra sin la otra. De manera que, cuando se explota a un sector de la población, en nombre de la justicia se está haciendo escarnio de la verdad y de la justicia (aplausos).
Y, en el orden económico, ¿no es justicia pura la que hemos realizado, quitando la posibilidad de realizar esa explotación a los grandes monopolios capi124 talistas, para reducir su acción a lo justo, a lo que puede llamarse negocios, sin dejarlo pasar a lo que puede llamarse robo o explotación? (aplausos) ¿Quién puede negar de buena fe esta justicia? Señores, observamos que lo acaba de decir el señor es real (en alusión a la intervención de alguien del público): solamente un mal hombre puede negar la verdad frente a la verdad misma; solamente un mal hombre puede negar la injusticia donde existe, y desconocer la justicia donde la hay (aplausos).
Sin embargo ¿no nos la niegan todos los días? ¿No niegan nuestros compatriotas mismos, en lo interno, nuestra propia justicia? ¿No la niegan los diarios pagados por los consorcios capitalistas en el extranjero la misma justicia? (gritos de repudio) ¿No nos hacen una guerra despiadada desde el exterior los mismos consorcios que fueron desplazados para bien del pueblo desde nuestra propia tierra? ¿No nos niegan diariamente a nosotros, como se niega la justicia en medio de la delincuencia? ¿No vemos [en] países extranjeros a los que aquí no pudieron convencer al pueblo [como] intentan vanamente convencer a otros pueblos? Olvidan que el destino de los argentinos hoy, por ventura para nuestro país, depende nada más que de los argentinos (ovación)73.
Algún día aprenderán esos, extranjeros que hoy nos atacan con mentiras y con calumnias desde los diarios pagados con el dinero de intereses quizá inconfesables, y terminarán por convencerse [de] que, desde el exterior, con sus ataques combinados y pese a todas sus fuerzas, no podrán doblegar la voluntad argentina. Con el andar del tiempo ha de comprender que si Braden74 no pudo con nosotros, cuando nosotros éramos débiles y estábamos indefensos, no podrán con nosotros miles de Braden, porque nos hemos fortalecido material y espiritualmente contra todos los ataques y teorías foráneas. Hoy pueden estar convencidos, o el tiempo los convencerá, que la Argentina del presente representa un pueblo unido, confiados en sus propios destinos y que, en su decisión de vivir su vida, no habrá fuerza, ni de adentro ni de afuera, que pueda torcer su voluntad. 125 Compañeros:
Cuanto he dicho es real, porque el pueblo, porque la Nación encuentra hoy a sus hombres de trabajo unidos, y cuando los hombres de trabajo están unidos, munidos de la concepción y de la comprensión de los destinos de ese pueblo y, cuando ese pueblo ha decidido realizar su destino, no hay fuerza humana que pueda impedírselo.
Por esa razón he dicho, y lo repito con el más grande orgullo de argentino, que represento un gobierno poderoso porque gobierno sobre muchos millones de corazones de argentinos. Esa fuerza, compañeros, que da la relación de corazón a corazón entre un gobernante y su pueblo, es una fuerza que la historia demuestra en todos los tiempos que es total y absolutamente invencible.
Termino por donde empecé. No es mía la fuerza; yo soy infinitamente débil en mí; la fuerza es de mi pueblo; la fuerza es de este pueblo que trabaja, que produce y que se sacrifica; del único que yo reconozco como tal, porque aquel que no trabaja, que no produce, no es pueblo. Eso es rémora.
Por eso, compañeros, cuando los veo unidos, cuando los veo solidarios, cuando veo a los trabajadores argentinos marchando codo con codo, siento la sensación infinita de encontrarme suspendido de millones de voluntades contemplando la marcha de esos trabajadores modestos hacia un porvenir venturoso.
Cuando veo a los sindicatos argentinos manifestar su unión en un acto como éste, marchando con férrea voluntad en defensa de sus conquistas y en defensa de su vida, que es la vida de la Nación, todos hermanados en un mismo afán de perfeccionamiento, llevando adelante la organización en toda la extensión de la patria, voy pensando cómo van tejiendo la inmensa red, la inmensa telaraña del futuro argentino, que sólo ha de lograrse por esa inquebrantable unidad de las almas de millones de argentinos que piensan en argentino, que sienten en argentino y que realizan en argentino. 126 |
1949-08-06 | En su visita al trasatlántico “Conte Grande” | Tendría inmenso placer de hablar en italiano pero, aunque podría hacerlo, lo haré en español, porque deseo que mis palabras sean un símbolo más de la unidad entre Italia y la Argentina, ya que nuestros idiomas, usados indistintamente, están hablando de esa comprensión inmensa que ha habido, que hay y que habrá siempre, entre los pueblos italianos y argentino.
Para mí es inmensamente agradable llegar hasta el “Conte Grande”77 donde yo hice mi primer viaje a Italia. Sé que este barco representa, para nosotros, un vínculo más, innecesario quizá, a través de todos los vínculos que nos unen por la sangre, por la civilización y por la cristiandad, y todos los demás factores que juegan para que las almas estén unidas aun cuando los países puedan estar separados.
La Argentina, como muy bien lo ha dicho el señor subsecretario, representa para nosotros una continuidad de Italia; nosotros, en nuestra mayor parte, descendemos de italianos y hemos hecho de la Argentina una copia de la Italia inmortal por su cultura. Pensamos y sentimos con el genio latino, estamos con esa civilización y estamos dispuestos a defenderla a costa de cualquier sacrificio para salvarla frente a todas las acechanzas del mundo, y esperamos el día feliz en que, 128 obedeciendo a la doctrina que los siglos han dictado a los latinos en nombre de esa cristiandad, se extienda la paz que anhelamos, constructiva y poderosa, y que la legión de los latinos del mundo, con una cruz a su cabeza, inicie la conquista de los valores espirituales que, en estos momentos, están faltando en el mundo.
Cuando esa caravana de la latinidad inicie la marcha, los argentinos reclamamos tener el honor de ir del brazo de Italia, nuestra madre común. |
1949-08-11 | En su visita al trasatlántico “Presidente Perón” | Solamente quiero decir dos palabras festejando este acontecimiento tan importante para mí.
Recuerdo que una vez, llegando al puerto de Marsella, pasé por delante de una cantidad de barcos. En uno de ellos, estaba la bandera de la compañía. Me llamó extraordinariamente la atención; era azul y tenía estampada una llave blanca. Pensé en el significado de esa llave.
En mis reflexiones, y haciendo jugar a la fantasía, llegué a la conclusión de que esa era la verdadera bandera de todas las marinas mercantes del mundo, porque entiendo que ella es el medio de abrir todas las puertas del intercambio internacional. Por eso, la marina mercante es la verdadera llave de las relaciones y del intercambio.
Confieso que esa bandera ha tenido en mi imaginación una influencia permanente y, cuando llegué al gobierno, mi primera preocupación fue tratar de obtener para la República Argentina esa llave de [la] que habíamos carecido durante tantos años. Este barco es una partícula de esa llave, que espero sea más grande y más eficiente cada día que transcurra.
Recuerdo que cuando estructuramos el problema de la adquisición de la marina mercante, lo llame a don Alberto Dodero80, hombre que ha dedicado su vida a estas actividades, y lo consulté. Él me dijo: “Vea, presidente –así habla, con toda sencillez–, yo soy un hombre viejo, he ganado dinero en esto, y pienso retirarme 130 a cuarteles de invierno porque estoy un poco cansado y quiero disfrutar bien y tranquilamente mis últimos años. De manera que pienso liquidar todo y, luego, dedicarme a disfrutar de la vida con el derecho que me he ganado después de casi cincuenta años seguidos de trabajo”.
Claro que esa noticia no fue muy grata para mí. Por ello, lo fui persuadiendo, hasta convencerlo, de que no debía retirarse; que él debía poner todo el dinero que tuviese para comprar barcos, a fin de ayudar al país a construir la verdadera flota mercante, ya que él sabía bien que con la Flota Mercante del Estado solamente, no estábamos en condiciones de sacar anualmente nuestra producción, pues yo consideraba que era indispensable por lo menos un millón y medio de toneladas.
Después de mucho conversar, y de pedírselo, don Alberto aceptó seguir trabajando en esto, y él fue quien estructuró, diríamos así, un plan de conjunto de las adquisiciones, poniendo manos a la obra para realizar la más importante empresa de cuantas podíamos emprender nosotros.
Todos estos barcos son el producto de su experiencia, de su conocimiento y de su buena voluntad y patriotismo, puestas al servicio de una idea que, si era mía, no lo fue menos de él, que defendió siempre la idea principal durante toda su vida.
Es por eso que al homenaje que ha rendido el señor ministro de Transportes yo quiero unir el mío para el amigo ausente, con toda la emoción de que soy capaz; como un homenaje de amistad, como hombre, y de agradecimiento, como funcionario. Esto es posible merced a don Alberto Dodero.
Debo agradecer también la cooperación prestada por los astilleros constructores de esta nave. En ellos hemos encontrado una colaboración tan sincera que debo hacerlo presente en estas circunstancias. Cuando era difícil contratar la construcción de naves, cuando se miraban muchos aspectos antes de firmar un contrato de construcción para naves de esta importancia y de esta categoría, el gobierno inglés no opuso ningún reparo a la casa constructora y permitió la construcción de estas tres naves.81 Señores:
En los tiempos que corren, ésta es una demostración más del espíritu de cola- 131 boración que Inglaterra tiene para con nosotros. Todo esto merece nuestro agradecimiento hacia ese gran país, que yo tengo el placer de señalar ante el señor embajador de Gran Bretaña.
A la Flota Mercante, que ha tomado posesión de este barco para llevarlo por todas las rutas indicadas por el señor ministro, debo hacer notar en esta circunstancia el placer que siento de que, por disposición del Ministerio de Transportes, le haya permitido al señor capitán Galvagno82 que lo condujese hasta nuestro puerto, para hacer entrega de esta nave, cuya construcción dirigió y que, al decir de él mismo, le ha permitido la inmensa satisfacción de poder traer a un puerto argentino a uno de sus hijos.
Esperamos, señores, que él pueda traer a sus otros hijos para entregarlos igualmente en nuestro puerto, ya que él está encargado, y seguirá al frente, de la vigilancia a inspección de la construcción de las nuevas unidades.
Finalmente, señores, a mi amigo, el señor capitán Leporace83, a quien le ha tocado en suerte el comando de esta nave, y a quien conozco yo desde hace muchos años, viejo aviador y viejo marino, solamente le pido que lo ejerza con la pericia que él tiene, para que éste, nuestro barco, sea en todos los mares del mundo honra de la Nación, porque cuando todos los argentinos sepamos honrar al país en todas las latitudes y en todas las tierras donde nos encontremos, recién podremos comenzar a pensar que representamos a un gran país, no tan sólo grande por sus intereses materiales, sino también por sus valores espirituales.
El comandante de un barco argentino tiene esa obligación primaria que cumplir, y yo estoy persuadido, en absoluto, [de] que el señor capitán Leporace hará honor a la República en el comando de este barco.
En esta oportunidad, en que ofrecemos a la patria una prolongación en sus 132 mares y en los demás mares del mundo, quiero hacer una invocación para que el espíritu argentino que viaja en esta nave sea grato en todas las aguas y en todos los puertos del mundo; para que sigamos siendo ejemplo de perseverancia, de trabajo y de honradez; para que aquí siempre reine el patriotismo, que es nuestro mayor legado; y para que se afirme la decisión de ser siempre honrados en todas las oportunidades.
Deseo que cada uno de los hombres que se alejan con esta nave de nuestro puerto, inicien su viaje con la persuasión absoluta de que siempre llevan una parte del corazón de los que quedamos esperando su regreso y deseando su éxito. |
1949-08-24 | En un acto organizado por el sindicato de taximetristas | Compañeros:
Mis primeras palabras quiero que sean de profundo agradecimiento a los compañeros taximetristas que me han ofrecido esta noche tan cálida muestra de compañerismo y de solidaridad con que yo he soñado siempre en las masas de esta bendita Argentina, que tanto quiero.
Termina de decir el compañero presidente de la comisión de homenaje que más que el reconocimiento por la dádiva, la satisfacción satura el corazón de los que deben cumplir con su deber. Interpreto estas palabras como las más justas que un hombre consciente de su responsabilidad puede decir, comprender y sentir.
Cuanto ustedes me han agradecido, es simple, lisa y llanamente el cumplimiento de un funcionario contraído a su deber, amante de la responsabilidad que pesa sobre sus espaldas y consciente del deber que debe realizar diariamente.
Si de algo puedo enorgullecerme al haber propugnado y realizado una reforma social en esta patria es, en primer término, haber acertado en el problema y haber resuelto el primer punto fundamental: dar a los argentinos la posibilidad de trabajar para que ellos puedan brindar a la patria el producto de su trabajo para felicidad de los hombres y para que, mediante esa, la más noble de todas las actividades que un hombre pueda realizar, hayan sido capaces de dignificar el trabajo en esta tierra donde parecía que el mismo pesaba sobre los hombres como una maldición bíblica y no como la suprema y más grande de las virtudes que el hombre moderno pueda albergar en su corazón.
¿Qué reclamaban los taximetristas argentinos? Trabajo y herramientas para rea134 lizarlo. Corren malos tiempos en el mundo para ofrecer a los hombres dignos el trabajo y la herramienta. Desde los cuatro puntos cardinales nos llegan noticias que millones de hombres dejan caer sus brazos, desilusionados ante la presencia de la inacción, de hombres que se sienten infelices, que tienen hambre y sufren miseria y que, en vez de trabajo, reciben a menudo el duro tratamiento de la injusticia, de la explotación y del dolor.
Bendito sean los manes de esta patria que nos permiten construir nuestro destino, sobre la felicidad y la tranquilidad de nuestro pueblo y no sobre la miseria, el dolor y el sacrificio de las generaciones argentinas.
Sean también mis palabras de agradecimiento, en nombre de mi mujer, que no pudo asistir a esta concentración de camaradas taximetristas y a esta cena de compañeros y de amigos, pero pueden ustedes estar persuadidos de que su pensamiento y su sentimiento están presentes en esta sala como volando sobre el ambiente; y sean también mis palabras de agradecimiento en nombre de mi querido amigo el coronel Mercante que, por encontrarse indispuesto ha debido retirarse de la mesa; y sean mis palabras, asimismo, de elogio y felicitación al compañero Astorgano, a la comisión directiva y a todos los taximetristas que esta noche tienden la mesa amable de la camaradería y de la solidaridad para tomar contacto entre sus corazones y sus pensamientos, puestos ellos en un objetivo superior a todas nuestras aspiraciones: la patria y la unidad gremial de los argentinos.
Yo tengo diariamente muestras de la solidaridad, sinceridad y lealtad de los compañeros de los taxímetros. Cuando mi mujer llega a las dos o tres de la mañana, suele contarme cómo algún taximetrista condujo a algún viejo indigente desde Retiro hasta la Secretaría para que encontrara albergue o porque tenía alguna necesidad que satisfacer. Ese gesto, con ser sencillo, y ser sólo una manifestación, llena de gozo mi corazón de argentino y de gobernante, porque él refleja la soli daridad humana por la que yo he luchado y sigo luchando, y por la que lucharé el resto de mis días.
Tengo también diariamente noticias de ustedes con sólo conversar con un extranjero que llega a esta tierra, a quien he dicho muchas veces: “Ha conversado usted con él pueblo”. “Sí –me dice–. El taximetrista que me trajo me dio una conferencia peronista”.
Tengo que agradecer profundamente, como peronista, esta fiesta a los com- 135 pañeros.
Quiero darles también un consejo: sean unidos dentro del sindicato; sean compañeros y piensen siempre con criterio peronista. Para un peronista, no hay nada mejor que otro peronista; para un taximetrista, no debe haber nada mejor que otro taximetrista del sindicato. Recuerden el viejo consejo de Martín Fierro, cuando dice: “Los hermanos sean unidos, porque si entre ellos pelean los devoran lo de afuera”.
Deseo agradecer todas estas infinitas bondades con que ustedes hacen florecer las ilusiones de los hombres, con que ustedes llenan mi alma de esta felicidad que solamente se alcanza con las obras de bien y jamás puede ambicionarse con las obras del mal. Quiero, una vez más, agradecer esta infinita bondad con que ustedes premian nuestros últimos años y con que ustedes hacen de la felicidad un objetivo alcanzable para los hombres que, con lealtad y sinceridad, estamos empeñados en hacer surgir una nueva Argentina, en la que seamos justos los unos con los otros, para afirmar en el frontispicio de entrada de esta tierra los tres postulados peronistas, por los que lucharemos con todas nuestras fuerzas; vale decir, hacer de esta tierra una patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.
Quiero recordarles lo que siempre he sostenido desde 1944, cuando ustedes y nosotros realizamos de consuno nuestras primeras conquistas e hicimos nuestras primeras armas contra los enemigos de esas conquistas.
He dicho muchas veces que ésta es una lucha larga y tenaz. Todavía no hemos terminado esa lucha; no debemos alejar las armas de la mano hasta haber consolidado la victoria que hasta hoy hemos obtenido. El enemigo no duerme; el enemigo hace, como nosotros, vigilia de armas. Es necesario tener a mano esas armas para combatir la calumnia, la insidia y la mentira, que son las armas de nuestros enemigos. Para luchar contra esas armas, nosotros tenemos una infalible, que es la verdad. Cuando se posee la verdad es suficiente mostrarla, sin necesidad de ser orador ni de ser filósofo. La verdad es siempre tan esplendentemente clara que basta la exposición para convencer, para persuadir y para derrotar a los osados que niegan la verdad.
Sé cuáles son los sentimientos de este sindicato, conozco cuál es la fuerza de 136 las convicciones de los compañeros taximetristas y, por ello, me siento esta noche flotando en un ámbito de victoria y de felicidad. Por eso puedo decirles que en esta larga marcha de dura tarea y de profundo sacrificio que es el gobierno que, del mismo modo que los grandes desiertos, tiene sus oasis; también esta fiesta, donde amigos del corazón se reúnen para cambiar ideas y festejar a un hombre que ha cumplido con su deber, representa para mi vida de hombre consagrado al cumplimiento de su deber, un verdadero oasis de felicidad y de tranquilidad, que solamente podré pagarles esforzando y quemando mi vida en beneficio de los trabajadores argentinos. |
1949-08-29 | Carta al doctor Arturo Alessandri | Al senador nacional Doctor Arturo Alessandri 87 Santiago de Chile Estimado don Arturo:
Acuso recibo de su atenta del 22 de agosto y, confirmando mi cable, me apresuro a contestarle referente al particular que le preocupa.
Es indudable que las noticias transmitidas desde allí por las “agencias noticiosas” han exagerado los hechos, presentando la situación con una gravedad que, según veo por su carta, no es reflejo de la realidad.88 Los diarios argentinos, sin distinción de colores, han sido inducidos por esas agencias en la exageración que menciono.
Usted sabrá que mi gobierno sólo tiene influencia directa en el diario Democracia que, habiendo sido de mi señora, obedece a su orientación y a la mía. Es el matutino “peronista” de mayor tiraje (400.000 ejemplares) y este órgano se ha reducido a la información cablegráfica rutinaria, sin abrir juicio sobre los mencio138 nados acontecimientos.
Los demás diarios no están sometidos a control alguno, pues la “libertad de prensa” impera aquí merced al postulado constitucional que cumplimos ampliamente. A veces también me pegan fuerte a mí, pero entiendo que es un inconveniente, y forma parte de la función de gobernar.
La Prensa y La Nación son diarios de la oposición en manos de la oligarquía argentina y pagos, en forma disimulada, por los intereses foráneos. En ellos no hay posible acción, como no sea la polémica por medio de los diarios que nos son afectos.
La Crítica, antiguo diario de Botana, hoy propiedad de la esposa de éste89, con tendencia comunoide, en esta emergencia se ha despachado a favor de su simpatía. Noticias Gráficas, que pertenece a un consorcio financiero privado, hace sensacionalismo para vender más. La Razón, que es peronista, no ha publicado sino los cables procedentes de Chile. El Líder, órgano de la Asociación de Empleados de Comercio, muy vinculado a los Empleados de Comercio de Chile, ha hecho causa común con ellos, y los ha apoyado. El Laborista, diario clasista, perteneciente a los obreros, ha comentado todo con el espíritu de clase en defensa de los obreros chilenos. Está demás decirle que, como ve, estos órganos sectarios no piensan hacer otra cosa por razones de principios.
El Mundo se ha limitado también a la información de los cables recibidos, con imparcialidad, según creo. Pertenece a un consorcio inglés90. La Época pertenece al diputado Colom91, que es de esos hombres difíciles de controlar y manejar y, a pesar de ser un excelente amigo y correligionario, como periodista hace lo que quiere.
La radiotelefonía pertenece a empresas privadas por concesión del Estado. Ha transmitido las noticias de los mismos diarios o la cursada por las empresas noticiosas con sede en Santiago de Chile. Sobre ellas, el Gobierno tiene un control sólo relativo. La radio del Estado no ha comentado en forma alguna lo acaecido 139 en Chile.
Como usted ve, mi querido don Arturo, por esta síntesis circunstanciada que personalmente le hago, como resultado de información propia, no ha habido, según creo, una total culpa de nuestros diarios, sino, más bien, una información defectuosa aprovechada por algunos “para llevar agua a su molino”; por otros, para hacer sensacionalismos lucrativos y, por fin, por los que tienen algún resquemor.
En general, los diarios peronistas han hecho a menudo hincapié en el tono un tanto peyorativo de la prensa de Santiago, cuando trata nuestros asuntos, y existe un oculto deseo de “volver la pelota” en la primera oportunidad. No hablemos de los diarios comunistas que se editan en Buenos Aires: La Hora y Orientación han tenido sin duda la ocasión de cumplir sus anhelos.
Mi permanente respeto a la libertad de prensa y la prudencia y la tolerancia con la que actúo en materia de publicidad y opiniones, me permiten realizar hoy las gestiones necesarias para que se evite toda exageración y comentarios desfavorables. Por lo menos los diarios amigos satisfarán nuestra insinuación.
Usted, con su larga experiencia, sabe bien qué mal negocio resulta meterse con los diarios. Hasta ahora, salvo pequeños rozamientos, he marchado bien con ellos.
Por otra parte, mi país tiene emigrados políticos, creo que de toda América. No imagina usted lo que ello representa. De Chile hay varios y, entre ellos, muchos periodistas. Es indudable que, en estos días, su actividad es grande, y debemos hacer verdaderos esfuerzos para evitar que, desde nuestro país, aprovechen toda circunstancia para sacar partido.
Desgraciadamente, a todo lo anterior se sumó un hecho inoperante e ingenuo quizás en sí mismo. La señora Figueroa92, en una sesión de la Confederación Internacional de Mujeres, trató un poco duramente a los diarios, a quienes acusó 140 de libertinaje. Ello fue tomado como un ataque a la libertad de prensa y los diarios arreciaron en sus comentarios. Usted sabe, mi querido amigo, lo difícil que resulta la lucha en la polémica periodística. Yo no culpo a la señora delegada chilena, pues evidentemente su inexperiencia la llevó a decir lo que sentía y, quizás aún, la verdad. Pero en política no siempre se puede decir lo que se siente, ni la verdad. A menudo, callando se consigue más, si se sabe obrar oportuna y prudentemente.
Es mi pensamiento íntimo que deseo transmitirle, muy confidencialmente a usted, para que se empeñe en soluciones que nos favorezcan a todos. Le hablo con absoluta franqueza y sincera lealtad. Hace un año o más que la Cancillería chilena se encuentra empeñada en una lucha contra nuestro gobierno. Las insinuaciones, noticias, consultas entre Santiago, Montevideo y Río de Janeiro, se suceden sin interrupción. Las confidencias insidiosas, las intrigas, las indiscreciones más o menos voluntarias, permiten que nos mantengamos informados al día de las gestiones. Es indudable que esto, que oficialmente no podemos decir, por la gravedad que entraña, es un secreto a voces en Buenos Aires, y ello va creando un clima que se presta a futuras complicaciones en la buena vecindad y aun a acontecimientos de proyecciones difíciles de prever. A menudo la gente cree de buena fe que se puede hacer desaprensivamente “un machiavelismo a bon mercato”, pero olvidan que para hacer maquiavelismo exitoso hay que tener algo de Maquiavelo. De lo contrario, es más conveniente esgrimir la verdad simple y sin espejismos.
Yo puedo asegurarle, bajo mi palabra, que mi gobierno no realiza ni realizará gestiones de ningún orden, ante ninguna Cancillería ni por otros medios aun confidenciales, como no sean los actos serios y responsables que consultan los intereses comunes de nuestras relaciones e intercambio internacional más correcto. Soy enemigo de intrigas y componendas porque bien sé que ello a nada bueno conduce. Los hombres no sirven para guardar un secreto, por eso los secretos no existen. Ello sería posible en un mundo donde los hombres no fueran malos y mentirosos, y ese mundo tampoco existe.
No deseo prologar más esta ya larga carta al amigo, volcándole mis inquietu- 141 des, pues las sé también suyas, muy herido por las injusticias y los malos procedimientos. Quiero que sepa que ni aun así recurriré a imitar a quienes profesan tales métodos. En tal concepto, enterado hoy de lo que me informa, no escatimaré mi modesta influencia para solucionar lo que me aconseja y hacerle llegar mi agradecimiento con mi abrazo de amigo de siempre. |
1949-08-29 | En una demostración que le ofreció el gremio petrolero | Compañeros:
Sean mis primeras palabras para agradecer, con profunda emoción, este homenaje que congrega a los compañeros petroleros alrededor de una mesa de camaradería y de solidaridad que debe unir en estos momentos a todos los argentinos de buena voluntad que realmente amen a la patria y estén decididos a servirla.
Yacimientos Petrolíferos Fiscales es ya un nombre que, en esta tierra, ha ganado el cariño y el respeto de todos, y lo ha ganado en buena ley, trabajando y construyendo y, como consecuencia de ello, el personal de esta empresa está unido por una estrecha camaradería y una absoluta solidaridad que hace que en sus intereses, de cualquier orden, prive el sentido de la nacionalidad y el sentimiento patriótico que anima a las grandes empresas donde los argentinos trabajan con verdadero amor para producir obras completas, porque en el trabajo pasa lo que en la vida: los hijos del amor son siempre más bellos.
He escuchado la palabra viril y entusiasta del compañero Gomis, y no es su palabra, su sentimiento y su presencia nueva para mí. Es un viejo compañero que luchó al lado nuestro, no desde las fáciles horas del triunfo, sino desde las inciertas y difíciles durante las cuales no se vislumbraba para la patria un futuro luminoso como en nuestros días.
La causa de ustedes, que también es mi causa, es la causa de la Nación. La nacionalización del petróleo, para los argentinos, ha pasado a ser una bandera que se coloca indistintamente a la derecha o a la izquierda de la azul y blanca. Y hago esta aclaración, compañeros, porque va siendo hora de que refresquemos 143 algunas memorias que, por acción del tiempo, parecen haber olvidado lo que ningún argentino puede olvidar.
Resulta que a nosotros, que dimos a la patria todo cuanto la patria había perdido por la desaprensión de algunos hombres; que nosotros, que pusimos en la Constitución Argentina un artículo que establece para siempre, como derecho inalienable e imprescriptible de la Nación, la propiedad de la riqueza de sus subsuelo y, entre ellas, la del petróleo; que nosotros, que compramos los ferrocarriles y los puertos, que compramos los teléfonos, que nacionalizamos las empresas de transporte; que nosotros, que hemos estado incorporando al haber patrimonial del Estado todo cuanto había sido enajenado, somos los entregadores y ellos los liberadores.
Nuestros opositores encuentran ahora que nosotros no hemos nacionalizado suficientemente al país y creen oportuno presentar un proyecto de ley para nacionalizar lo que nosotros ya hemos hecho por la Constitución y por la ley del plan quinquenal. En otras palabras, algo así como el invento del paraguas. Ellos nos han de aconsejar a nosotros cómo hay que vender, pero no cómo hay que nacionalizar.
Yo felicito al SUPE, los felicito a ustedes, especialmente a sus dirigentes, y felicito a YPF, porque veo aquí reunidos a todos los compañeros de trabajo que se entusiasmaban y aplaudían cuando nombrábamos a su director, porque es halagador cuando el jefe sabe mandar sobre el corazón de sus subordinados, ver cómo, en un país como el nuestro, se ha iniciado una nueva era, no de cuello duro ni de rimbombantes personajes sino de hombres sencillos que ordenan hablándole a su personal y que están decididamente empeñados en ganar tiempo a las horas para hacer de esta patria algo más feliz y más grande en su porvenir.
Por eso es que al felicitar a ustedes tengo la inmensa satisfacción de felicitar al ingeniero Canessa95, porque le termino de escuchar felices palabras dirigidas a sus compañeros de trabajo. Debemos aumentar los rendimientos, debemos producir más.
Esa es la palabra que debe estar en la boca de todos los argentinos.
Producir es la palabra de orden en estos días. Yo no quiero producción barata 144 a base de la explotación de los que trabajan. Yo quiero producción sin explotación. Nosotros queremos explotar los yacimientos, pero no explotar a nuestros trabajadores.
No habrá esfuerzo que el gobierno no realice para proveerles de los medios necesarios para la producción. No es empresa fácil.
El señor ministro de Industria y Comercio96 se ha tomado el trabajo de prorratear los términos medios de empleo de capital por el Estado en YPF. Esos términos medios establecen que, antes de 1943, el término medio de apoyo financiero por el Estado, cada tres años, a Yacimientos Petrolíferos era 80.000.000 de pesos, y en los tres años de gobierno que llevamos nosotros, le hemos dado 800.000.000 de pesos. De manera que el abastecimiento de materiales no es todo cuestión de dinero. Hay muchos otros intereses que, hasta nuestros días, han impedido que llegase material abundante, moderno y nuevo para poder trabajar con un rendimiento mayor, pero, como dijo el ingeniero Canessa, es menester en esta lucha por la independencia económica de la Nación, donde el combustible es una de sus más fundamentales columnas, que sin bayonetas y con viejos fusiles obtengamos la libertad que necesitamos. Sin embargo, parece que el nuevo signo de los tiempos nos será propicio también en los materiales y, dentro de poco, comenzaremos a recibir lo necesario para trabajar con menos peligro, con menos esfuerzo y con mayor utilidad.
Pero, compañeros, la República no olvidará todo el esfuerzo que ustedes hayan realizado, que realicen o realizarán en el futuro para abastecer a nuestra República del máximo posible del combustible líquido. En manos de ustedes está el producirlo y en agotar hasta el último esfuerzo para extraer el último centímetro cúbico.
Deseo manifestar la inmensa satisfacción con que asisto a esta comida de camaradería y lleguen mis saludos a todos los compañeros, que desde Salta a Tierra del Fuego y de Buenos Aires a Mendoza, puedan escuchar estas palabras de saludo de un compañero de trabajo, que también quema sus horas en beneficio de la Nación, que también como ustedes, cada uno en su puesto de lucha y de 145 combate, está decidido a morir en el puesto antes que dar un paso atrás.
Sean también mis palabras de bienvenida a los compañeros que desde los distintos yacimientos y fábricas del país han llegado hasta esta comida, a quienes deseo toda clase de felicidad.
Expreso mis palabras de encomio a los organizadores, a los dirigentes de este gremio de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Ustedes no tienen la responsabilidad común de los gremios; ustedes tienen una mayor responsabilidad. Sobre ustedes descansa la riqueza del combustible argentino; sobre sus espaldas pesará, en un momento dado, la inmensa responsabilidad de que pueden dejar sin trabajo a millones de trabajadores, parando la producción. Recuerden siempre que ustedes pertenecen a una organización básica del Estado. Sin la acción de ustedes, al paralizar las fuentes de energía, pueden paralizar la Nación. De ahí la inmensa responsabilidad que pesa sobre todos y cada uno de ustedes.
Anhelo que, con el tiempo, Yacimientos sea una organización modelo que agrupe a cientos de miles de argentinos, que tengan en su corazón y ante sus ojos el objetivo supremo de hacer grande, poderosa, libre y justa a esta argentina de nuestros sueños.
Finalmente, felicito al compañero Gomis, al sindicato y a todo el gremio por verlos contentos en esta reunión de amigos, de amable camaradería, deseando que el gremio siga adelante, siempre unido, porque para un petrolero no debe haber nada mejor que otro petrolero. |
1949-09-01 | Con motivo de asumir su cargo el director del Instituto Nacional de Previsión Social | Como siempre, cuando llego a esta casa, lo hago con la inmensa satisfacción de recordar aquellos días pasados aquí, y hoy, muy especialmente, porque uno de los hombres formados en ella, donde ha trabajado con disciplina, con lealtad y con abnegación, llegó a uno de los puestos directivos en el orden de la previsión social de la República Argentina. Para mí, ver a esos muchachos que comenzaron hace tres años a formar su personalidad en esta clase de actividades y en esta casa, es la satisfacción más inmensa que puedo experimentar.
Ha dicho al doctor Policicchio99, con magnífico juicio, que la previsión social es uno de los fundamentos de la teoría justicialista, y ha demostrado que, en el tiempo en que nosotros actuamos, esa previsión social representa una garantía de ese justicialismo que sostenemos, reafirmado hoy por los hechos que están demostrando al país y al extranjero que no se trataba de meras palabras, sino de la previsión del futuro y de la felicidad de muchos argentinos que disfrutan del amparo de esa provisión social.
El Instituto Nacional de Previsión Social, tal cual ha sido concebido en nuestra organización, es el instrumento propugnador, organizador y de contralor de todas las tareas de previsión social. Sería inútil crear un instrumento que no fuera capaz de llenar fundamentalmente esta previsión.
La previsión social, tal cual la entendemos nosotros en este momento como 147 tarea de ese Instituto, tiene dos grandes compartimientos orgánicos.
El primero, es el servicio que se presta al hombre en función del trabajo que ha realizado durante su vida, que le asegura un bienestar cuando ya no puede seguir utilizando el trabajo de sus músculos y de su inteligencia, para poder subsistir dignamente. Esa es la primera función de la previsión: bienestar en concepto de acumulación de beneficio del trabajo de toda su vida.
El otro factor, que no está en acción directa del trabajo, sino de un servicio que ha de prestarse a quien por distintas circunstancias no se encuentra comprendido en las jubilaciones, es el seguro. El Instituto Nacional de Previsión Social debe orientarse a satisfacer el bienestar asegurado por los Derechos del Trabajador en uno de sus aspectos fundamentales, que llamamos derecho del bienestar.
El primer factor satisface uno de los derechos del trabajador, el derecho a la seguridad social. Por eso, la jubilación representa ese derecho del bienestar, en tanto que el seguro representa el de la seguridad social. Parecería que, en estos primeros momentos de creación y consolidación del régimen integral de previsión social, quedaría todavía, por no organizados, los tipos de seguro que se organizarán por otras circunstancias, que no pueden satisfacer esa seguridad social.
Por esa razón, otros organismos se han hecho cargo de esa función, que es la ayuda social. Ese servicio, que en parte pertenece al Ministerio de Trabajo y Previsión y, en parte, a la Fundación María Eva Duarte de Perón que, como ella lo ha dicho, satisface las necesidades de un sector de la seguridad social que ella reemplaza y que aspira a que el día en que la previsión social no deje a ninguno en la indigencia o en la necesidad, la ayuda social no tenga razón de ser en nuestro país.
La organización, la supervigilancia, la orientación orgánica y la vigilancia del cumplimiento de todo lo que acabo de enunciar, es tarea que le incumbe al Instituto Nacional de Previsión Social. Si ese Instituto toma otra dirección, va equivocado, va mal; no es su función, como no lo es la de desvirtuar, tergiversar o interferir a los organismos de previsión social, sino la de facilitarles, llevarlos adelante, ayudarlos y controlarlos como función estatal. Creo que eso es tan claro como el agua.
Quizá esa función no sea la más agradable, pero es la que marca la ley y el 148 sentido común. Ir en otra dirección puede ser más fácil, más conveniente a intereses personales, pero no es lo que le conviene a la comunidad y al Estado.
Señores:
La base fundamental para actuar en esta clase de organismos es la de ceñirse al cumplimiento de la función asignada. Es indudable que, hablando con la claridad con que nosotros hablamos, no puede quedar lugar a dudas de cuál es la función específica de este organismo. De manera que, cuando se le hace actuar en otra dirección o con otro objetivo, no hay que culpar al organismo sino a los hombres.
Pero los hombres tienen que llegar a entender que éste es un asunto serio y que a los organismos no se los puede utilizar en otras funciones que aquéllas para las cuales han sido específicamente creados. El Instituto Nacional de Previsión Social tiene una gravísima responsabilidad en la función que debe cumplir. Un poco de historia nos va a poner en la senda desde donde podamos divisar claramente en qué estriba esta responsabilidad.
Cuando yo llegué a esta Secretaría de Trabajo y Previsión; las dos o tres cajas de jubilaciones que existían estaban exhaustas, y había jubilados que sólo cobraban el cinco por ciento de lo que les correspondía como prestación por los aportes que habían realizado durante toda su vida.
Cuando analicé la situación, me encontré con que todas las cajas estaban descapitalizadas. Me decían: “se han equivocado en los cálculos actuariales”. “En la República hay muy pocos actuarios y los buenos que hay, parece que no son tan competentes, porque se han equivocado”.
Y, naturalmente, señores, que en el mal de las cajas de jubilaciones, en el año 1943, no tenían nada que ver los actuarios. Ellos calculan sobre índices conocidos y ordinarios, pero es que en esto había índices de tal naturaleza, que no sé cómo no habían terminado con la plata de las cajas en vez de descapitalizarse progresivamente.
Pero el hecho es que, cuando yo miré eso y fui un poco adentro para buscar las causas, terminé por decir: “Bueno, mejor es no investigar; vamos a tratar de conseguir el dinero para poner eso al día y buscar después un remedio para que no vuelva a reproducirse el fenómeno”.
¿Qué pasa, señores, con los regímenes de jubilación? El jubilado generalmente es un hombre que disfruta de una renta que él ha acumulado con sus aportes durante toda su vida, y tiene el derecho de exigir que se le pague en proporción 149 a lo que él ha aportado, para lo cual es necesario que las cajas sean muy prudentemente manejadas, porque hay algunos que, cuando se están por jubilar, quieren que les otorgue la jubilación de acuerdo al último sueldo alcanzado, aunque en ese momento sea el presidente de la República. No puede haber Caja que, con ese criterio, resista. Otros quieren jubilarse con los pantalones cortos. No puede ser tampoco.
En esto no se puede hacer milagros: la caja es un sistema de capitalización y de réditos que tiene una proporción lógica y natural, pero no puede hacer milagros. Los sueldos se pagan con la plata que se junta de los intereses pero, si las prestaciones están por sobre los aportes y sus intereses correspondientes, la caja comienza a sufrir una paulatina y pronta descapitalización, que es algo así como la anemia en las personas, que las va debilitando hasta que, por fin, las mata.
No sería nada que esto ocurriera si no existieran los jubilados. Y digo esto porque parece que algunos señores, que están en otras actividades, que todavía no se han jubilado, se hubieran olvidado [de] que las cajas son para los jubilados y no para ellos.
Hace poco tiempo, un gremio quería disminuir los tiempos para la jubilación y yo le dije: “Vean, es un asunto peligroso, porque ustedes, casualmente, cuando yo llegué a la Secretaría de Trabajo, cobraban el cinco por ciento y el diez por ciento de las jubilaciones. Ahora la caja ha aumentado, se ha consolidado, está fuerte y ustedes vuelven otra vez a la antigua política que llevó a la descapitalización de las cajas”.
El país necesita hombres que trabajen mientras estén en condiciones de trabajar y no como está pasando en la actualidad que muchos señores se jubilan para ir a tomar otro empleo y tener así lo que el pueblo llama “la chancha y los veinte”. En otras palabras, el sueldo y la jubilación.
Ese es un sentido egoísta y no social. Es lo contrario del sentido social que debe poseer el pueblo. Que se jubile una persona cuando no esté en condiciones de seguir trabajando, cuando en su trabajo no rinda o su salud se resienta por ese trabajo. Pero, cuando se está en condiciones de trabajar con salud y rendimiento, cómo puede ser posible que el país pierda el resultado de ese trabajo y que la comunidad mantenga a un hombre sin rendir por una cuestión de egoísmo personal 150 o de comodidad, que va solamente en beneficio de un solo individuo y en perjuicio de diecisiete millones de argentinos que, en una o en otra forma, son los que sostienen todo este andamiaje tan justo de la previsión social, tan justo mientras sea justo y tan injusto cuando el egoísmo lo convierta en un arma de explotación de la masa por un hombre, en vez de la prestación de un servicio social.
Hay que cuidar las cajas; hay que cuidarlas. Si yo fuese un político de los que actuaban en otros tiempos, les diría: “Adelante, muchachos; total, durante los años que yo voy a estar aquí, las cajas van a resistir”. Y pensaría para mí: “el que venga atrás, que arregle. A él le va a tocar resolver el problema”, que yo sé es terrible “porque yo lo resolví en esta casa en 1945”. Yo sé lo que costó apuntalar las cajas, descapitalizadas y anémicas; yo sé lo que es luchar para conseguir el dinero necesario para darles ese capital que ha sido dilapidado. Por eso, hay que cuidar las cajas, porque podríamos nosotros disfrutar de un cómodo presente, pero condenaríamos a las generaciones que nos siguen a volver a la indigencia, al hambre y a la miseria. Yo pienso que es más justo que nos sacrifiquemos un poco nosotros para dejar a nuestros hijos y a nuestros nietos una tranquilidad de la que no hemos disfrutado. Lo contrario no es racional, no es humano y, sobre todo, no es justicialista, como nosotros queremos que sea.
Hay que cuidar esas cajas, repito, con una perseverancia y una persistencia invencible. Hay que cuidar el centavo en cada una de ellas y no pedir aportes que sumen veinte o treinta millones de pesos para sostener un Instituto de Previsión Social, nos hemos ido demasiado lejos. Días pasados me decía el representante de la Caja de Previsión Social de un gremio que celebró un congreso –la razón de mi intervención en este problema proviene de allí, una de cuyas resoluciones muy justa, llego hasta mí–, “señores, nuestras cajas pagan para el sostenimiento del Instituto Nacional de Previsión Social, nuestra sola caja, siete millones de pesos”. Son siete millones de pesos que se restan al haber patrimonial de esa caja, en perjuicio de los jubilados que, a menudo olvidamos, aun cuando las cajas son de jubilaciones.
Es necesario que las cajas de jubilaciones se cuiden en su haber patrimonial, que no se gaste un centavo que no se deba gastar, porque eso se tendrá que restar mañana del sueldo de los pobres jubilados, cuando esas cajas, por incuria, por exceso de gastos inútiles, hayan perjudicado su aporte patrimonial en tal forma que no se puedan liquidar los porcentajes de jubilación que corresponde a los 151 aportes que esos hombres han hecho durante toda su vida.
En el Instituto Nacional de Previsión Social a que nos referimos, las cajas son todo.
El Instituto Nacional de Previsión Social es un organismo de control, es un organismo de dirección, de manera que no necesita ser tan ampuloso que descapitalice las cajas. Eso yo no lo puedo permitir. No lo puedo permitir porque debo defender a las cajas y a los jubilados, aun cuando no pueda defender el organismo ampuloso que con criterio político puede crearse dentro de la administración. Ya en esto hemos sido claros. La política, a los comités. En la administración, gobierno y administración ajustada.
Peor aún si en una oficina pública hay dos tendencias, dos políticas que están peleando por sobreponerse una a la otra. El sistema peronista es simple: cuando hay dos grupos de hombres haciendo cada uno su política, a la calle los dos. Solamente así se pueden salvar los resortes del Gobierno, así como los administrativos. Hay que dividir bien claramente los campos de actividad del hombre. Yo jamás critico a un hombre que tiene ambiciones y hace su política. Que en buena hora la haga y en buena hora tenga las aspiraciones y las ambiciones que quiera. Cuando las aspiraciones, cuando las ambiciones, cuando la política de los hombres comienza a perjudicar el bien del servicio, yo tomo el hacha y corto en frío. Digo esto porque tenemos que terminar con la pequeña política. Los peronistas tenemos una sola política: que es trabajar todos para todos. La única forma en que medimos qué es nuestra eficacia es cuando se puede decir qué hicimos bien o hicimos mal al servicio del país. El que hace mal no puede seguir, el que hace bien, ese va adelante, ese triunfa, a ese hay que levantarlo, a ese hay que ayudarlo, a ese hay que protegerlo.
Señores:
Ésta es la escuela que hemos implantado desde esta casa hace tantos años.
En ese sentido, yo pido para todos los funcionarios la indulgencia que necesitan los errores, tan humanos en los hombres. No vamos a sancionar los errores; no vamos a golpear sobre el que se ha equivocado, es necesario medir la intención de los hombres, no sus actos. Los actos con una intención, eso es lo que hay que 152 ver. Si la intención es buena, los errores son tolerables; si es mala, los éxitos son intolerables.
El doctor Policicchio, a quien todos conocemos, tiene la doctrina, la capacidad, la inteligencia y los conocimientos necesarios pero, por sobre todo ello, tiene la lealtad inquebrantable al servicio del país, sin la cual nadie puede ser peronista.
Y esa lealtad inquebrantable se transforma en acción, diciéndole pan a lo que es pan y vino a lo es vino; bueno a lo que es bueno y malo a lo que es malo; y teniendo el carácter y la voluntad suficiente para corregir los errores en el lugar mismo donde se cometen. Solamente así se hace peronismo, porque solamente así se hace Patria: sabiendo decir la verdad en el momento oportuno, ayudando a los hombres que ayudan y sacando del medio a los que obstaculizan.
Señores:
No todo ha de ser crítica en nuestro movimiento. Estamos organizando, estamos empezando. No es éste un movimiento que tenga cincuenta años; es un movimiento que apenas tiene cinco.
Todas las instituciones están en marcha, con sus defectos o con sus virtudes; lo importante es que están en marcha. ¿Cómo se hace en la montaña? Se le pone a la mula todo arriba y durante la marcha, con el movimiento, se van emparejando las cargas de manera que no le pesen de un lado más que del otro.
Cualesquiera sean los defectos que padecemos, porque empezamos, no tienen ninguna importancia, si nosotros, los encargados de llevar adelante esas organizaciones, somos lo suficientemente capaces como para ir conociendo los errores y corrigiéndolos en la marcha.
El servicio que hasta ahora ha prestado el Instituto, es grande y es excelente, pero tenemos que perfeccionarlo. Para ello, nada mejor que ir renovando durante la marcha todos los organismos, para que cada uno pueda dejar de sí todo lo bueno que tenga y llevarse en su marcha, después, todo lo malo que pueda quedar dentro de la organización. Yo no he venido aquí a criticar, sino a dar ideas generales, a expresar doctrina, a ser predicador doctrinario. Por eso, no quiero que se vayan a tomar mis palabras como una crítica a nada. No critico ni a los hombres ni al organismo; digo cómo deben ser los hombres y cómo los organismos, porque el peronismo entiende que la crítica es más fácil, pero también más inútil: es decir y nombrar las cosas que están mal o que se hacen mal. La crítica peronista no entra en esa acción negativa; la crítica peronista es de sentido inver- 153 so y positivo. Nosotros no decimos qué está mal: nosotros decimos cómo pueden hacerse bien las cosas.
He aprovechado esta amable reunión de viejos compañeros de esta casa para dar algunas ideas generales sobre la acción del Instituto. Le queda al Instituto todavía por cumplir –una vez que haya racionalizado su propia organización y la de las cajas, para que ni en ellas ni en el Instituto se gaste un centavo más de lo indispensable, no lo necesario, pero sí lo indispensable–, que ya es una gran tarea, estudiar el seguro. Tendrá que estudiar el sistema de seguros, porque ahora satisfacemos el derecho al bienestar; en lo futuro, tendremos que satisfacer el derecho a la seguridad social. Esa tarea es para trabajar día y noche si uno quiere andar rápido. No es fácil la tarea del Instituto si se la toma en serio y si se la quiere realizar honradamente. No es para ir a colocar muchos hombres para que tomen café y conversen. Es para que vayan hombres que si tienen una asignación mensual de doscientos pesos, le produzcan al Instituto por cuatrocientos. Solamente así es negocio. Y si nos sometemos a ese régimen en el orden del trabajo patronal, ¿por qué no nos vamos a someter a ese régimen cuando estamos trabajando para nosotros y para nuestros hijos? Por eso digo, señores, grave tarea, grave responsabilidad y gran trabajo que le encomendamos hoy al doctor Policicchio, sobre cuyas espaldas cargamos también la grave responsabilidad del futuro de la previsión social, esa previsión social que dará amparo a nuestros hijos, a nuestros nietos y a nosotros mismos; previsión social que, como muy bien lo dijo el doctor Policicchio, representa los cimientos de todo el sistema justicialista que tenemos la misión de propugnar en la Argentina y de practicar en el futuro.
Lo conozco al doctor Policicchio, sé de qué pasta está hecho, sé cómo piensa y sé cómo siente. Por eso, yo esta vez, quizá la única, lo he indicado personal mente como candidato para presidir este Instituto, porque yo sigo pensado que en el orden de las realizaciones, el hombre es todo, los hombres no son nada.
Yo tengo confianza en que él ha de dirigir con mano diestra, y tengo confianza en que todos los compañeros que forman parte del Instituto Nacional de Previsión Social, lo han de secundar con eficacia, pues son hombres, la mayor parte de ellos, que están trabajando con nosotros desde los primeros días y a quienes el 154 movimiento justicialista les debe todo lo que es; son hombres que al realizar tarea tan noble como la de participar en la dirección de este Instituto de la Previsión Social están velando por el pueblo trabajador.
Esos viejos dirigentes interpretarán mejor que nadie la responsabilidad que tienen sobre sí al decidir los destinos de la previsión social, pues son dirigentes que han sufrido los tiempos duros, que es la mejor lección para hacer hombres perseverantes y fuertes.
A esos viejos dirigentes que forman la alta dirección de este organismo, a quienes yo rindo y rendiré siempre el homenaje de mi consideración y de mi cariño, les pido que acompañen al doctor Policicchio, que lo ayuden y que pongan el hombro a esta tarea, que es una de las causas más nobles de nuestro sistema justicialista. |
1949-09-13 | Ante delegados al Seminario de Alfabetización y Educación para Adultos | En primer término, deseo darles –quizás un poco tarde– la bienvenida, y decirles que se sientan aquí como en su propia casa. Este pueblo es un pueblo acogedor y que siente una verdadera simpatía y un verdadero cariño por los americanos. Eso lo van a comprobar ustedes en todo momento en Buenos Aires.
Ya he hablado con el señor ministro y hemos puesto a disposición todo lo que sea necesario para que cada uno de ustedes tenga la posibilidad de viajar, de trasladarse y de visitar todo cuanto deseen. Para mí es extraordinariamente grato recibir esta clase de visitas.
Siempre he tenido un sentido de predilección por la enseñanza en todos sus distintos resortes. Nosotros hemos fijado, dentro de nuestra política estatal, con algunos eslóganes lo que representa el móvil de esa enseñanza, que comienza en los primeros años de la vida. Nosotros decimos que los pueblos que olvidan a la niñez ponen en peligro su porvenir y, en consecuencia, en este país, no existe otro privilegio que el que tienen los niños de ser dirigidos, educados y enseñados; fieles a ello, podría decir yo que nada es más elocuente que la disposición que hemos tomado desde que estamos al frente de la administración pública del país.
Recibimos un Consejo Nacional de Educación y un Ministerio de Instrucción Pública y Justicia. Se nos presentaba como un fenómeno verdaderamente anacrónico la existencia de un ministerio que atendiese dos ramas tan dispares y con tan poca conexión como la justicia y la educación. Además, existía falta de conexión 156 y de continuidad entre la primera enseñanza y la enseñanza universitaria.
Todo eso lo hemos subsanado, pero hay un aspecto cuantitativo que es el que verdaderamente resulta más elocuente. Recibimos un presupuesto que no pasaba de los 350 millones de pesos para la enseñanza, y nosotros lo hemos elevado a 1.250 millones de pesos. Si las cifras son elocuentes, ellas mejor que nadie pueden decir lo que nosotros hemos pretendido hacer de nuestra enseñanza.
Puedo manifestarles que en nuestro país, sindicado a menudo como nación que dedica mucho a sus fuerzas armadas, el presupuesto de educación es casi una tercera parte superior a los que suman los presupuestos de todas las fuerzas armadas del país. En el nuestro, afortunadamente, existen 16 maestros por cada militar. Esa es la proporción.
Podría extenderme en este aspecto, pero solamente quiero dar, global [y] sintéticamente, cifras que son más elocuentes, quizás, que toda la dialéctica y las palabras que se pudieran emplear para destacar un cuadro de esta naturaleza.
Nosotros pensamos en esta forma y obramos en consecuencia. No hacemos mayor propaganda de esto, porque entendemos que la misma ha de jugarse por los resultados que obtengamos.
En ese sentido, entendemos que hay un problema en este momento al cual tratamos de darle una solución. ¿En qué consistiría para nosotros ese problema? Afortunadamente, hasta ahora, en la enseñanza argentina se ha seguido un método quizás excesivamente universalista, pero eso ha capacitado al hombre argentino para la apreciación de los problemas también con un sentido universalista, en contra del sentido localista que a veces presenta soluciones fragmentarias, útiles para un sector, pero no para todo el sector que debe abarcar el hombre de estos tiempos.
Afortunadamente, las comunicaciones y todos los factores que influyen en el acercamiento de los pueblos han progresado de una manera extraordinaria y en grado tal que no pueden solucionarse ni resolverse los problemas locales sin la consideración de los problemas generales.
Creo que tanto en el orden espiritual como en el material, la enseñanza en América debe tener esos objetivos, porque solamente así llegaremos a esas unidades constructivas que no pueden traducirse en palabras si no que deben ser traducidas en hechos reales.
Muchas veces, frente a la inmensa responsabilidad que pesa sobre nosotros, 157 los que tenemos el gobierno, he pensado cuál es el problema del mundo actual y, en ese estudio de cálculo de posibilidades, he llegado a la conclusión de que el problema más grave que hoy tiene la humanidad es el hombre.
No hay ningún problema más grave que el del hombre. En este momento, se ventilan soluciones de tipo económico; se realizan conferencias y reuniones para tratar un problema que, en mi sentir, no tiene solución integral, aun cuando pueda tener solución en algunos países, lo que para el mundo no será jamás una solución. El proceso de estos últimos años viene demostrado al mundo que, mientras siga aferrado a la solución de problemas que no inciden sobre el hombre, no llegará, jamás, a ninguna solución integral. La reflexión es simple; la humanidad vivió durante el siglo XIX lo que podríamos llamar un siglo de abundancia y de construcción. Desde 1815, desde el Congreso de Viena, hasta 1914 fue un siglo de paz, de tranquilidad, de construcción y de abundancia. Pero las tribulaciones de los pueblos comenzaron con la Primera Guerra Mundial, en 1914. Los hombres, al parecer un tanto enloquecidos, durante cinco años se dedicaron a destruir gran parte de lo que habían construido en aquel siglo de paz.
Terminada esa guerra, los hombres se tranquilizaron y respiraron durante un periodo de veinte años, pues en el año 39 se produjo una nueva recaída y, al igual que la anterior, durante cinco años volvieron a destruir el resto de ese siglo de construcción.
Terminada esta última contienda, los hombres, en la misma forma como lo hicieron en el 18, dijeron: basta. Pero hoy pareciera que se prepara otra guerra que ya no sé qué es lo que iría a destruir de este mundo tan destruido. Pero eso no es lo más importante. No es tan importante que la humanidad haya destruido todo lo que construyó en un siglo de felicidad y de tranquilidad; lo terrible, señores, es que también ha destruido al hombre.
Desde cualquier punto de vista que se mire, la guerra es la destrucción integral de todos los valores que el hombre construyo en sí y a su alrededor. Lo que destruye a su alrededor, lo puede construir, pero lo que no puede reconstruir es lo que está destruido dentro de él. Y ahí es donde el factor guerra destruye con mayor impiedad. Si no, miremos un solo ejemplo; actualmente nos llegan informes de Europa donde dicen que la gente en París no tiene más interés que 158 divertirse; pocos trabajan y, según agregan algunos, es un país envejecido. Con respecto a Italia, también dicen que se trabaja poco, que la gente vive bien, gasta y se divierte. Antes de 1914, el pequeño burgués, el industrial, el ahorrista, había formado su bienestar asegurándose, en esa forma, lo que quizás no podría hacer en el futuro con su trabajo. Pero vino la guerra y perdió todo, porque alguien tenía que pagar los platos rotos y, de eso, no se escapó nadie.
Terminada la guerra, la gente volvió a trabajar; los franceses, como hacen a menudo, llenaron sus medias de billetes; otros, pusieron el dinero debajo del colchón; y, aquellos más progresistas, la pusieron en el banco. Llegó el 39 y, al igual que en el 14, fueron nuevamente despojados de todo. Terminada la guerra en 1945, también se le dijo al hombre que trabajara y este, entonces, respondió:
“No, ahora viviremos al día. ¿No ve que se viene la tercera guerra? ¿Para qué voy a juntar y sacrificarme si después van a despojarme dentro de 5 o 6 años?”.
La guerra ha destruido lo más grande que el hombre tenía: su idea de construir, sus aspiraciones y sus ambiciones. De manera que, si hay algún recurso en este momento en la humanidad para resolver todos los problemas, es salvar al hombre. Lo demás no tiene salvación. Pero parece que en todos los países del mundo, en vez de dedicarse a salvar al hombre, trataran de cegarlo metiéndolo dentro de un callejón sin salida. La solución de darle dinero para que no se rebele y viva, es una aspirina para el mal de la humanidad.
Hay que despertar esa ambición y esa esperanza; mientras el mundo no haga eso, no habrá resuelto el problema.
Pero, dirán ustedes, ¿a qué viene todo esto? Es que, precisamente, es tarea del maestro el hacerlo. Esa es la función del maestro. Hoy, y para nuestros países donde la guerra sólo ha llegado como un fatídico reflejo de lo que es la humanidad del presente, nuestra función, la función del maestro, es poner las barreras necesarias para que esa contaminación que viene de lo externo, no entre aquí. Y digo de la Argentina, como podría decir de todos los países de América, donde la guerra nos ha alcanzado sólo con ese hálito de tragedia que ha pasado sin dejar rastros sobre nuestra tierra.
La función del maestro es esa: salvar al hombre, pero no al hombre perdido, sino al que puede perderse. Hay que tomarlo a éste de abajo, llevarlo y cuidarlo porque esa es la esperanza del futuro del mundo.
Si los maestros cumplen esa función, serán beneméritos para el mundo; si no 159 la cumplen, Dios nos libre de lo que puede ser el futuro del mundo; en consecuencia, de todos nosotros.
Cuando yo hablo con la juventud, trato siempre de llevar esto porque el optimismo de nuestros tiempos es optimismo práctico; ya ha dejado de ser útil el optimismo fácil, el optimismo declaratorio. Hoy el optimismo se lleva en el corazón; otro optimismo es inútil y, muchas veces, contraproducente. Hay que enseñarle al hombre la vida optimista y con un alto ideal, pero en forma práctica, en forma que lo sienta. Y, para que lo sientan, hay que actuar sobre ellos. Y, en defensa de los menos capacitados, nuestra política, en ese orden, está orientada a formar un pueblo de hombres felices, primer paso para alcanzar los objetivos finales, porque nadie puede alentar esperanza en la miseria y en la infelicidad. Creado ese ambiente, podremos indicar los objetivos más altos que todos puedan alcanzar. Pero, previamente, hay que crear un ambiente de justicia y de felicidad, sin el cual es inútil que nos pongamos a salvar una humanidad que ya está perdida.
Toda nuestra doctrina, todo nuestro trabajo, todo nuestro sacrificio, están orientados a eso. Hay quien lo entiende y quien no lo entiende. La humanidad ha sido y será siempre así. Nuestro trabajo es persuadir. Para eso, he dicho yo que en nuestra doctrina no necesitamos políticos sino predicadores; predicadores del bien que, si algo hay en esto que no sea bien, lo transformen en bien y lo prediquen.
Los pueblos hoy vuelven a la Edad Media; necesitan de las prédicas constantes. Y el maestro no es solamente un hombre que enseña conocimientos, es también un apóstol que prepara almas para el bien. Sin él, la humanidad no puede salvarse.
Señores:
Yo no quiero extenderme en mayores consideraciones.
Sólo quiero decir que este concepto constructivo de la enseñanza y educación modernas, despiertan en mí esa inmensa simpatía para los que enseñan, esa inmensa simpatía que yo interpreto como una función hoy decisiva y transcendental para la humanidad. Por eso, nosotros elevamos al maestro; por eso, nosotros consideramos al maestro y nos sentimos felices de que hoy puedan reunirse en un congreso para cambiar ideas y tomar la responsabilidad para sí, porque nadie 160 podrá hacerlo por ellos.
Hoy, la actividad del mundo está en formar las nuevas generaciones; las viejas generaciones han fracasado porque han llevado al mundo a una situación sin salida. Los espíritus jóvenes y los jóvenes son los que pueden salvarlo. Nosotros, las generaciones que están quemándose en estos momentos, son las que han llevado al fracaso al mundo y no necesitamos decir por qué. Basta mirar el panorama del caos del mundo, del que no ha podido salir hasta el momento.
Señores:
Los hechos se juzgan por las consecuencias, y las consecuencias de la humanidad, basadas en la dirección de esa misma humanidad, han fracasado irremisiblemente. Si no la salva los que vengan, Dios nos libre adonde nos puede llevar un nuevo fracaso, y una nueva guerra sería un nuevo y definitivo fracaso para la humanidad. Por eso yo creo que, cualquiera sea la situación que se presente, nada será peor para el mundo que una nueva guerra, porque hemos destruido todo. Y ahora, ¿qué vamos a destruir? Lo que queda, y lo que queda es la humanidad. Es lo único que queda, y eso es lo que se destruiría en la próxima guerra.
Por eso, mantenemos nuestra doctrina de paz a outrance. Cualquier solución, cualquier hecho que sobrevenga en la historia futura, no será nunca tan terriblemente fatídico como una nueva guerra para la humanidad. No sufriríamos toda la guerra en forma inmediata, pero el cataclismo que vendría después de esa guerra nos envolvería y hundiría a todos, vencedores y vencidos. Eso es lo que le espera a la humanidad si los hombres no alcanzaran a ver claro y viene una nueva hecatombe, con las nuevas bombas atómicas, etc.
Los maestros tienen en esto una inmensa responsabilidad. El señor ministro de Educación, que es predicador máximo dentro del ambiente estudiantil en todos los órdenes, está en esa tarea abrumadora que le lleva desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche, como todos nosotros. Creo que todo lo que se haga en este sentido es poco. Por eso veo, en estas reuniones, a las maestras animadas de un profundo espíritu humanista y de una capacidad suficiente, como tienen las maestras americanas y, señores, ese es el espíritu de unidad de nuestra América: de comprensión, de tolerancia, y, sobre todo, de amor, porque si este problema no se resuelve con amor, no se arregla con ninguna otra cosa.
Yo les agradezco profundamente que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta aquí para brindarme la inmensa satisfacción de poder estrecharle la mano a 161 cada uno de ustedes, y repetirles que, en esta tierra, están en su casa.
La Argentina es un país que siempre se siente honrado y feliz cuando puede tener la inmensa dicha de que la visiten los hermanos americanos, ya que en ella, como se ha dicho aquí, nadie es extranjero.
Muchas gracias, y estoy a las órdenes de ustedes. |
1949-09-14 | Ante delegados a las Jornadas Pedagógicas Sarmientinas | En primer término, deseo agradecerles la amabilidad que han tenido al llegar esta casa para darme la satisfacción de poder hablarles personalmente a todas las señoras y señores que han participado de estas magníficas jornadas pedagógicas.
He sido puesto aquí para facilitarles a ustedes la tarea, tendiente a hacer que todos puedan cumplir íntegramente los objetivos fundamentales de la enseñanza, no subordinando jamás esa enseñanza, como ha dicho el señor ministro, a ningún resorte administrativo [ni] otro resorte de cualquier naturaleza. Mi función es posibilitar a ustedes el mejor desarrollo posible de sus actividades, para alcanzar los objetivos fundamentales que la Nación tiene fijados para la enseñanza. Entiendo, como el señor ministro, que toda la organización del Ministerio de Educación debe estar al servicio de los maestros, que son quienes tienen a cargo la actividad fundamental. Lo contrario, sería subordinar el objeto a la organización y no la organización al objeto. Desde el cargo que me toca desempeñar, yo pienso todos los días que mi función es posibilitar a los demás la realización de la suya con el mínimo de esfuerzo y el más alto provecho.
Yo he seguido en todas sus actividades a la escuela argentina y, en el fondo, he sido también, dentro de mi profesión, casi permanentemente un maestro y, en los altos grados, profesor de la Escuela Superior, de manera que la enseñanza no me es, de manera alguna, desconocida y estoy familiarizado con ella.
Sé bien lo que representan los maestros para la Nación. He dicho muchas veces que los países que descuidan a la juventud o la niñez ponen en peligro su porvenir; si eso ha sido cierto siempre, hoy es más cierto que nunca. El mundo 163 anda en un tren de cosas que no hace prever muchas bellezas para el porvenir, y nosotros, los que formamos a los niños, los que orientamos a la juventud, tenemos la obligación y la imprescindible necesidad de hacerlo conscientemente, con verdadero cariño y con verdadero amor, porque las obras de los hombres realizadas con verdadero amor son como los hijos que, cuando son hijos del amor, son siempre más dignos.
Yo he recorrido muchas partes del mundo y ya, en otras oportunidades, he confesado que podrá haber países que tengan un magisterio bueno, pero no creo que haya muchos países que posean un magisterio mejor que el nuestro. Esto tiene un doble mérito, por lo que representa el esfuerzo personal y colectivo para alcanzar ese grado de perfeccionamiento de nuestro magisterio, y por el sacrificio que significa haberlo alcanzado en un medio donde los méritos no han sido jamás reconocidos.
Por esta razón, mi primera preocupación ha sido, en el aspecto de gobierno que concierne a esta actividad, llevar al magisterio los medios necesarios para que puedan desempeñar su acción dignamente. Si alguna actividad es necesario rodear de una dignidad suficiente, es la del maestro, porque él es permanentemente observado por los jóvenes; porque él es, además de un enseñador, un educador; y el conocimiento entra en los niños más por los ojos que por cualquiera de los otros órganos.
Por esa razón, el presupuesto del Ministerio de Educación, aparte de separarlo de otras actividades, ha sido casi triplicado durante la gestión de mi gobierno. No hemos tenido, en ese sentido, otra limitación que el grado exhaustivo de posibilidades. Es así que creo que hoy el Ministerio tiene una dotación suficiente si de ella se hace una buena distribución y una buena administración, cosa que no es fácil.
El señor ministro ha recibido un Ministerio de Educación que no existía; ha tenido que formarlo. Tendrá ahora que organizarlo, y tendrá después que racionalizarlo.
Solamente así podremos sacarle al esfuerzo que la Nación realiza en este orden de cosas el mayor provecho.
Yo entiendo que no es simple, no soy tampoco un hombre apresurado; me 164 gusta realizar las cosas más bien lentamente, pero acabadamente. Por esa razón veo y aprecio los progresos que la educación hace en nuestro país, por todas las manifestaciones que se van presentando a lo largo de nuestra marcha.
Veo este acto como un progreso más. Veo en la reunión, la confraternidad entre los maestros, la verdadera expansión de un sentido social sin el cual las colectividades no tienen alma, no tienen alma colectiva, que es lo que más necesitan poseer. Y el maestro es un hombre que debe inculcar a nuestro pueblo ese sentido social de la vida sin el cual los pueblos modernos se transforman en verdaderos campos de batalla, en vez de ser verdaderos campos de trabajo ordenados, coordinados y de cooperación.
Por eso, es para nosotros fundamental terminar nuestro país con todas las luchas y reemplazarla por el cariño, la amistad y el amor entre los argentinos, a fin de que les permita iniciar la marcha en una misma dirección, con un mismo objetivo y trabajando alegremente para alcanzar ese objetivo.
Ese sentido social de la vida argentina que yo he estado preocupado en alcanzar, creo que es lo más definitivo que podemos hacer.
Ustedes saben mejor que yo, que antes, si se asociaban, eran anarquistas o comunistas. Ese espectro contra la asociación ha sido el fantasma levantado para disociar a los argentinos en vez de levantar una capa que nos cubriera a todos con la cooperación, la comprensión y la tolerancia, sin las cuales la vida es muy difícil de llevar armónicamente y no merece ser vivida.
En este orden de cosas, los maestros tienen una tarea extraordinaria que realizar, comenzando por ejercitarla dentro de la propia actividad. Los maestros han de estar unidos, han de venir de todas las latitudes para reunirse a menudo, a fin de cambiar ideas constructivas acerca de cómo va a ser mejor la escuela, porque eso no lo puede saber nadie mejor que los maestros, que son los que desarrollan esa actividad. Ellos van a dar la última palabra de cómo tenemos que perfeccionar a la escuela argentina.
De manera que estas reuniones, que con tanta inteligencia ha promovido el señor ministro y que, con tanta utilidad han desarrollado los señores docentes, me llenan de una íntima y absoluta satisfacción, pues es merced a ellas que puedo verlos reunidos, conversando y cambiando ideas constructivas para realizar la unidad de la escuela argentina en todos sus escalones, para que no enseñemos 165 una cosa en la escuela primaria, otra en la secundaria y otra distinta en la universitaria, para que los que se encaminen en una dirección no tengan otra cultura que los que se encaminan en una distinta actividad en la vida.
El secreto de nuestra posibilidad de unidad de acción nacional estriba, más que nada, en la escuela. En la observación que hago de la enorme cantidad de gente que desfila todos los días por mi despacho, noto lo siguiente: que viene un abogado y tiene una concepción ideológica distinta totalmente a la de un médico, y éste la tiene distinta a la de un militar; el militar tiene una orientación distinta totalmente a la de un escribano o a la de un contador, o a la de un doctor en ciencias económicas. Y me pregunto yo: ¿cómo es posible que, para los problemas de la nacionalidad y de la Nación, dos argentinos pueden tener una ideología y una concepción distinta? Es un defecto de nuestra enseñanza. La enseñanza no puede tener compartimentos estancos. La cultura debe ser uniforme y general para todos los argentinos. Hay procesos evolutivos que cada uno maneja a su manera, pero el Estado debe dar una cosa común a todos, porque si comenzamos por impartir una enseñanza heterogénea, con la heterogeneidad de los hombres se produce una diversificación tan extraordinaria que, al final, nadie se entiende.
Esto es algo que en las viejas culturas está realizado. Hay un cartabón común que los hombres de una misma nacionalidad reciben; hay un cartabón, una congruencia permanente entre lo que se le enseña al niño, al adolescente y al adulto, y sin esa congruencia en la enseñanza, nosotros estamos desuniendo en vez de unir y el problema de la República Argentina hasta nuestros días, ha sido justamente la desunión permanente entre todos los argentinos. Un día nos acusamos de una cosa y al día siguiente de otra; nos acusamos algunos de cumplir y otros de no cumplir, pero ninguno se pone a la tarea constructiva de unir a todos para que se pongan de acuerdo.
Esa función, señores, la tiene el maestro, pero ¿cómo podrían tener los maestros heterogeneidad en la enseñanza técnica, en la orientación y en los métodos, cuando viven a dos mil kilómetros de distancia, librados a sus propios medios para establecer métodos, sistemas y para realizar la enseñanza? ¿Cómo podrían ser homogéneos, si lo que correspondía a la enseñanza primaria estaba en manos autárquicas de otras que pertenecían a la enseñanza que estaba bajo la dirección 166 del Estado en la enseñanza secundaria, para pasar después a otra rama autárquica en lo universitario? Es como si al niño argentino lo educáramos en la escuela de Inglaterra, lo lleváramos a Rusia para la enseñanza secundaria y a Venezuela para la universitaria. ¿Qué saldría de ese pobre muchacho cuando llegara a ejercer su profesión en la República Argentina? Son cosas tan simples, tan elocuentes en los hechos como en sus consecuencias. O reaccionamos contra esto para hacer una escuela única para los argentinos, o de lo contrario seguiremos a la deriva y no contaremos nunca con un equipo de hombres en defensa del país, sino una multitud de equipos que juegan cada uno en distinta dirección en el mismo campo. Es como si cuatro equipos de fútbol jugaran con cuatro pelotas en el mismo campo. Esto es lo que nos está pasando.
¿Quiénes son los que van a salvar todo eso? Los maestros. Lo que no salven los maestros, no lo va a salvar nadie en el país, como ya lo he dicho otras veces.
El mundo está en una lucha de generaciones: de las pasadas, con las que vienen. Es una lucha que se realiza en el mundo entero que es, en este momento, la palestra de las mayores luchas que tiene la humanidad en toda la historia de los tiempos. Esa lucha de generaciones tiene que definirse de una sola manera: que terminen las generaciones pasadas y que se hagan cargo del mundo las futuras.
Porque de las pasadas no tiene el mundo un muy buen recuerdo, si juzgamos ese asunto por los resultados. Esperamos que las que vengan han de hacerlo mejor y, para que eso suceda, son los maestros los que tienen que formar. Hoy, el maestro tiene la obligación, no de enseñar a un muchacho, sino de formar un gran ciudadano. Si él sólo forma un hombre que sepa, no ha cumplido sino la cuarta parte de su función, porque las [otras] tres cuartas están en formar un gran ciudadano. El país será grande cuando tenga grandes ciudadano, y no será nada mientras no tenga esos grandes ciudadanos.
Hay un sinnúmero de actividades que perturban la acción de los maestros. Ellos también lo deben tener en cuenta. Por esa razón hemos tratado de que nuestros maestros desarrollen su actividad libres de cualquier otra influencia que no sea la función técnica de la enseñanza y la educación. Para hacer la política, nosotros tenemos los comités, y ahí la hacen bien, demasiado bien.
De manera que la escuela debe estar incontaminada y el magisterio debe estar incontaminado. Cada uno hará la política fuera de la escuela. Dentro de la escue- 167 la, hace el maestro, y solamente el maestro que enseña y educa con su palabra, con su consejo y con su ejemplo.
Si obtiene esto, señores, el maestro verá sumamente facilitada su función.
Es responsabilidad nuestra que el maestro pueda vivir [como] para que pueda dedicar toda su actividad a la enseñanza. El Estado debe liberar al maestro de preocupaciones de todo otro orden, para que él pueda ser un apóstol. Decimos nosotros, glosando las palabras del Reverendo Padre que habló sobre esto, que el maestro, además de ser maestro, debe ser apóstol. Pero al apóstol hay que permitirle que dedique toda su vida a su apostolado, y para que él pueda dedicar su vida al apostolado, el Estado debe resolverle el problema económico. Si él tiene que ganarse la vida, además, independientemente de su función, el apostolado quedará en un 50 %, y lo que se quiere del apostolado es que sea el 100 %. En ese sentido, nosotros hemos realizado ya un gran esfuerzo. Realizaremos mayor esfuerzo todavía e iremos contemplando situación por situación. Hemos salvado el primer gran escollo. Hemos sacado a los maestros, prácticamente, de la sumersión en que vivían. Hemos tratado de dignificarlo, no solamente desde el punto de vista de su vida material sino también ante la consideración pública y en el concepto público. Trataremos, porque no solamente de pan vive el hombre, de elevar al límite más alto que podamos, la dignidad y la consideración al maestro en el orden nacional. Y esto no lo hacemos sólo por la consideración que los maestros nos merecen, sino por una conveniencia del Estado, por una conveniencia de la Nación. Mal pueden formar ciudadanos dignos los hombres que son tratados con indignidad. Para enseñar la dignidad, lo primero que hay que tener es dignidad, y el Estado tiene la obligación de hacer de su parte todo aquello que sea posible para elevar al maestro al más alto rango de dignidad dentro de la sociedad, porque su función es la más noble, la más pura y de la que la Nación puede esperar mejores resultados.
En este sentido, nuestros deseos van más allá que nuestras posibilidades.
Desgraciadamente, tenemos un presupuesto que cumplir. Lo hemos estirado todo cuanto hemos podido en estos tres años: en tres años, tres veces; esperamos en seis años estirarlo seis veces. Pero esto tiene un límite que hay que ir 168 contemplando: hay que ir llevando paulatinamente y racionalmente el aumento y el equilibrio en todos los gastos del presupuesto. Afortunadamente, la República Argentina es un país que tiene un respaldo de riquezas y de víveres suficiente para que en esta tierra no haya nadie que no tenga lo necesario para vivir con alegría, con felicidad y dignidad.
Es cuestión de que nos dejen organizar, ordenar y equilibrar. Por eso, lo que se impone es avanzar lentamente, consolidando lo que se va a dejar atrás. Nada haríamos con realizar un gran avance sin consolidar las situaciones económicas que quedan detrás, porque eso constituiría una solución para hoy y el problema para mañana.
Lo que les puedo garantizar es que los maestros, como todos los demás gremios, van alcanzando, van siendo consolidados sólidamente y a la situación anterior no se volverá jamás. Solamente así se puede cumplir una obra social que promueva una elevación general de estándar de vida y de la felicidad que nosotros tenemos obligación de asegurarle al pueblo argentino.
Sé que hay problemas todavía en las escuelas. Los primeros problemas son los de las escuelas mismas, el edificio de las escuelas. Nosotros necesitamos construir diez mil en el país. Entre las provincias y la Capital, vamos a construir, durante mi gobierno, alrededor de cinco mil; quedará para el que me siga en el gobierno construir las otras cinco mil. Para fin de año yo tengo la promesa del ministro, de inaugurar la escuela número mil y espero que el ministro cumpla como Perón cumple. En la provincia de Buenos Aires se va a inaugurar también un número aproximado de escuelas. Casi todas ellas se están construyendo teniendo presente el problema de la habitación para los directores y, en los lugares apartados, también para los maestros. Ya no se construirán más escuelas que no tengan la indispensable vivienda para directores y maestros, y buscaremos de complementar esa obra en forma tal que puedan tener su alojamiento vecino a la misma escuela, porque ello también conviene al Estado, ya que de esa manera no sólo tendrá el maestro durante 5 o 6 horas diarias, sino durante 24 horas.
En esto, nosotros unimos lo necesario a lo conveniente, vale decir, que contemplamos el beneficio mutuo que pueden recibir el maestro y el Estado. Eso es un programa a cumplir que nosotros vamos realizando paulatinamente. El ritmo lo fija el estado económico. En estos momentos nosotros hemos detenido un poco la acción, porque el mundo está crujiendo económicamente en mu- 169 chas partes y, aunque económicamente estamos en muy buenas condiciones, no queremos que eso que parece que se rompe allá nos llegue a producir una conmoción aquí. Pero estos tres años, 1950, 51 y 52, han de ser también lanzados en esa dirección y, como la industria está ya apuntada por la acción de los tres primeros años, hemos de llevar a éstos toda la actividad constructiva. De manera que, dentro de estas posibilidades, los maestros pueden esperar que, día a día, nosotros [vayamos] mejorando las condiciones de enseñanza y de alojamiento y las condiciones personales de los propios maestros. Los maestros han aguantado tantos años, que 2 o 3 años no es una cosa imposible de esperar con verdadero placer. Yo solamente quiero agregar una cosa.
La escuela argentina, señoras y señores, para mí concepción, creo que está en un pie tan magnífico que no queda nada más que una tarea –la más fácil de todas las tareas– a realizar. Está formada, y está formado el personal, que es lo más difícil de formar en la enseñanza; está formado en una verdadera escuela, está formado por personas capacitadas intelectual y moralmente, para ejercer la enseñanza. Tenemos montado el sistema de nuestro país, está reglada la función; lo único que nos queda por realizar es armonizar los métodos, armonizar los métodos de cada actividad y poner de acuerdo esos métodos, lo que es la organización; y poner de acuerdo a los maestros, que es la parte humana de esa organización. Tarea, señores, que se realiza actualmente con estas mismas reuniones, y que el Ministerio de Educación está realizando en congresos que yo los veo con tanto placer, como el que se reunió el año pasado en Mendoza.
Juntar los maestros. Todo lo que el Estado pueda gastar para juntar sus maestros, para que hablen entre ellos y que, de esas reuniones, surjan construcciones de sus propias iniciativas y de su propia acción que asimile después el propio Ministerio, para ser dispersadas en conjunto, estará bien gastado. Asimismo, que haya cursos de perfeccionamiento; que los maestros en la Capital Federal, en distintas épocas del año, asistan a cursos de graduados, que vengan a ver cuáles son los métodos más modernos que pueden ser aplicados en la escuela argentina.
Es decir, cursos de perfeccionamiento para ir a esa unidad de método y a esa unidad de acción en los métodos de cada uno de los maestros argentinos.
Estos cursos, reuniones, jornadas sarmientinas, hay que repetirlas tantas veces 170 como sea posible. Lo que el Estado gaste en esto, lo va a recibir con creces en los beneficios de una cooperación y armonización del pueblo argentino, no ya de los maestros, sino del pueblo argentino. Esa tarea que creo, señores, es indispensable, se realiza en todas las actividades, ninguna tan importante como la de los maestros. Hay países donde está esto determinado orgánicamente. Es decir, que no puede pasar un año sin que se realice ese congreso; y está determinado ya quiénes deben, rotativamente, ir concurriendo a esos congresos.
Esas clases modelos también están determinadas, y esa enseñanza de posgraduados está también indicada en todos los países del mundo, para casi todas las actividades. ¿Cómo no debía ser indispensable que se realice con los maestros? Con ellos, que son los que van a realizar la capacitación para todos los que van a hacer esos cursos de posgraduados durante toda su vida. Si hay algo que es necesario que se haga en común y en colaboración, es la acción de la enseñanza desde el niño hasta el hombre.
Es en ese sentido que nosotros hemos de apoyarlo.
Se ha empezado bien, se ha empezado magníficamente bien. Pero me he de dar el gusto, antes de terminar mi gobierno, de reunir un día al 80 % de los maestros argentinos en Buenos Aires, para celebrar –diríamos así– una reunión de conjunto, donde podamos festejar los resultados de una acción colectiva. El maestro es mucho, pero los maestros son más. El maestro solo, puede realizar una gran labor, pero lo que al Estado le interesa es que esa labor la realicen todos los maestros juntos.
Señores:
Yo tendría un inmenso placer, y podría seguir hablando mucho sobre esto que me es tan grato, que me gusta tanto. Pero, sé bien que todo está lanzado y es dirigido por un ministro diestro y que los beneficios esperamos recibirlos a corto plazo. Solamente quiero decirles a ustedes, que se dispersan en todas direccio nes, que lleven a todos los maestros del país la persuasión absoluta de todos los esfuerzos que nosotros realizaremos en cumplimiento de esta función y de las distintas misiones, con tanto cariño y con tanta dedicación.
Estamos para eso, pero no solamente estamos para eso, sino que estamos encantados de poderlo hacer. Estamos para eso con todo el cariño, con todo el amor y con toda la dedicación que debe presuponer la responsabilidad inmensa de orientar cosas tan sagradas e importantes como la enseñanza y la educación 171 del país.
Llegaremos a organizar –es una cosa que he dejado para el final– la obra social del magisterio. Los maestros deben tener, y son tantos que es fácil alcanzarlo, una obra social bien difundida en todo el país. Deben tener lugares de descanso, porque cuando el maestro trabaja como tiene que trabajar, necesita un descanso, y un descanso reparador en un lugar higiénico y adaptado a la necesidad de la reposición de sus energías. Todo eso lo vamos a realizar en el futuro.
Hasta ahora ha habido tanto que hacer y hemos sido distraídos en tantas direcciones, que quizá no hemos encarado todavía en forma definitiva la posibilidad del desarrollo de una acción social en el magisterio, que permita a los maestros disfrutar de un merecido descanso en forma cómoda, en forma de diversión, en distintas partes del país.
De eso nos vamos a ocupar también con el señor ministro, y hemos de poner los fondos necesarios a disposición, porque esto se hace con plata. No nos vamos a engañar de que se puede hacer sólo con buena voluntad. Esto hay que hacerlo con dinero, reservando algunas partes de lo que sea necesario reservar y construyendo allí el alojamiento necesario, lo cual hasta ahora, se ha hecho en forma muy precaria.
La “Casa del Docente” ha sido el primer paso en ese sentido. Entiendo que eso hay que perfeccionarlo y mejorarlo mucho, todo lo cual se va haciendo despacito. Lo importante es tener la casa, como ya la tenemos, y tratar de tener otras más.
De la misma manera, trataremos de habilitar en Mar del Plata, Córdoba, Mendoza, las comodidades para alojar a núcleos de docentes que puedan desplazarse a esos puntos para tomar sus vacaciones. Por otra parte, el maestro es quien más necesita viajar y conocer; mal puede un maestro enseñar bien la Argentina, si él mismo no la ha visto. El maestro debe ver toda la República, debe conocer todo nuestro territorio para que, cuando hable, no solamente pueda decir lo que dice el libro de geografía, sino que pueda contar lo que ha visto. Y esa enseñanza no se reemplaza por nada.
El señor ministro está contemplando la posibilidad de que los maestros viajen sin erogación de parte de ellos, para conocer las distintas partes de nuestro país, conocer otra gente, intercambiar ideas con las personas situadas en otro punto 172 del territorio de la República, adquiriendo así ese espíritu optimista y juvenil necesario para el desenvolvimiento de su actividad, como también una suma de conocimientos que son indispensables para él.
Todo eso todavía está dentro de nuestras ilusiones, pero lo hemos de realizar poco a poco, porque ahora que los ferrocarriles son argentinos, podremos ofrecerles a los maestros, algunos pasajes para su desplazamiento de un lugar a otro dentro del territorio de la República. Pensamos también que las vacaciones se podrían hacer viajes a la Antártida con los barcos que van para allá.
Pero hay que facilitar el traslado de un gran número de maestros. Son tantos los maestros argentinos, que con pequeñas cosas no vamos a llegar lejos, y yo cuanto antes quiero llegar a organizar grandes caravanas, para que el pueblo conozca a los maestros, a fin de que ellos se hagan más simpáticos ante la población, porque es necesario que el niño los quiera, los trate y los respete.
En la Argentina nosotros encaramos otra forma de consideración hacia el niño, en la que el maestro tiene una importancia extraordinaria. Nosotros entendemos que hasta ahora al niño se lo ha tratado mal , no se lo ha cuidado, no se lo ha considerado ni querido como debía ser considerado, cuidado y querido. Ellos merecen el máximo del privilegio, porque son inocentes e indefensos, porque si no los defendemos y consideramos nosotros, no hay nadie que lo haga.
Cuando uno viaja por nuestra tierra y a veces ve esos “changos” semidesnudos, tirados entre el monte, se le parte el alma al pensar que ese chico va a criarse peor que un perro de la ciudad.
Tenemos que terminar con esas cosas; no se puede sacar de un chico abandonado un buen ciudadano, como no se saca un buen perro si éste está suelto por el campo; sale salvaje, mordedor y montaraz.
Todo eso que hay que hacer, que es tan inmenso, nosotros podemos realizarlo con la ayuda de los maestros. En estas conversaciones que nosotros tenemos, lo ideal sería poderlos reunir a los maestros de toda la República para que empecemos a hablar de un mismo idioma y formarnos dentro de una disciplina común en acción. Eso lo haremos con las reuniones de los maestros. Yo sólo doy estas pinceladas aisladas y con colores primarios para dar una idea de cuál es nuestra consigna. Esto no se puede realizar de inmediato. Es una obra de 10, 15 o 20 años de trabajo para cambiar mentalidades en el pueblo, cambiar sentimientos, orientaciones y métodos; hay que cambiar casi todo, en forma de que tengamos 173 una nueva mentalidad común y podamos marchar todos felices sin empujarnos en la marcha en una misma dirección y con un mismo objetivo.
Nuestra voluntad de hacer tiene su límite en las horas de trabajo y las actividades inmensas que confluyeron en esta casa, pero tengan ustedes la absoluta seguridad de que de todos esos inmensos intereses yo tengo el de la enseñanza, el de los niños y maestros, en primer plano. No ha habido hasta ahora ninguna iniciativa para mejorar eso que no haya recibido en esta casa, no sólo la aceptación, sino el apoyo caluroso y cariñoso de nuestra parte.
Yo les puedo asegurar que en lo futuro seguirá siendo de la misma manera. No habrá esfuerzo que no realicemos por satisfacer esto.
Y confiado al gran corazón y al amplio espíritu del doctor Ivanissevich que, por otra parte, es tan maestro como todos nosotros, porque él, después de trabajar muchos años en su profesión tiene el honor de que lo llamen maestro, el más alto honor.
Yo me despido de ustedes, y les ruego que a toda la gente, a todos los maestros, a los chicos de las escuelas que ustedes puedan recorrer y en las que actúen, lleven estos sentimientos de nuestro cariño y dedicación, para favorecer y facilitar la acción de todos ustedes; como así también tengan la seguridad de que, en esta casa, son siempre los maestros bienvenidos.
Y es para nosotros una inmensa satisfacción poder hacer cualquier cosa por ellos, que significa hacerlo por la Patria. |
1949-09-17 | Ante una delegación de estudiantes chilenos | En primer término, deseo agradecerles profundamente la amabilidad que han tenido de llegar a esta casa para darme a mí la inmensa satisfacción de poder estrecharles personalmente la mano a cada uno de ustedes. Guardaré de ese apretón de manos el recuerdo de un afecto, que es muy profundo entre nuestras tierras, y que yo anhelaría, desde lo más hondo de mi corazón, que fuese aún más profundo y más estrecho entre cada uno de los argentinos y cada uno de los chilenos.
Ustedes, que representan una de las partes más simpáticas y alegres de la vida, llegan hasta aquí, y yo me voy a permitir sentirme como en mis buenos tiempos en que también hacía de maestro, y darles algunas ideas generales sobre lo que está sucediendo en la Argentina, cuál es el fenómeno argentino, comentado en diversas partes del mundo de diversa manera, en la forma en que quizá conviene a nuestros mejores intereses de realización.
Yo no soy de los que creen que solamente la alabanza puede ser agradable y constructiva: también la crítica, aunque a veces desagradable, suele ser también constructiva. El que seamos criticados en distintas oportunidades no produce en mí efecto alguno. Lo que me interesa es que se haga obra; mal, pero que se haga.
Más adelante dijo el general Perón: Nuestro problema es el problema de todos los pueblos de esta parte del mundo. Heredamos una patria prácticamente sin una organización y sin haber terminado un mandato histórico de nuestros próceres. Política y aparentemente libre, económicamente encadenada a un colonialismo que todos conocemos, aunque cerremos los ojos para no verlo. Colonialismo que representa, en el orden de la vida de estas naciones, una sujeción en los principios culturales, en los políticos, en los sociales y en los económicos.
175 Ésta es una verdad, nos cueste o no nos cueste reconocerlo. Nosotros hemos tratado de reaccionar contra eso, y hemos puesto en marcha un movimiento transformador que, gracias a Dios, se ha podido realizar con luchas más o menos tranquilas, sin sangre y sin imponer al país un esfuerzo demasiado grande, como empezamos nosotros.
Empezamos con una revolución, una revolución incruenta, porque costó muy pocas vidas, aunque hubo una lucha muy intensa de intereses y de desplazamientos de esos intereses. Por eso comenzamos nosotros con una reforma social, a la que le siguió una reforma económica.
El problema en este país, en mi concepto, no ha sido de carácter político. En 1813 se hizo la primera gran revolución, realizada poco tiempo después de nuestra independencia –o de nuestro amago de independencia–; le siguió otra en 1815, después en 1820, en el 30 y en el 50. Es decir, que cada diez o quince años teníamos, permanentemente, una revolución. Esas revoluciones eran interpretadas como un hecho político: nos conformábamos con cambiar los hombres y seguir adelante, pero a los ocho o diez años había otra revolución, otro cambio de hombres, y así se seguía repitiendo el ciclo. En esta casa y en este salón, frente a esta efigie de la República los revolucionarios habrán jurado muchas veces respetar y hacer respetar la Constitución Nacional, lo que quiere decir que la revolución se había transformado en una institución constitucional.
¿A qué se debían estos movimientos cíclicos del pueblo argentino? A que esas revoluciones no habían cumplido su objeto, a que habían sido interpretadas como hechos políticos, como un mero cambio de hombres y no de sistemas.
En 1944 se presentó el mismo problema a raíz de la revolución del 43, y nosotros interpretamos que las causas de esa revolución no eran políticas sino económicas y sociales, y que si no se solucionaban los problemas económicos y sociales al poco tiempo tendríamos nuevamente otra revolución.
Analizó el presidente de la República otros aspectos de nuestra situación social y económica, y agregó enseguida: Nuestra reforma social está asentada sobre la reforma económica. Porque para mí, las demás verdades, las demás luchas y los demás movimientos en el mundo han ido todos al fracaso, sean de derecha o de 176 izquierda, porque la verdad en el mundo es una sola y porque la práctica de la virtud es una sola. Y porque, para asegurar la justicia, lo primero que hay que tener es un poco de virtud en el corazón y un poco de verdad en la mente. Y es mediante esa virtud que desinteresadamente debe realizarla, realizando el bien por el bien mismo, sin otro interés secundario que, a menudo, ha sido el móvil de la humanidad.
Hemos realizado esa justicia social. Con esa justicia social hemos obtenido el predicamento que tenemos en las masas trabajadoras argentinas, sin haber perjudicado en manera alguna los intereses de las clases capitalistas ni de las clases que llamamos oligárquicas dentro de nuestro país. En este momento, señores, yo puedo decir, con conocimiento profundo de causa, que todos nuestros obreros están conformes, están contentos y viven una vida de dignidad y de felicidad como nunca habían vivido en el país; que nuestros industriales han ganado más en 1948 que en 1947, y en 1947 que en 1946; y que las clases dirigentes no han sufrido ninguna molestia como consecuencia de ese tipo de reforma social. Si hemos conformado, sin perjudicar a los demás, al 80 % de la población, yo debo darme por satisfecho porque mi finalidad era esa.
En este país se explota la tierra y se explota la máquina pero, por una prescripción constitucional, está prohibido y penado por la ley el explotar al hombre.
De manera que hemos terminado con el trágico período de la historia que hizo luchar a los hombres contra los hombres porque éstos habían tomado como sistema la explotación de otros hombres.
¿En qué consiste la independencia económica en la República Argentina? En dos ciclos: primero, reconquistar todo cuanto habíamos perdido en el país desde el punto de vista económico; y, segundo, organizar para estabilizar y consolidar esa independencia económica en todo nuestro comercio interno e internacional.
¿Cómo hemos realizado lo primero? Los ferrocarriles eran extranjeros; los teléfonos eran extranjeros; pertenecían a grandes consorcios y monopolios extranjeros; el gas, los combustibles, eran extranjeros; la mayor parte de los puertos eran extranjeros. No teníamos marina mercante.
Teníamos una deuda pública por la cual pagábamos dos millones y medio de pesos por día. Además de eso, el acopio de toda nuestra producción estaba en manos de un gran consorcio, también extranjero.
177 Ustedes preguntarán qué era argentino acá, lo mismo que preguntamos nosotros cuando nos hicimos cargo de esta lucha. Han pasado tres años, y con un empeño y una decisión que hay que poner en estas luchas para vencer, hemos realizado toda esa obra.
Hemos comprado los ferrocarriles, cuarenta mil kilómetros, con todo su material e instalaciones, más diecisiete mil propiedades, bienes indirectos de los ferrocarriles, y lo hemos pagado gracias al pueblo. Ahora son nuestros.
Lo mismo hemos hecho con todos los teléfonos, con las compañías de gas, con las compañías que tenían los puertos y con la deuda externa, que hemos pagado hasta el último centavo. Hoy no debemos un centavo a nadie. Además hemos comprado la marina mercante, de un millón y medio de toneladas. Todo eso ha sido hecho en tres años, y se ha pagado completamente. De país deudor, hemos pasado a ser país acreedor.
(Perón citó a continuación numerosas cifras, en corroboración de sus afirmaciones y prosiguió con su discurso).
La reforma económica nos ha permitido montar un nuevo sistema económico. Así, en tres años hemos podido comprar por valor de diez mil millones de pesos y pagar todo al contado [rabioso]. En estos momentos estamos al día. El haber patrimonial del Estado es de setenta mil millones de pesos y la deuda interna es de trece mil millones de pesos. O sea, tenemos un haber de setenta mil y un debe de trece mil.
Es lógico que el capitalismo se enoje porque uno abandona el patrón oro, porque eso le está indicando que la economía no continúa más al servicio del capital, sino que el capital está al servicio de la economía social, de la economía popular. En otras palabras, la plata no es para acapararla sino para hacer felices a los hombres del pueblo. Esa es nuestra concepción; por eso abandonamos el patrón oro; no queremos seguir haciéndole el caldo gordo, porque sería anacrónico que siguiéramos manteniendo el patrón oro si pensamos que el capital debe estar al servicio de la economía. Y en ese grado de congruencia es que vamos reformando.
Algunos dicen que somos locos. Bueno, pero vivimos mejor que antes cuando éramos cuerdos. 178 (El presidente formuló otras consideraciones sobre las tareas que realiza su gobierno, y sobre su afán de lograr el bienestar del pueblo. Refiriéndose asimismo a las ideologías que “ya se van muriendo” en nuestro país, y recordó los resultados de los últimos comicios como demostración de que el comunismo carece por completo de caudal político. A continuación, el general Perón se refirió a las relaciones de nuestro país con las repúblicas hermanas; relaciones que la Argentina cultiva con fraternal afecto).
¿Qué es lo que ocurre? La doctrina peronista, como todas las doctrinas, no se detiene en las fronteras. Se conoce, pasa las fronteras, se forman partidarios, y empieza a discutirse en los países en que se recibe. Lo mismo pasa en el mundo con cualquier otra doctrina ideológica. Se recibe, discute, algunos son partidarios y otros contrarios. Pero yo no puedo poner barreras en la frontera para que nuestras ideas no salgan del país. Salen libros, sale propaganda. ¿Y qué quieren que yo haga? De ahí a que me meta en los problemas internos de Chile, Paraguay y Bolivia, hay mucha distancia. ¡Qué me voy a meter! Aquí nadie se mete, y al que se mete con los problemas internos de otros países lo pongo preso. Tengo las fronteras vigiladas, pero lo que no puedo parar con la gendarmería ni con las aduanas, son las ideas. Ellas salen, se esparcen, van a un lado y a otro y se empiezan a formar movimientos peronistas.
Entonces, es lógico, va el peronismo a un país extranjero, y “peronista” suena mal. El peronismo es de aquí y para aquí, yo nunca he pensado que pueda ser para otros países y creo que no serviría para otros países. Las ideas pueden ser adaptadas a las posibilidades y necesidades de cada país, pero eso nos hace aparecer como que nosotros estamos en la tarea de difundir nuestras cosas. Nada de eso.
Se dice que es un nuevo fascismo, que es un neo nacional-socialismo. No hay nada de neo; nada de eso. Nosotros no tenemos intención ni interés en que esto salga de aquí. Hemos buscado nuestra solución y Dios me libre de todo eso. Por eso, hemos establecido como doctrina internacional la prescindencia absoluta en todo problema que pertenece a la política interna de cualquier Estado americano.
Unirse, en esta parte del Continente, debe ser la palabra de orden para los jóvenes, si es que quieren asegurar el porvenir de ustedes y de sus hijos. El mundo no tiene solución. Actualmente tiene tres mil millones de habitantes, y dicen los economistas que para que un hombre pueda subsistir tiene que tener una hectá- 179 rea laborable a su servicio. Y el mundo no tiene en estos momentos más que mil quinientos millones de hectáreas laborables y su población aumenta en casi 25 o 30 millones por año, con lo que se agrava el problema. La humanidad está hoy a media ración; la humanidad necesita comer.
¿Qué hubieran hecho los imperios del siglo XIX? Hubieran ido a plantar y cosechar nuevas hectáreas de tierra que no están explotadas en el África o en el oriente asiático. Los imperios del siglo XX van a luchar por las zonas superpobladas, van a luchar por la Europa Occidental y central porque no les interesa ya la tierra, les interesan los brazos de esas inmensas ecúmenes de Europa, pero olvidan que la tierra contesta a la explotación produciendo, y el hombre a la explotación contesta rebelándose. En eso está el mundo trabajando en estos momentos.
¿Cuál será nuestro porvenir? El porvenir está en manos de ustedes que son jóvenes. Yo sólo quiero decirles que éstas son nuestras ideas con referencia a nuestra amistad y hermandad con Chile.
Esto es lo que sincera y lealmente pensamos y queremos, y lo que estamos inculcando a nuestra juventud para que su futuro esté orientado hacia la unidad en esta zona del continente.
Si ustedes trabajan en su tierra por la misma doctrina, nuestra unión será de amor, pero hay que empezar a desarrollar ese amor y trabajar por él, seguros de que el porvenir nos lo agradecerá.
Antes de terminar, quiero excusar la ausencia de mi señora, que ha ido a Burzaco. Allí tiene un Hogar. Ha ido a saludar a los viejitos. De manera que le haré presente el saludo de ustedes y les ruego que los acepten en nombre de ella, pensando en que si se quedan unos días más, mi señora podría recibirlos para conversar con ustedes. A ella también le gusta conversar mucho con la gente joven.
Estaría demás decirles que, en esto, ofrezco toda mi simpatía y mi cariño y que lo hago como amigo, como real amigo y les pido que aquí se sientan ustedes como en su propia casa. Éste es un país en que tenemos libertad, aunque en alguna parte se diga lo contrario. Aquí tenemos libertad, hacemos lo que queremos y lo que se nos ocurre, y nadie jamás nos va a preguntar qué hace ni quién es. Ésta es una de las características de este país. De manera que les pido que se sientan 180 aquí como en Santiago de Chile, en la Alameda, en la Ahumada o en la Plaza de [Armas]106. Les agradecemos muchísimo y estaremos satisfechos de poder serles útiles en lo que nosotros podamos. |
1949-09-20 | Ante los delegados de cooperativas agrícolas | En primer término, agradezco las amables palabras del señor Sienrra109, ya un viejo amigo nuestro, de quien conocemos perfectamente bien su intención y su calidad. De manera que, todo cuanto nosotros podamos hacer para el ordenamiento de la colaboración y cooperación que nos ha sido transmitido por el señor Sienrra, lo haremos, porque estamos de acuerdo con ello y apoyaremos fervorosamente sus ideas, porque son las propias ideas del Estado. Tenemos objetivos absolutamente comunes a los de ustedes.
Una de las cuestiones más importantes que nosotros hemos considerado, es el poder organizar nuestra riqueza. Esto es muy simple de decir y muy difícil de realizar, no porque se trate de una cuestión compleja, sino porque hay un sinnúmero de intereses que se interponen y no hacen posible la realización ordenada y rápida. Sería inútil, señores, discutir las ventajas de poseer una riqueza organizada. Eso está en todos los espíritus, y tanto mejor si se obtienen mayores beneficios con el mínimo de sacrificios. A esta finalidad estamos todos perfectamente encaminados.
Desde que estamos en el gobierno, hemos tratado de tener una orientación para iniciar, diremos así, una perfecta organización en la explotación de nuestras riquezas, y si no hemos obtenido mayores resultados que los que están a la vista, ha sido porque las organizaciones no pueden ser tomadas y calcadas en corto 182 espacio de tiempo. La organización es una cosa que marcha junto con el Estado, que hay que actualizar permanente y constantemente durante su marcha. Nunca se tiene una organización perfecta, porque la evolución va dejando en formas imperfectas cuanto antes se nos presentaba como perfecto. Pero lo que no varía son los grandes principios, las grandes orientaciones y los objetivos que se tienen en vista.
Al comenzar esta conversación dije, señores, que los objetivos de las cooperativas son los mismos objetivos que tiene el gobierno. Y, entre ellos, podría hacer notar el más fundamental de todos. Nuestra política se ha caracterizado, generalmente, en el orden económico, hasta nuestros días, desde que estamos en el Gobierno, por la inclinación y decisión de suprimir los intermediarios inútiles que hacen imposible la organización de la riqueza y que viven de la explotación de quien produce.
Yo clasifico las actividades de los hombres en tres grandes categorías. Los primeros son los negociantes, actividad simple, fácil, que muchas veces se puede realizar desde la cama, con un golpe de teléfono mediante el cual se hace una operación que representa millones de pesos. Cuando eso no es posible, los hombres se dedican a comerciar. Ya hay una actividad mayor. Hay que comprar, hay que vender, hay que atender el negocio. Y cuando esa actividad, que es distinta, de segundo orden en comodidad y facilidad, no es posible, hay que dedicarse a producir, trabajar que, en el fondo, es la extracción natural de la riqueza que el hombre toma de la tierra para transformarla en elemento útil. En nuestro país, poco a poco, la primera actividad, que es la de intermediario, va desapareciendo. El negociante va desapareciendo poco a poco para que éste sea un país de comerciantes y de productores. Ese es el objetivo nuestro. Ustedes tienen los mismos objetivos que nosotros, es decir, suprimir el intermediario para reemplazarlo con actividades de ustedes mismos, de los mismos productores, lo que significa, en otras palabras, que el que produce su riqueza sea quien la acopie, quien la manipule y venda. Eso es lo que nosotros queremos.
Yo he demostrado en el Gobierno esa tendencia. Sólo que eso no se puede organizar, desgraciadamente, en un solo tiempo. Son como todas las operaciones quirúrgicas, que no pueden realizarse en un tiempo. Hay que realizarlas en varios. El cirujano abre primero, extirpa o conecta los órganos que sean necesarios para que, después, sigan funcionando perfectamente bien; luego cierra y deja 183 que se cicatrice. El organismo económico es como el organismo fisiológico. Hay cosas que no se pueden hacer en un tiempo. No podíamos nosotros haber reemplazado los grandes consorcios y monopolios, porque ustedes, cooperativistas, hubieran sido totalmente impotentes para luchar frente a ellos. Hubieran sido aniquilados por los monopolios.
Esa es la historia del mundo. Entonces, nosotros hemos preferido que quien luchara en igualdad con los monopolios fuera el Estado. Y el Estado aniquila a los monopolios cuando tiene la decisión porque tiene en sus manos todos los medios suficientes para aniquilarlos. Yo puedo asegurarles que, por lo que se refiere al acaparamiento de la riqueza argentina, los monopolios están totalmente aniquilados en el país y no volverán a surgir. En otras palabras, señores, el primer tiempo de la operación está realizado. Las cooperativas pueden ser bien organizadas, fortalecidas y apoyadas por el Estado. La conexión viene en el primer tiempo de la operación.
Es indudable que la cooperativa es una de las formas a la cual hemos dado nosotros preferencia en toda la organización de nuestro sistema social. La cooperativa es, para mí, una forma del gremialismo, orientada en otra dirección y con otra finalidad, pero tan útil como todos los demás gremialismos.
Yo creo que los Estados del futuro evolucionarán hacia estas formas. Se dice que las cooperativas han fracasado en el pasado y se dice, también, que pocas cooperativas han tenido éxito en la historia del mundo; que las cooperativas de consumo han muerto; que las cooperativas de producción han sido ineficaces. Yo, en realidad, doy un poco de razón a esto pero, para tener la certeza de si las cooperativas son elementos eficaces o no, hay que analizar, ante todo, las causas por las que han fracasado, que no son otras que las de haberse enfrentado siempre con los monopolios. Y es un hecho cierto, señores, que tan pronto como las cooperativas se enfrentan con los monopolios, sucumben. Y cómo no van a sucumbir frente a los poderosos medios de que los monopolios disponen en los órdenes nacional e internacional. Frente a ellos, las cooperativas no pueden subsistir, si no son apoyadas por el Estado. Y ese apoyo y esa protección es lo que el gobierno ofrece a las cooperativas argentinas. Y se lo ofrece no por otra causa que la de estar persuadido, convencido, de que han de ser una forma final 184 y definitiva, y de que nosotros podremos suprimir los intermediarios para que el Estado luche contra la posibilidad del retorno de los monopolios y para que los productores mismos, en una sintonía absoluta con la acción del gobierno, puedan también luchar al lado de él para coadyuvar a la extirpación total de esas organizaciones que son nefastas para la producción.
Señores:
Ustedes comprenderán que hasta ahora han luchado en condiciones desventajosas. Lo ha referido el señor Sienrra cuando habló de sus luchas nada amables del pasado, y estoy seguro de que ha sido así, porque yo mismo lo he experimentado.
No hace mucho, tuve la ocasión de conversar con un americano, míster Henderson110, quien trabajó durante diez años al lado del presidente Roosevelt111 en una tarea que yo mismo he emprendido aquí. Él fue quien estabilizó los precios en EE.UU. y quien luchó por la destrucción de los monopolios. En su país tiene fama de comunista, situación que yo considero lógico, porque quienes no tienen otro rótulo que ponernos a los que luchamos por el bien popular, nos califican de comunistas.
Nosotros estamos realizando acá lo mismo que quisieron realizar Roosevelt y este señor, pero con la diferencia de que ellos fueron derrotados y que nosotros estamos triunfando.
Decía esto, señores, porque las luchas a que se ha referido el señor Sienrra son muy bien conocidas por mí, porque yo también las he realizado; quizá lo haya hecho en un tiempo más reducido, pero también un poco más intensamente.
Yo he enfrentado en nuestro país a esos monopolios, y lo he hecho con ventajas, porque les he sabido ganar. Hasta ahora hemos realizado esa obra con el apoyo popular que, a mi juicio, es lo fundamental para poder afirmar en el futuro que en nuestro país no existe explotación.
Señores:
No se me ha pasado por alto que en la República Argentina los obreros no fueron los únicos explotados; ellos fueron, quizás, lo más explotados; pero también 185 los otros sectores de la actividad nacional han sido explotados durante muchos años y, entre ellos, puedo mencionar a los productores.
Yo entiendo, como es lógico suponer, que en la lucha con la explotación hay que eliminar, ante todo, al explotador, que es lo que hemos tratado de hacer en el campo de la producción.
Ahora, señores: en esto no basta con destruir al enemigo. Eso lo sé ya muy bien porque es parte de mi profesión; no basta ganar la guerra; es necesario saber organizar y ganar la paz.
Nosotros hemos derrotado los monopolios, ahora es menester que saquemos ventajas, porque si no, ¿de qué vale haber derrotado y haber sacado del medio a los monopolios si no sabemos aprovechar las ventajas de haber sacado ese enemigo? En esa lucha, que sigue, es en la que nosotros queremos estar unidos con todos los productores agrarios. Esta unidad con los productores agrarios creemos nosotros que es posible realizarla por las cooperativas. No queremos nosotros intervenir en forma directa, sea económicamente o políticamente en el campo de los productores agrarios. Preferimos que sean ustedes, porque no queremos anarquizar sino que queremos organizar, reunir y tener una dirección responsable con quien entendernos nosotros con esos problemas.
Esa representación responsable, que son en el interior del país ustedes, con su organización, nos facilita a nosotros la tarea, y nos evita el tener que crear una organización estatal que sería costosa, que sería larga y que traería luchas inútiles. Nos permitirá, además, vivir en contacto permanente con el campo por intermedio de las cooperativas. Para nosotros, la organización agraria, desde este momento, está representada por las cooperativas, y nosotros nos entenderemos con ustedes.
¿Cuál es nuestro programa? Yo lo diré en pocas palabras, porque ustedes son hombres entendidos y no necesitan mayores explicaciones. Lo que sí es importante es plantear una premisa que, para nosotros, especialmente al grupo económico, es ya una convicción, y está en marcha: la planificación y aún la ejecución de algunas medidas.
Señores: 186 He de decirles a ustedes cómo veo el campo argentino a través de la rápida investigación y de la información que poseo. El campo argentino, indudablemente, no está organizado. Aquí se ha trabajado en la tierra con un empirismo que ha hecho que la producción agraria esté un poco en retardo con el progreso alcanzado por otras partes, mediante una explotación científicamente organizada y realizada. Los costos de producción, como consecuencia de eso, no están en el nivel más convincente para la comercialización de nuestros productos en el mercado internacional. Es menester organizar el agro, tarea en la que podemos trabajar unidos, las cooperativas y el gobierno, por intermedio del Ministerio de Agricultura, del Ministerio de Economía y del Consejo Económico en general.
¿En qué consistiría para mí esto? Esto es un trabajo, señores, que no podemos realizar en un año o dos. Es un trabajo para veinte años, que tenemos que iniciar.
Iniciarlo ahora para alcanzar un efecto completo dentro de veinte o veinticinco años. Ningún país del mundo organiza su agro en cortos períodos, porque esto implica una tarea de investigación científica de los suelos, una distribución de la producción por zonas, una colonización racional, una irrigación conveniente, una mecanización de los medios de producción, una selección ajustada de todos los regímenes productivos, semillas, etc. Todo eso sería una tarea desmesuradamente grande para que pudiera ser realizada solamente por ustedes. El Estado tiene los organismos para poner a su disposición todos los medios necesarios, desde la política crediticia del Estado hasta la producción de los elementos que científicamente puedan ayudar a un mejor rendimiento y a menores costos de producción.
El programa es bastante intenso y largo: nosotros lo hemos iniciado y los puntos de vista básicos deben ser conocidos por ustedes si han leído el plan de gobierno.
Nosotros comenzamos preparando la ampliación de zonas de irrigación. Existe mucha producción marginal en el país porque, desgraciadamente, las zonas donde la precipitación permite la producción sin riego están saturadas en el país. Están todas ocupadas y llegando a las marginales, donde uno expone a la gente a trabajar para no producir nada o a perjudicar al resto de la producción para prorratear los beneficios con las zonas marginales.
Esto hay que organizarlo de una manera definitiva, para evitar esos desniveles de producción. En segundo lugar, en el plan de gobierno está también contemplada la colonización, asunto que las cooperativas agrarias deben tener muy en 187 cuenta.
Nuestro plan de gobierno, conjuntamente con los problemas del agro, encaró la industrialización amplia de un sector argentino. Lo he realizado en los primeros tres años de gobierno, con el centro de gravedad de toda su economía alrededor de la industria. En este momento, la industria argentina ha dado un gran estirón; se ha puesto en marcha; ha tenido toda la política crediticia del país a su disposición durante tres años y ahora puede andar sola. Pensemos que en estos tres años próximos, el centro de gravedad de la economía argentina va a volcarse íntegramente en el agro. Seguimos en esto una política de economía de fuerzas, vale decir, de acción de masas. Es inútil que hubiéramos dispersado nuestra acción entre el agro y la industria para dar por pequeñas partes una ayuda a cada uno. Hemos preferido, con todo los medios a nuestro alcance, en estos tres años, a la industria, que ahora marcha y sigue sola. Los tres años que restan de gobierno, toda esa masa de poder económico que fuera colocada en la industria, y que ahora comienza a dar beneficios, será volcada en el agro, lo cual permitirá darle un impulso sin precedentes en el país. Es decir, se le darán los créditos, se ayudará en toda forma a la producción mediante la mecanización del campo. Esto es un problema que, si bien es simple en la enunciación, es muy difícil en la realización. Cada uno de ustedes se ha de haber puesto a pensar que tenemos que mecanizar el campo y, para ello, tenemos que introducir cientos de miles de maquinarias. Para atenderlas hay que formar el personal capacitado para manejarlo, para componerlas, para revisarlas, hay que formar miles de mecánicos agrarios. Nosotros no nos hemos dormido: hace ya tres años que están funcionando las escuelas y estamos preparando ese personal y lo iremos destinando a medida que las necesidades del campo lo exijan.
Cada máquina agraria no presupone, indudablemente, un mecánico común; porque un mecánico común no es nada. Lo que necesitan esas maquinarias es un hombre que las conozca y que las entienda. Esto quiere decir que tenemos que formar un nuevo mecánico.
Yo conozco bien estas cosas, porque he sido oficial de movilización durante muchos años. Cuando nosotros teníamos que movilizar un ejército, decíamos: 188 “Movilizamos cien mil hombres”, pero no considerábamos que había que munirlos de cien mil fusiles, cien mil caramañolas, cien mil tapas de caramañolas, cien mil mochilas, cien mil cartucheras y otra serie de elementos. A partir de ese momento, se comenzaban a complicar las cosas. Porque había que empezar a fabricar y tener listos los pertrechos. En la mecanización del campo sucede lo mismo. Es indispensable preparar las cosas previamente, para luego ir mecanizando. Tampoco es posible mecanizar de golpe, sino que es necesario hacer las planificaciones correspondientes y, una vez planificado, comenzar la realización racional, que durará, si es necesario, veinte años. Estados Unidos, por ejemplo, tardó cerca de treinta años, a pesar de los inmensos recursos industriales de que dispone.
Pero la mecanización del campo no depende de las posibilidades industriales del país, sino de la asimilación de los chacareros a la producción mecanizada.
Estos son problemas, señores, que revisten una gran seriedad y que, por ende, son muy importantes de encarar. Debemos analizarlos cuidadosamente y tratar de resolverlos lo más perfectamente posible. Es indudable que el gobierno solo sería impotente para llevar a cabo eso, porque no tiene en sus manos la posibilidad de organizar el país científicamente, lo que implicaría un profundo análisis de la tierra y el estudio de otros factores.
El gobierno puede adquirir las maquinarias necesarias y traerlas al país; el gobierno puede formar el personal necesario; pero lo que el gobierno no puede hacer es que los chacareros trabajen con esos medios. Esa es una tarea que corresponde a ustedes o, mejor dicho, es una tarea que debemos realizar conjuntamente; nosotros, facilitando los medios para realizar la tarea más complicada, y ustedes llevando a cabo el movimiento de propaganda, es decir, la instrucción de los hombres de campo. Es en ese momento en que nosotros aparecemos nuevamente para continuar la campaña.
Los chacareros argentinos se dedican normalmente al monocultivo de sus chacras, como se puede advertir en Misiones, donde alrededor de Posadas, y en una faja de aproximadamente cien kilómetros, se hace un solo cultivo. Y hasta hay casos en los que no se planta nada. ¿Por qué? Porque una vez que el terreno ha producido durante veinte años o treinta el mismo cultivo, se torna inepto, y es entonces en esta circunstancia que el chacarero desmonta y continúa sus cultivos en otros terrenos.
189 Es necesario organizar la variedad y el cambio de los cultivos. Yo he citado a Misiones como un ejemplo clásico, pero éste es un fenómeno que se produce en todo el país. Nosotros podemos imprimir la organización donde ustedes nos indiquen, creando las chacras experimentales donde la mecanización sea completa y donde se pueda estudiar perfectamente bien el régimen de semillas y de plantaciones, como así también la diversificación de los cultivos. Estos establecimientos servirán para que los chacareros lleguen hasta ellos y pueden ver cómo se trabaja.
Después de eso, lo que lo va a convencer al chacarero es el mayor rendimiento, la mayor producción.
Esto se ha hecho en todos los países donde se ha intentado hacer un cambio en los métodos de trabajo y de evolución, lo puede organizar el Ministerio de Agricultura. Yo sólo estoy dando aquí ideas generales, dirigidas a ustedes, para que las cooperativas puedan tener estas chacras experimentales que pondremos a disposición de ustedes con todos los medios científicos para la producción, lo mismo que las granjas.
En las chacras siempre han sembrado el padre, el abuelo, el bisabuelo, como una tradición. Hay que hacer variar los métodos, enseñando a la gente cuál es la forma moderna de trabajar para obtener el máximo de producción a menores costos.
Todo esto es motivo de un plan que ya el Consejo Económico tiene elaborando en grandes líneas. Lo que nosotros necesitamos ahora es la cooperación de las cooperativas. Es decir, que ustedes no sean cooperativas solamente para ustedes sino también para nosotros, para elaborar los planes de conjunto con estos mismos puntos de vista. Con esta base, ustedes deliberarán en su congreso y nos pondremos a trabajar; una comisión de ustedes, con una comisión del Consejo Económico Nacional, del Ministerio de Agricultura y del de Industria y Comercio. En esta comisión, ustedes podrán elaborar el plan de coordinación de actividades donde dirán ustedes qué quieren industrializar, porque a nosotros nos conviene más que industrialicen ustedes y no un señor X que viene de afuera; dirán ustedes qué fabricas necesitan y qué es lo que quieren, y nosotros podremos facilitarles su acción, dándoles todos los permisos y cambios necesarios para que instalen sus fábricas, y ustedes me entregarán a mí el producto manufacturado en 190 vez del producto de la tierra, por lo que yo les voy a agradecer porque esto vale mucho más. Nosotros estaremos encantados de poner el hombro a esto que es un bien para el país. Los demás industriales, allá ellos. Aquí hay más productos para industrializar, veinte veces más de lo que se fabrica actualmente.
De manera que nuestro plan es que la industria la desarrollen los mismos productores. Si ustedes, en vez de dedicarse a producir y entregar el producto, quieren industrializar, coinciden con el gobierno, porque lo que el gobierno quiere, no es entregar más materia prima sino industrializar, porque eso es trabajo, dinero, actividad, riqueza, que queda en el país y que no se exporta. Esto coincide totalmente con nuestra política.
Lo que queremos es planificar. ¿Por qué? Porque toda actividad en el campo económico que se inicia bajo un nuevo signo, como sería el de las cooperativas, tras un desequilibrio en otros sectores; y si no planificamos, tan pronto ustedes pongan en marcha su actividad, tendremos un desequilibrio en otros sectores, que nosotros vamos a resolver.
Me dicen, por ejemplo, que el problema más grave que tiene la República Argentina en este momento, en cuanto al ordenamiento del material humano, es el problema demográfico: “Buenos Aires”, con cuatro millones y medio de habitantes. ¿Por qué no se descentraliza la industria concentrada en los alrededores de Buenos Aires? ¿Acaso puede el gobierno descentralizar la industria? Los únicos que lo pueden hacer son ustedes.
Ustedes verán cómo, de un estudio en conjunto que hagamos [en] la comisión de ustedes, de hombres entendidos, con técnicos nuestros –pondremos lo mejor que tengamos–, elaboraremos un plan y yo lo estudiaré, para su financiación, con el Consejo Económico. Se lo financiaremos a ustedes, de la misma manera que financiamos nuestros planes, porque esto no es un regalo que le hacemos, por cuanto se da un peso y se cobra uno con cinco.
De manera que esto no es un servicio que se haga a nadie; es un movimiento de dinero en el cual los bancos obtienen beneficios. No se trata, repito, de hacer un favor a nadie, sino que se resuelve un problema que es tanto de cooperativas como de la Nación.
Cuando esto esté bien planificado, que podrá ser para los primeros días de 1950, nosotros podremos poner en ejecución un plan de conjunto, porque el año 1949 representa, dentro de nuestro plan, un año de contracción. Y es fácil 191 comprenderlo si se observa el panorama del mundo en estos momentos. Todos los sistemas financieros están en conmoción; toda la economía se encuentra dislocada, como si se tratase de una maquina descarrilada. Nosotros previmos esto para 1949.
No hemos hecho un plan rígido, sino elástico, adaptado a las sinuosidades del terreno que vamos a transitar. El terreno del año 1949 está lleno de curvas; yo [lo] he llamado la cuneta del plan quinquenal, y en él debemos cuidarnos de no romper la punta del eje. El año 1949 es un año de contracción. Hemos limitado los créditos, fijando una política no tan liberal como en 1946, 1947 y 1948, porque en economía no se hace lo que se quiere sino lo que se puede. Si no hubiéramos obrado de este modo, la situación no sería, en este momento, tan clara ni tan linda como la estamos viendo, sino sumamente difícil, ya habría mayor inflación y mayor incapacitación, porque comenzaríamos a tener masas de desocupados en el país. Hemos ido equilibrando estos factores durante 1949. Ni una sola obra pública se ha iniciado, aunque se ha continuado las iniciadas en los tres años anteriores.
Tenemos nuestro presupuesto totalmente equilibrado; hemos cerrado nuestros presupuestos con superávit. Si hubieran arrojado déficit, representaría mayor grado de inflación, y los productores, y en general todo el mundo, habrían tenido que pagar parte de esos déficits.
Hemos conseguido disminuir totalmente los gastos públicos y hemos hecho, en el presupuesto de este año, una economía de 650 millones. Esa contención en los gastos es uno de los factores de la contracción que estamos realizando. Se han limitado totalmente los créditos en el sector especulativo; no damos créditos especulativos a nadie. Hemos estado actuando sobre el redescuento y, en fin, hemos tomado todas las medidas tendientes a una contracción financiera para evitar tener que hacer una contracción en la vida del pueblo.
Todo eso terminará, según nuestros cálculos, a fines de 9. En 1950 podremos iniciar con el agro, lo mismo que hicimos en 1946 con la industria. Todo el impulso que el agro necesita lo podrá recibir si hacemos un plan bien armónico entre ustedes y nosotros. Ustedes conocen el campo; nosotros el resto de la 192 economía, a la cual hay que acoplarle el campo, porque hasta ahora el campo ha sido el caballo, y todo lo demás ha sido el carro. Ahora trataremos de que el agro sea el carro, y pondremos el caballo adelante. El éxito dependerá de cómo trabajemos, [de] la rapidez, el orden y la organización con que lo hagamos. Nosotros tenemos los organismos necesarios; ustedes nos facilitan su colaboración; conectamos ambas fuerzas; nos ponemos a trabajar en lo que resta de 1949 en la preparación de un plan coordinado y planificado, para el cual tenemos ya el Instituto de coordinación necesario.
Tenemos nosotros el Instituto de Coordinación Económico, que va a coordinar el plan industrial y agrario no solamente para la ciudad de Buenos Aires y los demás centros urbanos, sino para todo el país. Ese Consejo es Confederal; todas las provincias están representadas; de manera que nosotros, desde aquí, tenemos la acción sobre todo el territorio nacional. Sobre la Capital Federal y los territorios, por el Consejo Nacional; y por el Consejo Interfederal, sobre todas las provincias.
De modo, pues, que desde aquí podemos hacer la planificación total e iniciar la acción de conjunto.
Ustedes van a realizar su congreso este mes. A mí me gustaría llevar la palabra del gobierno a ese congreso, para decir cuáles son nuestras intenciones y nuestros deseos; claro que lo haría más ordenadamente que ahora aquí.
Éste es un aspecto: el constructivo, el real y efectivo. Pero yo he aprendido aquí, en el gobierno, que no basta ponerse a trabajar sinceramente en una acción.
Hay que preparar especialmente el elemento humano; es decir, el agro argentino debe saber todo esto que acabamos de decir ahora. Debe saberlo cada uno, y todos, para que pongan su buena voluntad, y todo el agro argentino esté en condiciones de saber qué es lo que quiere el gobierno, qué es lo que quieren ellos, y que estamos de acuerdo y marchamos en conjunto hacia el logro de esos objetivos. Cuando el agro sepa todo eso, la mitad del trabajo estará ya realizado. Terrible es cuando uno quiere saber las cosas y no comienza por decírselas a los que tienen que [llevarlas] a cabo. Debemos hacer que todos en el campo sepan que queremos producir más, perfeccionar la producción, organizar la producción, maquinar el agro, y que queremos que las cooperativas sean las que inicien y lleven adelante ese movimiento. Nosotros les daremos los recursos de crédito y todo lo demás; al agro debe saber a dónde va, debe saberlo el chacarero, todos y cada uno, para servir así al conjunto del movimiento.
193 Esto nadie puede hacerlo mejor que ustedes, porque lo harán en forma personal y directa. Por su parte, el gobierno iniciará una campaña que coincida totalmente con lo que ustedes van a decir. Nosotros haremos la parte escrita y ustedes la parte persuasiva, directa, personal. Diremos la misma cosa: qué debe hacer todo el agro y cada uno de los chacareros, individualmente, dentro de ese movimiento de conjunto. Si realizamos esto, el trabajo del agro estará terminado antes de 0, y entonces 1951 y 1952 serán años de gran progreso e impulso para el campo, como lo fueron 1946 y 1947 para la industria.
Yo voy a poner a disposición de esa comisión todo el Consejo de Planificación, y también colaborará el Consejo Económico Nacional. Nosotros tenemos decisión, repito, de poner todos los medios económicos del país en apoyo al agro, como antes lo hicimos en apoyo a la industria.
¡Aprovéchenlo, pues! |
1949-09-21 | En el almuerzo realizado por el Día de la Juventud | Yo no quiero terminar esta amable comida sin decir unas pocas palabras. Quiero saludarlos a ustedes en esta casa y en este magnífico día de la juventud. Nosotros, que estamos lejos de la juventud, y que día a día nos vamos alejando de ella mediante esa proyección del tiempo, vamos apreciando lo que es la juventud para nosotros y lo que es la juventud para el país.
Lo que es la juventud para cada uno de nosotros tiene poca importancia en la proyección del tiempo; se refiere sólo a nuestra vida, a la vida del hombre, que es poco frente a la vida del pueblo y a la vida de la humanidad.
Sin embargo, en estos días en que el mundo vuelve los ojos hacia los hombres jóvenes, en que la humanidad pone su esperanza en la juventud, ésta tiene importancia mayor que la que haya podido tener en otras épocas de la historia.
Ustedes: chicos, chicas, jóvenes de ambos sexos, apreciarán quizá con el tiempo estas palabras, dictadas por una larga experiencia vivida, y por una inmensa esperanza para el porvenir.
Pero lo que sí deben ustedes saber, lo que no deben ignorar y deberán rememorar todos los años, en este día que la patria dedica a la juventud, es que el futuro pertenece a cada uno de ustedes, como pertenece también a nuestra patria.
Recuerden siempre estas palabras, dictadas por la sabiduría que da la vejez, que dan los años. Recuerden que en manos de ustedes estará algún día el destino, la felicidad y la grandeza de la Nación. Piensen desde ahora, desde chicos, en capacitarse: vayan ampliando los horizontes en esa posibilidad de hacer en bien de la patria. Piensen que cualquiera que sea el campo en que se actúa, desde el más modesto hasta el más encumbrado, debe trabajarse para hacer bien a la patria, que es hacer bien a todos los argentinos.
195 Piensen que estas palabras han sido dichas quizá por un hombre que no tiene otro mérito que el de haber vivido su vida observando la vida de los demás y que les puede decir en el día de los jóvenes, en el día que comienza la primavera del año, frente a ustedes que viven la primavera de la vida, que hay una obligación a la que no se puede renunciar: la de servir al país, en cualquiera de los puestos que el destino coloque a cada uno de los argentinos. Los niños, estudiando en la escuela y capacitándose; los jóvenes, perfeccionando en otros estudios lo que obtuvieron en la escuela primaria; y los hombres, esforzándose por hacer lo que todos tenemos la obligación de hacer: trabajar para que nuestro pueblo sea cada día más feliz, mientras queman sus horas para hacer la grandeza de la patria.
Que cada año, en este Día de la Juventud, niños, jóvenes, hombres y mujeres recuerden siempre estas palabras, que les dice la experiencia: vivan, sean felices, y siempre trabajen por consolidar y asegurar la felicidad de cada uno de ustedes; que será también trabajar y vivir para asegurar la felicidad de la patria.
Que en este Día de la Juventud, en este día de la primavera de la vida y del tiempo, cada uno de ustedes recuerde que la patria es la primavera de todos los corazones de los hombres y de las mujeres bien nacidos.
Que sean muy felices, y muchas gracias. |
1949-09-21 | En el acto de inauguración del edificio de la Facultad de Derecho | Solamente deseo decir muy breves palabras frente a la grandiosidad de esta obra, que dejaría pequeña, cualquiera fuese, la expresión que consiguiera extraer de mis reflexiones.
Deseo agradecer, en nombre de la Nación, a todos aquellos que concibieron esta obra; a todos los que pusieron su afán infatigable en llevarla adelante; a los obreros que, piedra sobre piedra, como se hacen las grandes obras, fueron levantando este edificio; a los técnicos que la dirigieron; a la comisión que luchó por llevarla a cabo; a los artistas que la decoraron, y a todos los argentinos que en esta obra común del presente, estamos ansiando construir una Argentina más grande, más justa, más feliz, para legarla a los hijos y a los hijos de nuestros hijos.
Que esta casa, hecha más con nuestro corazón que con ninguna otra fuerza, sea el albergue de los estudiantes argentinos; que vean en ella el reflejo de nuestras aspiraciones para una Argentina mejor; que tomen la tea encendida en una mano y la bandera argentina en la otra, para transportarla a lo largo de los tiempos, soñando en verla grande, próspera, justa y feliz. Y para que esta casa, que hemos construido con el esfuerzo de todos los argentinos, sin distinciones de ninguna naturaleza, sirva para abrir la inteligencia e impulsar el alma hacia los destinos de todos, sin diferencias de ninguna clase, para que el futuro de nuestra brillante democracia sirva para formar hombres de bien y hombres libres.
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1949-09-24 | Al entregar una bandera al Senado de la Nación | He querido llegar hasta este recinto para, en una ceremonia simple y sencilla, hacer entrega de la bandera nacional, que con tanto agrado he hecho confeccionar, dedicada especialmente para el recinto de esta Honorable Cámara.
La costumbre de mantener en mi despacho, mientras fui secretario de Trabajo y Previsión y después presidente, una bandera de guerra, la traigo desde nuestros cuarteles, donde los jefes acostumbran tener en sus despachos una bandera de guerra dentro de un cofre, cuya leyenda corresponde a la consigna siempre presente de los soldados que dice estas sencillas palabras: “Triunfar o morir por ella”.
Esa costumbre, señores senadores, que yo considero tan fundamental, tanto para los soldados de la Nación como para los ciudadanos que ejercitan también una milicia en su tarea de funcionarios del servicio directo de la Nación, tiene para mí el más alto significado, desde que las banderas encabezaron las tribus primitivas como señales, primero, y como pendones, después, cuando fue esa bandera el signo de las ciudades, después de los estados y hoy de las naciones.
La bandera no tiene un simple significado, no puede tener un simple significado para los peronistas que hacemos de la patria la razón de ser de nuestra propia existencia. Por eso, consideramos a la bandera no como se ha dicho en otros tiempos, un simple trapo, sino la enseña en la cual convergen todos los sentidos y todos los sentimientos de la Nación.
Yo he mantenido en mi despacho siempre una bandera de guerra, porque ella sirve de control a nuestros propios actos, como así también sirve para que, en los momentos de duda o de tribulaciones, la vista de esta bandera, jamás arriada frente a un vencedor, nos estimule y nos dé las fuerzas necesarias para luchar en todo tiempo al servicio de la Nación.
199 Es por eso, señores, que representa para mí el más insigne de los honores poder ofrecer a los compañeros que en esta lucha empeñada por el bien de la Nación, en esta lucha empeñada por la grandeza de esa tierra que es la nuestra, por la felicidad de nuestros hijos y de los hijos de la República, en esta lucha empeñada sin descanso, trabajando hora sobre hora, para que cuando abandonemos este valle de lágrimas podamos decir con orgullo y con satisfacción de argentinos que hemos dejado algo más que lo que encontramos cuando llegamos a la función pública.
Todo eso es lo que me recuerda mi bandera de guerra, en mi propio despacho.
Por eso, cuando supe que los señores senadores de la Nación se inspiraban quizá en las mismas ideas, y con ese sacrificio y patriotismo que reconozco a todos los que trabajan en esta era de la Nueva Argentina, quise tener yo el insigne honor de traer personalmente una bandera de guerra y entronizarla en este recinto, pensando que, con ello, ponemos el ejemplo de la patria pura y de la patria grande, sobre todos los otros sentimientos para que, día tras día y hora tras hora, nos inspiremos en esa bandera llena de glorias y de tradiciones, para cumplir mejor con todas las funciones que permitan asegurar, por los siglos de los siglos, esas glorias y esas tradiciones, para bien de la patria.
Debo agregar, finalmente, que reconociendo la inmensa labor constructiva que realizan los señores senadores, reconociendo la homogeneidad, el patriotismo, la extraordinaria dedicación, la hombría de bien que campea en este recinto, reconociendo los méritos que frente a la República están rindiendo los señores senadores como ejemplo a las generaciones que vendrán, he querido ser yo quien traiga esta bandera para colocarla en el centro de esta pléyade de caballeros que están honrando este recinto y están escribiendo una nueva página de historia para nuestra República; para que al traerla, al entronizarla, al colocarla ante los hombres a la bandera de la patria podamos dar un ejemplo a nuestros hijos y a nuestros nietos, para que acostumbren a mirarse en ella y a proceder con la pureza, la grandeza y la honradez que trasunta. 200 |
1949-09-27 | Ante delegados agrarios | El presidente de la Nación, general Juan Perón, con motivo de la visita de representantes de trabajadores rurales de distintas religiones del país y en respuesta a las palabras pronunciadas por el señor Ireneo Barrio, presidente de la Federación Agraria, pronunció un discurso. El general Perón inició su exposición manifestando que las organizaciones del tipo de la que en la oportunidad lo visitaban, no le eran desconocidas y que era propósito de su gobierno ayudar y cooperar en toda forma, con las distintas entidades organizadas, en diversos sentidos, por cuanto era necesidad del país la organización en todos los órdenes.
Luego de referirse a la necesidad de unidad y cooperación mutua entre las distintas entidades agrarias, el general Perón pasó a reseñar algunos aspectos de la política del gobierno en materia agraria y, en tal sentido, expresó que dentro de lo previsto por el plan de gobierno de cinco años, se tomaba en cuenta, en las primeras etapas de esa labor, una ayuda a las industrias básicas del país y la nacionalización de transporte, con el objeto de que la producción del agro, beneficiara directamente al trabajador argentino, productor de esa riqueza.
Más adelante, el mandatario analizó, en cifras, algunos aspectos de la producción y su relación con los beneficios de exportación y lo obtenido por el productor.
Dijo: Esos 2.500 millones de pesos que anualmente iban al exterior, ahora quedan aquí y refluyen sobre la producción en la medida del manejo de la economía y de los costos de producción. (…) La comercialización por el Estado, a cargo del IAPI, ha tenido una finalidad: suprimir los intermediarios, suprimir los monopolios y 202 los grandes consorcios que ganaban el 50 % de lo que correspondía al productor.
Continuando con la exposición del problema, el general Perón expresó que, en adelante, se suprimirían paulatinamente las subvenciones, manteniendo los precios para equilibrar la economía libre, economía sobre la base de la oferta y la demanda, pero sin disminuir los precios a los productores.
Más adelante, el general Perón se refirió a los problemas de la industrialización del país, en sus relaciones con los costos del combustible, del transporte, etc., señalando la necesidad de equilibrar los gastos de la industria de zonas alejadas, con las posibilidades de la que se encuentra en las regiones cercanas a los puertos y a las [regiones]120 de máximo consumo. En ese sentido, se refirió a los diques que se construyen actualmente en todo el país, a sus posibilidades de aprovechamiento hidráulico para la obtención de energía, a la modernización de los medios de transportes, al aprovechamiento del gas natural; en suma, a todas medidas tomadas, previas a una racional industrialización de las materias primas del país.
En ese sentido, manifestó: Mi ideal es que cada chacarero tenga en su chacra la posibilidad de industrializar todos sus productos. Nuestro programa es suprimir los intermediarios, en todas sus formas, porque el intermediario es el “zángano de la colmena”.
Luego, el presidente de la Nación se refirió a algunos aspectos de las economías de naciones que han tenido que soportar las deudas de guerra y su relación con nuestro país. Expresó: Nosotros, con un haber patrimonial del Estado de 71 mil millones, tenemos una deuda de 13 mil millones, que es todo en deuda en interna; no tenemos que pagar nada a nadie. Yo recibí en el año 1946, 11 mil millones de deuda; en estos tres años hemos aumentado esa deuda en dos mil millones de pesos pero hemos comprado por valor de 10 mil millones de pesos y hemos pagado la deuda externa que nos costaba dos millones y medio de pesos por día, por servicios de intereses y amortizaciones. En estos tres años hemos cerrado con superávit los presupuestos, hecho que ocurre por primera vez en la historia de la República Argentina y, con ello, hemos amortizado parte de la deuda interna.
Posteriormente, el general Perón se refirió a la situación de los productores cuando la comercialización estaba en manos de monopolios y señaló que en las actuales condiciones, para beneficio de los productores argentinos, el gobierno, 203 en la comercialización de sus productos, pierde dinero, incluso en la carne. En sus consideraciones al problema de comercialización en los actuales momentos, expresó que ella no podría ser realizada por otra entidad que no sea el Estado, por cuanto los gobiernos, con los que comerciamos, no pagan en dinero, sino que en mercaderías, es decir, dijo, estamos vendiendo en trueque.
Luego, el general Perón explicó algunos alcances del plan quinquenal, señalando que era un plan de carácter elástico, cuyas etapas se realizarían de acuerdo con las circunstancias de la economía nacional e internacional. Se refirió a las actuales condiciones de la economía y la moral de los hombres de algunas naciones que intervinieron en el conflicto bélico y al estado actual de crisis económicas y sus consecuencias, tales como deflación, desocupación, etc. y dijo que ello impulsaba a hacer de este año 1949, un año de contracción en la tarea prevista de gobierno. Señalo la economía de 650 a 700 millones de pesos en el presupuesto, la paralización de obras públicas, para no acrecentar la crisis de mano de obra y de materiales, pero, dijo: a partir de este año de contracción, nosotros tenemos por delante el 50, 51 y 52, para realizar la segunda etapa del plan quinquenal. Expresó, luego, que los primeros años del plan de gobierno habían sido dedicados a proteger la industria y que la segunda etapa, se dirigiría a apoyar el agro, en la misma forma que lo hemos hecho con la industria. El grave error hubiera sido el haber dado un poquito a la industria, otro poquito al agro, y en definitiva, no habríamos hecho nada.
Se refirió más adelante a la situación del agro y a la de la industria, y en lo relacionado con aquél señalo que antes de comenzar a otorgar los beneficios al trabajador rural, –créditos, maquinarias, etc.– era necesario ponerlo en condiciones espirituales para avanzar: todos deben saber qué es lo que hay que hacer en el agro, para que con unidad de acción, marchen en pos del aumento, perfeccionamiento y bajo costo de producción.
Señaló, más adelante, que [existe] la necesidad de aumentar la producción [no] solamente con cultivos intensivos, sino con extensivos y perfeccionados, y destacó la tarea que, en ese sentido, científico le corresponde al Ministerio de Agricultura, el que ha de tener también a su cargo la educación de los trabajadores rurales 204 para el mejor uso y aprovechamiento de las maquinarias y elementos de trabajo.
Y, en ese sentido, el general Perón solicito la cooperación total de los productores rurales.
Luego de referirse a la posibilidad de fijar los precios de la cosecha, previamente a la siembra, el general Perón mantuvo algunos diálogos, evacuando consultas que, sobre diversos temas, le hicieron algunos de agricultores presentes.
Las palabras del presidente de la Nación, general Juan Perón, fueron largamente aplaudidas a su término. |
1949-09-27 | Ante una delegación de estudiantes chilenos | Con motivos de la visita que le efectuaron estudiantes y profesores de la Facultad de Comercio y Ciencias Económicas de la Universidad Católica de Chile, el presidente de la Nación, general Juan Perón, usó de la palabra para referirse a diversos temas de política económica, relacionados con nuestro país.
El general Perón inició su exposición expresando que sentía un gran placer hablar a la juventud de un tema que, por tratarse su auditorio de estudiantes de comercio, les interesaría profundamente.
Al referirse al proceso económico y social argentino, lo calificó de simple en sus realizaciones, por cuanto “lo simple” es “lo que permite el éxito en la vida”. Señaló que el proceso argentino está basado en un sistema, el sistema peronista, hecho “a medida” para la Argentina, en razón de que se trata de la situación argentina, vista con criterio argentino y lanzada a la realización sobre los objetivos argentinos. Y hago esta aclaración porque, de a un tiempo a esta parte, dicen que yo soy imperialista y que me gusta meterme en todos los demás países.
Expresó, entonces, que lo creado, como doctrina, desgraciadamente para nosotros, no tiene fronteras. En ese aspecto, el general Perón señaló que era evidente que masas obreras en algunos países americanos tuvieran simpatía por el sistema de gobierno de nuestro país, por cuanto era un sistema esbozado sobre la base de la reforma social cristiana de larga data y de realizaciones simples y humanas.
Pasó luego el disertante a referirse a las reformas económicas en sus aspectos 206 de recuperación y de organización de las riquezas del país, y luego esbozó los lineamientos generales de las teorías capitalistas y la propia en su relación con el patrón oro. Dijo, refiriéndose a una medida de gobierno reciente: Nosotros en un régimen justicialista, no podemos seguir manteniendo el patrón oro, ni la garantía oro. Para nosotros, la garantía no es el oro, sino las vacas, el trigo, el trabajo. No podíamos nosotros seguir con un sistema económico justicialista y un sistema financiero capitalista.
El general Perón se refirió luego a los antecedentes políticos de la reforma económica realizada en el país, manifestando que, por razones de táctica, hubo de hacerse primero la reforma política y social, para poder tener predicamento sobre las masas, que son las que dan su apoyo a las reformas sociales y económicas. Los sectores oligárquicos, sabíamos de antemano, estaban en contra nuestra, ya que cambiaríamos todo el sistema con el cual ellos habían medrado durante un siglo.
Expresó que el apoyo estaba en las fuerzas populares en razón de que era en bien de ellas que se realizarían las reformas.
Más adelante puso de manifiesto algunos aspectos de la relación entre los obreros y las fuerzas armadas, que antes del peronismo estaban divorciados y que hubo que hacer una política de acercamiento: yo fui el encargado de realizarla, para la cual tuve que hablar constantemente hasta convencer a la masa, por medio de un solo sistema: hablarles con lealtad y sinceridad, persuadido de lo que quería convencer a los demás. Señaló, a continuación, la tarea de cooperación realizada por los dirigentes obreros en ese sentido.
Luego de reseñar el estado social en que se encontraba el trabajador en nuestro país, señalando casos de salarios ínfimos y condiciones leoninas de trabajo, se refirió a la previsión social, cajas de jubilaciones, elevación de estándares de vida, seguros colectivos, etc., realizaciones todas de la obra del gobierno del general Perón, conseguidas con la aplicación del sistema del justicialismo a que se estaba refiriendo.
Historió, a continuación, los diversos aspectos de la recuperación de los servicios públicos, ferrocarriles, teléfonos, gas, etc., refiriéndose a la creación de la marina mercante y a las consecuencias directas para la economía nacional de la no dependencia para el transporte de la riqueza, y resaltó algunos aspectos de la operación de compra de los ferrocarriles británicos que prestaban servicios 207 en el país. En el mismo sentido, destacó la operación económica que permitió la creación de una marina mercante con más de un millón y medio de toneladas. Al aspecto manifestó: Nosotros teníamos oro en la caja de conversión, y yo cambié este oro por los barcos porque, en estos momentos de la humanidad, vale mucho más un barco que el oro que éste vale. El barco es oro dinámico, que en cuatro viajes trae en fletes el oro que ha costado, y durante veinte años seguirá trayendo oro al país. Yo creo que interesa eso mucho más que tener el oro nuestro aquí, en el Banco Central.
La moneda –dijo más adelante– para nosotros no tiene el valor que se le atribuye en otras partes o en el concierto internacional; para nosotros es un servicio público, como el agua corriente. Al peso lo usamos solamente en el orden interno. En el internacional nosotros compramos y vendemos en dólares.
Luego de referirse al control del circulante en el país, expresó: La circulación fiduciaria ha sido creada para facilitar la transacción de los valores económicos; no atribuimos a la moneda valor económico, pues ella es solamente el medio. Continuó su exposición el mandatario en lo relacionado con la situación de los valores monetarios en el mercado internacional en estos momentos de “caos económico”, en los que no se pueden aplicar métodos ni sistema.
Luego, se refirió a la supresión de los consorcios en nuestro país y dijo que, en este momento, en el mundo, no hay ningún país en el que la economía no esté, en cierta manera, dirigida o, por lo menos, orientada. Cuando el Estado no dirige su economía, la dirigen los consorcios capitalistas.
El general Perón continuó su exposición refiriéndose al comunismo, señalando que se lo debe combatir con bienestar social, no con la policía ni con el ejército, y que en nuestro país ha desaparecido casi totalmente.
Retomó el hilo de su exposición sobre la política seguida en materia económica por el gobierno, dando los lineamientos generales de la organización del IAPI, como defensa a las posibles consecuencias de la crisis de post guerra, y como oposición al comprador único que se cree Europa. Expresó, en este sentido, que todo lo realizado han sido soluciones, no métodos. Soluciones buscadas en cada momento en forma práctica y en forma realista. 208 Finalmente, el general Perón desarrolló su pensamiento en lo referente a la situación política del país, que está adaptado al sistema económico expuesto. Nosotros hemos buscado en la política dar consolidación a ese movimiento, que es eminentemente popular y eminentemente democrático, vale decir que nosotros hacemos la realidad de una democracia, no la ficción. Nosotros no actuamos aquí sino con la absoluta verdad.
Lugo, el general Perón hizo referencia a su labor diaria y a la responsabilidad de su tarea, de la que obtenía la compensación del cariño de la mayoría del pueblo argentino, que conoce, con sentido claro de intuición, la realidad de su patria.
Por eso, queremos que el picapedrero, el peón de campo, el obrero más humilde, reflexionen sobre los problemas públicos, piensen en ellos y se preocupen por el país. Si yo al país no le dejara otra herencia que el haber interesado a todos los argentinos en los problemas públicos, ello sería suficiente.
El general Perón finalizó su exposición invitando a la delegación a permanecer unos días más en nuestro país.
Los conceptos del primer magistrado fueron largamente aplaudidos y el decano de la Facultad de Comercio de Ciencias Económicas de la Universidad Católica de Chile, agradeció la invitación del general Perón y las atenciones recibidas por su parte y por la Confederación de Empleados de Comercio. |
1949-10-07 | Ante intelectuales americanos becados por la Comisión Nacional de Cultura | Después de agradecer la presencia de los visitantes, dijo el primer magistrado que es el nuestro un pueblo sencillo, de trabajadores, en el que aún se conserva el sentido de la amistad y la confraternidad. Nuestro país es un país que no difiere en general de la mayor parte de los países americanos.
Dijo luego: La diferencia podrá estar en alguna orientación circunstancial, pero pierde, precisamente por ser circunstancial, su valor permanente, y los países deben mirarse en sus valores permanentes, del pasado y en la realidad que nos dan los valores permanentes del presente.
Formuló en seguida el general Perón algunas consideraciones sobre la situación en que han sumido al mundo las dos guerras, y señaló que son los jóvenes quienes deben salvar a la humanidad. Al hacerme cargo del gobierno, –agregó– mi primera preocupación fue la solución de los problemas argentinos. A eso me he dedicado con todo ahínco y con toda satisfacción. Por eso es que nosotros hemos realizado aquí una verdadera revolución, si bien incruenta. 210 Más adelante, el presidente de la República analizó la situación argentina anterior a la revolución, y su actual situación. Somos un pequeño país que influenciamos el movimiento del mundo apenas en un cinco o seis por ciento, y así lo considero frente a ese inmenso conglomerado de intereses y de gravitación cultural, política, social y económica. En ese panorama, encuadro a mi país como un pequeño sector, pero aspiro que, al ocupar ese sector, la República Argentina sea manejada por los argentinos, sea en lo económico, en lo social, en lo político, en lo cultural o en cualquiera de los aspectos de la nacionalidad. Yo no soy de los que creen que debe de entregarse una pequeña parte de la soberanía del país.
Más adelante, agregó el general Perón: El nuestro es un país que conquistó su independencia hace un siglo, o poco más, y que, con la iniciación de sus actividades económicas, comenzó a convertirse en una colonia. En consecuencia, con el andar del tiempo, y a medida que fuimos marchando, fuimos hipotecando nuestra independencia económica. Y llegamos a donde llegamos, a la época en que la actividad del gobierno del país se reducía simplemente a realizar algunas elecciones con candidatos muchas veces impuestos, ayudados o sobornados por ‘entourages’, siempre foráneos.
Aquí se acostumbró siempre a que bolsas extranjeras dieran banquetes para agasajar al Presidente, dos o tres meses antes de realizarse la elección. Y no es una cosa nueva, porque la conocen todos los argentinos.
Nosotros, señores, hemos sido reacios y hemos reaccionado contra eso, porque, indudablemente, hay una sola manera de ser libres: gozar de todas las libertades. En lo único que no puede haber limitaciones de ninguna índole es en la libertad, porque cuando se opone alguna limitación, desaparece, pues la libertad es integral e indivisible en los actos de la Nación y en los actos de los hombres; es lógico, claro está, que debe estar siempre condicionada a la convivencia, tanto en el orden internacional como individual.
Refirmó seguidamente el primer magistrado los sentimientos americanistas de nuestro pueblo, recordando que nosotros encarnamos una nueva doctrina, que algunos llaman de la tercera posición y otros de la tercera fuerza, pero que también dicen algunos pocos que es fascista o comunista. A mí no me asustan el fascismo ni el comunismo, ni ninguna de esas cosas como palabra. Yo ya he superado ese momento en que uno se siente ofendido o asustado cuando le aplican un mote de esa naturaleza. Nuestra concepción está muy lejos de esas doctrinas. Nuestra 211 concepción es profundamente popular y democrática.
Abundó luego en reflexiones destinadas a demostrar que la justicia social es el único antídoto posible contra las doctrinas extremistas, y señaló la necesidad de dar al pobre un lugar bajo el sol: que pueda vivir, comer, tener su familia y educar a sus hijos; que tenga un mínimo de felicidad, sin el cual la vida no merece ser vida.
Analizó, más adelante, el primer magistrado la organización de las agrupaciones políticas que gobernaron al país durante muchos años, para afirmar que, generalmente, el pueblo no sabía por quién sufragaba en los comicios. Votaba pero no elegía –expresó–, y al no elegir, perdía interés por la elección. Yo revertí el problema, agregó enseguida. Dijo: círculos políticos, no. Me puse yo mismo a hablar con el pueblo. Le hablé directamente, sin intermediarios, y durante dos años le dije la verdad.
Después de formular otras consideraciones sobre el mismo tema, definió la reforma política del peronismo, como la supresión de la mentira de un sistema que había sido descompuesto, y la vuelta a la verdad inicial para retomar la marcha.
En lo que a la reforma social respecta, reseñó la labor realizada por la Revolución, asegurando el bienestar de los trabajadores. Este bienestar ha contribuido a fomentar el sentimiento patriótico de la población, porque eso de exigirle al pueblo que sea un conglomerado de héroes es algo que no resiste el menor análisis. Héroes surgen muy pocos, y son los que están en las plazas, donde el pueblo suele rendirles tributo de admiración. De manera que la inmensa población está constituida por el hombre medio, que no puede ser un héroe ni un estoico. Es simplemente un hombre al cual hay que darle lo que necesita para vivir, y el patriotismo se fundamenta en eso.
Insistió el general Perón sobre el carácter justicialista de la revolución argentina, que es un movimiento eminentemente popular, y el día que yo no hiciese algo en favor de la clase trabajadora, estaría fuera del cumplimiento de mi deber, porque quien me ha traído aquí ha sido, precisamente, la clase obrera. Yo me debo a ella, y para ella tengo que cumplir.
A continuación pasó a ocuparse de la reforma económica, reseñando los éxitos 212 alcanzados en la lucha por independizar nuestra economía. Con gran acopio de estadísticas demostró que nunca la situación económica del país ha sido tan floreciente como en estos momentos, refiriéndose especialmente a la cancelación de la deuda exterior y la nacionalización de los servicios públicos. Dijo que para alcanzar estos resultados fue necesario pasar de una economía que estaba al servicio del capital a una economía social, donde el capital está al servicio de la economía.
Se refirió, asimismo, a la suspensión del respaldo metálico de la moneda, diciendo que esa medida se explica en razón del carácter social de la economía argentina.
Corroborando los conceptos expuestos anteriormente, agregó luego: Si es cierto que al hombre hay que crearle necesidades para que trabaje y produzca más, también es cierto que debe dársele tranquilidad, alegría y felicidad. No explotarlo para beneficio de terceros. Que él vea que la felicidad no es una visita que no recibe nunca en toda su vida. Y, señores, en este país hay una masa de seis millones de obreros que están contentos y firmes.
Más adelante dijo: Lo peor es permanecer inactivo; cualquier solución es mejor que quedarse con los brazos cruzados esperando que el destino lo sancione. Hay que pedirle a Dios, pero hay que ayudarlo a Dios, y hay que ayudarlo echando en la balanza todo lo que uno tiene, jugándose en una carta el ser o no ser. Hay otros que opinan lo contrario; que no hagan nada, porque piensan que, si bien no pueden tener un gran éxito, tampoco pueden tener un gran fracaso.
Yo quiero formar un pueblo emprendedor, donde cada hombre sea capaz de una gran empresa. Si lo consigo, habré hecho el más grande bien a mi pueblo.
Mi vida entera me ha demostrado, por la experiencia acumulada, que esas son las verdaderas leyes del triunfo en la vida.
Claro que, para alcanzar eso, a veces hay que soportar muchas luchas. Pero yo, que soy un admirador del General San Martín, recuerdo que él pensaba que del otro lado de los Andes había un ejército español muy poderoso al que había que vencer. Pero eso no me inquieta –decía el General San Martín–, lo que me inquieta es la Cordillera de los Andes que tengo que cruzar. En la iniciación de la independencia económica pasaba lo mismo. Había que realizar todo esto que estamos realizando. Pero eso no me preocupaba; lo que me preocupaba era la cordillera de intereses que había que vencer antes de llegar a la posibilidad de superar todo esto. Pero hemos pasado esa cordillera; hemos vencido esa cordillera y hemos vencido en la solución del problema económico; hoy estamos es- 213 tructurando y equilibrando una organización que nos permita consolidar la actual situación, mantener una economía en producción y una financiación equilibrada sin deber, sin tener que hacer grandes pagos al exterior, que eso es lo más difícil.
En la parte final de su discurso, el primer magistrado exaltó la fraternidad continental, de la que nuestro país ha sido siempre un adalid: Cuando queramos hacer un verdadero bien a América; cuando estemos firmemente decididos a afirmar esa confraternidad, a afirmar la unidad del continente, pensemos que ha de ser [a] base de una sola cosa: de conformar un continente de pueblos amigos, respetuosos unos de otros, listos a colaborar donde la explotación haya desaparecido en el campo social y en el campo de la política internacional. Cuando formemos un continente así, habremos llegado al ideal por el cual debemos soñar los que somos verdaderamente americanos. Piensen que no han estado en vano en nuestro país. Aquí les hemos mostrado nuestro corazón. Sepan que aquí serán siempre bienvenidos, siempre gratos y que, por haber habitado tanto tiempo entre nosotros, tan cerca de nuestros corazones, tienen aquí un nuevo hogar y una nueva patria para compartirla con nosotros. |
1949-10-11 | Ante delegaciones de polistas extranjeros que participaron en el Campeonato Argentino Abierto de Polo | En primer lugar, quiero decirles a todos los equipos que nos visitan que en esta tierra [no son considerados] extranjeros, y que deseamos que todos se hallen como en su propia casa, no sólo en el sentido de actuar, sino también de vivir.
Tenemos una inmensa satisfacción y un gran honor en poderles ofrecer lo poco que tenemos, que se lo ofrecemos de todo corazón Estamos a disposición de la Asociación de Polo, y de cada uno de los equipos y de cada uno de los señores para facilitarles su acción en cualquier circunstancia. Nuestra hospitalidad no es de forma, sino que es una hospitalidad de fondo.
Cuando damos la mano y decimos que somos amigos, los somos de verdad en todas las oportunidades.
Tendríamos el placer de que ustedes nos consideren como amigos, y nos trataran como tales en todas las situaciones, sea en las buenas o en las malas, aunque creo que poco habrá de la segundas.
Hemos querido realizar este campeonato en la Argentina para desarrollar, por intermedio de la Asociación de Polo, una obra que deportivamente representan un acercamiento con los países amigos. De manera que, para el gobierno, es un gran honor la visita que ustedes nos hacen y, en ese sentido, les ruego que piensen que, al mismo tiempo que se juega al polo, todos tenemos la obligación fundamental de estrechar vínculos. Para ser cada día más amigos en [lugar de] ir a disputar cualquier otra cuestión.
215 En este sentido, consideramos al deporte como un vínculo de unión entre los países, y es por eso que he querido decirles unas pocas palabras, pensando en que cada uno de los señores que nos visitan es un embajador de su país, para mantener nuestras buenas relaciones y estrechar más cada día los vínculos de amistad que nos unen a los países americanos, cuyos equipos representativos están aquí, como también a los ingleses, que son viejos amigos nuestros, en todas las actividades deportivas y más en las internacionales.
Cuando hace poco tiempo estuvo aquí una misión comercial inglesa, luego de una larga discusión sobre la cuestión de los precios de la carne [….], yo les decía a los integrantes de esa misión: “Cuando yo era muchacho, ustedes vinieron y nos enseñaron a jugar al fútbol. A los pocos años volvieron, y les ganamos. Ahora nos están enseñando a comerciar; este año, salimos uno a uno, y si vienen el año que viene, a lo mejor le ganamos”.
De manera que también nosotros hemos heredado de ellos el espíritu deportivo, porque en el fair play de la vida, primero se imponen las buenas costumbres para luchar en la cancha, para después ser siempre amigos fuera de ella.
Damos la bienvenida en nombre del gobierno y agradezco la concurrencia de todos, poniéndome a disposición de todos y de cada uno de los señores una vez más. |
1949-10-13 | Con motivo de la visita de periodistas uruguayos | En primer término, deseo agradecerles la amabilidad que han tenido de llegar hasta esta casa para darme la inmensa satisfacción de poderlos escuchar.
Muchas veces hemos conversado con el amigo Zeballos sobre la necesidad y la conveniencia de este intercambio de conocimientos de trato personal, con los amigos uruguayos.
La Argentina y el Uruguay son ramas de un mismo tronco y, en consecuencia, no pueden vivir distanciadas, disociadas o separadas, ya sea espiritual o materialmente. En ese concepto, nosotros tenemos algo de uruguayos y todos los uruguayos tienen algo de lo nuestro. Nuestras historias son demasiado comunes para que los pueblos no puedan ser comunes.
Esa es la razón que me impulsa siempre a considerar estos problemas con la mayor llaneza posible. Nosotros no hacemos diplomacia de cuello duro, más bien hacemos diplomacia de descamisados. Sabemos bien que ésta es la diplomacia más efectiva entre los pueblos. Dentro de esa diplomacia de sinceridad y lealtad, está la solución de todos los problemas internacionales, y ella puede existir porque, aparte de los servicios de la cancillería, hay algo que es más grande para los pueblos, que es la unión directa entre ellos, y que persiste y subsiste a pesar de todo lo demás.
En este sentido, he tratado de satisfacer al Uruguay, con el espíritu más amplio, cuando ha necesitado cualquier cosa. Si algún prejuicio existe con referencia al Uruguay, es el prejuicio de nuestra amistad, de nuestra común historia y amistad. Ninguna otra cosa entra en consideración cuando se trata de un problema referente al Uruguay.
217 Sé que en el Uruguay ha circulado la noticia de que yo no prorrogaría el tratado de 1902, de arbitraje entre la República Argentina y el Uruguay130. No es exacto. Esa es una orientación netamente argentina en la historia de los países; nosotros, casualmente, hemos sido los que acudimos, con mayor fervor, a esas fórmulas tranquilas, aunque con ellas hemos perdido parte de nuestro territorio. De manera que si hemos hecho el sacrificio de perder tierras hasta hace poco tiempo, mal podemos dejar de ser partidarios de estas fórmulas de transacción internacional, las únicas constructivas que dan ganancia a las dos partes: las otras dan pérdida a las dos partes.
De manera que esas noticias que se hacen circular, no sé qué designio llevan, pero nunca suele ser bueno.
No les voy a decir a ustedes lo que pueden ver y palpar aquí en su vida diaria. Lo único que sí puedo decirles es que nuestro gobierno es eminentemente popular. Nosotros, como gobierno del pueblo, hemos llevado el pueblo al gobierno; por eso, nuestros hombres son modestos, pero honrados, que trabajan en la función pública con la responsabilidad que su honradez les impone.
No somos ni providenciales ni genios de ninguna naturaleza; sólo somos hombres de trabajo y de buena voluntad. Tratamos de reconstruir nuestros sentimientos, en el sentido de dar al gobierno de la república una orientación que yo siempre defino claramente; nos ponen aquí para hacer dos cosas: asegurar la tranquilidad y la felicidad del pueblo y elaborar la grandeza de la Nación. Esos dos objetivos no los perdemos jamás de vista y los cumplimos primariamente.
Así es como deben cumplirse las cosas que se deben hacer, sin complicaciones y sin ninguna clase de consideraciones ad latere, que complican inútilmente el problema de gobierno, que es simple cuando se quiere realizar.
Nuestra doctrina es una doctrina popular. No somos, como algunos creen, los inventores de una nueva doctrina. La nuestra es simple, porque es del pueblo.
Nosotros queremos hacer lo que el pueblo necesita que se haga para su bienestar 218 y felicidad, y lo hacemos de la manera más simple y sencilla, porque estamos convencidos [de] que, en la vida, sólo las cosas simples prometen éxito.
Ustedes podrán ver, con ojos ya experimentados en la observación de los fenómenos sociológicos y con los conocimientos que todo periodista tiene, cuál es el problema de la Argentina y cómo le hemos buscado la solución.
Las realizaciones hechas por nosotros representan los anhelos de un sector extraordinario de la opinión pública argentina y nosotros hemos materializado las cosas con que venía soñando el pueblo argentino desde hace más de un siglo.
En este sentido, yo me siento feliz, no de haber inventado nada, sino de haber podido realizar lo que los argentinos sentimos desde hace muchos años. Haré una ligera síntesis para no extenderme mucho.
Quiero hacer una ligera disertación sobre cuáles son nuestras inquietudes, cómo hemos encarado los problemas y cómo los estamos resolviendo.
La historia de la República Argentina es, con pocas variantes, la historia de casi todos los pueblos de esta parte del continente. Su problema no es, ni ha sido jamás, de orden político. Es un problema social y económico.
Desde 1813, en que se produjo en Buenos Aires la primera revolución que enfrentó el pueblo con la clase dirigente, de cuyas resultas se eligió un Director Supremo, que pocos años después fue nuevamente barrido y puesto en su lugar otro Director Supremo, hasta la terminación de la anarquía131, como llamamos nosotros a esa faz de nuestra historia, las revoluciones se han sucedido con intervalos de diez a quince años, en forma permanente, como en el país de ustedes en la época de Aparicio Saravia132. La anarquía de allá fue la nuestra. Otras naciones tuvieron la suerte de contar con algún hombre que puso un tajamar133 a esa anarquía y pudo organizar el país. Nosotros tuvimos que hacerlo a fuerza de sangre, como ustedes. Es indudable que de esa historia queda una extraordinaria enseñanza para los hombres que son capaces de penetrar los fenómenos humanos a lo largo de la historia, aunque muchos pasan por la historia como los turistas 219 que van a visitar la torre inclinada de Pisa, que no ven más que si está derecha o torcida, sin interesarles ninguna otra cosa que pueda significar una enseñanza para la vida.
Nosotros pretendemos haber sentido la historia argentina, además de haberla leído y de conocerla. Esas revoluciones escalonadas cada diez o quince años fueron solucionadas por métodos políticos: cambios de hombres y continuación de sistemas.
La revolución de 1943, para nosotros no fue un hecho político sino un hecho social y económico. Quienes interpretaron las sucesivas revoluciones como hechos meramente políticos, que cambiaban los hombres pero no el sistema, se equivocaron. En esa forma nunca íbamos a resolver los problemas argentinos. En la Argentina la revolución era de una continuidad permanente; era, podría decirse, una institución revolucionaria que hasta tenía carácter constitucional, desde el momento que todos los revolucionarios juraban indefectiblemente cumplir y hacer cumplir la constitución Argentina.
Esta institución constitucional que era la revolución permanente, realizada en períodos más o menos cortos, indicaba claramente que esos movimientos no llegaban al fondo de los problemas argentinos. Nosotros encaramos la revolución no solamente como un hecho político, sino también social; era el pueblo trabajador, aprovechado por una clase dirigente que tenía sus privilegios a la sombra de los cuales vivió durante un siglo, y que promovía estas sucesivas asonadas. En este país, los peones ganaban en las estancias diez pesos mensuales y los obreros veinte centavos la hora. Ese dolor de la tierra y del pueblo, es lo que impulsaba a esos movimientos revolucionarios.
Yo he presenciado dos revoluciones. En las dos el pueblo salió adelante a la calle, pero nunca obtuvo lo que él deseaba y, al poco tiempo, estaba en contra de la revolución por la cual él había salido a la calle. Nosotros vimos un poco 220 más profundamente, y encaramos la cuestión con medidas sociales. Pensamos que ese pueblo sufrido y sufriente luchaba por reivindicaciones que nosotros no hemos alcanzado a sentir en carne propia. Yo he visto el problema en el ejército, donde los muchachos de veinte años, que dicen la verdad porque todavía no han aprendido a mentir, muestran palpablemente cuáles son las necesidades, los dolores y las miserias del pueblo, y cuál es el pequeño grado de satisfacción y de felicidad que puede gozar.
En ese sentido, nosotros escalonamos nuestras reformas revolucionarias a lo largo de tres tópicos, que son el social, el económico y el político. Comenzamos por una reforma social que dignificara el trabajo y al trabajador; se siguió por una elevación de la cultura social del pueblo; para terminar humanizando al capital.
Sin esas tres premisas, ninguna revolución social podría ser completa.
Iniciamos esta tarea dando al pueblo trabajador un lugar en el manejo de la cosa pública, y conformamos un movimiento popular en apoyo de nuestras reivindicaciones como suyas propias; entregamos la bandera revolucionaria al pueblo; él la tomó y la está llevando adelante. Algunos no se explican, ni se explicarán jamás, cómo un hombre desconocido hasta el momento revolucionario, y sin ninguna clase de organización política, venció a las organizaciones políticas argentinas que tienen más de un siglo de existencia, en elecciones absolutamente puras y ganando en todas partes.
En la hermenéutica política del país no cabía un panorama de esta naturaleza, y hoy nuestros hombres políticos todavía no lo comprenden. Para mí, el proceso es una cuestión simple, sumamente simple, y no es nuevo en la historia del mundo; desde la democracia griega hasta nuestros días hay miles de ejemplos similares.
¿Qué es lo que había ocurrido dentro de las formas políticas argentinas? Lo que ocurrió en todas las democracias. Así como la vejez deforma a los hombres, tam bién deforma a las democracias. Hay un proceso de descomposición, porque la democracia fundamental no tiene autodefensa. Está indefensa frente a los ataques que la deforman. La democracia inicial es siempre una masa. Su deformación consiste en que la masa pierde el poder para entregarlo a círculos políticos que giran como ruedas locas en el organismo del Estado. Ellos son los que deciden, son los que eligen; el pueblo, cuando mucho, vota.
Todo ese proceso se había producido en la democracia argentina como se pro- 221 dujo en la primera democracia griega. Y lo que nosotros hemos hecho aquí, es lo que hizo Licurgo en Esparta: abandonó a los círculos, los dejó girando, locos, en el aire, y tomó la masa, la persuadió y la usó. Para ganar una elección no se necesita organización: se necesitan votos. Yo lo he demostrado en la Argentina: sin ninguna organización política hemos ganado todo en todas partes, porque los argentinos votaron por nosotros, aun inorgánicamente.
Ahora los hechos me han demostrado que para gobernar, ahí sí, se necesita organización. Son dos cuestiones que no habían sido contempladas antes, porque los círculos políticos se organizaban para el voto y desorganizaban para el gobierno, para poder así hacer lo que ellos querían. Nosotros hacemos lo inverso; no nos interesa la organización para votar, nos interesa la organización para gobernar, porque la organización, para nosotros, es la forma de selección, sin la cual no se puede llegar a los mejores hombres y a las mejores conclusiones.
En este sentido, yo explico el fenómeno así, simplemente. Yo hice como hicieron tantos en la historia, abandoné los círculos políticos y fui a la masa, persuadí a la masa, para lo cual llevaba dos cosas, sin las que no se persuade a nadie: primero, verdad; y segundo, persuasión propia. Yo era un persuadido y podía persuadir a los demás de una verdad de la cual estaba convencido. Y es así como los argentinos votaron por nosotros, cosa que yo necesitaba para gobernar. El día que no me acompañe a mí la inmensa mayoría del pueblo argentino, me voy a mi casa. Aquí no vivo en un lecho de flores; llego a las 6 de la mañana y me voy a las 10 de la noche, de manera que el gobierno, para mí, no es un negocio personal.
Ese es el proceso que he traído al gobierno peronista. ¿Qué hemos hecho nosotros, gobierno peronista? En el orden social, señores, hemos traído a la clase trabajadora a colaborar con nosotros en el manejo de la cosa pública. La mitad de nuestras cámaras están compuestas por obreros, y también hay numerosos trabajadores en la función pública. Termino de nombrar [a] los primeros dos embajadores que han salido de un sindicato obrero. Es decir, que di a la clase trabajadora lo que siempre se le había negado: el honor de compartir la responsabilidad del gobierno. Y no estoy arrepentido, sino que cada día me siento más feliz y contento de haberlo podido hacer, porque los beneficios que el país recibe en ese sentido son extraordinarios. No son genios, pero son honrados, y entre un 222 genio y un honrado, yo, prima facie, elijo siempre al honrado.
En este sentido, señores, toda la justicia social cumplida en nuestro país es lo que colma la satisfacción de la clase trabajadora. Nosotros constituimos un gobierno eminentemente obrero. De la gente que nos vota, el 90 por ciento, son trabajadores auténticos. Por esa razón, como gobierno obrero, yo he dado todo el impulso que he podido al sindicalismo argentino.
Tenemos alrededor de mil sindicatos, absolutamente en funcionamiento legal, y una Confederación General del Trabajo que los agrupa a casi todos ellos.
Yo, al contrario de lo que han hecho otros, dividir los gremios, los junto, porque tengo otra orientación. Yo los tengo para mi apoyo, y no para pelear. En nuestro gobierno no hemos tenido ningún conflicto. El año 1949 lo cerraremos posiblemente con el índice de huelga más bajo que ha producido ningún país en el mundo hasta nuestros días. En 1948, tuvimos el 0,9 por ciento de tiempo de huelga. Pensamos, para este año, bajar del 0,5 por ciento.
Estas cifras muestran un estado de conformidad en el trabajo, de nuestros obreros, y también habla bien a las claras de cuál es nuestra orientación en el gobierno del Estado.
Para seguir la orientación de nuestro gobierno de masas populares, y para ser congruentes con nuestra misma ideología, es que nosotros hemos dado a los obreros la real representación que debían tener dentro de las actividades estatales. Pero, más que eso, hemos hecho algo que habla mejor de la congruencia de nuestras ideas en estas realizaciones. Yo he tratado –y lo he conseguido– que todos los argentinos se preocupen de la cosa pública. Antes, el pueblo era un invitado de piedra en el festín del gobierno. Hoy, tengo la pretensión de que el más humilde de los argentinos, quizás analfabeto, que pica piedras en una calle, tenga entre sus preocupaciones un problema de gobierno. Porque cuando todos los ciudadanos de un país se preocupan de la cosa pública y les interesan los problemas del Estado, ese país estará salvado.
Cuando todos los ciudadanos se despreocupan de esos problemas, el país está irremisiblemente perdido. Yo considero a cada argentino como una pequeña rueda de este inmenso engranaje que es el país en su funcionamiento armónico y equilibrado, sin la cual éste no puede andar en forma perfecta.
De allí nacen todas nuestras realizaciones: nacen los Derechos del Trabajador, 223 los Derechos de la Ancianidad, los Derechos de la Familia y los del Niño. Han surgido también los salarios justos y el trabajo en lugares salubres y con el alto grado de dignidad con que debe considerarse al trabajo.
El problema de nuestros países es, exclusivamente, un problema de trabajo.
Somos pueblos que estamos durmiendo sobre bolsas de oro, ha dicho alguien, y no nos hemos dado cuenta [de] que están debajo. No interesa que nos demos cuenta. Lo que nos interesa es levantar, y sacar a la utilización de todos los argentinos esas bolsas de oro, y para eso hay que trabajar.
Un estándar de vida, un alto grado de felicidad, solamente se mantiene produciendo, y solamente se produce trabajando. Por eso, nuestro sistema está organizado alrededor del trabajo.
Nosotros hemos tomado como unidad política, como unidad social y unidad económica e ideológica, al trabajo, porque es el único objetivo que nos puede llevar adelante. Todas las conquistas sociales están dirigidas a dignificar el trabajo, y a dignificar a quien lo ejecuta: al trabajador; elevar su cultura social para que se forme una conciencia social de todos los argentinos; y, finalmente, humanizar el capital, para que pueda cumplirse lo que hemos establecido en la constitución justicialista de 1949: que la explotación del hombre por el hombre es un delito penado por la ley.
Más elocuente que todo cuanto yo pueda decirles, será para ustedes la conversación que mantengan con el hombre de la calle, el peón, el obrero, el chofer, el empleado, porque lo que yo he visto, ellos lo han sentido y vivido. Conversen ustedes con los trabajadores, con los más humildes, con cualquiera de los hombres que trabajan y ellos les van a decir una verdad más real y profunda que la que pueda expresarles yo.
Ahora, en el orden económico, ¿cuál era la situación de la República Argentina? El problema económico para nosotros era, en realidad, un problema de dignidad nacional, de independencia y soberanía. Nosotros éramos una colonia; hasta cierto legislador se permitió una vez en la alta cámara de que formaba parte, decir que la República Argentina era la mejor colonia por que incluso se gobernaba y se defendía sola. Pero lo malo no era solamente que lo hubiera dicho, sino que 224 eso era cierto.
Nosotros hemos luchado para que esa situación desaparezca. Yo recuerdo siempre que cuando San Martín debía atravesar la cordillera y vencer del otro lado a un ejército dos veces superior a sus fuerzas, él escribía: “No me hacen temer las tropas españolas; lo que se me presenta como una cosa terrible, es atravesar esa cordillera”. Para lograr la independencia económica argentina se presentaba una situación análoga. No nos asustó ni nos asusta el hecho de tener que reestructurar y dar vuelta toda la economía del país para adaptarla a las nuevas formas de la independencia económica; lo difícil era pasar la cordillera de intereses que estaba entre esas realizaciones y el pasado de la República.
Los grandes consorcios internacionales, que vivieron siempre de la economía argentina; los países que comían cinco veces al día a costa de que nuestros obreros comieran solamente una, ya que de noche se arreglaban con café con leche; eso era lo difícil. Destruir ese viejo estado de cosas, representaba una lucha de vida o muerte; el enemigo no estaba solamente en el exterior, sino en el interior, representado por consorcios, todos poderosos, que durante muchos años habían sido quienes indicaron los hombres que habían de gobernar nuestro país. Ellos elegían a nuestros legisladores, que hacían nuestras leyes, y les asignaban las dietas, según fueran mansos o no. Eso está documentado en un juicio que actualmente estamos siguiendo contra una gran empresa. Toda la riqueza argentina era manejada por un solo consorcio. Los transportes estaban en manos de un consorcio; toda nuestra producción salía en barcos de otro consorcio; los transportes de la ciudad de Buenos Aires constituían un monopolio de otro consorcio.
Todo aquí era de los consorcios; me atrevo a decir que hasta aquí, en la Casa de Gobierno, estaban.
Nosotros establecimos, pues, como un objetivo fundamental el liberarnos económicamente. No se puede hablar de independencia mientras no la haya en el orden económico. Nos hicieron creer que éramos libres e independientes, pero sólo para podernos explotar económicamente de la mejor manera y tenernos, a la vez, contentos.
Para nosotros la independencia económica tiene dos etapas: primero, reconquistar todo lo que aquí se había vendido a los consorcios extranjeros; y, segundo, organizarnos para poder sacar toda nuestra producción y colocarla en el exterior. Esos eran los dos objetivos a alcanzar para obtener la independencia 225 económica.
La primera etapa, que nosotros llamamos de recuperación nacional, se cumplió totalmente. Hemos empezado por nacionalizar el Banco Central. Era una cosa curiosa, el banco que emitía, que tenía el resguardo monetario, que mantenía la garantía y que vigilaba los valores argentinos, era extranjero; cuatro de cuyos directores no sabían hablar castellano. El directorio se integraba con un presidente elegido por ellos, y con todos los gerentes de los bancos extranjeros de la plaza. Nosotros hicimos de eso, un banco del Estado, y ahora los bancos vienen a ser instrumentos de redescuento de ese Banco Central del Estado, de manera que cambiamos la oración por pasiva. Antes mandaban ellos, ahora manda el Banco Central, que es una organización autónoma, aunque estatal.
Nacionalizamos los seguros y los reaseguros, porque era una filtración o un chorro suficientemente grande como para empobrecer a un país. Compramos los ferrocarriles. Aquí había 40 mil kilómetros de vías con todo el material de transporte y sus instalaciones, además de 17 mil propiedades que pertenecían a las empresas ferrocarrileras, que eran extranjeras. Nosotros los compramos, los pagamos, y ahora son argentinos.
Compramos los teléfonos y todos los sistemas de comunicación, que no eran argentinos, porque no se podía entregar el sistema nervioso del país a ningún otro poder que no fuera el del Estado. Consideramos a eso como un servicio público, no como una empresa de explotación.
Así hemos ido nacionalizando las fuentes de energía y los puertos, y pagamos totalmente la deuda externa, que era una forma de coloniaje. Los argentinos pagábamos 2.500.000 pesos diarios para amortizar esa deuda externa. La pagamos totalmente, y hoy, de país deudor, nos convertimos en país acreedor.
También hemos seguido la política de nacionalizar todos los servicios públicos, pero necesitábamos salir al exterior con nuestra producción. Entonces, compramos también la flota mercante de un millón y medio de toneladas, que es la que saca anualmente toda la producción argentina; así, en el futuro, no estaremos amenazados de ser bloqueados como lo hemos sido en otra época.
Ahora cambiamos el ciclo económico. Aquí antes nos dejaban el derecho de 226 producir; lo demás lo hacían los consorcios. Ellos cosechaban, acopiaban, distribuían, cargaban en puertos extranjeros, transportaban en marina extranjera, pagaban seguros y reaseguros extranjeros. Nosotros teníamos solamente, como dije, el derecho de producir. Ahora aspiramos a cambiar el ciclo; a ellos les dejaremos el derecho de consumir, lo demás lo haremos todo nosotros, con la ganancia que eso supone. Nosotros podemos decir que hoy constituimos una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberna. Y esos fueron los tres grandes objetivos de nuestro movimiento en todo el período que lleva de desarrollo la Revolución.
Me dirán ustedes qué representa esto en pesos. Yo podría darles algunos datos, tomando por ejemplo el renglón carnes.
Nosotros vendíamos término medio alrededor de cuatrocientas mil toneladas de carne anualmente a Inglaterra, que representaba más o menos de cuatrocientos a cuatrocientos cincuenta millones de pesos. ¿Con qué nos pagaban eso a nosotros? Con plata nuestra: doscientos cincuenta millones sacaban de los ferrocarriles; otros doscientos cincuenta millones sacaban de los transportes marítimos; ciento cincuenta millones, de seguros; y cincuenta millones de reaseguros. Eran setecientos millones de pesos más o menos, de los cuales pagaban cuatrocientos y se quedaban con trescientos. En otras palabras, para que se comieran nuestras buenas carnes teníamos que pagarles trescientos millones de pesos. Ese era el gran negocito que teníamos antes. Hoy pagan los cuatrocientos millones que vale la carne, más los setecientos millones que valen los servicios. Esto es en números y en un solo renglón. Si ustedes calculan todos los demás renglones de la producción argentina, tendrán el cálculo que nos demuestra que se perdían tres mil quinientos millones anualmente en la colocación de nuestra producción y, en consecuencia, eran restados anualmente a la riqueza nacional.
Si eso lo consideran ustedes con las adquisiciones que hemos realizado, les puedo decir que hemos incorporado al haber patrimonial del Estado en tres años un valor de diez mil millones de pesos en concepto de empresas, materiales, puertos y servicios de toda clase. El haber patrimonial del Estado, en este momento, de acuerdo al inventario de Hacienda, suma solamente como haber del Estado fiscal en empresas, propiedades, bienes inmuebles, muebles y semovientes, setenta y un mil millones de pesos. Toda nuestra deuda consolidada repre- 227 senta trece mil millones de pesos de deuda interna, porque no tenemos deuda externa.
Ese es el estado de la economía argentina en estos momentos. De un país que llegó a deber doce mil quinientos millones, hoy es acreedor en numerosas partes del mundo. Tiene un haber patrimonial del Estado de setenta y un mil millones y debe trece mil millones. Ustedes podrán apreciar en la simplicidad de estas cifras cuál es el estado económico de la República Argentina.
En cuanto al estado financiero, claro que mucha gente juzga mal porque observa a la República Argentina desde un campo distinto a nuestras concepciones financieras. Nosotros hemos abandonado el patrón oro; tenemos una desvalorización del peso; tenemos un pequeño margen de inflación, no muy alto, porque el valor adquisitivo interno del peso se mantiene en la misma forma en que ha costado siempre. Todos esos problemas vistos con ojos de economistas capitalistas son peligrosos, pero visto con ojos de economía social, como los miramos nosotros, no tienen ningún valor como expresión del estado financiero. Yo les explicaré eso; es muy simple.
El abandono del patrón oro es parte de nuestra reforma. Las reformas no pueden hacerse todas en un solo día. Hicimos ya la reforma de nuestra economía, y ahora hemos hecho la de nuestras finanzas para estar en congruencia con nuestra economía.
¿En qué consiste nuestra reforma económica? Pasamos de una economía capitalista a una economía social y ahora pasamos de una finanza capitalista a una finanza social.
La economía capitalista tiene la economía al servicio del capital; nosotros hemos pasado a la economía social, donde el capital está al servicio de la economía, o sea, a la inversa.
Eso significó la reforma en el sistema bancario, en el sistema de comercialización por empresas del Estado, que suprimen la intervención de los intermediarios de los consorcios, que eran los que explotaban la economía argentina. Con eso, el Estado subsidia los artículos que consume el pueblo a fin de que el pan, por ejemplo, no cueste más de cuarenta y cinco centavos y no ocurra, como en otros países, en que vale mucho más. De ese modo, no pesan sobre la población pobre 228 los privilegios del capitalismo.
En lo financiero, hemos abandonado el patrón oro, que no nos interesa en la economía social. Él rige exclusivamente en la economía capitalista; pero, para poner de acuerdo nuestras finanzas con nuestra reforma económica, no tenemos por qué someter a la reserva oro, o la garantía oro de la moneda, a nuestra economía. Como en la economía capitalista la economía está al servicio del capital y éste no puede ejercer el dominio en forma de capital abstracto y necesita de algo concreto que someta la economía, crea la reserva áurea. Pero nosotros hemos destruido esa subordinación de la economía al capital, vale decir, hemos sometido ese capital a las necesidades del trabajo y no éste a las de aquél. ¿Para qué queremos reserva oro en lo financiero si nuestro peso vale en lo interno? No nos interesa que baje en lo internacional, porque yo no vendo la carne a los ingleses en pesos argentinos, sino en libras esterlinas, y si mañana los norteamericanos quieren comprar trigo, se los venderé en dólares; y si quieren se los dé por “bushels” en vez de quintales, se los venderé en “bushels” en vez de quintales.134 En esas condiciones, la moneda argentina no queda como un signo de valor capitalista sino como un servicio público social; igual que el agua; hay más negocios, más moneda; menos negocios, menos moneda. En la misma manera que el agua, que en el verano se necesita más porque la gente se baña más, y en el invierno menos porque se baña menos. Es un servicio público.
Indudablemente, quien nos mire desde el punto de vista capitalista, influido por los prejuicios de los valores del capitalismo, no podrá ver claro ninguna de nuestras reformas. Pero quien mire desde el punto de vista social de la riqueza al servicio del pueblo, sí verá claro inmediatamente. Nosotros no queremos hacer ricos en una pequeña zona de la población, sino que deseamos que vivan con dignidad y sean felices el mayor número de argentinos. Humanizar el capital es matar la explotación y dar libertad efectiva al pueblo en lugar de la cacareada libertad en nombre de la cual dejaban a los trabajadores sólo una: la de morirse de hambre.
Tan malo no debe ser nuestro sistema económico, desde el momento que hemos cancelado todas nuestras deudas, que hemos pagado todo lo que hemos 229 comprado, y que el estándar de vida del pueblo nunca ha sido tan elevado como hoy. El trabajador tiene ahora al cabo de su jornada lo suficiente para comer, para vestir y habitar dignamente, para educar a sus hijos y mantener una familia. Si para lograr eso yo debo quitarles los cigarros a los señores del Jockey Club135, no tengo ningún escrúpulo en hacerlo, porque estoy seguro de que los ricos no han sacrificado ni los cigarros. Después de tres años de reformas y de haber gritado que queríamos menos pobres, aunque para ello fuera necesario que hubiera menos ricos, reconozco que me he equivocado en lo segundo: hay menos pobres y hay más ricos porque, lógicamente, el aumento del consumo, la evolución de la riqueza, el aumento de los negocios y de las industrias ha traído un grado de prosperidad que esos egoístas no lo comprenderán nunca por razones de bolsillo y no de cabeza, aunque ahora se den cuenta de que ellos han ganado más en el 46 que en el 45, más en el 47 que en el 46, más en el 49 que en el 48.
“Indudablemente –me decía los otros días un industrial que había estado siempre más o menos en la contra–, tiene razón: hemos ganado más, pero la disciplina en las fábricas no anda bien”. Yo le contesté que no se tiene una fábrica para hacer disciplina, sino para ganar plata porque, de lo contrario, es mejor que cierre o se la entregue a quien quiera ganar plata. El ejército sí es para hacer disciplina. Si se quejara de que el ejército no tiene disciplina, le daría la razón. Pero si me dice que la fábrica no tiene disciplina, aunque con eso gane más dinero, le diría que no es industrial, sino cualquier cosa menos industrial. También los viejos militares nuestros dicen: “Que se pierda la batalla, pero no se pierda la disciplina”. Pero, para qué sirve la disciplina, si se pierde la batalla.
¿Qué les voy a decir de nuestras reformas políticas? Nosotros hemos terminado con el fraude. Aquí las elecciones se hacían en el Correo, veinte días antes de que votaran los ciudadanos. Íbamos al comicio, nos entregaban un sobre, nos decían:
“Póngalo ahí”, y nos agregaban: “Ya votó”. Así votaban nuestros ciudadanos, y 230 por eso había venido el desentendimiento de los hombres por la función del Estado y el descorazonamiento de nuestra gente.
¿Qué democracia puede fundarse sobre el fraude electoral, si comienza siendo mentira el fundamento y la base de la democracia, al no poder el pueblo elegir a los hombres que han de representarlos y gobernarlos? ¿Cómo podemos hablar de democracia, cuando se había organizado el fraude electoral, que era el que había dado motivo a todos los demás fraudes? Se hacía fraude en la urna, fraude en el juramento, en el gobierno y en las leyes. Se hacía fraude en todo, porque todo estaba viciado en los cimientos.
Nosotros terminamos con el fraude. Hicimos custodiar con el Ejército las urnas, con orden de dar palos a los que se hicieran los locos. Los soldados cumplieron con su deber. Se hizo la elección y nuestros adversarios se apresuraron a declarar que era la más pura que se había hecho en el país, creyendo que habían ganado ellos, pero dio la coincidencia [de] que habían perdido. A confesión de partes, relevo de prueba… Además, hemos dado a la política una pureza y una limpieza que no existían en nuestro país.
No diré que hemos llegado a las formas perfectas, pero que hemos arreglado mucho, no tengan ustedes la menor duda. Y que en lo político vamos a arreglar más, tengan ustedes la misma persuasión.
Por lo pronto, los problemas políticos argentinos del futuro se arreglarán entre argentinos y no con influencias extranjeras. Hoy, quien se uniese con intereses extranjeros para intervenir en el campo político argentino, debe estar absolutamente seguro de que pierde cualquier elección que haga. Ya lo comprobamos cuando establecimos aquí: “Braden o Perón”. Perón ganó porque lo tenía enfren te a Braden136, más que por ninguna otra cosa. Porque el pueblo argentino, al fin de cuentas, es criollo. Y a los criollos no les gusta la intervención ni la intromisión de extranjeros en los problemas del Estado.
Hemos purificado también nuestro periodismo, como ustedes lo pueden apreciar. Él ha experimentado, en este sentido, un perfeccionamiento extraordinario. Se acabaron los diarios de asalto, las explotaciones de los periodistas. El suyo fue uno de los primeros estatutos creados en el país. Se hace un periodismo puro, 231 aún en nuestros opositores. Se acabaron toda clase de maniobras.
Hoy se marcha rectamente, y no porque nadie haya dicho nada. Es porque el ambiente no tolera ya esas campañas, ciertos chantajes y otras formas peligrosas del periodismo. Una de las cosas de las que más me alegro es que nuestros diarios no sean diarios de escándalos, no produzcan campañas interesadas para el diario y no para la opinión pública. Hoy se difunden con altura los intereses comunes, y nuestros periodistas tienen asegurada una vida digna; y dentro de esa vida digna, condiciones de trabajo remuneradas adecuadamente. Han constituido una verdadera profesión de lo que antes era ocupación circunstancial, porque todo el mundo se creía con derecho a escribir y con derecho a desplazar a un profesional por aficionados más o menos cotizados dentro del ambiente.
Esto ha sido hoy arreglado, con el estatuto del periodista. Le hemos dado al profesional una situación que nunca había tenido. Con esto se ha moralizado la acción de los diarios. Porque, para moralizar las instituciones, nada mejor que moralizar a los hombres que las forman. Esa ha sido también una de nuestras preocupaciones permanentes.
Señores:
Tendría un inmenso placer de poder seguir charlando largamente con ustedes. Ustedes van a vivir en nuestro país, donde –saben bien– no son extranjeros. En Buenos Aires hay muchos uruguayos. A los uruguayos ni siquiera es necesario que les demos carta de ciudadanía. En ese sentido, consideren ustedes que están en su casa.
Me tienen a disposición de ustedes para satisfacer todas sus inquietudes: yo sé que los periodistas son un poco inquietos. Es cuanto puedo ofrecerles, en primer término, como amigo; y, en segundo término, como jefe del Estado, para que ustedes puedan pasear, ver lo que quieran, ir donde se les dé la gana; estoy a su entera disposición. Me interesa que puedan vivir unos días entre nosotros y llevar a su país la impresión de esta “terrible tiranía” que yo estoy ejerciendo aquí, donde cada uno hace lo que se le da la gana. Vayan ustedes por donde quieran, recorran el país, y verán que nadie les pregunta nada. 232 El gobierno no se mete en las cuestiones de los ciudadanos; lo único que hace es vigilar que la libertad excesiva de algunos no perjudique a los demás y que esa libertad esté basada en una ética fuera de la cual la vida es una delincuencia permanente. Mantener esa ética que representa el respeto a la virtud, a la verdad y libertad ajena, es lo que nos preocupa a nosotros y, para ello, empiezo por nuestras propias fuerzas: los peronistas. Siempre que hablo con los peronistas les repito lo mismo: nuestro partido nunca ha dicho “muera”. Nuestros adversarios desfilaban gritando: “muera Perón”, los nuestros, en cambio, “viva Perón”. Ahí está la diferencia. “Muera Perón”, ¿pero viva quién? A nosotros nos interesa hacer tarea constructiva en lo político, así como lo hacemos en lo económico y en lo social y, para ello, no hay que gritar “muera” ni “contras”. Nosotros no estamos contra nada, tenemos una posición distinta en lo ideológico. Algunos dicen que somos comunistas; y otros, que somos fascistas, y otras cosas por el estilo. El hecho de que nos llamen comunistas o fascistas está indicando que estamos donde queremos estar: en una tercera posición.
Nosotros pensamos que el comunismo no es una causa sino el efecto de los abusos del capitalismo. Por eso estamos contra el comunismo, pero también estamos contra el capitalismo, culpable de que haya comunismo. Queremos evitar los abusos del capitalismo. No perseguimos al comunismo con la policía ni con el ejército; dejamos que ellos trabajen con nosotros, porque vamos a trabajar más que ellos. Cada día que pasa hay menos comunistas. Lo que los comunistas dicen que van a dar a los obreros, nosotros ya se lo hemos dado. Nosotros no queremos la explotación capitalista, pero tampoco toleramos la explotación del Estado, como ocurre en otras partes. Lo que deseamos es extinguir definitivamente de nuestra comunidad la explotación del hombre por el hombre. Para ello es que hemos establecido en la constitución nacional que eso es un delito penado por la ley.
Queremos que cada hombre tenga su lugar bajo el sol y que viva con la mayor libertad posible. La libertad individual consiste en darle a cada uno la independencia económica, sin la cual no hay libertad. El dinero no hace la felicidad, lo sabemos; pero sí ayuda a lograrla. Por eso, queremos que cada hombre tenga lo que es capaz de ganar por su propio esfuerzo. Pero prefiero que ustedes vean congruentemente nuestra doctrina, hecha así, al galope, a lo largo de nuestra marcha, con método más empírico que ideal. Hemos ido tomando del pueblo la ins- 233 piración, ejecutándola y cristalizándola después en esta doctrina que ofrecemos al porvenir, para que luego se la vaya adaptando a lo largo del tiempo y pueda vivir el mayor lapso posible. Una doctrina no puede ser sino circunstancial; las doctrinas políticas no son eternas, quizás las religiosas puedan ser eternas a pesar de los inconvenientes que la eternidad trae a todas las doctrinas.
Nosotros queremos una doctrina evolutiva, que los hombres vayan poniendo al día. Las doctrinas han de evolucionar y perfeccionarse. Nuestra doctrina sólo vive el momento de la Argentina, momento de euforia para las realizaciones, que yo no he de mentárselas, pues ustedes verán nuestras obras en toda la República. La República Argentina no es sólo la ciudad de Buenos Aires. Tenemos en el interior muchos niños desnutridos y descalzos. Afortunadamente, mi mujer está construyendo pequeños oasis en ese desierto para ir dándoles todo lo que nosotros podemos a aquéllos a quienes la justicia no les ha llegado en forma normal. Espero que esa obra social que dirige mi mujer con éxito pueda suprimirse algún día, porque la ayuda social no debe existir donde existe la previsión social.
Como aún hay muchos sectores adonde la previsión no llega, hemos tenido que autorizar la creación de la Fundación, que es una Fundación civil. Yo no la he querido crear en forma estatal. Ustedes saben con qué fondos se mantiene: con las donaciones de los propios sindicatos. El Sindicato de Empleados de Comercio dio 6 millones de pesos en una sola vez; los ferroviarios entregarán dentro de pocos días, 7 millones de pesos; y no hay sindicato argentino que no haya aportado uno, dos o tres millones de pesos, en relación con su poder económico.
La Fundación no recibe un solo centavo de los oligarcas. Algunas veces le han ofrecido, y mi mujer no lo aceptó.
Ella se hace perdonar el delito de hacer esta obra, rodeándola con cariño y con amor. No hace la beneficencia fría y despectiva a que estábamos acostumbrados.
Personalmente, con un abrazo y muchas veces con un beso, entrega la ayuda a los hombres y mujeres necesitados, haciéndose perdonar por tener que darles esas cosas.
Por eso, el pueblo que ha comprendido esa función, la quiere y ella se ha convertido en un factor político más poderoso que yo.
Ella también ha sido designada jefe del partido femenino. Nosotros, actual234 mente, tenemos casi el 70 % de los votos del país, y cuando voten las mujeres vamos a tener el 90 %.
Me han dado ustedes una inmensa satisfacción al venir aquí. Les ruego que me consideren un amigo a quien pueden utilizar en la forma que ustedes quieran. |
1949-10-17 | Ante delegados al IV Congreso Histórico Municipal Interamericano | En la oportunidad, el general Perón, luego de saludar a cada uno de los visitantes y agradecerles su presencia, pronunció un discurso. Inició su palabra el mandatario expresando su deseo de que en nuestro país se sientan como en el suyo, ya que en la Argentina, ningún americano es jamás extranjero.
Luego de ofrecerles todos medios para que puedan visitar las regiones del país que deseen, el general Perón les agradeció especialmente la resolución tomada por el Congreso en el sentido de rendir homenaje a San Martín en todas las capitales de América; ello obliga a nuestro país –dijo– al más profundo agradecimiento para con los señores congresales.
Pasó luego el general Perón a reseñar el actual momento histórico por el que atraviesa nuestro país, señalando a grandes rasgos algunos aspectos de la revolución social y política realizada con el apoyo de la inmensa mayoría del pueblo.
Señaló que, en el aspecto político, se había pasado de una política de círculos a una política de masas. Este fenómeno –expresó– es ya viejo en el mundo. Cuando las democracias empiezan a degenerar en círculos políticos, no queda otro remedio que abandonar los círculos e ir a las masas para restituir las formas primarias de la democracia. Este proceso la historia lo viene reproduciendo en ciclos a lo largo de la humanidad.
Más adelante manifestó que nuestro país los hombres se habían desentendido de la cosa pública y que la revolución había conseguido que el hombre de la calle represente una pequeña rueda en el inmenso engranaje de la Nación. 236 Refiriéndose más adelante a la reforma social, dijo que había sido cosa fácil hacerla, puesto que no había nada hecho en ese sentido, y que la tarea se redujo a poner en ejecución un sinnúmero de iniciativas que nos llevaron al actual estado de revolución social, comenzando por organizar el trabajo, organizar la previsión social, creando condiciones dignas de vida.
Se extendió luego a estudiar someramente, la situación social y sus consecuencias para la vida nacional, señalando el estado actual de la sociedad trabajadora y las realizaciones de su gobierno en ese aspecto.
Expresó que es indudable que la reforma social haya sido apoyada en la economía y que ésta debería ser la consolidadora de aquélla. Refirióse luego a la reforma económica emprendida por su gobierno, destacando que lo primero a realizar fue la recuperación de lo argentino, enajenado a empresas extranjeras.
Pasada esa etapa, debió organizarse la riqueza nacional. Dijo el general Perón que en tres años se había cumplido en forma total la etapa de la reparación nacional. En esto, el presidente de la Nación se refirió a la nacionalización de los servicios públicos, a la recuperación del sistema bancario, la comercialización de cosechas, etc….
En cuanto a la segunda parte, es decir la organización de la riqueza, señaló que se estaba cumpliendo paulatinamente.
El general Perón pasó luego a considerar los problemas de la producción y del consumo y su relación con los problemas de desocupación y trabajo. En este aspecto, expresó que el consumo ha aumentado en un 300 por ciento y que, a pesar de que nuestro país siempre se mantuvo una desocupación constante de cerca de cien mil hombres, solamente en la capital, hoy se ha llegado a la plena ocupación en toda la República.
Pasó luego a referirse a la cuestión doctrinaria de su política, señalando [que descartaba] para ella todo deseo de ser propagada en el exterior, por cuanto ha sido creada para la Argentina en un momento y en una situación determinada en la vida del país. No sabemos si esto podrá ser aplicado en otras partes.
Negó luego toda posibilidad política imperialista: Nosotros soñamos con un imperialismo constructivo […] 139 para nuestro país. Nuestras conquistas las anhelamos solamente en el trabajo. No intervenimos en los conflictos internos de otros países, porque esa es nuestra orientación doctrinaria básica en el campo internacional.
Dijo más adelante: Nuestra doctrina sostiene en lo ideológico, y por eso nos 237 atacan de uno y otro lado, que tan malo es el capitalismo extremo, de abusos y explotación en nombre del capital, como el comunismo, de abusos y explotaciones en nombre del Estado.
Lo que nosotros no queremos es la explotación del hombre por el hombre, surja de donde surgiere. Y por eso la primera Constitución del mundo que establece que la explotación del hombre por el hombre es un delito condenado por el Estado, es la Constitución justicialista argentina. Todo esto, señores, ha creado una tercera posición, que nosotros calificamos de “equilibrio” en los momentos actuales, porque consideramos al Capitalismo como la causa y al comunismo como el efecto, pues sin los abusos del capitalismo, no existiría el comunismo.
El general Perón terminó su disertación manifestando: Agradeciendo una vez más la amabilidad y la deferencia que han tenido al escucharme, quiero repetirles, como últimas palabras, que recuerden siempre que nuestros sentimientos, nuestra sinceridad y nuestra lealtad de pueblo trabajador y humilde están puestos de corazón al servicio de todos los pueblos de América. Éstos deberán encarar el futuro como hermanos y como amigos y que, para poder serlo, necesitan, ante todo, ser libres. Yo creo que el panamericanismo debe basarse en una asociación de países libres, porque no existe asociación de libres y lacayos. Y que América estará unida y de pie, dispuesta a velar por la defensa del continente, sólo el día en que seamos todos libres y en que todos podamos ayudarnos sin otro interés que el bien común de este continente que es la esperanza de la humanidad.
Las palabras del presidente de la Nación fueron largamente aplaudidas. |
1949-10-17 | En el Día de la Lealtad | Mis queridos compañeros descamisados:
El 17 de Octubre, nuestro día, nos encuentra unidos y leales, como en la epopeya misma.
Os saludo a todos, fieles descamisados del 17 de octubre. A los que estáis en esta histórica plaza de Mayo y a los que, en otras regiones de la Patria, me escucháis con el corazón rebosante de patriotismo y de fe peronista.
Os prometí una Patria socialmente libre, socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. El año 1949, con la constitución justicialista, lo afirma definitivamente. A vosotros… A vosotros os queda defenderla, hacerla cumplir y consolidarla. (Ovación. Gritos: “¡La vida por Perón!, ¡La vida por Perón!”).
Os prometí la justicia social y ella se ha cumplido sin otro límite que la justicia misma.
Hemos dignificado el trabajo y al trabajador, hemos elevado la cultura social y hemos humanizado el capital, creando una conciencia social en la comunidad argentina. Con ella hemos impuesto el respeto y la solidaridad hacia el hombre del pueblo, desterrando para siempre el privilegio y suprimiendo la miseria en medio de la abundancia. (Ovación: “¡La vida por Perón! ¡La vida por Perón!”).
Como gobierno del pueblo, hemos llevado el pueblo mismo al gobierno.
Hombres modestos ocupan hoy los cargos que, en otros tiempos, estaban re- 239 servados al privilegio, al favoritismo o al fraude electoral.
Como gobierno obrero hemos dado al trabajador no sólo el acceso a la función pública y a los cargos de responsabilidad, sino asegurado la libertad de asociación sindical y la autoridad al sindicato para intervenir en el equilibrio de la vida nacional (aplausos).
Hemos abierto al pueblo el acceso a la cultura y a la capacitación, suprimiendo los favoritismos odiosos. Miles de hijos de obreros pueden elegir hoy su destino mediante la instrucción y la capacitación que la República ofrece gratis a sus hijos (aplausos).
Hemos dado personería efectiva al movimiento sindical organizado, ayudando la consolidación orgánica del movimiento obrero. Prueba de ello es la existencia de una Confederación General del Trabajo, absolutamente autónoma, y el funcionamiento legal de más de mil sindicatos autónomos o confederados que desarrollan libremente sus actividades (ovación).
Hemos elevado el estándar de vida del hombre del pueblo. Hemos ofrecido trabajo digno y bien remunerado.
Hemos asegurado la salud y el descanso reparador.
Hemos creado un régimen de previsión social que asegura al trabajador argentino su futuro.
Hemos creado condiciones humanas de vida y de trabajo, asegurando así la verdadera libertad efectiva del hombre que se cimenta en su independencia económica y no en afirmaciones jurídicas aleatorias (aplausos).
Hemos defendido al hombre de trabajo de las amenazas insidiosas de una prédica oral y escrita de los órganos enemigos del pueblo. Servimos y serviremos solamente los intereses de ese pueblo, porque de él proviene nuestro mandato (aplausos).
También defendemos al pueblo de los cantos de sirena de los falsos apóstoles de la política. Ellos que escarnecieron a la ciudadanía en todas las formas imaginables, se ofrecen hoy como salvadores de un pueblo que ya está salvado por su propio esfuerzo (aplausos).
Los derechos del trabajador, en cuyos postulados se apoyará el Código Social Argentino, es una conquista social que recordarán los siglos como el punto de 240 partida de la liberación del trabajador de esta tierra (aplausos… cánticos).
Esos derechos, que incluidos en la Constitución Justicialista la convierte en un manto protector de los pobres, borran para siempre la ignominia de los privilegios.
Los derechos de la ancianidad honran y elevan al pueblo argentino (aplausos); respetando a los viejos, nos honramos nosotros. Amparándolos, amparamos nuestro porvenir y rendimos culto al pasado en lo que el pasado tiene de más noble y representativo: el hombre. Los pueblos que no saben amparar y respetar a los ancianos, no merecen un porvenir venturoso (aplausos).
La Constitución Justicialista, sienta las bases de un nuevo derecho en la Argentina. Al colocar fuera de ley la explotación del hombre por el hombre, abre un nuevo capítulo al justicialismo en el mundo. Los que combaten esta Constitución, combaten por el privilegio, contra el pueblo, contra una comunidad justa y contra la democracia que reconoce al pueblo el derecho de elegir y reglar sus destinos (aplausos, cánticos).
El Estado social argentino nace al mundo bajo el signo augural de un nuevo tiempo. Estamos orgullosos de ofrecer el ejemplo de haber vencido al egoísmo y a la avaricia.
Pero, las conquistas no se discuten, se defienden. Cada peronista debe saber que para no perder el estado de dignidad y felicidad alcanzado, es menester velar con el arma al brazo si es preciso (aplausos, cánticos prolongados).
La Fundación de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón (aplausos y ovación prolongada), obra exclusiva de la señora de Perón y de los descamisados, completa en lo social algo así como el corazón de nuestro movimiento, llevando su ayuda solidaria al que lo necesita sin preguntarle quién es ni cómo piensa (aplausos y ovación: “¡Evita, Evita, Evita!”).
Todo esto y mucho más hemos realizado en el campo de la justicia social argentina, pese a la lucha que mantenemos contra los que quieren volver a lo de antes. Políticos... (chiflidos y silbatina generalizada) políticos e intereses de adentro y de afuera, aliados hoy como ayer, trabajan sin descanso para llevar al pueblo al desaliento y la Nación al descrédito (chiflidos y silbatina).
Toneladas de calumnias y mentiras se derraman de sus bocas y de sus diarios, aquí y en el extranjero. Esa campaña que no se afirma en la verdad y que no es- 241 grime la justicia, sino que inventa la falsedad y reemplaza la verdad por el insulto, es propia de las malas causas dirigidas a peores designios (aplausos).
Ya luchamos contra ellos en 1945, y los días que precedieron al 17 de Octubre nos mostraron claramente qué es lo que querían esos señores. Cuál era su causa y cuáles sus fines.
¿Cómo vamos hoy a dejarnos engañar por los mismos hombres que, mediante las mismas mentiras, declaman los mismos discursos, tras las mismas causas? (aplausos).
Os prometí la independencia económica. Y en su realización estriba el orgullo de mi gobierno. La historia dirá lo demás. Sobre todo dirá si el mérito fue de los que vendieron el patrimonio de los argentinos o de los que lo reintegraron a la Patria (aplausos).
Hemos nacionalizado el Banco Central, los seguros y reaseguros.
Hemos comprado los ferrocarriles y las 17.000 propiedades anexas.
Hemos comprado los teléfonos y todos los medios de transmisión.
Hemos comprado los servicios públicos de gas, energía, transportes, servicios de aguas corrientes y salubridad, etcétera.
Hemos comprado los puertos y elevadores.
Hemos nacionalizado la comercialización de la producción argentina.
Hemos pagado la deuda exterior que costaba dos millones y medio de pesos por día, a los argentinos.
Hemos creado una Flota Mercante que figura entre las primeras del mundo.
Hemos creado una Flota Aérea Nacional y otra Internacional.
Hemos reequipado nuestra industria, nuestros transportes y nuestros puertos.
En sólo tres años hemos comprado por un valor de más de diez mil millones de pesos, lo que no sólo hemos pagado al contado, sino que de país deudor que éramos hemos pasado a ser país acreedor del mundo. (Aplausos… Cánticos: “¡La vida por Perón!…”).
Hemos llevado el haber patrimonial del Estado a la suma de setenta y un mil millones de pesos.
Hemos duplicado la renta nacional.
Hemos adquirido todo esto y mucho más, pero lo que no tiene precio, y tam242 bién lo hemos adquirido, es nuestra independencia, nuestra dignidad, nuestra vergüenza (aplausos).
El Plan de Gobierno en plena marcha, levanta obras y construcciones en todo el territorio de la República, mientras se impone el ordenamiento orgánico y la racionalización donde antes reinaba la inacción, el discrecionalismo, el caos y el desorden más absoluto.
No he de decir yo a los argentinos cuáles son esas obras que ellos ven surgir en todas las latitudes de la Patria y cuyos beneficios comienza a disfrutar el pueblo auténtico de la República (aplausos).
Os prometí la soberanía política. Hoy puedo afirmar con satisfecho orgullo de argentino que, tanto en lo interno como en lo internacional, constituimos un pueblo absolutamente soberano (aplausos).
En lo interno, ha bastado con suprimir el fraude electoral y las componendas políticas a espaldas del pueblo, para que el pueblo tomase en sus manos las decisiones de su propio destino.
En lo internacional, suprimida la intervención extranjera en los asuntos internos y denunciados los “entregadores” que, a manera de quintas columnas servían a aquellos intereses en nombre de maridajes y contubernios inconfesables, el pueblo ha podido respirar libre de tanta ignominia y de tanta desvergüenza (aplausos).
Ya no podrán engañarnos más ni los de adentro ni los de fuera. Los sufrimientos físicos y los morales, que son los mejores maestros, han enseñado al pueblo a distinguir los hombres que trabajan por su felicidad y su grandeza, de los que traicionando a la Patria, lo escarnecieron y lo explotaron sin escrúpulos y sin conciencia (aplausos).
La soberanía del pueblo y la soberanía de la Nación son hechos ya incontrovertibles en la historia argentina que vivimos. Juremos formar con nuestros pe chos de argentinos, la muralla en que se estrellarán los insensatos o los traidores que intentarán modificarla. (Aplausos… “¡Perón, Perón, Perón!”).
Agradezco a la Providencia que me sea dado estar hoy en este balcón con los camaradas de trabajo y de lucha, con mi gran amigo y brazo derecho, el excelentísimo señor gobernador de Buenos Aires, coronel Mercante (aplausos); con mis fieles ministros y colaboradores, con los peronistas, con el pueblo descamisado objeto y fin de todos mis desvelos de ciudadano y de gobernante (aplausos).
243 Agradezco también a la Providencia que haya dado a mi Patria un pueblo tan bueno, tan leal y tan virtuoso, que es a quien realmente debemos cuanto se está haciendo. Entre ese pueblo, mi gratitud preferente y eterna a los trabajadores, artífices de esta nueva Argentina, cuya antorcha comienza a iluminar un mundo más justo, más humano y más libre (aplausos).
Frente a todo esto, como todos los 17 de Octubre, deseo preguntaros si estáis conformes con el Gobierno.
(El público grita: “¡Sí, sí. La vida por Perón!”).
Que Dios os guíe y os proteja, que nos inspire a todos para ser más sabios y más prudentes. Que os recuerde siempre que no hay glorias sin sacrificios, como no hay amor sin dolor, ni felicidad sin abnegación. Que cada descamisado sea un luchador alegre y optimista, profundo conocedor de la doctrina, que ame a la Patria y esté dispuesto al sacrifico por ella y por su pueblo (aplausos).
Que el nuevo año peronista os sea propicio, que perdonemos a nuestros enemigos porque ellos no saben… (El público grita: “No, no”).
Aceptado… aceptado, entonces, como ustedes lo quieran (ovación).
Y que en este nuevo año, trabajemos sin descanso para que en esta tierra bendita de los argentinos desaparezca el dolor y la miseria donde el dolor y la miseria existan.
Mañana, 18 de octubre… (El público exclama: “¡Mañana San Perón!”)142 Mañana, 18 de octubre… San Perón.
Dentro de breves instantes, el speaker dará lectura al decreto. Hasta tanto, hasta 1950, en este mismo lugar, los despido con un abrazo apretado y fuerte sobre mi corazón (ovación prolongada). 244 |
1949-10-19 | Al inaugurarse un jardín de infantes en San Vicente | Es por todos bien conocido el antiguo adagio que dice que la más fea de las realidades constructivas es mejor que la más hermosa de las palabras que se puedan pronunciar. Por esa razón, al hablar del privilegio de que habrán de gozar los niños, yo he querido dar el ejemplo haciendo esta donación, en nombre del gobierno, al pueblo en que vivo, para que en este jardín de infantes puedan formar su personalidad los niños del mañana.
José Hernández dijo al cristalizar en su “Martín Fierro” una de sus sabias concepciones: “El árbol que nace torcido, nunca su tronco enderieza”. Y nosotros, siguiendo la política sentada en el inmortal poema gauchesco, creemos que cuando el niño se aparta por propia gravitación de la madre, que es su mejor maestra, debe comenzar a educarse para que su tronco no se tuerza. Educando a los chicos, conformaremos la futura Argentina, porque los pueblos que no saben criar a sus niños, están perdidos. Estos jardines de infantes tienen asignada esta fundamental función en la vida de los hombres y en la vida de los pueblos. Por eso, este establecimiento cuenta con todos los panoramas pintorescos, llamativos, instructivos y agradables que las almas infantiles necesitan para nutrir su espíritu y comenzar a educarse para enfrentar la vida con optimismo. Esa es la meta que deben alcanzar las instituciones de este tipo, es decir, formar ciudadanos útiles desde los primeros años.
Los decorados que ostentan las distintas dependencias de estos jardines deben ser concebidos por hombres que gocen de un definido gusto artístico, pues los 246 niños deben imbuirse de ese criterio de selección que todo hombre debe llevar dentro de su alma.
Es lógico que así sea, porque los panoramas futuristas en los que aparece un ojo pintado sobre el codo, deforman la innata concepción artística del niño. Es necesario terminar con esa deformación del buen gusto y, para ello, nosotros comenzaremos con los niños, haciéndoles saber que el arte es todo lo que impresiona bien a nuestros sentidos, y no lo que los impresiona mal. Por esa razón, la delicada tarea de lograr esa buena impresión debe estar confiada a un hombre con sentido artístico positivo y clásico, que pinte la vida tal como es, alegre y no trágica, hermosa y no fea, y que haga ver a los niños el futuro a través del cristal de la alegría y no a través del de las ambiciones innobles. Y el artista que nosotros hemos elegido para llevar a cabo todo esto ha sido el ingeniero Bonani145, a quien felicito sinceramente por las concepciones alegres, claras, sencillas y humanas que ha logrado.
Quiero felicitar, también, al doctor Armando Méndez San Martín, director de las obras que realiza la Fundación Ayuda Social María Eva Duarte de Perón. Su extraordinaria honradez y su afán de sacrificio por la causa peronista están cristalizándose en todas estas obras, que concitan mi más profundo reconocimiento.
Nos está dando con esta demostración de contracción al movimiento revolucionario, un cabal ejemplo de peronismo, pues cuando el peronista quiere ser, no le interesa parecer.
Estas relevantes condiciones de hombre de bien son las que conforman el espíritu del doctor Méndez San Martín, a quien agradezco una vez más, en nombre del gobierno, todo lo que de sí pone a favor de la grandeza y felicidad de nuestro pueblo.
Señores:
No podría terminar estas palabras sin hacer extensiva mi felicitación a las abnegadas y modestas integrantes de la Fundación de Ayuda Social. Estas chicas nos dan, día a día, un ejemplo acabado de peronismo trabajando incansablemente por los ideales que sustenta la inspiradora de esta Institución. La vida de los 247 pueblos y su felicidad, señores, están en razón directa de la abnegación y del sacrificio de sus hijos.
Estas modestas colaboradoras, que han formado sus espíritus en la escuela de renunciamiento y de verdadera abnegación que implica ya benemérita Fundación de Ayuda Social, están marcando rumbos que serán dignos de imitar en nuestra patria.
Y he dejado para el final –porque quiero [hacerlo] con especial interés– a los compañeros obreros que han trabajado en todas estas obras. Ellos bien saben cuánto les agradezco, como jefe del movimiento peronista y como compañero, el empeño, la dedicación y el sacrificio que ponen de manifiesto en cada una de las obras que realizan.
He dicho hace varios años –en las épocas en que defender a los obreros era considerado un pecado– que de la grandeza de la Nación y del progreso que la República Argentina ha alcanzado hasta nuestros días, a los dirigentes sólo nos podrá corresponder un veinte por ciento, pues el ochenta restante corresponde a los obreros, quienes, como dicen los criollos, han encorvado el torso para conformar la nacionalidad.
Esas obras que día a día vemos surgir en todo el territorio de la patria, se deben a la iniciativa y el esfuerzo de nuestros obreros, que la República no olvidará jamás. Y para rendir justiciero homenaje a quienes tanto hacen por la patria, ya hemos comenzado a construir en Buenos Aires el monumento al descamisado146, con el cual el movimiento peronista quiere reivindicar a nuestros obreros. Hemos de perpetuar en el bronce esa alma y esos músculos que el trabajador honrado pone al servicio de la Nación, aun cuando quizá no reciba de la misma todo lo que ella debe entregarle.
Plenamente satisfecho por la contracción y el esfuerzo con que se dedican a su trabajo, quiero agradecer a los muchos obreros todo lo que hacen por el engrandecimiento de esta nueva Argentina. 248 Y, finalmente, quiero dar un abrazo a algunos de esos compañeros, como demostración de afecto y reconocimiento por lo mucho que han trabajado, para que lo hagan extensivo a lo demás compañeros. |
1949-10-19 | En la inauguración del Hospital Rural de la localidad de San Vicente | El general Juan Perón comenzó sus palabras destacando el alto significado social que importa para la zona, la inauguración del moderno establecimiento sanitario, construido por el Ministerio de Salud Pública de la Nación y entregado a la Fundación Ayuda Social “María Eva Duarte de Perón”. Se refirió luego, el primer mandatario, a la amplia acción social que lleva a cabo la Fundación mencionada e hizo una reseña de la labor cumplida hasta el presente por esa institución en materia sanitaria.
Expresó luego el general Perón:
El hospital de San Vicente era una necesidad para toda esta zona. Hemos tratado de satisfacer esa necesidad construyendo un hospital que sea modelo en su género, como estamos haciendo con todos los hospitales en la República, que responden hoy a nuevas formas, donde los hombres son atendidos como corresponde a su dignidad de tales.
El primer mandatario agregó más adelante:
Quiero significar a todos ustedes, habitantes de San Vicente, que este hospital les pertenece.
Cuídenlo, y hagan todo lo que puedan para mantenerlo en el actual estado de limpieza, de cuidado, de arreglo, con su lindo parque, donde puedan pasear en su convalecencia los enfermos; piensen que es una causa de todos. Lo importante de esto es cuidarlo como tal, porque este hospital, aquí, en San Vicente, no es de 250 nadie sino como dije, de todos.
Aquí encontrarán, en medio de la desgracia que trae consigo la enfermedad, la alegría de ser atendidos como en su propia casa, lo más esmeradamente posible, porque podrán confiar su salud a médicos capacitados, ya que traeremos médicos capacitados para ponerlos al servicio de esta institución.
El doctor Scarpatti –continuó al general Perón– que es un viejo médico, antiguo ya en los hospitales, se hará cargo de éste para organizarlo y ponerlo en el mejor pie de atención. En él encontrarán un hombre que estará al servicio de esta población mientras éste sea su cargo. Ayúdenlo; préstenle ustedes toda la cooperación que puedan y traten de conservar esta magnífica obra, por la cual he felicitado al Ministerio de Salud Pública y a la Fundación Ayuda Social María Eva Duarte de Perón. A pesar de eso, les deseo a todos ustedes que no tengan que venir nunca aquí. |
1949-10-26 | Prólogo al proyecto de la Reforma del Régimen Bancario Argentino | Los sistemas bancarios cumplen en nuestros días una función fundamental porque facilitan los cambios y el crédito –que son las arterias del organismo económico– movilizando la renta nacional y activando la producción y la industria a fin de promover el mayor bienestar general.
La banca ha adquirido una gravitación extraordinaria que ha obligado a los poderes públicos a fijar reglamentaciones y establecer normas de defensa de los intereses superiores de la colectividad.
En la Argentina se adoptaron, en un principio, soluciones tomadas de la experiencia mundial, sin atender a las condiciones particulares del país, tanto en lo que se refiere al aspecto económico como a la política general y sin tener por mira el objetivo de que la Argentina fuera económicamente rica sin dejar de ser políticamente soberana.
El gobierno de la Nación, en estos últimos años, contempló el problema que presentaba una banca que no había sido debidamente integrada y que no proporcionaba el instrumento necesario para desarrollar una política de recuperación económica. Encontró las soluciones, en un primer momento, mediante la nacionalización de los depósitos que reciben del público los bancos de tipo comercial, tanto oficiales como mixtos o particulares, los cuales, de ese modo, pasaron a cooperar directamente a la consecución de los objetivos de la política económica sustentada por el gobierno de la Nación.
Se adoptó una solución originalísima, sin precedente alguno en la legislación bancaria mundial, que pone a cubierto al país de cualquier predominio o desvío, 252 en la concentración del dinero y en la distribución del crédito, de grupos capitalistas fuertes que pudiesen anteponer su propio interés al de la colectividad.
No se ha teorizado, sino que se ha tenido presente la experiencia de pueblos de avanzada cultura económica y de tradición arraigada, que se vieron perturbados por la presión de organizaciones financieras altamente concentradas o muy vinculadas con las clases directivas, que trastornaron el equilibrio de los negocios sin preocuparse por el interés social de su función, dando lugar a medidas y reacciones mucho más drásticas que las operadas en la Argentina. Aquí hemos obtenido la disciplina y el orden de los bancos comerciales sin quitarles su personería jurídica y sus objetivos sociales y comerciales, mientras que en otros países, de estructura muy liberal, se arrasó literalmente con la libertad de banquear, pasando esa actividad a ser función privativa del Estado. En la República Argentina se encontró la verdadera solución, porque si bien se dejó a los bancos la capacidad para hacer operaciones activas, productoras de intereses y comisiones, se les privó de las operaciones pasivas, porque el manejo de los depósitos que los bancos recibían significaba la regulación de los medios de pago, que es función específica de la banca central.
Pero, evidentemente, no basta con obtener la disciplina y la eficiencia de la banca comercial. Es necesario también que los bancos respondan a una política que debe ser dada por el organismo rector que es la banca central. El gobierno de la Nación ha procurado, primero en 1946, y luego al presentar el proyecto de ley últimamente sancionado, que el Banco Central fuese un instrumento útil de máximo grado. Para ello, se lo despojó de algún tecnicismo inspirado en doctrinas económicas ya superadas, agregándosele, en cambio, todas las palancas y resortes necesarios para actuar, buscando soluciones argentinas a los problemas argentinos. Frente a las críticas de los ortodoxos que objetan la evolución producida, basta recordar que pueblos como Inglaterra, Francia y Australia –para citar sólo a los iniciadores– han modificado las cartas orgánicas de sus institutos emisores para colocarlos en una posición más adecuada al servicio económico-social de la colectividad. El Banco Central ha dejado de ser un resorte técnico y frío destinado a manejar el dinero y el crédito como factores con vida propia e independiente dentro de un esquema matemático del equilibrio económico.
El sistema bancario bien organizado facilita la política crediticia y asegura la normalidad en los mercados de cambio y valores. Esos objetivos sólo pueden 253 cumplirse con éxito cuando se cuenta con una banca central que regule y dirija, interpretando cabalmente la política económica del gobierno de la Nación, el cual, como órgano representativo de la colectividad, sólo busca satisfacción de las necesidades reales de la misma.
La gestión del banco en esas condiciones sólo puede desarrollarse mediante una delegación de funciones muy meditada. Con tales miras, resultaba un contrasentido la forma de gobierno del banco establecida en la carta orgánica del año 1935, que instituía un directorio elegido o propuesto por las mismas entidades que debían ser dirigidas, dando participación a “grupos” de bancos, que incluía a los extranjeros, sin tener en cuenta si tales bancos fomentaban y promovían la riqueza nacional o solamente servían a grupos capitalistas o empresas foráneas. Planteábase así un nuevo problema colonialista en la Argentina, lo cual –menester es señalarlo–, si bien había proclamado mucho antes orgullosamente su independencia política, poco había adelantado hasta entonces la conquista de su independencia económica.
La nueva ley que acaba de sancionar el Honorable Congreso perfeccionó la reforma de 1946, que nacionalizó el gobierno del banco, entregando la presidencia de la institución a uno de los ministros del Poder Ejecutivo Nacional quien, por la nueva organización dada a los ministerios, tiene funciones específicas en la materia. El asesoramiento por un cuerpo de directores integrado por los presidentes de los establecimientos del sistema bancario oficial y de auténticos factores de las clases activas de la economía nacional, aunados en la dirección del establecimiento por responsabilidades complementarias y guiados por intereses recíprocos, han de buscar las soluciones que conduzcan al mayor bienestar material, a la consolidación de las actividades tradicionales del país y al afianzamiento y progreso de la industria, mediante la aplicación de políticas y planes de apoyo y de fomento, inspirados en términos auténticamente argentinos.
El principio de “dejar hacer y dejar pasar”, que descansaba en un equilibrio automático de la economía, hizo crisis total. Fueron necesarias dos grandes guerras para que cayeran los mitos del liberalismo económico, entre los que mantenía un lugar de privilegio el patrón oro. No había sido suficiente el caos monetario de 254 la primera posguerra, ni luego las soluciones circunstanciales del patrón cambio oro, adoptadas como resultado salvador por los técnicos que no querían renunciar a sus principios ortodoxos, para demostrar que la mecanicidad del siglo XIX había sido una experiencia que no se renovaría. Se pensaba que volverían a regir aquellos principios. Pero casi veinte años de progresivo control de cambios en el mundo entero, el caos monetario de la segunda posguerra, la crisis de monedas símbolos y las dificultades de pueblos dueños de enormes depósitos metálicos que pasan graves problemas de economía interna, demuestra que el oro ya no tiene la misión que le asignaban los teóricos.
Los límites mínimos de garantía oro o cambio oro son resabios de la vieja economía liberal, individualista en sus bancos de reserva, en sus bancos comerciales, en sus institutos financieros y hasta en los mismos comerciantes que olvidan la función social de sus actividades. Los sistemas bancarios nacionales responden actualmente a encuadres presididos por bancos centrales que siguen directivas económicas trazadas por los gobiernos con miras a lograr la más equitativa distribución de la riqueza.
En tales condiciones, no podemos seguir viviendo uncidos al fetichismo del oro, aunque el oro no sea definitivamente eliminado. La nueva ley argentina ha adoptado una posición realista, al dejar en suspenso los viejos conceptos de los porcentajes de garantía, que constituían una adaptación de leyes extrañas que incluían disposiciones de ese tipo por rutina o tradición.
La emisión monetaria ha de estar vinculada a la renta nacional, y las tendencias metálicas o en divisas a las alternativas del balance de pagos, quedando al cuidado del Banco Central que se guarden las debidas proporciones, para que aquélla, en lo interno, cumpla su función intermediadora, como de un servicio público social, y éstas aseguren la estabilidad necesaria en los cambios exteriores.
Reafirmo el concepto de que el respaldo de nuestra estructura económica descansa en la potencialidad de nuestro pueblo y de nuestra propia riqueza; en la ocupación total de nuestros brazos y en el incremento positivo y consolidado de la renta nacional.
La Argentina es rica hoy, porque sus habitantes, porque todos los que colaboran en su grandeza, participan de una común prosperidad. No entiendo ni entenderé jamás esa concepción de la riqueza nacional consistente en la acumu- 255 lación de tesoros en los sótanos o en las arcas bancarias, mientras la desocupación y el hambre satisfacen su voracidad sobre un pueblo olvidado e indefenso. No entiendo cómo se podía hablar de solidez económica y financiera, cuando éramos deudores del extranjero, cuando los grandes servicios públicos no nos pertenecían, cuando los barcos en que transportábamos nuestros productos eran ajenos al igual que los seguros que cubrían sus riesgos y al igual que los créditos que facilitaban su comercialización. Ni cómo se podía proclamar enfáticamente la prosperidad nacional, cuando la mayor parte de los argentinos estaban sumergidos en la miseria.
Nosotros no queremos la riqueza expresada en cifras, sino en realidades. No nos seducen las arcas repletas de oro, sino el desarrollo de nuestras fuerzas productivas y la felicidad de nuestro pueblo.
Seremos ricos mientras todos los argentinos tengan trabajo y razonable remuneración, mientras nuestras riquezas y nuestras fuerzas productivas estén activamente dispuestas al servicio de los intereses nacionales y en tanto que los gobiernos no tengan, en su gestión, otra finalidad que el bien público.
Esa es la única aspiración que, como argentino, puedo sustentar: la felicidad y la grandeza de mi pueblo. Y creo sinceramente que la medida de que informan estas páginas tiene una precisa significación en el curso de esta empresa de independización y prosperidad nacional a la que estoy dispuesto a entregar todas mis energías. |
1949-10-30 | Carta al doctor José Dolores Vázquez | Al Dr. José Dolores Vásquez R.152 Santiago de Chile Mi querido amigo:
Acuso recibo de su atenta del 20 de octubre y le agradezco, una vez más, sus patrióticas gestiones y empeño por llevar adelante una empresa que le honra como ciudadano, al par que obliga nuestro reconocimiento. Yo no soy de los hombres que, en el servicio de la República, piensan en sí mismos. Para mí, el amor propio no existe, cuando el deber está de por medio.
Por ello, encuentro conveniente la actitud que usted me aconseja y hoy mismo escribo al Dr. González Videla153 una carta, cuya copia le acompaño. Hoy también escribo a nuestro común amigo, don Arturo Alessandri154, para enterarlo directamente y contestar su última carta.
Creo que sí se puede iniciar una nueva etapa de comprensión y amistad. Para ello será menester que no se dé posibilidad a la intromisión de intrigas que perturban y empañan las buenas relaciones. El presidente debe estar persuadido de que ni a mi gobierno, ni a mí, interesan los problemas internos de Chile. Nosotros seguimos una política clara y limpia, de absoluta prescindencia. Si nuestra doctrina trasciende más allá de la frontera, la culpa no es nuestra, porque aún no se ha inventado una frontera y una aduana para las ideas. Usted sabe bien cuáles son 257 nuestras ideas y nuestros sentimientos. Por eso voy a agradecer su amplio espíritu y gran comprensión y todo cuanto está haciendo en bien de la defensa de los intereses permanentes de nuestros pueblos. Busquemos, para el futuro, afirmar una cooperación basada en una amistad sincera y leal entre nuestros países, y creo que la solución de todos los problemas, sin excluir los económicos, vendrán con el tiempo en forma que todos tengamos algo que agradecer.
Me resta agradecerle todo su empeño y dedicación en bien de esta causa, que no todos comprenden de la misma manera; pero el tiempo dirá la verdad y, con ella, discernirá los méritos a que cada uno nos hayamos hecho acreedores.
Con mis mejores deseos, reciba un gran abrazo de su amigo. |
1949-10-31 | En el Día Universal del Ahorro | Desde que yo era niño, allá por los principios del siglo, oigo repetir discursos y cantos a la previsión y al ahorro. Algo se ha hecho desde entonces, pero nunca en la proporción de lo que se ha dicho.
El ahorro, en el pueblo y en el individuo, además de una virtud, puede llegar a ser el verdadero origen de la grandeza de la Nación.
Para que el individuo y el pueblo ahorren, es menester que ganen lo suficiente: para ganarlo, es necesario que haya trabajo y no haya explotación. El ahorro no se hace jamás a expensas de la salud o de la dignidad; se lo realiza por medio de la virtud, porque el hombre suele gastar en vicios tanto como en sus necesidades.
Hace mucho tiempo, cuando aún nuestra doctrina no había logrado el efecto de avergonzar a los egoístas, un político de antiguo cuño me decía: “¿Para qué mayores salarios que encarecen los costos de producción, si usted ve que los trabajadores tiran en paparruchas el dinero que no se beben en vino? ¿No ve usted que el ahorro no aumenta gran cosa –era en 1946– y, en cambio, los precios suben como consecuencia de una desmesurada demanda ocasionada por el mayor consumo de las masas, que no incrementan la producción? Hoy que el pueblo no está educado en el ahorro –me decía–, aumentar el sueldo es posibilitar sólo el aumento de los vicios. Primero es educar, y después aumentar”.
Ésta es la vieja teoría de los que tienen, para ser aplicada a los que no tienen, porque uno está inclinado a tolerar los vicios propios mientras hace el profesor de moral con los ajenos. La justa moral está en tolerar algunos vicios a los demás para que ellos nos perdonen los propios, porque es menos moral predicar lo que no se es capaz de realizar.
259 En el caso antes citado, nada más injusto que pretender que se paguen salarios y sueldos menores porque el pueblo no está educado para ahorrar o porque existen algunos vicios en que se malgasta el dinero.
Afirmo que, salvo en contadas excepciones, la población popular argentina es de las más virtuosas del mundo; y si algunos vicios y desviaciones existen en nuestro país, no están precisamente en las filas de los hombres del pueblo y, menos aún, entre los trabajadores.
Yo aprecio el ahorro dentro del panorama general. El lujo, que atrae el derroche en grande escala, es el vicio que más atenta contra el ahorro nacional, y el lujo no es de los pecados del pueblo.
En los años 1947, 1948 y 1949 el ahorro popular ha aumentado en una suma superior a todo el resto de la historia argentina. Ello se debe a la política social impuesta por nuestro movimiento y realizada por el gobierno. Este hecho contesta por sí a las tribulaciones del exigente moralista a que antes me he referido.
El ahorro viene con el bienestar económico y social, en primer término; luego, con la educación del pueblo en las virtudes de la templanza, la previsión, el trabajo y la noble ambición de progreso y perfeccionamiento.
Para los peronistas, el ahorro es una faz de la previsión social, la que el hombre realiza por sí en forma directa, en defensa de riesgos imprevistos y de la familia; pero magro será el ahorro si sólo lo redujéramos a meter en la alcancía las moneditas que nos sobran o a depositar en la caja de ahorros unos cuantos pesos todos los meses.
Se ahorra no sólo restando los gastos superfluos sino también trabajando más, produciendo un extraordinario que permita ir más allá de subsistir, para comprarse la vivienda propia, adquirir el campo que se trabaja en arriendo, progresar en la capacitación y en el esfuerzo, etc., etc.
En los países de regímenes justos, como el nuestro, donde se ha asegurado un estado económico y social equilibrado, y donde el bienestar y el progreso individual dependen de cada uno de los habitantes, el trabajo es la fuente de todas las posibilidades, y la conducta personal el índice en que han de explicarse todos los éxitos y todos los fracasos.
Para el ahorro, el trabajo procura los medios; la conducta los asegura y los 260 protege. |
1949-11-08 | En el acto inaugural del VI Congreso Agrario Cooperativo Argentino | Señoras y señores cooperativistas:
Quizá hubiera sido simple para mí preparar para esta ocasión un discurso. Prefiero realizar, en su reemplazo, una conversación amistosa con los hombres del campo que traen hasta Buenos Aires las inquietudes del agro argentino, inquietudes que, en estos momentos, son del gobierno y, podemos decir, de todo el pueblo argentino.
No se me escapa que en el juego político en que se encuentran siempre empeñadas las fuerzas que piensan de una o de otra manera, se ha señalado que en nuestra acción de gobierno habríamos olvidado al campo, o menospreciado al mismo, en la apreciación que del problema de gobierno hemos realizado en todos los aspectos contenidos en el plan quinquenal. Nada más incierto que ello.
Yo sé que así lo hemos consignado en nuestro plan de gobierno, que la producción de la materia prima es la base de toda otra actividad nacional. La riqueza sale solamente de una parte de la tierra mediante el trabajo, y todos los demás actos del ciclo económico están basados en esa explotación de la tierra, que ha sido llamada con tanta propiedad “madre tierra”.
Recuerdo siempre un cuento que hace muchos años escuché de boca de un agricultor. Se trataba, como hoy, de una reunión de hombres, que se congregaban para discurrir sobre la organización de la sociedad en relación a la riqueza agropecuaria. Contaba un viejo galense que en su pueblo, como en todos los 262 pueblos de Gales, había una plaza, en el costado de la cual había una iglesia y en su campanario, un viejo reloj que marcaba los cuartos de cada día.
A las seis de la mañana por un aparato giratorio aparecía en el frente de la torre, un personaje con una leyenda al pie. El personaje era pastor y, debajo, decía la leyenda: “Yo cuido vuestras almas”. Al cuarto siguiente, aparecía un policía y abajo una inscripción que decía: “Yo cuido el orden y aseguro la justicia”. Al cuarto siguiente aparecía un abogado, con su toga, y decía: “Yo cuido vuestra libertad y vuestros derechos”. En el último cuarto salía un agricultor y decía: “Yo pago a todos los demás”.
Ésta es una de las más viejas verdades que conoce la humanidad: y yo, que soy un hombre de buena memoria, no he olvidado, no olvido, ni olvidaré jamás esa eterna verdad; cuando la humanidad se ha alejado de ella ha sido castigada con el más grande de los castigos que puede sufrir: el hambre y la miseria. Tocándome dirigir los destinos de la Nación, se imaginarán ustedes cuánto he pensado en ella.
Los problemas del agro argentino Cuando me hice cargo del gobierno, no comencé a pensar desde ese momento sobre las soluciones que había que encarar dentro del país, sino que venía pensando en ellas desde hacía muchos años. Ya en el gobierno anterior había montado un organismo que permitió estudiar minuciosamente los problemas que habrían de derivarse de la terminación de la guerra.
¿Cuáles eran esos problemas? Muchos de ustedes, que peinan canas, los conocen quizá mejor que yo, porque yo los he presenciado y los he leído, y tal vez ustedes los hayan sufrido, lo que constituye una escuela que enseña mucho más y graba más profundamente sus enseñanzas.
Cuando terminó la primera guerra mundial, en 1918, el panorama del agro argentino llegó a ser pavoroso, porque los precios sufrieron un descenso sin precedentes en la historia de la comercialización de los granos. ¿Como consecuencia de qué? De que los países empobrecidos por la guerra no podían pagar ni siquiera su comida; y, entonces, se reunieron y establecieron un solo comprador para que, no existiendo diversidad de demandas, pudieran conseguir mejores precios frente a la diversidad de ofertas.
263 El otro problema pavoroso fue el descenso vertical de las posibilidades industriales del país, durante el cual quebraron la mayor parte de las industrias que se habían establecido durante el tiempo que duró la primera guerra mundial, defendidas por la no importación en esos años de guerra.
Cualquiera de los dos problemas que hubiera vuelto a reproducirse en el país, nos habría llevado a la situación que todos conocimos entre los años 1919 y 1924. Las masas urbanas pauperizadas produjeron la paralización de la actividad.
Grandes huelgas y, señores, terribles represiones fueron la consecuencia de esos hechos, por no haberse encarado una solución con la suficiente anticipación.
Con respecto al campo, lo mismo pasaba, y ustedes saben cómo comercializaron las cosechas los que tuvieron en aquella época la desgracia de haber sido agricultores. Mis padres, en ese entonces, no querían esquilar las ovejas porque la lana no pagaba el flete ni el trabajo de la esquila, y muchos chacareros querían abandonar sus cosechas porque no alcanzaban a pagar siquiera la bolsa con su cereal. Eso no lo han de haber olvidado ustedes. Lucha contra el monopolio El Consejo Nacional de Posguerra encaró la solución oponiendo al único comprador un único vendedor, para lo cual tuvo que librar la batalla más terrible que pudo haberse librado en el orden de la lucha contra el imperialismo, los monopolios y los intermediarios. En estos momentos, puedo decirles que esa batalla ha sido ganada y que, si el cooperativismo pudo comenzar a actuar libremente en el panorama de la actividad nacional, ha sido solamente merced a la desaparición de los monopolios, frente a los cuales ustedes no pudieron hacer nunca nada ni podrían hacerlo; pero el gobierno ha librado una batalla decisiva, definitiva, su primiendo totalmente los monopolios. Sin su supresión, hoy podríamos conversar aquí muy animadamente, pero no arribaríamos a ninguna solución cooperativa, porque no se puede enfrentar a la buena fe y el deseo de colaborar entre un gobierno y las cooperativas, cuando de por medio están los monopolios que dominan al gobierno e impiden toda acción cooperativista.
Señores: 264 El Estado, para poder abatir a los monopolios, ha tenido que convertirse en monopolista, porque para vencer a un elefante con las mismas armas hay que tener otro elefante, si no, es difícil que lo peleemos a mano limpia. Nosotros hemos conseguido el elefante, lo hemos hecho pelear, y nada impide que ahora lo montemos y marchemos tranquilamente sobre él, en colaboración y en cooperación.
El Estado no tiene ningún interés en seguir comercializando por su cuenta, porque, señores, cuando nosotros nos hicimos cargo de la comercialización, la Comisión de Granos llevaba perdidos más de 500.000.000 de pesos en la comercialización de las cosechas; sabíamos y sabemos que ese negocio era para poco tiempo, porque después sólo obtendríamos pérdidas. Y es natural que así sea, porque los mercados cambian de situación anualmente y porque no vamos a pretender comercializar la producción nacional para perjudicar a nuestros productores sino para beneficiarlos como cámaras de compensación: en los buenos tiempos, el producto del agro será para los agricultores y en los malos tiempos, nos defenderemos todos unidos, como podamos. Esa ha de ser la ley.
El otro problema es el de la industria. Es natural que si los productores entregan su materia prima y no existe en el país industria para su transformación, la materia prima se irá desvalorizando paulatinamente porque no habrá ningún elemento de valorización como es la industrialización. Si no hubiéramos defendido la industria argentina no hubiéramos desarrollado notables sectores de la misma, dándoles todas las facilidades posibles y ayudándolos con todos los recursos del crédito. De no haber sido así, la industria argentina habría sucumbido durante esta posguerra como sucumbió entre los años 1919 y 1925. Para salvarla ha sido necesario apuntalarla con toda la defensa que el Estado y el gobierno ha podido prestarle a esa industria. Por esa razón, en los años 1947, 1948 y 1949, nos hemos ocupado de defenderla, y hoy está en marcha y próspera, lo que nos permite dejarla continuar por sus propios medios y disponer, como ya he dicho anterior mente, de todos esos recursos para aumentar y perfeccionar la producción del agro argentino.
Señores:
Todo esto, que tiene innumerables facetas, sería de ningún valor si solamente nos hubiéramos propuesto realizar un programa de asuntos esporádicamente elegidos. El gobierno tiene un plan y ha realizado una planificación que se ha ido y se va cumpliendo paulatinamente. Toda esa planificación, aunque a muchos 265 no se les haya ocurrido pensarlo, no es de carácter sectorial sino integral para el país. Ustedes, por ejemplo, cooperativistas, tienen la sana y plausible intención de industrializar en sus lugares de producción gran parte de la materia prima. Y no sólo lo alabo, sino que lo aplaudo calurosamente, porque el gobierno en eso está obligado a cooperar, no sólo para favorecer la pequeña industria de transformación que debe realizarse localmente, beneficiando en forma directa a los productores, que son quienes más lo merecen, sino que tiene un problema terrible por resolver, como es el de la mala distribución demográfica de la población, que hace aparecer a la Argentina como una de esas criaturas en gestación, que tienen una inmensa cabeza y un pequeño cuerpo. Descentralización de nuestra industria Desde que yo era chico se viene diciendo: “Es necesario descentralizar la industria naciente. No es solución concentrar toda la industria del país en Buenos Aires”. Linda idea, magnífica, pero con la idea no hacemos nada si no posibilitamos su realización. Yo también tengo esa idea, y tengo una inmensa alegría de que ustedes la compartan, pero yo les puedo decir que esa industrialización se va a desarrollar hasta un límite quizá no económico, y más adelante va a quedar estancada. ¿Por qué? Porque para industrializar no es necesario tener la fábrica, la materia prima, los obreros, el capital y el deseo de trabajar. Lo que hay que tener son mercados de consumo, y mercados de consumo en condiciones económicas.
Supongamos que mañana un agricultor que cultiva lino instale su fábrica en su región para industrializarlo; pero, ¿qué es lo que resulta? Tiene que hacer enormes gastos para el almacenaje, y como no puede colocar todo su lino en la región porque ahí no se utiliza, debe exportarlo pero, para ello, tiene que pagar fletes ferroviarios prohibitivos. Los puertos están en malas condiciones porque son extranjeros y no les interesa el abaratamiento de esta exportación. El flete marítimo también suele ser prohibitivo. Los seguros son muy elevados en algunas ocasiones y, además, están los reaseguros. Cuando supera todas estas etapas, que se cargan sobre el precio de la producción, ¿qué va a vender? Cuando carga todos esos gastos al precio de la mercadería tiene que colocarla fuera de competencia 266 en los mercados consumidores.
Para poder industrializar en la región, por otra parte, tengo que darle energía barata, porque con energía a cuarenta y cinco o cincuenta y cinco centavos el kilowatt, no se puede hacer mucha industria a buen precio. Mientras no tengamos la energía hidroeléctrica, por la que estamos trabajando sin descanso, para suplir con ella a la energía termoeléctrica, no hay solución económica posible.
Tengo que traer el combustible más conveniente, que es el gas. El gasoducto lo inauguraremos en los meses próximos, y mediante él podremos ofrecer un combustible a mitad del precio actual, probablemente, y de doce mil calorías por metro cúbico, en [lugar] de las cuatro mil que tiene el gas destilado del carbón que actualmente se está utilizando. El gasoducto permitirá dar el combustible barato para el que necesite ese combustible y ganar todavía seis millones de pesos por año, aproximadamente, que son los beneficios que van a quedar después de amortizarse el costo del gasoducto.
Tengo que darles, también, transportes baratos, y el transporte barato no se lo puedo dar con los ferrocarriles actuales, que están anticuados cien años. Hay que renovar ese material y electrificar todos esos ferrocarriles para que yo les pueda ofrecer a ustedes, productores e industrializadores locales, un transporte mínimo para poder exportar su producción en las mejores condiciones económicas para competir en los mercados internacionales. Por eso, el plan quinquenal, que toma todo ese sector, está trabajando para que los agricultores puedan también, en su tierra, industrializar y me permita sacar su producción con ferrocarriles argentinos a mínimo precio, con energía barata, con combustible barato, con transportes marítimos baratos, con carga y descarga en los puertos baratos, con seguros argentinos y con reaseguros argentinos. Ese es el programa que hay que realizar. Los beneficios de nuestra independencia económica Señores:
Nosotros sabemos lo que hacemos. No estamos improvisando. No estamos realizando sin plan. Tenemos un plan perfectamente establecido, y en cuanto a lo de que los cooperativistas coinciden totalmente con el gobierno, yo lo sé, lo he sabido siempre. No es el primer contacto que tengo con los cooperativistas.
267 La Ley de Cooperativas ha sido creada por nosotros, porque nosotros tenemos interés en desarrollar el cooperativismo que es el único que nos puede ayudar para barrer definitivamente los monopolios.
La independencia económica, por la cual nosotros hemos luchado denodadamente, ¿a quién va a favorecer especialmente? Va a favorecer a todos los sectores argentinos, pero especialmente al campo, que es el que ha pagado el colonialismo hasta nuestros días. Todos los imperialismos del mundo han bebido y han engordado en los campos de sus colonias, no en las ciudades.
De manera que nuestra lucha contra el imperialismo y contra el colonialismo, y contra los monopolios internacionales, que son los instrumentos de ese imperialismo, por una independencia económica, permitirá que el día [en] que ello esté consolidado, cada argentino tenga unos cuantos pesos más en cada bolsillo.
Cuando se dice que nosotros hemos defendido a la industria y no al agro, se dice una cosa que no es cierta. Nosotros no hemos descuidado que el problema del país comprende a las masas urbanas y a las masas rurales. Es exacto. Que hemos mantenido un contacto más directo con las masas urbanas que con las masas rurales, también es cierto. Pero, es que nosotros hemos encontrado masas urbanas organizadas y masas rurales desorganizadas. ¿Con quién nos entendíamos? ¿Es éste, acaso, el primer contacto que yo tomo con las sociedades cooperativas? No. En 1944 yo ya tenía contacto establecido con las cooperativas. Pero, en ese momento, no podíamos hacer nada porque entre las cooperativas y yo –que tenía el contacto– estaban los monopolios que no dejaban que las cooperativas me vieran a mí, ni me dejaban a mí ver a las cooperativas. Esa lucha, señores, que ha durado cuatro años, es la que nos permite hoy conversar en forma directa, como yo quiero, como yo anhelo conversar con el campo argentino, un campo argentino organizado.
Señores:
Los países modernos no se pueden gobernar como debe gobernarse una democracia si no están organizados.
¿A qué llamo yo organizados? A esta organización para el campo. El gobierno no puede ir a consultarle a cada agricultor, pero sí puede consultarle y trabajar en colaboración con los representantes de todos los agricultores. 268 En las masas urbanas, tampoco es posible hablar con todos los trabajadores, todos los industriales y todos los comerciantes, pero sí nos es factible hablar con sus representantes, que es lo que hacemos desde que yo he llegado al gobierno.
Uno de los fenómenos que mucha gente todavía no se ha explicado sobre el tipo de gobierno que nosotros realizamos y que todavía tiene pensando a muchos políticos, es cómo en tan poco tiempo nos hemos impuesto en la política nacional. Algunos dicen que es porque somos demagogos.
Una democracia bien entendida Discutía con un señor opositor a mi política y él me dijo: “Yo no encuentro explicación que usted, un hombre hasta hace pocos años totalmente desconocido, sin ninguna organización política, frente a nosotros que tenemos un siglo de organización política, que somos políticos de toda la vida, que tenemos innumerables hombres con capacidad política, nos enfrente en una elección limpia y nos gane lejos”. Y concluyó diciendo: “¿Cómo explica usted ese fenómeno?”.
Yo le contesté: “Nada más simple”. Vea señor –le dije– en las democracias, desde la primitiva “demos” griega, hasta nuestros días, el fenómeno democrático ha sido siempre igual. Una democracia realmente libre y representativa es el nacimiento esplendoroso de todas las democracias y, a poco que andan, los políticos la van deformando en su provecho.
En la democracia primitiva, el político habla con su pueblo; en la democracia deformada, los políticos hablan entre ellos y, de cuando en cuando, se acuerdan del pueblo.
Yo, en la Argentina, me encontré con una democracia deformada donde el pueblo no elegía a sus representantes. Votaba por ellos, que es otra cosa. Lo que elegían era el horizonte directivo donde estaban los dirigentes políticos, los gran des consorcios capitalistas y los que hacían, algunas veces, de dirigentes gremiales que marchaban de acuerdo con los monopolios y con el gobierno.
Esa era la realidad y yo que no era político, en vez de dirigirme a ese horizonte, me dirigí a la masa popular, hablé con ella, la convencí de que eso no podía ser, y cuando llegaron las elecciones, yo no tenía organización, no tenía políticos capaces, pero tenía votos que era lo que necesitaba.
Ahí tiene, señor –le dije–, cuál es la explicación que yo encuentro a mi fenó- 269 meno. Y seguiré así; no he de permitir que en mi política se formen horizontes políticos que trabajen a espaldas del pueblo. Yo me he de entender con el pueblo mismo.
Por eso, señores, estos actos, donde están los representantes auténticos de los hombres del campo, son las reuniones que me satisfacen. No me interesaría tener aquí cinco mil avezados políticos, porque con ellos no haría nada bueno; me encanta tener tres, cuatro, cinco mil, o los que sean, agricultores con quienes cambiar opiniones, recibir de ellos las inspiraciones que necesito y ponerme a trabajar para satisfacer sus aspiraciones.
Es una nueva política que sigo; y si estoy hablando con todo entusiasmo con ustedes, no es porque vengo a ganar votos. ¿Para qué quiero más votos? Ya tengo suficientes y demasiados. Si vengo aquí es para hablar de un problema nacional; a cambiar ideas sobre actividades que benefician al país, beneficiando al agro. La parte política me tiene totalmente sin cuidado; no me interesa cómo piensan ustedes políticamente o cómo dejen de pensar: me interesa lo que van a producir en el agro; lo demás no me importa.
Señores:
Hablando con la franqueza con que lo estoy haciendo, he de decirles que del plan originario trazado por el gobierno, que se ejecuta ininterrumpidamente en todas partes, con mayor o menor ritmo, se va cumpliendo paulatina y estrictamente todo cuanto hemos planificado, y en estos momentos podemos encarar, en forma decisiva y definitiva, la organización del agro argentino. Nuestra tarea de gobierno, en lo económico, es la organización de la riqueza argentina. Hemos trabajado estos tres años para eso, asegurando al campo la defensa de su producción con buenos precios. Tanto es así, que nos hemos peleado con todos nues tros compradores, porque dicen que hemos cobrado precios demasiado altos. Yo estoy en el gobierno para cobrar los mejores precios, no los peores.
Etapas promisorias de nuestra industria Hemos sostenido y ayudado a la industria nacional, que es la que valoriza esa 270 producción, y seguimos adelante cumpliendo etapa por etapa esta organización de la riqueza: defensa inicial de lo alcanzado; ayer, la industria con el centro de gravedad de los recursos; mañana, el agro con el mismo centro de gravedad.
Las actividades económicas no se pueden cumplir por gotas; y si yo hubiera querido darles a todos durante los seis años, les habría dado gotitas. Es necesario actuar con idea de masa, con verdadera economía de fuerza, lanzando todos los recursos para llevar adelante una actividad, recogiéndolos después y lanzándolos en otra parte para levantar a ésta. Sólo con impulsos ciclópeos se crean las grandes naciones; no se crean con temor de realizar una empresa grande.
Los que se enferman de pequeñeces, suelen morir anémicos de corazón y de conciencia. Y así como no debemos temer para jugar la suerte de la Nación en apoyo de nuestra riqueza y de nuestra industria, no tendremos temor tampoco para lanzar todos los recursos de que disponemos en apoyo del agro. Solamente así podrán llegar a alguna parte. Si tuviéramos temor, les aseguro que ustedes no saldrían nunca de pobres.
Señores:
Sería largo que yo enumerara todas las numerosas faces que el problema económico argentino presenta en su integralidad. Sería, por otra parte, inútil que yo hiciese una exégesis analítica de cuanto estamos realizando; pero hay una cosa que quiero explicarles en pocas palabras, para que ustedes abarquen el problema en su totalidad. Podría hablarles horas y horas, porque todo lo que se hace, esté bien o esté mal, soy yo quien lo hace. Yo no entrego mi responsabilidad a nadie; yo cargo con ella, porque soy quien ejecuta. Les aseguro que nadie ejecuta en mi lugar. Si alguna vez hay que colgar al presidente de la República por haber hecho mal las cosas, estaré colgado con justicia, porque yo soy el responsable de todo lo que se hace en mi gobierno.
Vean, señores. En la vida de los hombres, como en la vida de los pueblos, hay gente que es capaz de hacer y gente que es capaz de concebir. Yo tengo algunas personas que tienen ideas magníficas, que me dejan a veces asombrado de cómo ellos lucubran un problema y lo resuelven teóricamente. Pero cuando les digo, por ejemplo: “Pásenme este cenicero de aquí hasta aquí”, lo llevan para allá. Inmensas concepciones; negación absoluta en la acción. Por esa razón, hay muchos buenos para criticar y pocos buenos para hacer.
271 Nosotros no nos hemos distinguido nunca como país realizador. Si la República Argentina hubiera tenido espíritu de empresa, valor para encarar la solución y arrojo para realizarla, seríamos hoy un país poderoso y feliz. No hemos trabajado lo suficiente y no hemos realizado ni la milésima parte de cuanto hemos lucubrado y cuanto hemos dicho en discursos de distinta naturaleza. Nos pasamos el tiempo diciendo lo que hay que hacer y, por eso, no tenemos tiempo de hacer. Debe llegar el día en que el hacer no nos dé tiempo para decir lo que tenemos que hacer.
Como digo, señores, debemos encarar el problema de gobierno de un pueblo que no es muy realizador. Tenemos que despertar el espíritu de empresa y la decisión para realizar las cosas.
En los pueblos que no se han destacado por las realizaciones, lógicamente, pueden presentarse dos casos: los estados o las naciones que tienen soluciones para sus problemas económicos y los que no las tienen. Nosotros tenemos soluciones para nuestros problemas Si ustedes echan una mirada por el mundo observarán que hay muchos países que no tienen solución para sus problemas, pero si miran a la República Argentina podrán tener la convicción absoluta de que en este país no hay un solo problema que no tenga solución, porque el país tiene una riqueza inmensa de la cual puede echar mano y de la que surgen a miles las soluciones para encarar los distintos problemas que pueden presentarse.
En los países donde el problema económico no tiene solución, el gobernante debe esconderlo y no hacerlo aparecer, porque si así lo hiciera y el problema no tiene solución, no le arriendo la ganancia a ese gobernante. Pero en los países, como en la República Argentina, donde todos los problemas tienen solución, la tarea principal del gobernante es hacerlos aparecer para resolverlos.
¿Cuál ha sido en ese sentido la política seguida por mi gobierno? Cuando todos me decían: “Cuidado, no eleve el estándar de vida, que la elevación del estándar de vida va a traer el encarecimiento de los costos de producción, va a traer la infra producción, va a traer la infra industrialización, y todas las ‘infras’ que tiene 272 el léxico de la economía política”, y contestaba: “De todas esas infras, temo una sola: el infra consumo, el hambre, la miseria del pueblo. Esa es la única ‘infra’ peligrosa, porque si no, la vida feliz de los pueblos se convertiría en miseria”.
Nosotros pensamos de otra manera. Es necesario elevar el estándar de vida, porque así la población se verá obligada a trabajar y a producir para sostenerlo.
El estándar de vida no retrocede, no rebaja. Lo que el hombre hace es aumentar su producción para poder mantenerlo.
El índice de consumo de la población argentina en el año 1943, era cien. En este momento, es cuatrocientos cincuenta; es decir, hemos aumentado trescientos cincuenta sobre el índice cien. La Argentina produce y consume cuatro veces y media más que en el año 1943.
Señores:
Ese era el problema argentino, y el hacerle consumir cuatro veces y media más es presentar el problema. Ahora vendrá la solución, porque cada uno de los habitantes tendrá que producir cuatro veces y media más para satisfacer su consumo. Y es esa producción la que trae la civilización, el progreso y la felicidad de los pueblos.
Dicen que la producción argentina no ha aumentado. Yo voy a contestar a esto que lo que necesitamos nosotros es una economía equilibrada. Los grandes países no llegan a la independencia económica consumiendo el 20 % de su producción y exportando el 80. Llegan con lo inverso, es decir, consumiendo el 90 y exportando el 10 % de la misma. Ese es el índice de Estados Unidos, de Inglaterra y de los grandes países que han alcanzado un alto grado de prosperidad económica. Para los argentinos debe hacérsenos carne que lo mismo vale un peso que nos paga un santiagueño que el que nos paga un londinense, un francés, un italiano o cualquier habitante de otra parte del mundo, con una ventaja: que no estamos subordinados a la economía extranjera, porque cuando exportamos en la proporción en que lo hemos estado haciendo nosotros para vivir, arriba del 60 % de nuestra producción, somos una colonia, aunque no lo queramos, porque ese cordón umbilical de la exportación y de la colocación de nuestra riqueza nos comunica las variaciones de la otra economía. Y cuando nuestros compradores estornudan, nosotros sentimos la conmoción. No puede haber independencia económica sin asegurar un ciclo interno que satisfaga las necesidades y la vida de la propia economía en la producción, industrialización y comercialización.
273 El problema de las divisas Claro que me van a hablar de las divisas y de que todavía nosotros no producimos muchos de los materiales que necesitamos y que, entonces, estamos ligados a la economía internacional por ese sector que debemos satisfacer con nuestra demanda. Yo les diré, en contestación a eso, que me digan cuál es el país, exceptuando uno o dos en el mundo, que no tiene ese fenómeno a resolver por delante. Lo que nosotros necesitamos, afortunadamente, son máquinas; aunque sin las máquinas podemos seguir viviendo. Los que no pueden seguir viviendo son los que necesitan trigo y carne. Las economías más graves, en el mundo, son las que carecen de artículos alimenticios. Las otras, pueden arreglarse con sucedáneos de toda naturaleza y mantenerse en pie. En cambio, cuando el hombre no come, vienen las convulsiones sociales y la economía puede caer en un solo día para no levantarse más. Es cuestión de echar una miradita al resto del mundo, donde en estos momentos hay, en un solo país, más de cinco millones de obreros en huelga desde hace un mes.159 ¿Cuántos pesos se habrán perdido en esa economía y quiénes tendrán que pagarlos? Son problemas demasiado serios, señores, para que nosotros los podamos abarcar siquiera. Nosotros no tenemos ningún problema de esa magnitud.
Los problemas de divisas agitados políticamente son totalmente ficticios. Dicen que el peso vale poco, pero a mí qué me importa que valga poco el peso con relación al dólar o a la libra esterlina, si acá yo no compro ni vendo nada en el orden internacional en pesos. Todo lo vendo y lo compro en dólares y en libras esterlinas.
El peso es para el orden interno, porque no tiene cotización en el orden internacional. Y yo pregunto: sacando el dólar, la esterlina, el franco suizo y la corona sueca, ¿qué moneda tiene cotización en el orden internacional? ¿Quién compra y vende en otra moneda en el mercado internacional? El peso sirve al mercado 274 interno. Para comprar en el mercado internacional tampoco empleamos nosotros ni libras ni dólares; empleamos trigo y carne, que es una moneda que no se desvaloriza en todos los tiempos.
Lo que la gente no entiende, o no quiere entender, es que en el actual estado económico caótico del mundo, todos los valores antiguos y el fetichismo del oro y de las monedas han desaparecido totalmente. Hoy se cotizan valores en productos y trabajo, no en monedas, porque la solución del mundo ha de venir con la alimentación y no con el oro.
Señores:
Yo no quiero seguir fatigándolos con esta conversación, pero quiero tratar concretamente algunos problemas de los temas que ustedes van a encarar en la realización del sexto Congreso, que conozco en forma general por las conversaciones tenidas con la comisión directiva. Comparto totalmente los puntos que me han sido expuestos. Por nuestra parte, podemos afirmar que trabajaremos conjuntamente con el agro argentino para que no retornen los monopolios, que son los que han asfixiado durante casi un siglo a la economía argentina. Ello lo podremos conseguir de una sola manera: trabajando en cooperación, en entendimiento y en absoluta unión los agricultores argentinos, por intermedio de sus representantes cooperativistas, y el gobierno. El gobierno necesita tener el campo organizado; organizado social y económicamente, que es lo único que interesa para que podamos recibir del campo la sensación de sus necesidades y de sus aspiraciones, y para que podamos poner en marcha las medidas de gobierno destinadas a satisfacer esas necesidades y a colmar esas ambiciones.
Un asunto interesante sobre la consideración del agro y las medidas que el gobierno tomará con la Corporación Argentina de Productores de Carne: entendemos que ese organismo ha sido creado por el privilegio y que es necesario devolverlo al agro en toda su representación, especialmente en los modestos productores del agro argentino en ganadería, que siempre han sido invitados de piedra en esa asociación. Esperanzas en este Congreso El gobierno tiene fundadas esperanzas en lo constructivo de los resultados a que arriben ustedes en este Congreso. Creemos que la organización de la agricultura 275 y ganadería argentinas no podrá realizarse en mejor forma que organizando el campo de acuerdo a lo previsto por la ley 11.388 de creación de las Cooperativas.
En esta organización, el gobierno va a seguir una política tras dos objetivos y les pido a los representantes del agro argentino que reflexionen muy seriamente sobre esos dos objetivos.
Necesitamos aumentar la producción y bajar los costos de producción. Estos son los dos objetivos tras los cuales se está elaborando un plan concreto en el gobierno para poner en ejecución en el año 50, que se iniciará dentro de poco tiempo.
No escapa a la percepción del gobierno que el problema del aumento de la producción y la baja de los costos de producción no es cosa simple que pueda realizarse de la noche a la mañana. Es todo un programa a cumplir en varias etapas y en largo tiempo. Lo que no se ha hecho en un siglo, difícilmente puede realizarse en uno o dos años.
Es necesario reaccionar contra el estado inorgánico de la producción argentina. Para el aumento de la producción, deberemos trabajar, codo a codo, los organismos del gobierno y los productores agrarios. Ello es necesario para alcanzar un cierto grado de cientificismo en la producción, para lograr también un estudio de las tierras, para obtener la selección de semillas para el riego y para cincuenta mil circunstancias a las cuales habrá que recurrir para conseguir el máximo de rendimiento con el mínimo de fatiga y de sacrificio. Esa es la forma de aumentar la producción.
No se trata de tomar ahora todos los campos y comenzar a sembrarlos, porque con eso, quizás, vamos a disminuir la producción. Se trata de asegurar, de estudiar, de organizar científicamente la producción y, con ello, sin gran esfuerzo, vamos a obtener el aumento paulatino y seguro de la misma.
Para la disminución de los costos, el trabajo no será menos ímprobo, no será menos necesario recurrir a la organización y a la ciencia en la producción.
En primer lugar, todo problema de abaratamiento es cuestión de organización.
Es menester organizar el campo en su conjunto y es imprescindible organizar la chacra en su detalle. Esta organización traerá indefectiblemente la mecanización, sin la cual los costos de producción difícilmente van a bajar de su actual nivel. 276 También será necesario conseguir un sinnúmero de distintas operaciones que, en beneficio de la brevedad, no voy a detenerme a considerar.
Pero esos dos objetivos han de ser motivo de una planificación que hemos de realizar en conjunto los cooperativistas, el agro mismo, cuando no esté agrupado en las cooperativas, y el gobierno en todas sus actividades por todos sus organismos.
Un programa integral para el agro El gobierno entiende que tampoco el agro solo, por bien organizado que esté, puede llenar la totalidad de las funciones y, en consecuencia, se realizarán los estudios previos por los ministerios técnicos correspondientes. Pondremos a disposición del agro los técnicos, las escuelas, los cursos de capacitación, y lo que sea necesario para esos estudios. Trataremos asimismo de llevar la capacitación agraria por todos los medios: en la escuela primaria, en la enseñanza secundaria, en la universitaria, en el ejército –a los soldados incorporados también les daremos capacidad agraria–, formaremos las escuelas especializadas para estudios tecnológicos de todo orden, como así también para la capacitación manual de los obreros, operarios mecánicos, trabajadores especializados para el agro.
Señores:
De esta ligera y sintética enumeración, pueden ustedes estar seguros [de] que haremos una buena planificación y la pondremos en marcha. Muchos organismos ya están funcionando desde hace dos o tres años en previsión de esto, y muchas medidas del agro han venido actualizándose en defensa de los productores agrarios. Ustedes saben que si en este sentido no hemos aplicado un programa drástico y avasallador, muchos de los programas enunciados hoy por mí están en plena realización.
Yo soy, como he dicho, partidario de la industrialización regional cooperativa, y el gobierno ha de ayudarla en todo lo que sea necesario. No habrá esfuerzo que no realicemos, tanto en el sentido de los transportes, como de los trasbordos, transportes de ultramar, seguros, reaseguros, créditos, etcétera. Repito que no habrá esfuerzos que no realicemos para posibilitarles a ustedes esa aspiración tan justa: que sean ustedes mismos quienes industrialicen gran parte de sus propios productos. En todo aquello que beneficie directamente al agro, tendremos 277 la posibilidad técnica de aconsejarles qué es lo que conviene y qué es lo que no conviene, porque nosotros conocemos todos los sectores de la industria, con los cuales habrá algunos casos en que no será conveniente entrar en competencia, mientras que quedarán infinitos sectores que pueden ser explotados perfectamente por el agro y solamente por los propios productores de la agricultura.
Si yo obedeciese a impulsos y conveniencias fáciles, tan pronto estuvieran organizados les entregaba toda la comercialización de su propia producción; pero sé que con eso les haría un mal terrible a ustedes mismos, porque los volvería a entregar a las posibilidades de avance de los mismos monopolios, que todavía no han muerto: muchos están agonizando.
Sin embargo, la dirección del Estado es indispensable para la comercialización. Muchos dicen que el gobierno compra a 20 y vende a 40. Claro que si a nosotros nos pagaran como nosotros pagamos a los chacareros, eso sería cierto. Pero, ¿quién paga hoy en el mundo? Yo pregunto, ¿quién paga? Se paga tarde, mal y a veces nunca. Esa es la realidad. ¿Cómo haría en este momento una asociación cooperativa para comercializar la producción en el exterior, sin la intervención de gobierno? Yo pregunto ¿con qué la iban a pagar, quién la iba a pagar y con quién iban a hacer los tratados? Hoy, en el mundo entero, se vende de gobierno a gobierno y se paga con lo que se tiene. Ya veo a los chacareros con un galpón lleno de agua de colonia, de whisky y otras cosas por el estilo. Es un problema más complejo de lo que muchos creen. ¿Quién iba a cargar con algunos que nos deben 1.800 millones de pesos? ¿Les íbamos a dar papelitos a los chacareros para que comprasen y vendiesen con obligaciones, cupos de bonos o acciones, colocadas a 18 o 20 mil kilómetros de este país? Señores:
A poco que uno observe el problema del mundo, se da cuenta de que hoy no hay más que una manera de comercializar: el trueque directo de mercadería entre los países. Y eso no puede realizarse sin una intervención directa y ajustada del propio Estado. Sin embargo, el gobierno no tiene inconvenientes en servir de intermediario para que se realice la comercialización por su intermedio. Sabemos 278 que es un mal negocio para nosotros, que es un mal negocio para el gobierno, pero no tenemos ningún interés en hacer buenos negocios. El interés que tiene el gobierno es que sus productores, sus industriales y sus comerciantes hagan un buen negocio, porque ellos están para negociar; nosotros no estamos para realizar negocios.
Lo que digo en el orden internacional, lo digo también en el orden interno.
Tan es así, que el propio gobierno acaba de donar 20.000 metros cuadrados de sus tierras para que ustedes construyan sus frigoríficos y sus depósitos; y si ustedes quieren vender, puedan hacerlo directamente. Aquí ya no hay mercados de concentración que nos interesen; aquí se va a vender y comprar al que venda más barato y mejor en el futuro, sin atarse a ninguna reglamentación que permita la explotación de los consumidores. Yo he de suprimir a todos los intermediarios el día que la República pueda abastecer de la producción al consumo, en forma directa.
También es una aspiración mía que la tierra sea para el que la trabaje. Yo vengo sosteniendo, desde hace tiempo, la realización de este programa. Mucha tierra ha sido ya entregada y ustedes saben que hace pocos días el campo de “El Pilar” ha sido entregado en esas condiciones. De la misma manera, miles de latifundios han sido entregados y vendidos a los propios productores que los ocupan.
Pero éste es un problema que hay que pensarlo muy bien. No se resuelve esto entregando cualquier parcela de tierra a cualquiera que desee hacerla producir, porque eso puede traer en el futuro terribles problemas, mucho más graves que los que nos afligen en estos momentos.
No se puede hacer la entrega para agricultura en las mismas condiciones que para la ganadería. Una cosa que enseña la historia del mundo es que la parcelación y entrega de las tierras se ha venido practicando desde hace muchos siglos antes de Jesucristo. En Grecia, ya a Licurgo se le ocurrió, por primera vez, quitar la tierra a los terratenientes y entregársela al pueblo de Esparta. Desde entonces hasta nuestros días, se han realizado miles de programas similares. Y, en la actualidad, la reforma agraria en Sudamérica pasa del inmenso latifundio al terrible minifundio. Y hoy, los dueños de la tierra quieren devolverla porque no pueden vivir en las parcelas que les entregaron hace diez años.
Yo no quiero que a ustedes, o a vuestros hijos o nietos, les pase lo mismo, y lo veamos vagando por caminos después de haber entregado su tierra porque no 279 pueden sostenerse en ella.
Esto hay que estudiarlo y hay que realizarlo “despacito y con buena letra”, como dicen los paisanos. Muy despacito, porque el hombre, en sus aspiraciones y en sus necesidades, según la vida va cambiando, va aumentando en necesidades y en aspiraciones.
Al que no tiene nada y es solo, si le damos veinte o treinta hectáreas, él dice: “Con esto estoy satisfecho”. Ocupa esas treinta hectáreas empieza a producir y vive. Se casa, después tiene cuatro o cinco hijos y cuando se quiere acordar, dice: “¿Qué voy a hacer con esta miseria que me han entregado? Ya no puedo vivir. Antes era feliz, pero con el tiempo ya no lo soy con esto”.
Muchos lucharán por obtener una pequeña parcelita de tierra, pero es necesario pensarlo antes. Estado Unidos de Norteamérica, después de setenta años de colonización, tuvo que reestructurar toda su campaña, desalojando a la mitad de sus agricultores para aumentar los predios en forma que constituyeran una unidad económico-familiar.
Señores:
Yo podría entregar toda la tierra; total, dentro de cuatro, cinco, diez años, no sé cuándo me he de morir y, después, el que venga detrás que se arregle. Pero yo no pienso así los problemas de Estado; yo estoy pensando para los nietos y biznietos de ustedes, para que ellos no tengan el problema. Por eso, en muchos casos me he opuesto a la división de las tierras. Un día, un representante del Banco de la Nación vino y me dijo: “Vamos a entregar cien chacras”. Pregunté: “¿De cuántas hectáreas cada una?”. Me contestó: “De treinta hectáreas”. Yo dije: “Treinta bolichitos va a entregar. ¿Para cuánto van a servir?”. “Son tierras maravillosas”, me dijeron. En la República Argentina, por maravillosas que sean las tierras, pensando en el futuro, no se pueden entregar chacras que sean menores de cien hectáreas, si no queremos tener un terrible problema en el futuro.
Otros, para la ganadería, quieren tomar extensiones de dos mil o mil quinientas hectáreas. Hacer pequeñas explotaciones ganaderas, cuando no están combinadas con una diversificación agraria, o completadas con la agricultura, es realizar unidades ganaderas antieconómicas. Para crear agricultura hay que 280 destinarle zonas agrícolas. Para crear ganadería, hay que ir fuera de las zonas agrícolas. Proceder en forma distinta sería como desmantelar grandes fábricas que producen a bajo costo para instalar en su lugar cien o doscientas fábricas pequeñas que producirán a un costo diez o doce veces superior. Es necesario estudiar todos estos problemas.
Entregar la tierra es fácil, pero lo difícil es entregarla bien. Por eso, nosotros no nos apresuramos en este problema. Si durante cien años hemos sido arrendatarios, podemos continuar siéndolo durante dos o tres años más, hasta que organicemos la entrega de la tierra. Con la ley de arrendamientos y aparcerías tenemos para defendernos. No quiero decir con esto que no estemos decididos a entregar la tierra, pero queremos entregarla bien, dándosela al hombre que se va a quedar en ella para trabajar, y no al que la va a vender al día siguiente. Es necesario que se arraigue a la tierra; es necesario que el agricultor quiera a su tierra y que la haga producir. Cuando en la entrega de la tierra comienza a producirse el éxito especulativo es muy terrible la especulación. Por esa razón esto lo queremos realizar despacio, y lo hemos de realizar entre ustedes y el gobierno, con un programa perfectamente establecido a realizarse por ciclos.
El gobierno ha de financiar la entrega de la tierra, pero esta etapa también debe ser progresiva. Aspiramos a que dentro de diez o doce años no haya ningún agricultor que no sea propietario de la tierra que trabaja. Ese es el programa que hemos de seguir.
Cuando hablamos de la disminución de los costos de producción, yo sé bien que ustedes no piensan que para realizarlo debe hacerse a costa del hambre o de la miseria de los trabajadores del agro. El Estatuto del Peón, con todos los defectos que pueda haber tenido, ha terminado en el campo argentino con una situación que no podía seguir. Aspira el gobierno a que la disminución en los costos de producción sea lograda por el perfeccionamiento de ella misma, y no a expensas del dolor, de la miseria o del hambre de los trabajadores argentinos. Y lo digo con la inmensa satisfacción de saber que ustedes comparten estos puntos de vista.
Es claro que habrá que ajustar resortes. Cómo no vamos a tener que ajustar resortes nosotros, que hace tres o cuatro años estamos realizando todo esto, cuando países que hace dos o tres siglos que lo están haciendo están más embarullados que nosotros y tienen que ajustar muchos más resortes. Estamos naciendo a una 281 organización. Ustedes serán los defensores de esa organización. Yo estoy seguro de ello, porque ninguno de ustedes puede estar por la defensa de la injusticia en cualquiera de los casos en que la injusticia se presente.
Sé bien cuáles son las intenciones y cuáles son las ideas de ustedes. Son las mismas que tenemos nosotros: buscar la felicidad de todos basándola sobre la tranquilidad nacional, sobre la grandeza nacional, sin sacrificar en esa lucha por la vida nada a los otros para agregar a la propia felicidad.
Por eso, señores, es que yo quiero agradecerles el que ustedes, en los temarios del congreso, se hayan acordado de los aposentos para los obreros rurales. Y feliz me he sentido al firmar la expropiación del latifundio de “El Pilar”, cuando he sabido que ustedes han resuelto dedicar cien hectáreas para entregarlas para el aposentamiento de los trabajadores rurales de esa zona. Esos hombres de campo, argentinos como nosotros, hermanos nuestros, quizá con menos fortuna que nosotros, tienen derecho a que nosotros, en todas las ocasiones les tendamos la mano.
Yo nunca he tratado estos problemas como una obligación de lucha, sino como un deber de conciencia y de corazón. Creo que el día que todos los argentinos estemos persuadidos de que el bien que hagamos nos resarcirá la conciencia en mayor grado cuanto más desgraciado sea aquél a quien le demos la mano, en esta tierra donde todo abunda, donde nada puede faltarle a nadie, donde todos llevan el porvenir y la felicidad en sus brazos, en su cabeza o en su corazón, tomaremos como un deber el ayudar al que tiene menos suerte, ya sea porque es más vicioso o aun porque es un bandido. Muchas veces ese mismo no tiene la culpa, sino que ésta habría que cargársela a sus padres o a sus abuelos. Ese más desgraciado, el que no ha progresado en la vida, es el que merece nuestra ayuda y a quien debemos llevársela.
Si todos entendemos el problema social así, ¡alabado sea Dios! Porque en el futuro podremos constituir un país donde todos seremos verdaderamente amigos y verdaderamente hermanos. Y, cuando en el país se realice esto, todos habremos alcanzado un grado mayor de felicidad y, sobre todo, una tranquilidad de conciencia que permitirá a los hombres sentirse felices y grandes en medio de nuestra pequeñez. 282 Agradezco también que ustedes hayan incluido en su temario palabras y resoluciones en beneficio del plan forestal iniciado por el gobierno. Cuando yo paso por los campos argentinos y veo una chacra que, muchas veces no tiene más que un rancho y no hay un solo árbol, pienso: ¡cuánto tiempo hemos perdido los argentinos en nuestro trabajo! Es necesario que ustedes nos ayuden para llevar al campo argentino la persuasión absoluta de la necesidad de plantar árboles. Si todos los argentinos plantásemos un solo árbol por año, en diez años la República Argentina valdría casi cien veces lo que actualmente vale como patrimonio nacional.
Es cuestión de que todos los argentinos nos pongamos de acuerdo y empecemos a realizar esta obra que es para bien de todos.
El egoísmo produce pobreza; solamente el altruismo y el desprendimiento producen grandeza y riqueza. Los argentinos hemos estado un poco enfermos de egoísmo. Es necesario que nos desprendamos un poco de ese sentimiento. Sé bien que ustedes han sido de los menos egoístas. Sé que ustedes han trabajado en las buenas y en las malas con el mismo ímpetu, con el mismo desinterés y con el mismo patriotismo, por eso estoy hablándoles en el tono con que lo hago. No me hubiera tomado el trabajo de aburrirles durante más de una hora si no estuviera seguro de hablar con hombres con esas cualidades que conozco porque, afortunadamente, no he vivido en la ciudad, sino que he vivido en todos los campos argentinos.
Para terminar, quiero cerrar con pocas y simples palabras todas estas consideraciones, quizá mal hilvanadas, pero de absoluta claridad.
El gobierno tiene en ejecución un amplio plan para la organización y para las futuras realizaciones del agro.
La cooperativa es un instrumento representativo y directivo del campo, que trabajando en unión y cooperación con el gobierno, podrá llenar mejor sus fines propios y facilitar los fines del mismo gobierno. En consecuencia, esperamos en el gobierno el resultado a que ustedes arriben en el Congreso que van a realizar, para después, con las comisiones que ya existen, discutir y armar un plan definitivo a desarrollar en el agro. El gobierno, repito, pondrá a disposición de ustedes todo lo que puede ofrecerles y que ustedes necesiten y, en compensación, ustedes deberán llevar al campo argentino ese plan, impulsarlo y ayudarnos a ejecutarlo.
283 Lo primero que ustedes deben hacer en beneficio del gobierno y de su plan, que es decir hacerlo en beneficio del país, es llevar a cada zona del campo argentino la convicción de que comenzamos en el año 1950 la realización de un plan que haremos llegar a cada agricultor. De manera que ustedes con él y con el plan que haremos entre ustedes y el gobierno, puedan decirle al campo argentino qué hay que hacer en todo el campo y a cada chacarero qué hay que hacer en cada chacra.
Cuando eso haya sido realizado y cuando cada agricultor se ponga en marcha tras el mismo objetivo, y el gobierno inicie hacia él su marcha de conjunto, podremos decir que el campo trabaja con unidad de concepción y el país trabaja en el campo con unidad de acción. Si conseguimos esto y realizamos el plan, marchando todos unidos en una misma dirección, el triunfo en el campo no se hará esperar ni dos años. Habremos triunfado antes de ese plazo, realizando todo cuanto es la aspiración de ustedes y cuanto es el deseo y la obligación de realizar por el gobierno que tengo el honor de presidir. |
1949-11-10 | En una cena de camaradería de la Policía Federal | Es con verdadero entusiasmo, satisfacción y honor que concurro a esta fiesta de camaradería en que, festejando el Día de la Policía, los camaradas de la Policía Federal tienden su mesa de solidaridad para estrechar vínculos que los hagan más unidos y más fuertes para enfrentar las tareas que el servicio impone en bien y en defensa de la sociedad y de la patria.
Los ciudadanos de la República tienen un deber colectivo, que es único e imprescriptible para todos los habitantes de este pueblo: la defensa permanente de la patria. Todos realizamos, unos en una situación y otros en otra, este permanente deber colectivo, sin el cual toda función dentro de la ciudadanía carece de su contenido fundamental. El gobierno tiene la obligación de ejercitar esta defensa para la felicidad del pueblo y para la grandeza de la patria; las fuerzas económicas, construyendo con el trabajo diario la riqueza de la Nación; las fuerzas armadas, trabajando incesantemente en su perfeccionamiento para que, si un día llega la necesidad de luchar por la defensa de nuestra patria y de nuestras instituciones, se encuentre cada uno capaz en su puesto para enfrenta el deber.
La Policía es la institución básica de esa defensa, porque mantiene, durante toda la vida, el arma al brazo, en salvaguardia de las leyes, de la justicia y de la moral de la sociedad de la patria.
Ese deber colectivo de defensa es proporcionado en el mérito, el sacrificio que el deber impone. Por esa razón, los pueblos deben respetar, amar y ayudar a las fuerzas del orden, porque ellas ponen su vida y su deber en defensa de los que constituyen la colmena humana, sin cuya defensa los hombres de bien son, a menudo, sobrepasados por las acciones de los hombres de mal.
285 La Policía, para los pueblos organizados, para los pueblos civilizados, es su fuerza puntal, es la fuerza en la cual el pueblo afirma su libertad, porque solamente se es libre en aquellos pueblos que saben someterse a la ley, porque es tan viejo como el mundo que, para ser libre, es necesario ser capaz de ser esclavo de la ley.
Señores:
Difícilmente funcionario alguno de la República pueda apreciar de mejor manera y más fehacientemente la labor policial que el presidente de la República. Es la Policía quien va ofreciendo el cuadro diario de la pulsación nacional en múltiples de sus manifestaciones; es la Policía la que ofrece el cuadro exacto de la situación de orden en que la vida se desarrolla; es la Policía la que va señalando el índice de composición orgánica o de descomposición orgánica del pueblo mismo; es la Policía la que va dando el cuadro sinóptico de los delitos y del cumplimiento de las leyes; es la Policía la que va dando la pulsación diaria del orden contra las fuerzas del desorden. Por eso, desde mi despacho, puedo apreciar que, cuando digo que los argentinos podemos estar orgullosos de la Policía Federal de la República Argentina, no hago más que refractar los rayos de la evidencia que, diariamente, durante estos tres años, han estado llegando a mi despacho por intermedio de ese magnífico personal de nuestra Policía Federal, que nos llena de satisfacción y de orgullo.
Si hubiera de decir cuáles son las cualidades que para mí sobresalen en el desempeño de nuestra Policía, tendría que decir, en primer término, que todas las policías luchan por una causa similar.
La custodia del orden no suele ser simpática ni aún para las personas de orden, porque todos tenemos en el fondo del alma un pequeño rincón de desorden, que queremos que todos los demás nos toleren. La Policía, para imponer el orden aún en esos lejanos rincones de la subconsciencia, tiene que actuar con rigidez y con honradez. Por eso, a menudo, las policías o son temidas o son respetadas. Yo no creo en la eficiencia de las policías temidas, pero tengo una fe inquebrantable en la acción de la policía respetada. Nuestra Policía, afortunadamente, no es temida pero es respetada y, cada día, va siendo más y mejor respetada, porque sus hombres van perfeccionando sus valores morales y, frente 286 a la población, lo que la población aprecia del verdadero policía, son sus valores morales, su personalidad, su honradez y su sacrificio; y de todo eso tiene mucho, pero mucho, nuestra Policía.
Otra circunstancia que yo hago notar con verdadera complacencia en mi observación de la acción de todos los funcionarios policiales, es la justeza con que nuestra Policía sabe encuadrarse en su posición, al margen de los conflictos, de las luchas y de las disidencias políticas. La Policía no puede ser política, porque ella debe “meter en vereda” a todos los políticos, cualquiera sea su orientación o su credo.
Lo más admirable de nuestra Policía, lo que quizá no han alcanzado a comprender con justeza otras instituciones del país, es el encuadramiento perfecto del concepto de gobierno en diferenciación de lo que es la política. Una cosa es la política y otra cosa es el gobierno. El policía no acata a la política, pero sí al gobierno.
Ese acatamiento a la institución básica de la Nación, que es el gobierno –sin confundir gobierno con otras actividades– lo realiza la Policía dentro de una concepción ajustada, como no lo realiza ninguna otra institución del Estado. Esa pulcritud, esa absoluta interpretación equidistante, dice claramente de nuestra Policía que tiene la capacidad, la preparación y la inteligencia suficientes para distinguir, muchas veces sutilmente, el problema, colocándolo dentro de la justa interpretación de la ley y del justo cumplimiento de su deber hacia las otras instituciones, hacia el Gobierno y hacia la política del Estado.
Señores:
Le ha tocado actuar a nuestra Policía en el interior del país. De policía exclusivamente metropolitana ha pasado a ser policía federal. Y, para honor de la Policía y para orgullo de la institución por el desempeño de sus hombres, debo declarar que es la única institución que, actuando en todo el país, no ha producido la me nor, la absolutamente menor interferencia con otras policías ni el menor conflicto interjurisdiccional.
La Policía Federal, que actúa en todas las provincias, ha sido la única que no me ha traído un problema de orden jurisdiccional. Todas las otras actividades me presentan casi diariamente el choque entre funcionarios provinciales y nacionales. Solamente la Policía Federal no ha producido, en este orden de cosas, ningún pleito, queja ni conflicto. Sería en este sentido interesante y aleccionador que 287 todas las instituciones llegaran un día hasta los despachos de la Policía Federal y preguntaran cuál es la conducta que hay que seguir y cómo hay que proceder para mantenerse cada uno en su puesto, cumpliendo con su deber.
Sería largo hacer una exégesis analítica de todas las virtudes de nuestra Policía Federal y sería abundar en lugares comunes que ustedes conocen tanto como yo; pero quiero cerrar estas breves palabras de salutación a todos los camaradas que, en cualquier puesto, cumplen con nosotros una tarea común de defensa de nuestra patria, y hacerles llegar una congratulación que para mí –que soy un hombre sincero y que se expresa más que con ideas, con sentimientos–, significa decirles mi satisfacción de funcionario y mi orgullo de argentino al comprobar todos los días cómo la Policía va progresando en el orden del perfeccionamiento moral; cómo las viejas historias, que muchos conocemos, han desaparecido en el cuadro de acción de la Policía; cómo esos chismes que todos oíamos, ya no se escuchan más en nuestra población; cómo la honradez de los funcionarios policiales no puede ser puesta en tela de juicio por ningún argentino bien nacido y honrado; cómo comprobamos diariamente que esa moral, dentro de la policía, es cuidada, es depurada por ustedes mismos con ese amplio espíritu de institución, sin el cual estas nobles ocupaciones de defensa del Estado pasan a ser oscuros oficios; cómo podemos nosotros –los funcionarios que tenemos la responsabilidad del gobierno, de la administración y de la conducción del Estado–, confiarle la vida y la fortuna de los argentinos, en la seguridad de que, estando en manos de nuestra policía, estén tan seguras como encerradas bajo siete llaves del más inviolable de todos los tesoros.
Señores:
Yo tengo por costumbre decir las verdades tal como las siento; y esta noche he tenido la inmensa satisfacción de poder decirles a todos ustedes, aquí reunidos, cuáles son mis ideas y mis sentimientos hacia la Policía.
Estén absolutamente persuadidos [de] que si yo he dicho lo que he expresado aquí y si he hecho las alabanzas que me han escuchado, no es por halagar 288 a nadie. He llegado a una altura de la vida donde, quizás, las alabanzas no son abundantes; y yo no suelo ser hombre de grandes alabanzas. Pero sí quiero ser justo reconociendo en presencia de todos ustedes, cuál es el concepto absolutamente exacto y real que el primer magistrado de la Nación tiene por su Policía, y tiene también en esa persuasión la mayor de sus satisfacciones y el más grande de sus orgullos. Al reconocerlo no hago sino un acto de justicia, de esa justicia que debe estar en todas las mentes y en todos los corazones de los hombres que alguna responsabilidad tienen en el manejo y en la dirección de la cosa pública.
En nombre de la Nación, al saludar en cada uno de ustedes a la Policía Federal, me hago el deber de desearles, como les deseo, toda clase de felicidades, porque con su conducta en la Nación se han hecho acreedores al reconocimiento del gobierno y a esa felicidad que anhelo para todos ustedes. |
1949-11-12 | En el camino principal de San Antonio de Areco | Quiero agradecer solamente, en pocas palabras, este recuerdo de la “llave del campo” que se me entrega. Al hacerlo, quiero agradecer diciendo que protesto contra las primeras palabras que he escuchado “Volvemos al campo”. Mal podemos “volver al campo” cuando no hemos salido nunca de él.
Desde 1943, en que yo pude actuar, todas las medidas que he tomado, fuera del gobierno o dentro de él, han sido en defensa del campo.
Se defiende al campo defendiendo su producción, pero se lo defiende mejor defendiéndolo contra los que han entregado a la patria durante tanto tiempo. A esa entrega de la patria hemos puesto fin con la independencia económica. Era inútil seguir charlando de independencia y soberanía mientras no hubiera independencia económica. Ahora pueden los argentinos decir que esto es de ellos, que esto es libre. Ahora, señores, podemos decir que esa bandera se levanta por primera vez sobre tierras criollas.
Por eso no digo “volvemos al campo”. Hemos liberado al campo que estaba sirviendo a las metrópolis extranjeras. De ahora en adelante, los que son criollos pueden decir que son criollos porque esto es de ellos.
Yo agradezco a este pago famoso de Areco esta demostración. He nacido en una estancia, me he criado en una estancia y estaba en la Patagonia hace 50 años, cuando todavía alternábamos con las tribus errantes de los tehuelches de esos 290 territorios. De manera que sé sentir la tierra y la he sentido como la sintieron en los buenos tiempos de la Independencia. Por eso he luchado y traído la independencia económica, que completa la independencia de nuestros mayores.
Recibo, pues, la “llave del campo”, una llave simbólica, sin duda, de esa tranquera que tenemos que cerrar hacia el extranjero y abrir hacia nuestras pampas.
Señores:
Les agradezco esta reunión, les agradezco la llave y les prometo que he de seguir luchando incansablemente para que esto que terminamos de decir siga siendo una verdad en la patria. De nada valen los trigales; de nada valen los maizales y las riquezas de nuestra tierra si no han de ser nuestras, si no la hemos de explotar nosotros y si no hemos de ganar con ello el orgullo de decir que defendemos, más que nada, más que la riqueza material, nuestra dignidad de argentinos.
Para agradecer esto, sólo quiero pedirles a los señores que se encuentran reunidos, y, sobre todo, a los jóvenes, que recuerden que deseamos una nueva cruzada de real liberación. En esta cruzada, los jóvenes han de llevar la bandera.
Que las juventudes argentinas aprendan que no hay gloria sin sacrificio y que es necesario sacrificarse para mantener esa gloria de sentirnos libres y de ser libres.
En este pago de Areco quizás sean más elocuentes las palabras de un hombre que viene cruzando por la patria con una sola intención y un solo propósito: la intención de servirla y el propósito de morir dejándola más libre, más digna y más justa. |
1949-11-12 | Ante trabajadores camioneros | Compañeros camioneros:
Yo no olvido nunca que nosotros pertenecemos a una revolución. El movimiento peronista fue hecho y realizado por los obreros argentinos. Si en nuestro movimiento alguien tiene preeminencia sobre todos los demás, son los obreros. La historia dirá, algún día, que esta revolución, que este movimiento fue realizado por los trabajadores de la Patria, y yo no estaría en mi lugar si en algunos de los actos de mi gobierno olvidase que mi gobierno es eminentemente obrero y que cumplirá y satisfará en todas las formas que sea necesario las aspiraciones de los obreros, porque de ellos es el movimiento.
Por eso quiero contestar las palabras del compañero Neira, diciendo que puede estar tranquilo, que pueden estar tranquilos ustedes, como así también los 25.000 obreros camioneros. Mi gobierno no se ha de prestar jamás a una injusticia, y menos se va a prestar a una injusticia que se cometa con los trabajadores.
Lo que nosotros venimos sosteniendo es que en la República Argentina podrán intentarse cien mil reestructuraciones de orden económico y de orden social, pero lo que nunca volverá a producirse jamás es que se asiente una economía sobre el hambre y la miseria de los trabajadores.
Yo no olvido, ni debo olvidar tampoco el campo, que en los años 1946-47, cuando no se podía sacar la cosecha para transportarla a los puertos, que íbamos a quedarnos con la mitad de la cosecha sin vender, los que solucionaron el problema, fueron casualmente todos los medios de transportes, esos camiones que el 292 gobierno mismo trató de entregar a los trabajadores para que ellos sacasen todos los cereales a las estaciones y a los puertos. |
1949-11-12 | En la Plaza 9 de Julio de Pergamino | Voy a resultar un número fuera de programa porque no estaba previsto que yo les dirigiera la palabra en este momento. Sin embargo, no puedo sustraerme al deseo de hacerlo, después de las amables palabras que acaban de pronunciar la Reina del Campo y el señor intendente de la ciudad, compañero García.168 Y agradezco esta bienvenida en un doble carácter: primero, como Presidente de la Nación y, en segundo lugar, como hombre que ha nacido en el campo, se ha criado en él y lleva siempre muy cerca del corazón sus sentimientos para con el campo.
Señores:
Con referencia al campo, mi señora ha dicho hoy una gran verdad: hay dos clases de paisanos en nuestra tierra, unos que andan de bombachas, tirador y poncho, muchas veces un poco disfrazados; y otros que llevan al gaucho en el corazón. Nosotros los peronistas anhelamos ser de los segundos, sabiendo que el hábito no hace al monje. Al campo hay que llevarlo en el corazón, en el alma y no en las bombachas ni en el tirador.
Se ha dicho que volvemos al campo. Yo no vuelvo, porque no he salido nunca de él. Afortunadamente, desde el gobierno, todo nuestro plan está armado sobre las necesidades del campo. Desde que estoy en el gobierno, ni un sólo día he dejado de pensar en el campo. El gobierno entero, los ministros y los funcionarios siguen tan de cerca como yo las necesidades del campo. Hemos atendido los problemas más importantes y más perentorios y, entre ellos, el campo no ha 294 sido olvidado.
Y este movimiento del campo argentino que comienza a producirse, que comienza a aunar voluntades, se ha de extender, como yo espero, por todas las latitudes de la Patria, apoyado por los hombres del campo, dirigidos por las autoridades de cada lugar, comprendido e impulsado por el gobierno provincial.
Así ocurre en la provincia de Buenos Aires, donde no se puede dar un paso en el campo sin descubrir una obra realizada en estos tres años por el gobierno de Mercante. Los hombres de campo, además, han sido comprendidos por el gobierno federal, que ha de llevar a todas las latitudes de los campos argentinos, no como antes, palabras y discursos, sino obras, que es la elocuencia de nuestro movimiento.
Por eso, señores, esta bienvenida, que se me ha tributado con las palabras que acabo de escuchar de labios de un funcionario y de una mujer que, simbólicamente, representa el reinado sobre la madre tierra en esta región, es un augurio de toda nuestra dedicación de funcionarios, porque lo que yo hago tiene solamente un sentimiento y un deseo: el sentimiento de ser lo más útil que puedo a mis conciudadanos y el deseo de morir dejando a la Argentina, más grande, más libre y más digna de lo que la he encontrado. |
1949-11-12 | En la clausura del VI Congreso Agrario Cooperativo | Deseo que mis primeras palabras sean de saludo a todos los trabajadores del campo que en esta magnífica asamblea me asignan el lugar de honor de ser quien clausure el VI Congreso de las cooperativas. Y en este saludo quiero hacer llegar a todos, la inmensa satisfacción que siente el gobierno en escuchar las palabras sinceras y el deseo de colaboración de los agrarios, sin el cual la tarea de gobierno se hace siempre difícil y escabrosa.
La colaboración popular, sea prestada en el campo o en la ciudad, es indispensable para realizar una obra completa de gobierno dentro de una perfecta organización racional y dentro de la necesidad de que todos marchemos tras los objetivos fundamentales de la Nación, que son: labrar la felicidad del pueblo y asegurar la grandeza futura de la Patria.
Señores:
Yo no entiendo de diferencias entre campo y ciudad; yo no entiendo de intereses que puedan ser contrapuestos entre las masas urbanas y las masas rurales.
Tanto las ciudades como el campo, tanto los trabajadores industriales y comerciales como los trabajadores agrícolas o ganaderos, son soldados de una sola causa:
la de la grandeza de la Nación. Por eso, al hablar a los trabajadores campesinos, cualquiera sea su condición, quiero hacerlo considerándome el nexo absoluto e indispensable entre la vida campesina y la vida de las ciudades, entre el trabajo del agro y el trabajo de la transformación industrial o comercial. Considerándome 296 en esas condiciones, que es la única situación en que puedo ponerme, le digo a esta masa campesina: trabajad sin descanso, que yo os aseguro que en las ciudades nuestros hermanos hacen lo mismo que vosotros.
No trabajamos en las ciudades pensando solamente en nuestras necesidades y en nuestra conveniencia. Y, en ese sentido, quiero dar solamente un ejemplo de lo que hemos hecho nosotros para el campo, desde nuestros “bufetes” en la ciudad. Cuando llegué a la Secretaría de Trabajo y Previsión, en 1944, el país tenía solamente dos leyes de protección del agro: la primera, era la ley de pago en moneda nacional; la segunda, era la de accidentes de trabajo, que también se extendía a los que trabajaban en las faenas agrícolas. ¡Esa era toda la legislación que habíamos acumulado en un siglo de trabajo! ¿Qué hemos hecho desde entonces hasta este momento? Y conste que al hablar así me estoy dirigiendo a hombres que conocen mejor que yo este problema, porque si yo lo he pensado, ellos lo han vivido.
Lo primero que hemos hecho: la destrucción de los monopolios. Esos monopolios eran los acopiadores dentro del Estado, que pagaban precios de hambre a los chacareros. Ustedes recordarán que, con esos precios de hambre, en 1918, 1919 y 1920, no sabían si iban a levantar o no la cosecha, porque levantándola perdían plata. Esos monopolios, esos mismos monopolios eran los que obligaban a los chacareros a pagarles sueldos de hambre a sus peones. Y esos monopolios, señores, han desaparecido del territorio de la República; hoy ya no existen, y el resultado se ve en la comparación entre lo que valía un quintal de trigo en 1918 –cuatro pesos– y lo que se le paga hoy a los chacareros en la República Argentina por cada quintal de trigo.
Frente a un mundo organizado, para no volver a repetir lo que sucedió en 1918, 1919 y 1920, el Estado, también organizado, ha defendido los precios. Si eso no se hubiera realizado en la República Argentina, habrían cobrado los mismos precios que cobraban los chacareros en 1918, porque la segunda postguerra ha sido mucho más terrible en consecuencias que la postguerra de 1918.
Muchos chacareros miran tranquilos al cielo en nuestros días, porque ya no aparecen, desde hace dos años, las terribles y destructoras mangas de langostas que lo dejaban en la calle de la noche a la mañana. ¿Cuánto ha costado al Estado impedir que las mangas de langostas llegasen hasta los sembradíos de nuestros agricultores? ¿Creen, algunos, que las langostas no llegan porque no hay langos- 297 tas? Las langostas, señores, no llegan porque las paramos en el Chaco antes de que se pongan en marcha. Si no hubiéramos gastado los millones de pesos que hemos gastado; si no hubiéramos puesto al Ejército a trabajar en la matanza de la langosta, no estarían tan alegres muchos chacareros que pagaron sus tierras con el resultado de una sola cosecha, como yo conozco.
Cuando en 1946 me hice cargo del gobierno, la capacidad de transporte, la capacidad de carga de los puertos y la capacidad de transporte a ultramar por barco, no [alcanzaba] a más de cuatro mil millones de pesos en el año. Ese transporte, que no permitía llevar más de trescientos mil toneladas al mes, hubiera dejado la mitad del excedente de exportación en las chacras, para que se lo comiera el gorgojo o la palomita, para que los chacareros lo perdieran por su cuenta, sin cobrar quizá un solo centavo. Y es que no existían medios de transportes para llevarlo a los puertos, para cargarlo en barcos y para enviarlo a ultramar.
El gobierno compró los camiones con que se transporta a las estaciones y a los puertos; y aumentó el transporte ferroviario; llegó a exportar, en un solo mes –después de arreglar los puertos, modificar los elevadores y cargar en tercera o cuarta andana171 a los barcos en el puerto de Buenos Aires–, un millón trescientos cincuenta mil toneladas, y, simultáneamente, compró los barcos necesarios para que hoy podamos transportar en nuestra flota un millón y medio de toneladas por mes. Todo ese trabajo fue hecho pensando solamente en el campo; no pensamos en otra cosa. Fue solamente un esfuerzo de miles de millones de pesos que el Estado hizo para servir a sus agricultores, como era su deber, lo reconozco.
Pero ahí no terminan nuestras preocupaciones, pues nosotros hemos estabilizado el problema de la tierra en el campo: primero, fue la ley de prórroga de arrendamientos rurales impidiendo, en primer lugar, los desalojos; y, en segundo término, congelando los precios de arrendamiento. Si no lo hubiéramos hecho en 1944, ¿qué estarían pagando los chacareros por el arriendo de sus chacras? Dictamos, después, la ley de colonización mediante la cual hemos entregado ya más de 450 mil hectáreas en propiedad a los trabajadores del agro. Y, finalmente, fue sancionada la ley de arrendamientos y aparcerías, cuyas ventajas no voy a ex298 plicar porque ustedes la conocen tan bien como yo. Hemos dado, además, otras leyes agrarias como la ley forestal, la de investigaciones agrarias, la de fomento para las semillas de pedigree; como así también leyes obreras, entre ellas, el estatuto del peón, y hemos asegurado la justicia social agraria. En estos momentos, mediante un plan regional, comenzamos a lanzar los recursos del crédito hacia el agro argentino y, concordante con ello, ya se ha acordado el tipo de créditos a largo, medio y corto plazo para los chacareros. Hemos creado el seguro agrícola, y la misma ley de arrendamientos y aparcerías rurales, estableciendo la justicia agraria, ha permitido que en el agro argentino no pueda entrar la justicia burocrática desarrollada a cientos de miles de kilómetros, sino que sean los propios chacareros, con sus peones y con sus arrendatarios, quienes diluciden los problemas del agro, sin otra intervención extraña que las comisiones paritarias.
En otras palabras, recibimos un campo librado solamente a su suerte, sin legislación, con el monopolio agobiador, que sentaba en el país la colonización extranjera. Le hemos devuelto –con la independencia económica– la dignidad al campo, sin la cual tampoco hubiera alcanzado ninguna de las ventajas que nuestra legislación está llevando todos los días al campo argentino, en beneficio de los patrones, de los arrendatarios y de los obreros que lo trabajan.
Yo celebro haber escuchado las amables palabras y los serenos juicios sobre las conclusiones del VI Congreso Agrario. No puede estar ausente del gobierno la idea de sentir en forma directa o indirecta todas las preocupaciones que el agro experimenta, transformadas en las conclusiones de este congreso. Los agrarios y los cooperativos que existen en el país, como así también los mismos agricultores, si es necesario, tienen derecho a ser exportadores, importadores y comercializadores. Por otra parte, el gobierno no ha negado jamás ese derecho a nadie. Para ello, es suficiente inscribirse en las listas de exportadores, importadores o comercializadores, para que el gobierno le asigne el crédito necesario y le dé la autorización correspondiente para hacerlo. De la misma manera, si los agricultores y los agrarios en general desean comercializar su propia producción, el gobierno no solamente no se va a oponer a ello, sino que va a poner toda la fuerza de su influencia para que lo puedan realizar en las mejores condiciones.
Lo único que el gobierno no quiere ni tolerará en manera alguna son dos cosas: la vuelta de los monopolios o la economía basada en el hambre y en la miseria de los trabajadores del agro.
299 Sé bien que los malos políticos pretenden hacer creer a los trabajadores de la tierra que nosotros, los gobernantes peronistas, no nos ocupamos de sus problemas. Acabo de mostrarles, con la evidencia de las citas absolutamente ciertas, lo que legislaron ellos, lo que hicieron ellos cuando tuvieron en sus manos el gobierno y lo que hicimos nosotros desde que lo tenemos en las nuestras.
Queremos organizar el campo como hemos organizado las ciudades; queremos que los trabajadores del agro argentino tengan en sus manos cuanto necesiten para hacerlo producir con el máximo de rendimiento y el mínimo de sacrificios; queremos que esa producción esté organizada, que esa organización sea libremente concebida y ejecutada; queremos que todas las organizaciones que puedan proliferar en el campo argentino tengan el apoyo de las autoridades, porque esa es nuestra obligación; queremos, finalmente, que esas organizaciones discutan entre ellas sus problemas; que a esas discusiones concurran los patrones dueños de los campos, los arrendatarios, los trabajadores y obreros del agro, para que traten esos problemas, se pongan de acuerdo y nos digan después qué es lo que desean que realice el gobierno para mejor servir los intereses de la Nación. El gobierno, en ese orden de ideas, hará lo que ustedes acuerden, resolverá lo que ustedes resuelvan. Lo único que pide a los trabajadores agrarios argentinos es que aumenten la producción, disminuyendo los costos.
Deseamos que la tierra sea de quien la trabaja. Es lo que hemos dicho desde el primer momento, y en esto no nos hemos detenido un instante. Lo que no queremos es cometer injusticias o errores. Deseamos ir despacio, conscientemente, para que los que adquieren la tierra adquieran allí, junto con su arma de trabajo, la tumba donde deban ser enterrados en veinte generaciones. Adquirir la tierra para medrar con ella no puede ser un plan para mi gobierno.
El porvenir del agro argentino puede ser puesto en duda solamente por los hombres ignorantes o de mala fe. El mundo tiene un solo problema: comer.
La población del mundo, que alcanza a 3.500 millones de habitantes, aumenta casi 25 o 30 millones por año; los médicos y las nuevas drogas están alargando todos los días la vida del hombre, de manera que el crecimiento vegetativo de la humanidad aumenta en cifras de las cuales nosotros no tenemos una referencia 300 exacta. Esos 3.500 millones de habitantes necesitarán, para vivir, más o menos, 3.500 millones de hectáreas laborables, porque cada hombre que está en el mundo, para subsistir, necesita una hectárea laborable. Los 3.500 millones no pueden arreglarse con los 2.000 millones de hectáreas disponibles. Hay 1.500 millones de seres en el mundo que no comen como [deberían] hacerlo; y ese problema será más grave cada día. Lo único que puede tener el mundo en el futuro es hambre, y nosotros tenemos la comida en nuestros campos.
Con la independencia económica, conquistada mediante la adquisición de los ferrocarriles, de nuestros puertos, de nuestros teléfonos, de nuestros extensos territorios antes en mano de monopolios o de compañías de explotación, mediante la adquisición de los transportes y de los servicios, la nacionalización de los seguros y reaseguros, mediante la compra de una marina mercante de un millón y medio de toneladas, hemos asegurado que no saldrán del país en servicios y otras deudas, más de 4.000 millones de pesos anuales que antes se iban al extranjero.
Lo que yo puedo asegurar al agro es que esos 4.000 millones que antes pagábamos a las metrópolis de las cuales éramos colonos, hoy los podemos distribuir generosamente en recursos para que los agricultores adquieran lo que necesitan para producir bueno y barato.
Se ha hablado y se habla de divisas. El agro necesita de divisas.
Estoy de acuerdo. Pero lo que yo pregunto es: ¿Cuándo le dieron divisas al agro? Porque si se las hubieran dado, hace 50 años que el campo estaría mecanizado y no produciendo como se producía hace cuatro siglos.
Antes, las divisas se las entregaban a los señores que se paseaban por Europa.
Algunos de ellos iban en transatlántico en el que llevaban hasta la vaca, para tomar el café con leche. Esos eran los que gastaban las divisas que no entregaban al agro. Se las gastaban en los cabarets de Francia mientras se morían de hambre nuestros pobres agricultores y peones del campo.
Lo que yo les puedo asegurar a los agricultores es que, de ahora en adelante, tendrán todas las divisas que necesiten para mecanizar al campo. Yo no puedo olvidar, ni olvidaré jamás, que nuestro movimiento es un movimiento revolucionario; ni olvidaré tampoco que fue un movimiento realizado por los trabajadores y por los obreros de la patria.
Cuando se escriba la historia de este sector de la vida nacional, por injustos que sean los historiadores, habrán de poner como viñeta inicial de esa historia la 301 efigie de un trabajador argentino, de un descamisado, porque ellos han sido los que han posibilitado que en el texto de nuestra Constitución esté escrito, para siempre, que aspiramos a ser un pueblo y constituir una Nación económicamente libre, socialmente justa y políticamente soberana.
Yo espero que el aporte del campo, que el aporte de los trabajadores agrarios argentinos, que el aporte de todos los agricultores de la patria, nos ayuden a consolidar esas tres afirmaciones que son las únicas sobre las cuales podemos construir el pedestal de la dignidad de la Nación, a la contemplación de todos los siglos por todos los argentinos.
Por eso, agradezco a las cooperativas, que realizan esta magnífica concentración, su palabra patriótica de trabajar para el bien común y les aseguro que serán también, con ese trabajo, beneméritos ante el futuro de la Patria.
Sé bien lo que representa el trabajo en el campo. Lo conozco profundamente. Sé del sacrificio y de las tribulaciones, pero sé, también, del corazón que late en los pechos de los agricultores, los que serán capaces de realizar un esfuerzo que no quedará en mengua ante el que realice el resto de los argentinos.
El gobierno no solamente espera del trabajo y del tesón de los agricultores, sino que también espera de su alma, de su corazón y de sus sentimientos de argentinos. Los sé a todos animados de los mismos y profundos sentimientos con que nos encontramos todos los que marchamos por la senda del progreso y de la dignificación nacional. Por eso, no habrá esfuerzo que no realicemos para ayudar al agro, para ayudarlo en todas las formas, sin limitaciones, esperando de ustedes, como buenos argentinos, que colaboren con nosotros para labrar una nueva patria, libre, justa y soberana. |
1949-11-14 | Al recibir a los participantes del Campeonato Mundial de Tiro | Señores:
En primer término, deseo agradecerles la amabilidad que han tenido al llegar hasta esta casa, dándome así la inmensa satisfacción de poder estrecharles la mano personalmente.
He de destacar, en segundo lugar, que ha significado un gran honor para la República Argentina el recibir en Buenos Aires a los campeones de tiro del mundo, que han venido a honrarnos con su simpática presencia y a realizar una demostración que eleva el espíritu deportivo de nuestro país.
Deseo que cada uno de los señores se sienta aquí como en su propia casa. Si están interesados en conocer en especial alguna parte de nuestro territorio antes de regresar a sus respectivos países, nosotros les ofrecemos todas las posibilidades para viajar en cualquier dirección y tendremos un gran placer en brindarles las comodidades necesarias para el transporte y el alojamiento.
Esto no es solo una amabilidad, sino una realidad. La Dirección de Tiro puede atender directamente el deseo de viajar de los señores hacia cualquier punto de la República. Y yo no sé si tendrán algún otro deseo o experimentan alguna dificultad, pero, de cualquier manera, nosotros estamos aquí para servirlos y ponernos incondicionalmente a sus órdenes para solucionar cualquier dificultad o problema que se les presente.
Finalmente, deseo de nuevo agradecerles la atención que han tenido de llegar 303 hasta aquí, expresándoles que su presencia entre nosotros es sumamente grata, por lo que desearíamos que permanecieran en nuestro país el mayor tiempo posible para que disfruten de algunas cosas buenas que tenemos nosotros y que no habrán podido apreciar totalmente con motivo del campeonato.
Agradezco también a la Federación de Tiro este obsequio que me ha entregado y que representa para mí un trofeo de este campeonato, en favor de cuya realización yo no he hecho más que cumplir con mi deber, poniendo todo lo que el Estado tiene a su alcance para hacer posible esta magnífica demostración que honra al país.
Muchas Gracias. |
1949-11-18 | En la entrega de títulos de propiedad de casas para trabajadores | Esta tarde he recorrido, durante varias horas, numerosas obras que entrega el gobierno de Buenos Aires al usufructo del pueblo de la Provincia. Con ello, traduce simbólicamente el gobernador, mi gran amigo el coronel Mercante, su acción al frente del gobierno de la provincia de Buenos Aires, y significa simbólicamente la inauguración de miles y miles de obras que en la extensa provincia ha construido el tesón de su lealtad peronista y su acción honrada de gobernante. Pero, compañeros, ello no es todo.
Los pueblos han tenido siempre dos clases de gobernantes: los que gastaron los dineros públicos empleándolos en obras que servían al privilegio, y los gobiernos populares, que gastan los dineros públicos para el pueblo, para el pueblo trabajador, que es quien lo merece. Pero, señores, esto aún no es todo.
El gobierno de Buenos Aires entrega al pueblo humilde y trabajador obras construidas con el confort y con la dignidad con que antes solamente se construyeron obras para el privilegio.
Podrán nuestros opositores levantar la calumnia y la difamación. Podrá, quizá, en el tiempo destruir nuestro buen nombre; pero lo que no podrán destruir jamás es lo que estamos dejando levantado sobre el suelo de la República. Por eso, compañeros, no nos detenemos a contestar la mentira y la calumnia: preferimos seguir trabajando aún a costa de que ello pueda ser creído por algunos, porque una sola de las obras que hemos inaugurado hoy vale más que la que ellos puedan construir en nuestra contra.
305 Compañeros:
Deseo terminar estas breves palabras para dar comienzo a la entrega de los títulos de los solares que corresponden a los trabajadores, diciendo solamente que en este peregrinar que cumplimos a lo largo de la República, en estas marchas por todos los caminos de la Patria, comprobamos un fenómeno que nos afirma que estamos en la realidad, en la verdad, y que somos fieles con nuestro movimiento inicial que reúne a nuestro alrededor a los trabajadores: la revolución peronista.
Por eso, compañeros, les agradezco las horas que ustedes han permanecido esperando y esta magnífica concentración de Ensenada, que nos está repitiendo una vez más que cualesquiera sean los esfuerzos y los sacrificios que cumplamos, ellos son pocos frente a la grandeza de este pueblo y a la lealtad de sus trabajadores.
Compañeros:
Que con cada uno de estos títulos que el gobierno de la provincia de Buenos Aires entrega a cada uno de vosotros, vaya también la inmensa felicidad para todos los hogares que en la acción diaria se levantan; que se recuerde siempre allí a este hombre que preside el gobierno de Buenos Aires; y que la historia escrita por las manos humildes del pueblo –esa historia que se vive y que trasciende a las generaciones– diga algún día que este pueblo levantó el 17 de octubre una bandera que no será jamás abatida en esta tierra. Para que esa bandera, que es la de la liberación de la clase trabajadora, flamee sobre toda la tierra argentina con la gloria que presupone que su consolidación y su elevación por los siglos es obra de los hombres humildes, los únicos que han hecho grande, feliz y poderosa a la Nación. |
1949-11-21 | En un acto de homenaje al señor Pablo López | Doy gracias a la Providencia porque nos sea permitido en estos momentos congratularnos por el retorno feliz, ya restablecido, del compañero López178, que ha estado, en la ausencia como en la presencia, tan cerca de nuestros corazones y sentimientos.
Yo he escuchado con verdadero entusiasmo, con ese entusiasmo que él contagia, su palabra decidida y sincera, porque los dirigentes modernos de nuestra época tienen que hablar en esa forma. Ya no son oportunos los discursos más o menos sibilinos que ocultan más de lo que dicen. En estos tiempos, creo que a todos los argentinos nos conviene más hablar con la franqueza, con la sinceridad y con la valentía que nos impone nuestra condición de hombres conductores de otros hombres. Los dirigentes no podemos dejar nada en el tintero; es necesario que, cuando hablemos, lo hagamos siguiendo el consejo de Martín Fierro: que cantemos con toda la voz que tengamos.
No son estos tiempos de cubrir retaguardias ni asegurar retiradas; éstos son tiempos de lucha y tiempos de avance. Luchamos por imponer una doctrina justicialista, que impida hacer del pueblo una masa informe de siervos explotados. Luchamos por imponer una doctrina que es la sensibilidad humana hecha acción. Luchamos por imponer una justicia que había sido abandonada en el mundo. Luchamos por derribar un sinfín de privilegios que han caído, aunque no debemos pensar que hayan caído definitivamente. Luchamos, finalmente, por imponer el punto de vista y de pensar de un pueblo frente a una oligarquía insensible e insensata que todavía no ha comprendido que su hora ha terminado, para dar 307 nacimiento a la era del pueblo, que es nueva era para nuestro tiempo.
Al decir esto, compañeros, no quiero significar que el imponer una doctrina sea cosa fácil. La mayor parte de las doctrinas que han triunfado en el mundo lo han sido sobre pirámides de cadáveres. Afortunadamente, nuestra doctrina no ha exigido todavía tales sacrificios; pero pensamos que si la historia ha de repetirse en nuestra tierra, no faltarán corazones argentinos que formarán las pirámides necesarias. No nos hagamos ilusiones de que ya hemos vencido definitivamente. Vemos levantarse la insidia y la lucha cobarde fuera y dentro de nuestro territorio. La vemos afuera, agitada por un imperialismo que siente temblar sus cimientos; la vemos actuar en estos momentos denunciando, como días pasados, en un diario de Guatemala, que el general Perón estaba ametrallando a los trabajadores179. Vemos aquí a los politiqueros de siempre, tratando de convencer a nuestros obreros [de] que el gobierno ya los ha abandonado y que ahora va a servirlos a ellos y no a los trabajadores.
Hemos querido terminar con la lucha de clases, pero ésta no ha terminado. No basta pensarlo; no es suficiente sentirlo y no es menester solamente accionar, sino que es necesario tener una perseverancia tenaz hasta imponerlo. Nosotros, hombres sin prejuicios, luchamos por terminar con esa clase de lucha pero, desgraciadamente, quizá nuestros bisnietos podrán poner el lacrado final que cierre la etapa de esas luchas cuando en esta tierra no haya más que una sola clase: argentinos sin privilegios.
La lucha de clases está en pie, como en las primeras épocas y no terminará de aquí a mucho tiempo. Nosotros no hemos de combatir en ese terreno, si no nos vemos obligados a ello. Nuestra doctrina es de comprensión y de tolerancia.
Afirmo que no queremos la lucha, pero eso no quiere decir que la temamos. Ello quiere decir que no la provocaremos, pero también quiere decir que no la rehuiremos. Pero deben saber que el día que se desate de nuevo en esta tierra la lucha de clases, se arrepentirán por veinte generaciones de haberlo hecho.
Por eso, compañeros, necesitamos dirigentes de fuste, honrados, leales y sin308 ceros, porque son los que nos han de llevar a todos, el día que fuese necesario, a cualquier clase de lucha.
La clase trabajadora argentina está escalando una pendiente de liberación y de dignidad. Nadie se ha de oponer a ello, y así lo esperamos; pero si fuera necesario luchar contra los que se opongan, directa o indirectamente, y muchas veces con la bandera del proletariado, han de saber que esta marcha no se detiene y que el que quiera salir a detenerla, puede probarlo en cualquier momento.
Sabemos bien que no podemos engañarnos con respecto a los hombres que formaron ya en el 45 y en el 46 un frente unido contra el pueblo argentino; frente que, como se ha dicho hoy, estaba formado por una oligarquía en la cual se enancaron los políticos conservadores, radicales, socialistas y comunistas.180 Podemos decir que tanto el caballo como los jinetes no pueden perturbar nuestra tranquila marcha hacia los destinos de la Nación.
Ese es un fenómeno superado. No nos atemorizan; no hemos de tomar contra ellos ninguna medida violenta, porque no es necesario. Ellos han de morir de muerte natural; no serán perseguidos como pretenden; ellos gozarán de todas las libertades compatibles con la ley, porque viven de esa persecución, de ese encierro, que son el caldo de cultivo donde proliferan todos los microbios. Es el sol, es la luz, es la libertad donde ellos van a morir como todos los microbios.
Nuestra lucha es una lucha simple; es solamente trabajar; es solamente mantenernos unidos dentro de nuestra doctrina, que dice que para un trabajador argentino no hay nada mejor que otro trabajador argentino. Es la doctrina que nos pone codo a codo en esta marcha, formando un bloque granítico en el cual no habrá instrumento capaz de penetrar. Es ese sentido y ese sentimiento de confraternidad obrera, de camaradería para una lucha común, que es la lucha del pueblo argentino. Frente a eso –lo dije en el 43, lo repetí en el 45; lo dije en el 47 y lo repetiré en el futuro miles de veces–, en este pleito, ya hemos ganado nosotros. Si cuando tuvieron todo el dinero, toda la prensa, toda la radiotelefonía, todas las conciencias que se vendían, todo el dinero que entraba del imperialismo foráneo a su servicio, no pudieron con nosotros, hoy, que estamos en igualdad de condiciones, por las buenas no podrán en un siglo y, por las malas, no podrán jamás.
309 Por sobre todo esto, nosotros tenemos muchos hombres humildes y trabajadores dispuestos al sacrificio por legar al pueblo argentino el mayor margen de dignidad y de felicidad. Nosotros estamos dispuestos a sacrificarnos; ellos, por una parte, hacen una vida demasiado cómoda para ponerla a riesgo y, por otra parte, trabajan a sueldo de partidos políticos extranjeros, de los cuales son sucursales; y sabemos bien que esos empleados a sueldo no hacen nada más que lo necesario para cobrar el sueldo, pero no van a ningún sacrificio por llevar adelante una causa.
Compañeros:
Mi mayor preocupación está más bien en frenar las reacciones de mis propios partidarios, amigos y funcionarios, siempre atentos y listos para defenderse contra esa clase de alimañas. Tengo que estar todos los días, diciendo: “Estén tranquilos; no hagan eso; no se violenten; déjenlos, que se maten solos contra la pared…”. Ése es mi gran trabajo. Por eso, he repetido tantas veces que podrán hacer todas las combinaciones que quieran; podrán intentar todas las mentiras habidas y por haber; podrán hacer magníficas combinaciones partidarias, pero lo que no podrán decir al pueblo argentino es la verdad, y aquí lo que se impone en estos momentos es la verdad de una realización que ninguno pone en duda, ni ellos mismos, que están tratando de desvirtuarla.
Yo observo todo este panorama. Días pasados, un diputado de la oposición, en Jujuy, hizo un discurso.181 Dijo que yo decía que era descamisado y, sin embargo, usaba camisa de seda. Como si los descamisados no tuviéramos derecho a usar camisa de seda. Agregó después que yo era multimillonario; que tengo una quinta que cuesta tres millones de pesos. Y yo se la vendería por cincuenta mil a él, si la quisiera comprar. Uno de mis hombres vino a decirme: “Vea, mi general, las barbaridades que está diciendo este mentiroso”. Y yo le contesté: “Déjelo, si no le van a creer. Si la gente sabe que no tengo nada”. Por otra parte, sabe también que ante el escribano de gobierno he hecho mi declaración de bienes182, y cuando abandone el cargo yo voy a publicar en los diarios esa declaración y les 310 voy a decir a todos ellos que si, además de eso que yo poseía antes de asumir el mando, me encuentran algo nuevo, yo se lo regalo.
Lo que ellos no pueden comprender es que la política nueva es una nueva cosa; que con los métodos antiguos ellos no podrán jamás luchar frente a nosotros, sin exponerse a una terrible derrota como la que han sufrido. Nosotros hacemos una política de realizaciones y ellos hacían una política del cuento del tío. Las cosas son bastantes diferentes, porque no me pueden convencer a mí que ahora estamos peor que antes cuando vemos que estamos mejor. ¿Cómo pueden hacerme creer que ahora nosotros perseguimos al pueblo y que antes el pueblo gozaba de una tremenda libertad que hoy añora? ¿Cómo me pueden hacer creer estas cosas, si cuando yo tenía que hacer las boletas para el partido peronista no encontraba imprenta que las quisiera imprimir, ni papel para hacerlas? Entonces había libertad de imprenta, y hoy, que se despachan a su gusto, comunistas, socialistas y todos los que quieran, ¿no hay libertad? Es que algunos, en este país, creen que esta gente que ha vivido del cuento del tío va a cambiar ahora para ser honrada y vivir de la verdad.
Toda esta lucha la habíamos previsto y la habíamos neutralizado con pequeñas medidas. Si alguno de nuestros hombres fracasa o falla porque nos engaña en el campo político haciéndonos creer que es, y no es, yo lo saco en cinco minutos y termina el problema. En su reemplazo va otro que sea, aunque no lo parezca.
Nosotros no queremos personajes que tengan solamente nombre y apariencia, con [la] que han engañado a los conciudadanos durante toda su vida, sino que queremos que, aunque no hayan sido nombrados jamás, sean capaces de realizar algo digno para el pueblo argentino.
Compañeros:
Esta lucha la conocen bien los ferroviarios, que fueron los heraldos de nuestra revolución, que esparcieron hasta las fronteras de la patria los primeros chispazos de luz de la doctrina peronista, cuando luchábamos todavía en un mal salón de aquella famosa institución que se llamaba Departamento Nacional del Trabajo.
Desde ahí hemos ido montando con los trabajadores este ejército de hombres decididos a imponer la justicia social en nuestra tierra.
311 Si entonces, cuando éramos pocos e insignificantemente conocidos, con la verdad como arma y nuestra perseverancia y decisión como escudo, logramos vencer la montaña de privilegios que encontramos en todos los campos y en todos los momentos, y enfrentamos la lucha riéndonos, ¿cómo pueden creer que ahora, con todo en las manos, que vamos a tener temor de que estos señores mientan a placer en todas las partes de la República? Por eso, es menester cumplir el viejo dicho criollo: “No hay que dar por el pito, más de lo que el pito vale”.
Una noche, salía yo de la Casa de Gobierno y, tomando por la calle Santa Fe, me vi detenido por una cantidad de gente que obstruía el paso. En lugar de continuar, quise detenerme a escuchar. Hablaba un orador de la oposición. Yo iba con mi secretario administrativo. Cuando terminó de hablar el orador, mi secretario me miró y me dijo: “Qué le parece”. Yo le contesté: “Si yo fuera antiperonista, con el discurso de ése me volvería peronista”.
Con esto quiero decir que, en esta lucha, más que contar con nuestra habilidad y capacidad, debemos contar con la inhabilidad y la incapacidad de nuestros adversarios. Por eso, en esta franca camaradería propia de las reuniones, siempre tan gratas, de la Unión Ferroviaria, donde observamos entre amigos y compañeros la conducta de los que luchan por una misma causa, mirándonos en la cara, diciéndonos la verdad y rememorando días pasados, algunas voces de dudas y tribulaciones, descubrimos siempre lo que hemos dicho: unidos venceremos.
De manera que todo el trabajo que todos los obreros argentinos deben poner en marcha para triunfar es mantenerse unidos y solidarios. No luchamos para nadie; luchamos para todos. De manera que queremos hacer de todos, uno; pensando que ese triunfo alcanzado con la unidad, con la camaradería y con la decisión de un movimiento con cohesión y unidad, nos hará libres definitivamente, como pueblo y como clase trabajadora.
La acción de los dirigentes es la misma de siempre: hablar con sinceridad; no hacer combinaciones. Algunos se sienten maquiavelos, pero para hacer maquiavelismo es menester ser Maquiavelo; porque el que sin serlo se pone en tejedurías domésticas muy complicadas, termina maneado por su propia lana, rodando por el suelo, inconsciente y derrotado. Es mejor hacer las cosas como el dicho criollo: “Derecho viejo. Sólo así se va seguro y se va lejos”. Por eso, cuando se 312 tiene la suerte de contar con dirigentes de una claridad cristalina como el que tiene la Unión Ferroviaria, organización que puede ser el modelo de todas las organizaciones argentinas, debe cuidárselos, ayudárselos y cooperar con ellos en toda su acción, y el gobierno está en la obligación de respetarlos y poner su apoyo al servicio de las organizaciones que tienen a su frente hombres responsables, sinceros, leales y de honor.
Al concurrir esta noche a esta reunión lo he hecho con mi corazón rebosante de satisfacción y de contento, porque he visto en el compañero López a un hombre de bien, y cuando en la vida se encuentra un hombre de bien, lo que la prudencia y la sabiduría aconsejan es conservarlo como amigo, respetarlo como amigo y quererlo como amigo.
Nunca olvido que la primera presidencia que he tenido, ha sido la honoraria de la Unión Ferroviaria. Por eso, si puedo tener algún orgullo es el de haber formado parte, siquiera sea honorariamente, de este sindicato. En este sentido, cuando yo concurro a una fiesta, a un acto de ferroviarios, no lo hago nunca como presidente de la Nación, sino como un ferroviario más, que nunca es tan feliz como cuando puede estrechar la mano de un compañero y decirle, con toda sinceridad, cuánto es su cariño y su agradecimiento a la clase trabajadora argentina. Ella me ha permitido que, quizás, mis ilusiones de soñador, alentadas por el profundo patriotismo que he sentido toda mi vida, hayan sido posibles de realizar en parte, única y exclusivamente, merced a que esta clase trabajadora argentina [que], mil veces engañada y escarnecida, ha llegado a tener confianza y fe en un hombre que, modesto en extremo, tiene sin embargo la pretensión de ser tan sincero como debe serlo el que, como yo, debe todo a su pueblo y está dispuesto a darle todo, incluso su vida. |
1949-11-24 | En un acto de colación de grados de la Facultad de Odontología | Ya que voy a resultar en este solemne acto un número fuera de programa, quiero decir solamente pocas palabras, pero cargadas de una inmensa sinceridad y un gran cariño por esta Facultad de Odontología, a la que me siento ligado por los lazos de su creación, ya que la apoyé con todo mi corazón, pensando que si ella era la aspiración de los odontólogos argentinos, el gobierno estaba en la obligación de colmar tales aspiraciones.
Un acto de colación de grados en nuestro pueblo, que es un pueblo de hombres sencillos y trabajadores, pierde un poco de la solemnidad de las antiguas togas para ofrecer un poco más de sentimiento, sobre todo en este caso cuando, por culpa mía, queda alejado todo protocolo.
Como argentino y como hermano de los que enseñan y de los que aprenden, de los que son felices y de los que sufren desgracias, de aquéllos que marchan y de los que vegetan, concentro todos mis anhelos en una inmensa síntesis, expresando mis deseos de que estos muchachos egresados de la Facultad de Odontología encuentren en esos caminos de la vida de que hablaran el señor Decano y el viejo maestro con sus sabios consejos, un grado de felicidad tan grande como pudiera dejárselo sólo una madre o un padre a cada uno de esos muchachos.
Y a las autoridades de la Facultad y a sus maestros, quiero darles las gracias en nombre de la Nación, por lo que han enseñado, por el ejemplo que han dado a los que fueron sus alumnos y, sobre todo, por la comprensión de este gran problema que a todos los argentinos debe preocupar: que estemos unidos, que 314 nos toleremos, que olvidemos toda otra cuestión que no sea trabajar por el bien de la patria y por el bien de la ciencia.
Al agradecer a los maestros, a la Universidad y a la Facultad, la inmensa felicidad que disfruto en este momento, cuando los veo a todos felices mirando hacia delante, intuyendo nuevos horizontes, de los que está ansiosa la Argentina, hago votos de que cada uno de esos horizontes, cada vez más altos y más luminosos, sean alcanzados por nuestros profesionales y estén en las manos de nuestros maestros, para que la Patria, algún día, pueda agradecernos a todos, cuando muramos, el haber hecho algo para dejarla más grande y más feliz. |
1949-11-25 | En el desfile de las maquinarias utilizadas en la construcción del gasoducto Comodoro Rivadavia - Buenos Aires | Solamente porque ustedes quieren que hable, voy a hacerlo; aunque creo más en la eficacia de la evidencia que terminamos de presenciar con el desfile del material del gasoducto, que es más elocuente que todo cuanto podría decir.
Deseo, en primer término, felicitar al ingeniero Canessa187 y a todo el personal directivo y trabajadores del gasoducto, que están dando al pueblo argentino el más elocuente de los ejemplos y el más digno de ser imitado.
La Argentina grande con que todos soñamos se hace con esto: con trabajo organizado, con trabajo inteligente y con trabajo dedicado a construir para el país.
El gasoducto que une a Comodoro Rivadavia con Buenos Aires es el trabajo dedicado al pueblo, para que podamos dar a los hogares humildes el usufructo de ese combustible, que permitirá satisfacer mayores necesidades a menores precios, dando a los pobres combustible barato, agua caliente y todas las demás comodidades.
Hemos iniciado en el país los desfiles del trabajo. Estos desfiles que muestran a los hombres de trabajo y las herramientas utilizadas, son los desfiles más constructivos y promisorios para el futuro de la República. Saludemos con el corazón lleno de cariño a los argentinos que se sacrifican construyendo para los demás 316 argentinos.
El desfile que terminamos de presenciar tiene varias virtudes: la primera, poner en evidencia la excelente organización de Gas del Estado; la segunda, demostrar lo que pueden los hombres que, como el ingeniero Canessa, enfrentan una empresa con capacidad para realizarla; la tercera, poder mostrar al pueblo argentino esa organización y ese trabajo. Finalmente, estos desfiles de inmensas cantidades de materiales –camiones, topadoras, tractores, motoniveladoras, en número que sobrepasan los miles– están indicando a todos, inclusive a los enemigos políticos, en qué gastamos la plata.
Que sepan, cuando dicen que no saben en qué invertimos el dinero, que la empresa de tender un gasoducto [de] 1600 kilómetros no es empresa de pigmeos ni de cobardes.
Deseo significar, por último, el orgullo y la satisfacción que debe sentir nuestro pueblo al realizar una tarea de esta naturaleza, con técnicos argentinos, con dirigentes y con trabajadores argentinos. Y, finalmente, señores, pido que todos dediquemos un aplauso a Gas del Estado, al ingeniero Canessa y a todos los trabajadores que han realizado esta obra. |
1949-11-26 | Al cumplirse un nuevo aniversario de la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión | Compañeros:
Una vez más festejamos un aniversario de la Secretaría de Trabajo y Previsión, a la que llamamos, ya en su iniciación, la casa de los trabajadores (aplausos).
En primer término, yo deseo, en nombre de la Secretaría, pedir disculpas a todos por la falta de organización, agravada por la lluvia (aplausos, “¡Perón, Perón, Perón!”). Y lamentar que muchos miles de compañeros se hayan mojado… (Ovación… “¡La vida por Perón! ¡La vida por Perón! ¡La vida por Perón!”). Pero, compañeros, en nuestros actos, y especialmente en los actos de la Secretaría de Trabajo y Previsión, no es, precisamente, la organización y el orden lo que buscamos, sino este entusiasmo manifiesto que está diciendo, a las claras, de la obra realizada desde esta casa para todo el territorio de la República (aplausos).
Y digo compañeros, porque en esta casa, que comenzó siendo el muro de las lamentaciones de una clase trabajadora oprimida y escarnecida durante tantos años, (aplausos) pasó, después, a ser la Casa del Trabajador, donde cada uno de los trabajadores argentinos venía en busca de la solución de sus problemas y de la solución del problema de su familia, de su vida y de su dignidad… (aplausos, “¡Perón, Perón, Perón!”) para, finalmente, transformarse hoy –Ministerio del Trabajo– en un organismo estatal encargado de asegurar la justicia social, mantener al día lo que hemos conquistado e impulsar la legislación para que el futuro de 318 los trabajadores argentinos sea cada vez más estable y más feliz (aplausos).
No sé qué podemos valorar más en este hecho, si las mejoras obtenidas por los trabajadores de la patria o la dignidad con que hoy miramos a los trabajadores.
Nos propusimos elevar la cultura social, dignificar el trabajo y humanizar el capital. Y si hacemos un resumen de la obra realizada desde esta casa en más de cinco años, podemos establecer con toda clarividencia que, efectivamente, hemos cumplido esos postulados básicos, y estamos consolidando en la República un estado de cosas donde el trabajador es tan digno como el más digno de los argentinos (aplausos, “¡Perón, Perón, Perón!”).
Señores… Si nuestros opositores… (chiflidos y silbatina generalizada). Digo, que si nuestros opositores nos combaten (silbatina y gritos)… Atención, para los señores que están fuera del recinto, les ruego que guarden un poco de orden y no empujen, porque ya el recinto está colmado y si no, no podemos seguir hablando… (aplausos).
Decía que nuestros opositores nos combaten hoy aduciendo que hemos elevado extraordinariamente los salarios; que hemos limitado sus actividades...
Nada de esto se ha producido en la República: hemos elevado los salarios hasta donde la economía permite perfectamente bien el disfrute de nuestros trabajadores (aplausos) y no hemos limitado las actividades de nuestros opositores porque hoy, si se trata de capitalistas, ganan más que antes.
Pero en lo que sí concuerdo con la oposición, es en que hemos limitado las actividades de los malos políticos (aplausos), y hemos creando en la Nación un ambiente donde ahora no pueden despreciar a los trabajadores. Donde hoy no los pueden tratar con menoscabo ni con mala educación; hoy no pueden, como antes, decirles “Che, vení; che, hacé tal cosa” (ovación).
Y porque en lo que se trate de dignidad, los hombres [la] reciben en la República en grado igual; vale lo mismo la dignidad de esos que se titulan señores [que] la de un humilde obrero del último puesto (aplausos, “¡Perón, Perón, Perón!”).
Y también, hablando de disciplina, hemos establecido la disciplina humana y respetuosa, que reemplaza a la disciplina de la mala educación, de la grosería y del mal trato (aplausos… “¡Evita, Evita, Evita!”).
(Alguien del público le habla a Perón).
Compañeros, mienten, y mienten a sabiendas, quienes sostienen que ahora 319 se trabaja menos que antes. Se trabaja mucho más que antes. Por lo pronto, no mantenemos un remanente de 10 a 15 mil desocupados, [como] se mantenían antes para poder mantener los salarios bajos (aplausos, “¡Perón, Perón, Perón!”).
Somos un país de plena ocupación. En este momento, la República Argentina, habiendo [admitido] una cantidad de inmigrantes, mantiene perfectamente bien su equilibrio de trabajo, manteniendo totalmente la plena ocupación (aplausos).
Pero hay una cosa aún más interesante.
Hace poco tiempo conversaba con un industrial que maneja a muchos obreros y me decía: “Hemos perdido mucho de la antigua disciplina”… (el público murmura). Yo me limité a decir que, en asunto de disciplina, yo me considero un técnico. He estado en la disciplina más dura que la vida de los hombres establece, durante cuarenta años, obedeciendo y mandando. Para ambas cosas se necesita disciplina. En esas condiciones le dije: “¿Para qué se ha establecido usted con una industria?”. Y me dijo: “Señor, para desarrollar una gran empresa y ganar dinero”. “Perfectamente, ¿gana ahora usted más que en el año 1943?”. Me dijo: “Sí, señor; gano más”. “Y, entonces, ¿para qué quiere la disciplina?” (risas, aplausos).
La disciplina en los lugares de trabajo es necesaria; absolutamente necesaria; pero una disciplina de entusiasmo, la alegre disciplina del trabajo donde cada uno ponga la conciencia y el corazón en lo que está haciendo. Y eso no se obtiene ni a gritos ni con malas palabras.
Lo que es necesario aprender es a manejar y a conducir hombres. Manejar hombres y conducir hombres es manejar voluntades y llevar voluntades; y, para eso, deben comprender todos aquéllos que quieran conducir y manejar que, para hacerlo, lo primero que hay que ganarse es el corazón y la voluntad de los hombres (aplausos).
Eso es lo que hemos propugnado en esta casa desde el primer día: cambiar el régimen de esclavitud orgánica por un régimen de cooperación orgánica. Hemos sostenido, desde esta casa, que deben terminar los lugares tétricos del trabajo esclavo, para convertirlos en talleres y en lugares de alegre y entusiasta trabajo en colaboración (aplausos, “¡Perón, Perón, Perón!”).
Por eso, compañeros… (El público grita “¡La vida por Perón!” Luego, distintas 320 voces del público se dirigen durante un prolongado tiempo al General).
Bueno, compañeros, ahora que parece que se les acabó la cuerda voy a seguir… (risas).
Podremos haber obtenido o no, desde esta Secretaría de Trabajo y Previsión –hoy Ministerio del Trabajo– todos los objetivos que nos habíamos propuesto en los primeros días. Podremos haberlo hecho con mayor o menor acierto. Podremos, tal vez, haber ocasionado algunos inconvenientes nosotros mismos; pero, señores, si hacemos un balance sobre si hemos proporcionado bien al pueblo argentino desde esta casa, puedo asegurar que el bien proporcionado al pueblo y a la Nación desde la Secretaría de Trabajo y Previsión es hoy inmenso. Y, en el futuro, miles de generaciones de argentinos, alegres si seguimos, o tristes si volvemos, echaremos los ojos a esta casa… (El público interrumpe, “¡La vida por Perón!”).
Señores, creo que es bien claro lo que debemos pensar para el futuro, creo que es bien claro. La Secretaría de Trabajo y Previsión inició en esta tierra una labor fructífera que muchas generaciones de trabajadores argentinos soñaron y no pudieron alcanzar en toda la vida orgánica de la República. Pensamos que esos bienes valen la pena de ser considerados. Pensamos que esta casa, donde se han puesto en marcha las mayores conquistas sociales del mundo moderno, no de la República Argentina (aplausos), merece una consideración de cada uno de los trabajadores argentinos, porque cualesquiera sean los conflictos que puedan agitar a la clase trabajadora, hay una consideración por sobre todas las demás:
que el trabajador argentino que no preste su leal y sincero apoyo a la Secretaría de Trabajo y Previsión, no sólo es un traidor a la clase trabajadora, sino que es un traidor a la Patria (aplausos).
Yo no creo que en la clase trabajadora argentina, que lucha realmente por la defensa del pueblo, pueda haber hombres que no tengan esta posición definida. Podrá haber políticos entre los dirigentes que pretenden ganar a costas de sacrificar a su gremio; podrá haber malintencionados, como los hay en todas partes; pero tengo una ciega confianza en la masa trabajadora argentina. Esa masa que formó el país, esa masa que le dio independencia, esa masa que organizó a la Nación, esa masa que le aseguró la independencia económica; esa masa es la que no traicionará jamás a la Patria (aplausos).
Por eso pienso, compañeros, que nuestro Movimiento, que es un Movimiento 321 fundamentalmente obrero, de la clase trabajadora, que pugna por una patria mejor, está salvado. Está salvado, señores, porque está enraizado en la masa del pueblo argentino. Está salvado porque son muchos los corazones y son muchas las voluntades que habrán de luchar incansablemente porque estos principios asentados sobre la roca de la verdad y de la justicia, y no han de ceder, en esta tierra, cualesquiera sean los esfuerzos que se realicen en sentido contrario (aplausos).
Y para terminar, compañeros, sé que hay muchos miles que están en la calle, esperando, quizás, bajo la lluvia o mojados, lo que me obliga a no prolongar estas palabras. Quiero, solamente quiero decir que hoy, como hace cinco años, en este mismo lugar, seguimos firmes en nuestra orientación. Queremos cumplir el ciclo que nos hemos trazado como objetivo a alcanzar, y los trabajadores argentinos pueden tener la absoluta persuasión de que hoy, como ayer y como siempre, nuestra orientación sigue siendo la misma. La estamos consolidando, la estamos entregando al pueblo argentino para que él construya definitivamente todos los órdenes institucionales que aseguren a la clase trabajadora argentina que no ha de volver a sus tristes horas, y para que cada uno de ustedes pueda entregar, con el último suspiro, a sus hijos, la seguridad de que, consolidada esta obra, el pueblo argentino habrá alcanzado sus dos grandes objetivos: la felicidad del presente y la grandeza futura del país (ovación).
Compañeros:
Le voy a decir dos palabras a ese señor que me habla desde arriba de los obreros municipales (refiriéndose a reclamos en viva voz de algunos de los obreros municipales presentes). Le voy a decir dos palabras con la franqueza con que he hablado siempre desde este sitial y sintiéndome Secretario de Trabajo y no Presidente de la República.
Conozco el asunto municipal y el gobierno está dispuesto a dar todo lo que se pueda dar para mejorar la situación de los obreros, pero les debo dar un consejo:
cuidado, porque ahí, entre los obreros municipales, los dirigentes están trabajando mal (gritos). Todo va a mejorar el día que tengamos allí dirigentes peronistas y no socialistas (aplausos). De manera, compañeros, que los obreros municipales deben comenzar por arrasar con toda la contra que tienen. Los compañeros sa322 ben que digo la verdad.
Y ahora, para terminar, compañeros, quiero traer dos palabras del amigo Mercante. Me ha hablado por teléfono hoy a la madrugada, lamentándose de estar tan lejos y no poder concurrir al festejo de este aniversario.
Le he contestado: “Amigo Mercante, en la Secretaría de Trabajo y Previsión en su aniversario, no se festeja nunca de mejor manera que trabajando”. Pero no quiero dejar pasar la ocasión sin cumplir con un encargo de su parte. Me dijo que les diese a todos los compañeros un gran abrazo con todo su corazón. |
1949-11-28 | Ante representantes del mundo de las competencias automovilísticas | Yo los felicito a todos por la espléndida carrera que han hecho, y especialmente al ganador, a Juancito192 que es aún un pichón; [y que] cuando emplume va a ser una cosa peligrosa.
Para nosotros ayudar a estas empresas no es algo que hacemos solamente por simpatía y afecto, por nuestro espíritu deportivo, sino que también es una cuestión de gobierno. A nosotros nos interesa la carrera como una prueba que ella es, de hombres y máquinas; toda la vida no es otra cosa que una puesta a prueba.
Nosotros estamos estudiando la manera de organizar perfectamente bien estas competencias de modo que, en el futuro, no queden libradas a ninguna clase de contingencias. Deseamos establecer una organización que permita, en primer lugar, a los corredores sostener un esfuerzo de esta índole en las mejores condiciones posibles, rindiendo al máximo con el mínimo de sacrificio; en segundo lugar, también que cada carrera no signifique un derrumbe económico para los participantes. Que ella no signifique exponerse a perder muchas veces lo poco que tienen. Estamos estudiando, precisamente, el modo de organizar todo esto para poder ofrecerles las mayores ventajas y que, en lo posible, se eviten los quebrantos económicos. 324 Esto lo vamos a estudiar con el mayor Aloé193 y con el Ministerio Técnico194; queremos hacer una cosa organizada por el gobierno; es decir, no la carrera precisamente sino lo que se refiere al mantenimiento de un lote de corredores que puedan enfrentar el esfuerzo en las mejores condiciones posibles. Es preciso que, a lo largo de las rutas, estén dispuestos los recursos necesarios para los casos de accidentes, aprovisionamiento, repuestos, etc. No debe ocurrir que alguien que haya sufrido un accidente, que haya tenido un inconveniente, quede durante horas tirado al lado del camino; a los diez o veinte minutos de ocurrir el accidente, debe llegarle el auxilio. Es cuestión de organizarlo sistemáticamente; con autogiro195, por ejemplo, que ve y baja allí donde hace falta.
Todo esto hay que organizarlo como un servicio, sistemáticamente. Las ambulancias y el personal sanitario se pueden ir turnando por etapas; es cuestión de previsión. La organización debe llegar a cualquier parte de la ruta, para que nadie corra el riesgo de tener que quedar abandonados dos o tres horas, en el desgraciado caso de que sufra un accidente; en esta situación, dos o tres horas pueden significar mucho para un herido. El grado de peligrosidad de la carrera hay que disminuirlo al menor índice posible.
Estas carreras se están haciendo todavía en forma un poco desorganizadas, pero estamos pensando la manera de arreglar esta cuestión. Por ejemplo, en materia de importancia de repuestos, los corredores podrían tener algunas facilidades, y lo mismo los que van a competir al exterior, para evitarles en lo posible la engorrosa tramitación diplomática. Los que van a competir en el extranjero deberían tener un tratamiento especial para entrar y salir del país, sin necesidad de llenar una serie de requisitos dilatorios.
Para llegar a esta organización de las cosas, vamos a buscar la colaboración de algunos de ustedes que son, precisamente, los que tienen la experiencia. Sobre esto se puede establecer una reglamentación adecuada, para que los volantes conozcan cuáles son sus derechos.
Señores:
325 Los felicito muy cordialmente a todos, y hago votos para que sigan bregando con el mismo espíritu deportivo con que lo han hecho siempre. Estamos completamente a las órdenes de ustedes, por cualquier cosa que necesiten.
Cuando se haga la distribución de premios, ya veremos el modo de contribuir con un pequeño recuerdo para todos los corredores y sus acompañantes. Yo les prometo que he de hacer cuanto me sea posible pero, para ello, necesito la ayuda de ustedes. Yo no sé si existe ya una asociación de corredores; pienso que sería interesante constituirla, de modo que todos los corredores, acompañantes y personal que participen, se agrupen en una asociación exclusivamente deportiva.196 Eso nos facilitaría enormemente la tarea. Quienes se deben organizar son los deportistas mismos. Yo ya he dado instrucciones para que en la dirección nacional de Educación Física intervengan nada más que deportistas.
Cuando se dice que se ha organizado tal cosa, la verdad es que allí contribuimos nosotros con el ochenta por ciento. Yo prefiero dar ese ochenta por ciento directamente a la asociación de corredores que se formare, pues nadie los va a defender a ustedes y a sus intereses, mejor que ustedes mismos, organizados en esa asociación.
Nosotros no tenemos ningún interés en ayudar a personas o a instituciones que muy bien se pueden ayudar a sí mismas porque son suficientemente ricas. No se pueden hacer estas competencias para especular y ganar dinero. Esto se hace por deporte y para perfeccionarnos en estas actividades. Por eso, les digo que el gobierno les va a dar la ayuda necesaria. Nosotros vamos siempre con el ochenta por ciento y, en vez de dárselo a quien especula con eso, preferimos darles directamente a ustedes, que harán las cosas de una manera más completa y perfecta.
Yo me he dado cuenta [de] que estas carreras, y perdonen la franqueza, son un bochinche, de manera que hay que tratar de que no sea así, por la seguridad misma de los corredores y para que no se especule. Me gustaría preparar una reglamentación, prepararla perfectamente bien. Ustedes, con la experiencia que 326 tienen, pueden ayudarnos y decirnos cómo habrá que ir haciendo las cosas para las próximas carreras con dos o tres meses de anticipación. Así resolveremos todos los problemas de todos los corredores. Se le da a cada uno el reglamento y así él sabrá dónde puede ir a retirar las gomas, los repuestos y demás cosas que necesiten.
Señores:
Los felicito nuevamente a todos y les agradezco la visita. |
1949-12-02 | A los obreros azucareros del país | Me dirijo a los obreros del gremio azucarero para comunicarles que, mediante la intervención prudente y sabia del secretariado de la Confederación General del Trabajo, se ha llegado a una conclusión general satisfactoria en el conflicto ocurrido en esa actividad del trabajo nacional.199 Se ha resuelto en vista de lo escaso de los salarios y días de trabajo de los obreros azucareros, un aumento promedio del 60 % en los salarios, o sea el 60 % sobre el total de los jornales para ser distribuidos equitativamente por una Comisión Paritaria, la que discutirá asimismo todos los demás puntos de los pliegos de condiciones. Este aumento del 60 % comenzará a regir desde el 1.o de julio.
Es lamentable que esta solución a la que ha llegado la Confederación General del Trabajo en pocos días, no haya podido ser previa al estado de huelga precipitada, inconsultamente declarada por los dirigentes que hicieron del conflicto gremial una cuestión política más que inconducente, perjudicial para los intereses obreros.
La Confederación General del Trabajo ha probado así, una vez más, su seriedad y su prudencia; se ha evidenciado como el organismo rector del sindicalismo argentino y como una verdadera central obrera, que defiende los intereses pro328 letarios sin incursionar en el campo político, con la única orientación de defensa de los intereses profesionales, para lo que ha puesto en evidencia su energía, su buena fe y su excelente juicio.
A pesar de lo que hemos discutido con ella, siempre celosa de su independencia y autonomía, me hago un deber en reconocer la seriedad con que actúa y la energía y decisión que pone en la mejor defensa de los intereses que todos los obreros argentinos le han encomendado.
Compañeros azucareros de Tucumán, Jujuy y Salta:
Llegan hoy a mi conocimiento y acción las gestiones realizadas allí por la Confederación General del Trabajo, a fin de terminar con un conflicto que no hubiera tenido razón de existir, si no [hubiera] sido provocado por la acción de los malos dirigentes, por los comunistas infiltrados, los políticos opositores y la falta de previsión y acción locales.
Yo no pienso nunca en los intereses políticos de los dirigentes que, a la antigua usanza, desean servirse de la masa para satisfacer sus intereses personales, olvidando la doctrina peronista que establece que todos estamos para servir a la masa.
Por esa razón estoy hoy, como siempre, en la defensa de la masa peronista que sé bien que son todos los trabajadores. Sé también que la masa obrera no tiene nada que ver con las combinaciones de los que, traicionando el mandato de los sindicatos, han querido engañarlos, traicionando también los verdaderos intereses de los obreros.
Los días de inquietud y necesidad pasados por lo compañeros del norte deben ser cargados a la cuenta de los dirigentes, de los comunistas y de los políticos opositores que los han usado como “chanchitos de la India” para tentar un experimento político electoral con que enfrentar al peronismo triunfante y avasallador en todo el país.
Una vez más, los eternos explotadores del obrero, los políticos logreros sin conciencia y sin escrúpulos, han tentado una de sus conocidas maniobras sin importarles para ello el mal que ocasionarían a las familias obreras, el hambre de los niños y las necesidades de sus hogares insatisfechos.
Es por eso que, con nombres y actividades, quiero hacerles saber en forma directa a los compañeros azucareros, los hechos que reafirman cuanto antes les manifesté.
329 Todo cuanto digo está documentado, y haré llegar un folleto explicativo para todos, en el que circunstanciaremos los hechos y agregaremos los documentos en copia fotográfica, para que ustedes puedan juzgar por sí.
El conflicto de los obreros y empleados de la industria azucarera, que tiene un fondo económico social, ha sido posteriormente desvirtuado y llevado a un campo esencialmente político.
Es incuestionable que dicha rama de la industria necesita un aumento de jornales.
De acuerdo con estas necesidades ya apuntadas, con anterioridad se habían interesado las autoridades nacionales, buscando de solucionar el eventual conflicto azucarero con la intervención de la Confederación General del Trabajo.
Sin embargo, los dirigentes de la FOTIA y de la FEIA200, buscando prescindir de tal central, presentaron el problema al Ministerio de Trabajo y Previsión planteándolo en los últimos tiempos, después de gestiones infructuosas tentadas en la Cámara de Diputados de la Nación.
El Ministerio de Trabajo y Previsión, el Consejo Económico Nacional y otros organismos se abocaron inmediatamente al estudio de la cuestión, y cuando tales organismos habían encontrado una solución que contemplaba las aspiraciones de ambas partes, y que serían dadas a conocer el día 17 de octubre, fecha memorable para los trabajadores, lo delegados dirigentes de la FOTIA y la FEIA, optaron intempestivamente por una declaración de huelga; el conflicto abarcó las provincias de Tucumán, Salta y Jujuy, y comenzó el 14 del citado mes, es decir 3 días antes del 17 de octubre, sin siquiera conocer los beneficios acordados ni dar conocimiento de la resolución a la Confederación General del Trabajo, que fue deliberadamente excluida por los dirigentes de la FOTIA y de la FEIA Como lógica consecuencia, el Ministerio de Trabajo y Previsión, ante lo inconsulto de la medida, decretó la ilegalidad del movimiento y, por su parte, la Confederación General del Trabajo intervino el gremio.
Se infiere de lo anterior que, utilizando una sentida necesidad, los dirigentes 330 de la FOTIA y de la FEIA, han conducido a los trabajadores a la huelga utilizándolos como trampolín para sus aspiraciones políticas, con vistas a los próximos comicios. Si este movimiento hubiera tenido un normal desarrollo, no se habría prestado a la acción política de estos dirigentes. La clase trabajadora comprende perfectamente que la era de las reivindicaciones de sus más elementales necesidades comenzó con el gobierno de la Revolución Justicialista y que, día a día, se afirma más y más en sus conquistas, alcanzando a los obreros, con una vida digna, reivindicaciones con que soñaron largos años. Fue necesario, para sus inconfesables fines, que no surgiera una solución por parte de las autoridades para que, solapadamente, aquellos dirigentes informaran a los obreros de Tucumán que no había solución a sus demandas y declararan la huelga que ya tenían premeditada, como consta en documentos que oportunamente les haremos llegar.
Es que la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera, además de las funciones gremiales, desarrolla una intensa acción política, procurando formar electorado propio al servicio de un grupo de dirigentes que, desvirtuando el sindicalismo, infiriendo gran mal a los gremios, pretenden utilizarlos para sus conveniencias políticas personales.
Dentro de las directivas de esta Federación se destacan dirigentes que son, a la vez, políticos ampliamente conocidos por los obreros. Merece especial mención la actividad desplegada por el asesor jurídico de la FOTIA, doctor Hugo Pizza, radical opositor, ayudista del partido comunista, abogado que actuara en la Unión Democrática, infiltrado en el gremio por vinculación estrecha con los dirigentes mencionados; sincronizado con sus colegas de Jujuy, Manuel Colina, asesor de la FOTIA; y Esteban Rey, conocido dirigente comunista “trotskista”, constituyen el equipo que moviliza toda una ola de agitación utilizada últimamente en la zona azucarera. También debe destacarse la intensa actividad desplegada por el secretario político, Pastor Carrazan, quien en reuniones secretas emitió concep tos contrarios a la nueva Constitución Justicialista, infiriendo agravios a diversos componentes del Poder Ejecutivo Nacional.
Jugaron también papel decisivo en el cumplimiento de las directivas emanadas, los siguientes dirigentes: Lorenzo Obdulio Rivarola, Pedro Navarro, Carlos A. Márquez, Pedro Julio Gómez, Zoilo Morales, Luis Octavio Rodríguez, Lindor Altamiranda, Antonio Arroyo, Simón Campos, Doroteo García, Antonio Ferro, Armando Ledesma, Víctor Fernández y Víctor Dovich, miembro del secretariado 331 de la FOTIA; Juan A. Barrionuevo, Dionisio Pereyra, Pedro L. Cajal, Armando Bulacio, Ramón Cabral, Francisco Perdiguero, Felipe Sosa, Antonio Hoggan, Víctor Jatip, Héctor Farías y Domingo Martínez, todos ellos dirigentes de los gremios adheridos a la FOTIA. En lo referente a la Federación de Empleados de la Industria Azucarera, su representante es Máximo S. Vergara, y llama poderosamente la atención la unidad que caracterizara las gestiones llevadas a cabo en conjunto por la FOTIA y la FEIA con motivo de este último conflicto, dado que anteriormente ha existido siempre entre ambas una marcada rivalidad en el campo gremial. No debe descartarse dentro de este aspecto, la posibilidad de que los industriales azucareros, que siempre han mantenido relaciones amistosas con algunos dirigentes de la FEIA, hayan sido, en esta oportunidad, los propulsores de tal perfecto entendimiento.
El confusionismo provocado por dirigentes ambiciosos y faltos de escrúpulos ha sido aprovechado y aumentado por elementos opositores a la política justicialista. Es sugestiva la circunstancia de que, con anterioridad a la declaración de huelga, ya los estados mayores de los partidos opositores estaban en conocimiento de que dicho movimiento provocaría una huelga repentina.
Es así que inmediatamente de la declaración de huelga se observó el desplazamiento de destacadas figuras del radicalismo, miembros del Comité Nacional, que eligen justamente Tucumán para sus cuestiones partidarias, como un pretexto que les permita seguir de cerca la marcha del conflicto y coordinar la acción de propaganda y agitación con todos los organismos opositores de la provincia. Prueba de ello es el proyecto de resolución presentado por Santander201 y Peretti [sic]202, referente a la situación de la industria y de los obreros azucareros, aprovechando con ese motivo y como fundamento de la resolución, la utilización de frases hirientes y calumniosas destinadas a desprestigiar la acción de gobierno.
Por su parte, el diputado Balbín203 destacado en Jujuy para intensificar la campaña de agitación, en distintos discursos que pronunciara, se concretó a instigar a los obreros del conflicto. 332 Por su parte, otros políticos de la oposición, recorrieron los ingenios, incitando a los obreros a la huelga y ofreciendo ayuda material que fue rechazada por los trabajadores.
Simultáneamente, el secretario del Partido Comunista, Armando Álvarez, fue enviado por el Comité Central para estudiar el problema y actuar en forma personal, impartiendo las directivas necesarias al Comité Provincial, con el objeto de poner en ejecución un plan de agitación.
Los socialistas y trotskistas se hicieron permanentemente presentes, buscando contactos con los trabajadores e incitando a la intensificación del movimiento. Todas las colaterales comunistas (Liga por los Derechos del Hombre, Unión Mujeres de la Argentina, Federación Juvenil Comunista, Unión Jóvenes Patriotas Argentinas y Congreso de la Paz), desarrollaron una intensa propaganda en la que contaron con la colaboración y apoyo incondicional de conservadores, radicales, socialistas y, en general, de todos los elementos que componen la Unión Democrática.
La campaña de agitación fue llevada al seno de los sindicatos adheridos a la FOTIA por hombres provenientes de esos sectores, infiltrados y perfectamente instruidos por la Dirección Comunista, haciéndola extensiva en idéntica forma a todos los gremios en general, especialmente a aquéllos que en sus direcciones cuentan con elementos rojos.
La acción comunista fue intensificada en los gremios azucareros merced a la labor de los siguientes comunistas activistas que deben tener bien en cuenta los compañeros del norte: Raúl Amaya, Ingenio “La Florida”; Juan Corrales; Eduardo Manuel Córdoba, Ingenio “La Florida”; Rolando González, Ingenio “Bella Vista”; Wenceslao López Lobo, Ingenio “La Florida”; hermanos Miranda, Ingenio 333 “Lastenia”; Mariano L. Paoletti, Unión General de Trabajadores de la Industria Azucarera; Carlos Quinteros, azucarero; Fernando Romano, Ingenio “Lastenia”; Manuel Rojas; Humberto Arsenio Alomo, Ingenio “La Florida”; Alberto A. Andrada; Mariano Liborio, Ingenio “Nueva Baviera”; Máximo Saavedra, Ingenio “La Florida”; Díaz Arroyo, Ingenio “La Florida”; Víctor M. Villarreal, “La Florida”; Samuel Kauffman; Mauricio Solarz; Elimático Corvalán, Ingenio “La Concepción”; Hilario Serrano; Martín Eduardo Juárez, Ingenio “Bella Vista”; Héctor Vaquero, Ingenio “Bella Vista”; Julio Alfonso Caram, agitador comunista; Hugo Américo Ruíz, Ingenio “La Florida”; Ramón Julio Miranda, Ingenio “Los Leales”; Carlos Ruíz Ibarra, “Bella Vista”; Pedro Salvio Tejerina, “San Pablo”; Silenio Sixto Alderete, “La Amalia”; Pedro González, “La Florida”; Juan Tarias, “La Florida”; Segundo Tomás Jerez, “La Florida”; Alberto Álvarez, bodeguero; Leonardo Ucciardello, bodeguero; Juan René Rivadeneira, bodeguero; Raúl Domingo Barber, bodeguero; José Sabate, bodeguero; Aaron Kotler, bodeguero; José Medina, bodeguero; José González, agitador profesional; Hidalgo Rearte, agitador trotskista en la provincia de Jujuy; Carlos Arias, agitador; Arturo Álvarez, agitador; y Santiago Barrionuevo, empleado de la FOTIA, comunistas conocidos que forman células de agitación partidaria en el norte.
A través del estudio realizado minuciosamente se llega a la siguiente conclusión:
1.o) Evidentemente, los dirigentes de la FOTIA y de la FEIA han obrado traicionando los intereses generales de la clase trabajadora en aras de un objetivo político personal sin reparar en medios ni medir consecuencias.
2.o) En contraposición a los principios más elementales de la ética justicialista han aceptado entrar en conversaciones y componendas con los partidos de la oposición, cerrando todos los caminos para un posible arreglo, y ya producido el movimiento, incitando a las masas a la persecución del mismo, haciendo caso omiso de la Confederación General del Trabajo, en cuyas manos estaba la solución.
3.o) Que los opositores, comunistas, socialistas, radicales y conservadores, aprovechando tales circunstancias, han actuado con finalidad política electoralista en perjuicio de los obreros azucareros, dando con ello una muestra más de su 334 falta de patriotismo, inescrupulosidad e inconsciencia.
Es también indudable que por la coincidencia de la actual campaña imperialista, que numerosos diarios del exterior mantienen contra la República Argentina, este conflicto demuestra que la Unión Democrática, como en los tiempos de Braden204, actúa coordinadamente con el exterior, porque coincidente con la actual agitación en el norte, provocada por los agentes del imperialismo en la Argentina, numerosos diarios que obedecen a las mismas directivas han desatado en el Continente una campaña que quería hacer llegar a las masas trabajadoras americanas la impresión de que en la Argentina se mata a los hombres con ametralladoras en las calles. Bastaría para ello que les anuncie a continuación los títulos de los artículos aparecidos en algunos diarios del continente, simultáneamente con el actual conflicto azucarero.
El primer título dice: “Perón acusado de menospreciar los Derechos Humanos” (Washington Post, noviembre 17 de 1949). Otro título de artículo, dice: “La policía de Perón no consigue neutralizar la ola de huelga” (Daily Worker, noviembre 16 de 1949). “Terror en Buenos Aires” (Daily Worker, noviembre 14 de 1949). Otro artículo con el título: “Perón apela a sus tropas en el tumulto de los cañeros en huelga” (Sunday News, de Estados Unidos de Norte América, noviembre 13 de 1949). “Perón asesina obreros huelguistas” (Diario de la Mañana, de Guatemala, 29 de octubre de 1949), y así podría citar numerosos artículos escritos en la prensa imperialista dominada en el continente por el capital.
Estas manifestaciones de carácter social, que tuvieron por escenario el norte de nuestro país, están evidentemente ligadas a la campaña internacional de desprestigio y descrédito para la Nación Argentina que, como vemos, no obedece a otra cosa que a un bien premeditado plan imperialista servido, desgraciadamente, en estos últimos tiempos, por argentinos que no sienten como nosotros el fuego sagrado del patriotismo en sus corazones.
Es que el imperialismo no se aviene a perder situaciones concretas o posibilidades de acción, siendo esa la causa por la cual, desacreditados en el interior, utilizan la prensa venal extranjera para infiltrar su veneno en contra de nuestras realizaciones justicialistas.
Pero el Justicialismo se abre paso; las masas trabajadoras de América ya co- 335 nocen nuestros desvelos a favor de la clase laboriosa y no creen en infundios publicitarios pagados y manejados ocultamente por los intereses imperialistas.
Con el renacer de la Unión Democrática, corifeos y personeros de patrones que actúan a miles de kilómetros de distancia, tendremos en el futuro que reeditar nuestro viejo lema: “Braden o Perón”.
Para terminar, quiero refirmar mi fe en la masa obrera a la que sé patriota y bien inspirada, que una vez más ha sido engañada y defraudada por los eternos logreros de la política y entreguistas del país.
Que esto nos sirva a todos de lección para que en el futuro no confiemos los destinos de la masa a hombres que no estén a la altura moral de esa misión; para que combatamos, sin pausa y sin tregua, a la oposición oligarca; que, disfrazada de radicales, socialistas, comunistas, actúa aliada a sus viejos compañeros, representantes más crudos de los intereses de la oligarquía. |
1949-12-03 | Declaración de bienes | Señores:
Yo he hecho esta reunión, a la que me he permitido invitar a los periodistas especialmente porque, habiendo sido públicamente acusado de ladrón por la oposición, quiero poner las cosas perfectamente en su lugar. Yo no solamente tengo que proceder como hombre, sino también como presidente de la Nación y, en este sentido, quiero dar un ejemplo al país de cómo debe procederse en estas ocasiones.
Existe una disposición que dice que cualquier funcionario acusado de una irregularidad debe acusar inmediatamente a los autores si esa acusación es falsa. Yo, que soy el primer magistrado, tengo la mayor responsabilidad y, en consecuencia, la mayor obligación de hacerlo. Ninguno de mis actos, privados o públi- 337 cos, puede quedar sin aclarar desde que todos los ciudadanos tienen el derecho de discutirlo. Yo tengo, a mi vez, la ley para acusarlos de falsedad y de desacato cuando eso sea una calumnia, de modo que lo que tengo que probar en este caso es que las acusaciones lanzadas por la oposición son una calumnia.
Hace tiempo, un legislador argentino dijo, en nuestro parlamento, que cuando se actúa en la función pública es menester arrojar la honra a los perros, lo que es sumamente injusto, por los perros especialmente. Debía haber dicho que la arrojara a los políticos. Yo pienso diametralmente opuesto a ese señor que hizo esa manifestación. Yo creo que el funcionario debe cuidar antes que nada su honra, porque sin honra no se puede ser funcionario. En consecuencia, el funcionario ha de estar en condiciones permanentes de demostrar que él es honrado. No solamente de serlo sino también de demostrarlo, que es lo que yo quiero hacer públicamente en este acto desde que públicamente he sido acusado como que estoy robando en la función pública.
Señores:
No quisiera hacer controversia con hombres inmorales e irresponsables, pero desde que los diarios La Prensa y La Nación se han hecho eco, en cierta manera solidarizándose con esta acusación, quiero, frente a los señores ministros que comparten conmigo la tarea, declarar públicamente que eso es una calumnia inaudita, asunto que he de probar en este acto con documentos para que los acusadores de la oposición y los diarios que se han prestado a esa inaudita calumnia sean acusados por la Justicia, como corresponde, por calumniadores, desde el momento que yo puedo probar que todo es falso.
Señores:
Se ha dicho en una tribuna de la oposición que yo subí pobre al gobierno y que voy a bajar rico, que he comprado una quinta en el pueblo de San Vicente, que me costó tres millones de pesos, lo que es totalmente falso.
Cuando yo subí al gobierno, la primera medida que tomé, como la han tomado todos los que forman parte del elenco de la Casa de Gobierno, fue hacer declaración jurada de los bienes que poseía antes de asumir el cargo de Presidente de la Nación, ante el señor escribano del Gobierno. Esa declaración de bienes está en sobre sellado y lacrado, bajo la custodia del escribano mayor del Gobierno.
La quinta de San Vicente figura en esa declaración de bienes, de manera que 338 yo [no] subí pobre, pero quiero, con esa declaración de bienes, fijar lo que yo tenía cuando llegué al gobierno, para determinar, cuando lo deje, que no tendré ningún otro bien que no sean los registrados en esa declaración.
Además de eso, señores, para las mejoras que he realizado en esa propiedad la he tenido que hipotecar en el Banco Hipotecario, cuyos documentos entregaré después a cada uno de los señores. Lo demás que hay, lo he hecho con mi sueldo, y yo empeño formalmente mi palabra en este momento, que si cuando baje del gobierno alguien puede declarar otro bien que no esté registrado en esa inicial declaración de bienes, se lo regalo, pues yo no he de tener ningún bien cuando deje el gobierno que no lo tuviera ya al subir a él. Es el menor sacrificio que puede hacer un hombre que sube al gobierno.
Por otra parte, esa quinta ha sido donada ya al gobierno de la provincia de Buenos Aires para que, cuando se produzca mi fallecimiento y el de mi señora, pase para dedicarla a los fines que en el testamento ológrafo hemos establecido, de manera que puedo decir que es un bien para nuestra vida y que después será destinado, por el gobierno de la provincia de Buenos Aires, para los fines que he especificado.
Creo que no hay necesidad de decir más y que, con esa base, voy a fundar la acusación pública y la acusación legal que voy a hacer a los calumniadores.
Voy a presentar los documentos que abonan estas palabras que termino de pronunciar, y le pido al señor escribano del Gobierno que lea el acta labrada en aquella fecha y que lea también la copia fotográfica de la hipoteca que pesa sobre ese bien, realizada en el año 1947, declaración de bienes que, en copia fotográfica, voy a entregar a todos los señores periodistas; certificado de hipoteca, cuya copia fotográfica también voy a entregar a todos los señores.207 Todas las copias, que se van a hacer fotográficas para repartir a todos los señores periodistas, las entregará a ustedes el señor subsecretario de Informaciones.
Después, se hará el acta de este acto y los señores que han sido testigos, si quieren tener la amabilidad, podrán firmarla ante el señor escribano del Gobierno.
Les agradezco mucho; les pido disculpas por haberlos molestado, pero creo [necesario] refirmar, una vez más, que nuestros actos de funcionarios deben estar 340 respaldados por la posibilidad de probar en cualquier momento, no solamente que uno es honrado, sino que mantiene esa honradez con cualquier procedimiento.
Algunos han dicho que el Presidente no debe hacer esto; creo que el Presidente es el que está más obligado porque, haciéndolo yo, tienen que hacerlo todos los demás.
Les agradezco mucho y les ruego que den a esto la mayor publicidad, porque como se ha dado publicidad a la calumnia es conveniente propalar la verdad.
Muchas gracias.208 |
1949-12-05 | En un acto realizado por los Empleados de Comercio | Compañeras y compañeros empleados de comercio:
Que sean mis primeras palabras de profundo agradecimiento a esta amabilidad de la Confederación de Empleados de Comercio, que agrego al recuerdo de las demás muestras de amabilidad que he recibido de esta institución.
Festejemos todos alborozados el nuevo aniversario de este acto de nuestras conquistas que, tantas veces, ha sido llamado un acto más de politiquería del Coronel Perón.
Yo agradezco, en primer término, las amables palabras del compañero Berenguer211 y del compañero Borlenghi. Él nos ha ofrecido hoy una magnífica conferencia a la que tenemos todos algo que agradecerle por lo elocuente y constructivo. Palabras valientes que no todos los hombres son capaces de pronunciar oportunamente.
Agradezco este homenaje que le dedico al nuevo espíritu de la Patria, que le dedico a nuestras conquistas para todos los argentinos, porque inauguramos con esta real política de la democracia popular argentina la línea directriz de una nueva patria, donde no haya infelices que estén sosteniendo los pilares en los cuales se encaraman, para disfrutar, los más felices.
En esta nueva Argentina, donde cada día va desapareciendo en mayor medida el panorama triste de contemplar la miseria en medio de la abundancia; en esta nueva Argentina, donde pese a la crítica que se nos hace, podemos afirmar, con fundamento exacto de la realidad, que no ha contemplado esta tierra un panora342 ma que haya igualado a los argentinos en la suerte y en el disfrute de esa suerte nacional.
La ley de jubilaciones de los empleados mercantiles no es una conquista, es, en realidad, un acto de justicia esperado, largamente esperado, por hombres esperanzados en una justicia que hoy llegó para bien de los argentinos.
Los trabajadores argentinos tienen en esta ley el ejemplo de una institución que los empleados mercantiles se han dado a sí mismos para asegurar a sus asociados el disfrute de una vejez feliz, conquistada con el esfuerzo de toda una vida de trabajo.
Compañeros:
Si el peronismo no hubiera sino realizado la obra social que contemplamos, hubiera sido suficiente para que viviese en una etapa de nuestra historia con resplandores de gloria por su justicia. Pero, señores, a eso lo hemos consolidado con una reforma económica que, pese a los que les duela, se está realizando en forma de asegurar el futuro de la Nación sobre la base de una justa distribución de la riqueza y no del aprovechamiento de un usufructo por una minoría apoyada en la desgracia y en la miseria de una mayoría crujiente que no ve horizontes donde salir en busca de un mínimo de felicidad a que tiene derecho.
Es natural, señores, que nuestros opositores estén creando visiones con las que quieren asustar a los desaprensivos que todavía les creen, que ya son pocos.
Es natural que inventen, porque el hombre tiene que creer en algo y, entonces, muchas veces cree en mentiras, cuando aparentemente no vislumbra las verdades.
Es natural que toda esta falange de desplazados, antes de intentar trabajar, se dediquen a reconquistar las posiciones que les permitan disfrutar sin el esfuerzo que todos debemos realizar.
Por eso, a esa declaración del Congreso, con que ustedes se solidarizan con mi actitud, la actitud simplemente de un hombre, la agradezco profundamente porque de todos los halagos que pudieron llegarme, uno solo es el que me emociona: el de los hombres humildes, porque sé que cuando ellos hacen un halago, lo hacen de corazón.
Yo no olvido, ni olvidaré jamás, los actos y los hechos de nuestra corta historia revolucionaria en los cuales me he sentido apoyado, estimulado e impulsado por 343 los obreros y por los empleados de comercio.
Yo no olvidaré jamás que el primer gran acto al que asistí, como dirigente de esta nueva política argentina, fue organizado por los empleados de comercio.
Yo recuerdo que el coronel Mercante y el compañero Borlenghi, cuando los tiempos corrían en la incertidumbre de esa lucha, llegaron hasta la Secretaría y me dijeron: “Ya es el momento de realizar un gran acto”.
Como siempre he sido prudente les manifesté: Y dígame: ¿Irán por lo menos cien mil personas? Yo era pobre pero era orgulloso. Quería, en ese primer acto, tener la demostración de que todo cuanto había realizado, de que toda mi inmensa sinceridad y lealtad para el apoyo del movimiento de reivindicaciones del pueblo argentino, de que mi palabra y todo cuanto había enunciado, había sido comprendido por alguien que compartía mis inquietudes con la misma lealtad y sinceridad. Así como yo aceptaba que el pueblo pudiera no creerme, también tenía el derecho, en ese momento, de pedir si existía una cantidad de gente que me acompañase en eso que tenía todos los caracteres de una patriada.
Me aseguraron que iba a tener más o menos la gente que yo calculaba como indispensable. Recuerdo que les dije: “Vean que esto para mí es decisivo; o yo los tengo, o mañana presento mi renuncia a todas las cosas y me voy a mi casa, porque ésta es una partida decisiva de este empeño y de mi actuación en este escenario político, que es un poco ajeno a mí”.
Me dijeron que sí. Y efectivamente [hubo] mucho más de cien mil personas. En ese acto estaba la mayoría de los compañeros empleados de comercio y, por eso, señores, esa gratitud eterna será el mejor recuerdo que tenga de esta institución.
Para mí, la Confederación General de Empleados de Comercio, además de lo que ella representa dentro de nuestro movimiento, tiene la virtud de tocar mi sensibilidad, porque recuerdo siempre ese acto como el punto bautismal de mi carrera política, tan corta y ya tan accidentada.
Por eso, tampoco puedo olvidar que, en otro momento decisivo de nuestra acción, los dirigentes de la Confederación General de Empleados de Comercio estuvieron conmigo el 17 de octubre.
Recuerdo que el día 17 de octubre, a las 10 de la noche, cuando yo tenía que 344 hacer por lo menos el papel del que no exigía, por razones más bien de conveniencia de nuestra causa que de mi persona, fueron el compañero Borlenghi, el compañero Argaña212 y dos o tres muchachos más, quienes plantearon las exigencias en nombre de los gremios, quienes dijeron: “Los trabajadores exigen esto y esto ha de cumplirse”. Cuando lo decían, no era este ambiente apacible de camaradería y de solidaridad. Ellos, al decirlo, no sabían si salían para la Casa de Gobierno o para Villa Devoto.
Afortunadamente, el viaje lo hicimos después, también juntos, hacia la Casa de Gobierno.
Por eso, he visto a través de las palabras del amigo Borlenghi destilar toda esa corta pero intensa historia de nuestra revolución. Luego de discurrir sobre el móvil de nuestras aspiraciones, le he oído fijar los objetivos a través del análisis de toda esa circunstanciación doctrinaria que ha sido la evolución del movimiento social en el mundo; le he oído, con su palabra rectora y firme, mencionar todos estos hechos y pienso, señores, que la doctrina peronista en manos de ustedes, para difundirla, para hacerla comprender, para inculcarla en las masas, está en excelentes manos y que no tenemos sino que esperar que el tiempo, con su acción, vaya creando en esta Argentina esa unidad de doctrina que el pueblo necesita para liberarse.
Nuestra doctrina es doctrina de liberación; es doctrina del pueblo y para el pueblo.
Por eso, tenemos el insigne honor [de] que todas las fuerzas que han sido rectoras en el movimiento argentino social, político y económico la combatan. Por eso triunfará. No han triunfado en el mundo jamás las doctrinas que no han sido combatidas. Pedimos que la sigan combatiendo, porque así la vamos a ver triunfar.
Nuestra doctrina es doctrina reivindicatoria. Va por los fueros de los que perdieron todos los fueros; va en busca de una reivindicación del pueblo y sus valores espirituales y morales, y va también tras la reivindicación de los poderosos que todo pudieron darle y le negaron, y vamos tras la reivindicación de su digni- 345 dad de hombres haciéndolos menos egoístas y menos miserables.
Por eso, esperamos que tras la alegría del pueblo en su reivindicación vendrán, después, el arrepentimiento de ellos y el reconocimiento de que hemos creado también una Argentina mejor, para que ellos puedan vivir en paz y armonía con nosotros. Esa es nuestra doctrina.
Como ustedes tienen un espectáculo que comenzará dentro de poco, sólo quiero agregar que agradezco este homenaje, que dedico a todos los descamisados, realizado por la Confederación General de Empleados de Comercio, institución de cuya organización y seriedad sabemos perfectamente bien los que conocemos el movimiento sindical argentino.
Deseo que esta Confederación siga su marcha dentro de las virtudes que la adornan, y que el próximo año de 1950 se inicie con una etapa más de felicidad para todos ustedes y para esta institución que, en honor del sindicalismo argentino y para que todos los compañeros empleados de comercio, distribuidos en la dilatada extensión de nuestro territorio, sigan trabajando incansablemente por inculcar nuestra doctrina y por llevarla a los más apartados lugares de nuestra tierra. Nuestra Patria se los agradecerá, porque el triunfo de nuestra doctrina es el triunfo de una etapa argentina basada en la justicia social, en la libertad económica y en la soberanía política.
Finalmente, deseo agradecer a la Confederación General de Empleados de Comercio este magnífico ejemplo de disciplina y de valores morales que están dando en la República, agradecimiento que expreso en nombre de nuestro movimiento y en nombre del movimiento sindical argentino.
Ustedes, organizados y dirigidos magníficamente, representan una fuerza de colaboración y de orden en el panorama argentino, porque están haciendo lo posible para encontrarse cada día más perfectos y cada día más elevados, como yo lo deseo de todo corazón, y por imponer cada día un poco de la doctrina peronista en todos los habitantes de la República Argentina.
Por todo ello, muchas gracias.
Les traigo un mensaje del coronel Mercante. Él está recorriendo la provincia con un itinerario fijo, de manera que me encargó que les exprese su pesar extraordinario por no poder asistir a este acto y que les dijera, con el mismo senti346 miento con que yo he recordado las etapas de nuestra Revolución y de la Confederación General de Empleados de Comercio, que [está] presente en espíritu en este acto. Les envía un abrazo estrecho y de amigo. |
1949-12-09 | Ante miembros del Ateneo Bancarios Argentinos | Señores:
En primer término, agradezco la presencia de ustedes, que me brindan la inmensa satisfacción de poder saludarlos; y, en segundo lugar, agradezco también las palabras del compañero Gago, porque sé bien que las suyas no son meramente palabras, sino que es la voz del Ateneo Bancarios, que se ha jugado activamente en los momentos más difíciles. Esas palabras trasuntan solamente los hechos que hemos venido viviendo juntos en esta lucha, tanto el Ateneo como nuestras fuerzas de combate, dentro del panorama político de la Nación.215 Dios quiera que, en el futuro, todas las luchas y los combates que libremos lo sean a base de verdad, de razones y de justicia, que han sido las causas que han inspirado nuestra lucha: luchas pacíficas, luchas cívicas y combates más o menos incruentos, como los que hemos librado hasta ahora. Dios quiera que sigamos en esa lucha, para imponer finalmente la verdad, la verdadera verdad y la justicia que todos anhelamos, cuya bandera ha sostenido siempre tan en alto la 348 asociación que representan todos ustedes a quienes, en este momento, tengo el inmenso placer de dirigir la palabra.
Nosotros, señores, ya llevamos tres años de trabajo en el gobierno y en la acción política, y tenemos ya proyectada la conformación de una Escuela Superior Peronista, que hemos de fundar próximamente, y que estará destinada a los estudios superiores de nuestra doctrina.216 Es indudable que el movimiento no podrá olvidar nunca que quien inició esa Escuela Superior Peronista fue el Ateneo Bancario.
Fue de él de donde salieron los primeros estudios de carácter doctrinario, el análisis de esa síntesis que nosotros expusimos al pueblo y la Nación entera sobre la conformación de una nueva doctrina todavía entonces desconocida en nuestro país.
Es probable que esa Escuela Superior Peronista pueda avanzar y progresar.
Será una escuela donde asentaremos doctrinariamente nuestra doctrina; desde allí, formaremos hombres capacitados para extenderla por toda la República y dotados de los estudios necesarios para hacer una diversificación y una tecnificación perfecta de cada uno de los aspectos de esa doctrina.
Yo les hablo a ustedes de este tema porque sé que les va a ser grato. Ustedes han trabajado incansablemente en esto, no solamente en el aspecto teórico sino también en la lucha misma; han intervenido activamente en esa lucha con publicaciones, con discursos y con la tarea directamente desarrollada en los Ateneos mismos, y en los lugares de trabajo.
La Escuela Superior Peronista que hemos de inaugurar dentro de poco tiempo conformará un cuerpo de hombres en la dirección y un cuerpo de gente joven en el aprendizaje, para preparar desde allí los futuros cuadros, si no directivos, los cuadros orgánicos. Es difícil que podamos formar allí a los futuros conductores del peronismo; pero sí podremos formarles los equipos, los estados mayores, 349 que van a ayudar a esos conductores. Hoy, en la actual época en que vivimos, es tan necesario tener estos estudios, estas actividades para poder conformar esos equipos de trabajo, sin los cuales nosotros, los que conducimos, no podemos hacer mucho.
Esta lucha permanente, que nosotros vamos paulatinamente superando va a desaparecer totalmente cuando hayamos conformado, de una manera general, una doctrina única para todos que nos permitirá ver el problema, apreciarlo y resolverlo de una misma manera aquí, en Jujuy, en Tierra del Fuego, en Mendoza o en cualquier parte. Eso es lo que nos falta y lo que hemos de realizar.
En esa tarea ustedes han hecho mucho. Ustedes han trabajado con inteligencia y eficiencia y, sobre todo, con entusiasmo, porque las doctrinas no se enseñan; se inculcan, y para inculcar es necesario hacerlo con decidida vocación y con absoluto entusiasmo. Es difícil que yo pueda inculcar nada que no tenga inculcado. Por eso, el mejor maestro para enseñar es aquél que enseña con el propio convencimiento, aún llevado al fanatismo. No hay ninguna causa que sea grande y que no cuente con un número más o menos limitado de fanáticos, porque el fanático es el sabio del espíritu. De manera que el fanático es siempre necesario. Para muchos, es un tonto; pero, para mí, es un hombre cuyo espíritu es superior a toda ponderación, porque él está dispuesto a sacrificarse por su causa; y los que no lo están, no tienen el mismo valor espiritual que aquél que ha decidido el sacrificio en beneficio de su causa.
Ustedes saben, señores, que no somos amigos de ahora. Creo que el Ateneo Bancario fue de los primeros amigos que tuvimos en la revolución; fueron los primeros muchachos entusiastas que salieron en los diarios, a la calle, en el mismo Ateneo y en los bancos de toda la República a luchar por esta nueva bandera que se levantaba en el panorama de la República. Yo no considero al movimiento peronista como un movimiento político por sus características; es más bien un movimiento nacional. Tan es así que ustedes ven que la oposición va reduciéndose cada día al aniquilamiento; y ojalá eso se produjese, para que con la gente que todavía no piensa como nosotros, surja otro gran partido que se ponga frente al nuestro para luchar lealmente. Si yo pudiese legarle algo grande a la República, sería legarle mi partido y, enfrente, un partido decente y orgánico, y no como en 350 la actualidad sucede, que no hay partidos políticos frente [al nuestro].217 Los países bien evolucionados han llegado al desiderátum político formando dos grandes agrupaciones; en cualquiera de cuyas manos esté el gobierno, el país tendrá la garantía de que será gobernado por partidos políticos. La atomización de los partidos políticos es la característica de la anarquía que reina en los países incivilizados: mayor número de partidos políticos, menos civilización. Basta mirar el panorama del mundo.
La Argentina comienza a arrimarse a la etapa de tener dos grandes agrupaciones políticas, para lo cual tenemos que terminar primero con las actuales bandas, porque no se puede concebir que algún día el Estado, por error del pueblo, pueda caer en manos de pistoleros y no [de] políticos realmente honestos. Por eso es que yo lucho por estas cosas. ¡Cómo no habría de desear para nuestro país que si algún día en elecciones libres el pueblo se decidiese por otro partido, el gobierno cayese en manos de un partido orgánico, formado por hombres decentes que deseen el bien público! Pero me opondría a que el país caiga en manos de esos asaltantes, de las bandas políticas, que no pueden conformar lealmente la aspiración de ningún argentino. Eso sería llevarlo a la anarquía y a la desesperación. Que se forme una oposición, pero que sea una oposición decente y orgánica y no formada por individuos que se unen por apetitos materiales, desde los conservadores de la más cruda derecha hasta los comunistas de la más disolvente izquierda. ¡Según el maridaje que se forma, tal serán los hijos que ellos van a producir! No se trata de no respetar el pensamiento de los demás y de no ceder a la pretensión de que cada uno pueda pensar de distinta manera; se trata simplemente de asegurar que el país no vaya a caer en manos de hombres que no sean buenas personas, honradas y decentes y que empleen procedimientos decentes, que se pongan dentro de la ley; porque solamente siendo esclavos de esa ley podrán ser libres, como aspiran a serlo todos ellos. El delincuente no puede invocar la libertad que le quitamos en nombre del bien de la sociedad, y entre los políticos hay un enorme porcentaje de delincuentes en potencia. Dios me libre el día que pusiéramos en sus manos la posibilidad de delinquir en forma que pudiera ser cubierta por sus propias fuerzas y su situación política. Por esa razón, señores, nuestra tarea, la tarea que ustedes hace varios años ya han em- 351 prendido, la de llevar al pueblo estos pensamientos, es la mejor forma de servir directamente al país. Por eso, cuando el Ateneo Bancarios se fundó y me dijeron que su función era de apóstoles, de divulgación de una doctrina, yo pregunté: ¿Qué doctrina? Doctrina de decencia para el país y de decencia para los políticos que quieran actuar en la dirección del país.
Señores:
Desde entonces hasta ahora ha pasado mucho tiempo. Hemos llegado hasta nuestros días, y todas las noches cuando me acuesto yo analizo el panorama: ¿Qué se ha mejorado? Miro los diarios. Antes, Dios me libre, chantaje puro, materialismo puro. Hoy no existe en el país un solo diario chantajista. No está permitido en este país, por adecentamiento de la ética reinante, que un diario pueda hacer un chantaje a cualquiera. El solo hecho de haber salvado a los argentinos de esa lacra que los castigó durante cincuenta años ya es una conquista extraordinaria, porque las conquistas en la ética son las mejores conquistas. Cuando a una generación de hombres se la convence de que debe proceder bien porque proceder mal es una vergüenza, esa conquista es la más grande que se puede obtener desde el gobierno o desde la dirección política del país.
Señores:
Desde esto, que es tan burdamente evidente, podríamos seguir el análisis de cada una de nuestras actividades y veríamos que, en general, se ha adecentado todo. Tanto se ha adecentado todo que cuando un señor sale a insultar o a calumniar a otro, ya resulta una persona fuera de ambiente. Pero es que esto sucedía antes, todos los días en las campañas políticas, donde se hablaba mal del padre, de la madre, de los hijos, de los nietos y todavía se hablaba de los engendros futuros. No se respetaba ni la dignidad ni la familia, como sucede en muchos otros países cuyos diarios leo todos los días.
En nuestro país, afortunadamente, ya quedan muy pocos inmorales e irresponsables que utilizan en la lucha la diatriba, el insulto o la calumnia. Tan es así que resulta un hombre repudiable el que lo haga.
Eso, señores, es saludable. A nosotros comienza ya a presentársenos el problema de que repugnan al espíritu cuestiones así. Esa es una conquista enorme, y en esto, ustedes, quizás muchas veces insensiblemente, con la acción del Ateneo, 352 han contribuido extraordinariamente a crear ese estado de ética.
Señores:
Esta lucha nuestra y la lucha del futuro, especialmente, es más bien una lucha de prédica, es una lucha de propagación de estos pensamientos. Yo pienso que la sociedad actual con las democracias modernas no puede subsistir sin deformarse espiritual y materialmente, si no le creamos algunos frenos y algunas autodefensas. Los frenos están constituidos por la conformación de una ética, porque nosotros no teníamos nada más que lo ilegal y lo legal. Para lo ilegal, la cárcel; para los demás, piedra libre.
Hay muchos delitos contra la ética, contra la moral, que son muchos más graves que los cometidos por aquél que tenemos en Villa Devoto o en las otras cárceles del país. Sin embargo, si él no violaba el código era una buena persona, aunque se pasara el día envenenando colectivamente al país.
Las buenas costumbres deberían tener sus códigos para que los que no las tienen se conformen a esas buenas costumbres. Vale decir, una ética legislada, como tenemos legislado el delito.
Señores:
¿Cómo pueden las democracias llegar a estos extremos en nombre de una libertad? La libertad es una cosa en cuyo nombre se han cometido atrocidades monstruosas. La libertad es como el pan, que es el mejor alimento, pero si uno se come una bolsa, resulta una cosa bastante difícil de digerir. Con la libertad ocurre lo mismo, porque, en nombre de la libertad, podrían venir aquí los que están en Las Heras218 y decir: “Señor, yo vengo a reclamar mi libertad; yo asesiné a un hombre, pero yo tengo libertad. Usted me coarta la libertad. Lo asesiné o le robé en nombre de una libertad, libertad de la selva, pero libertad al fin”. Y esa libertad la coarta la ley cuando pasa de lo que nosotros apreciamos que es correcto.
En lo correcto, hay también dos gradaciones. Hay cosas que se pueden hacer y cosas que no se pueden hacer, aunque no estén penadas por la ley. La conformación de una comunidad con esa ética es lo que permite la supervivencia de la democracia. Si esa ética no existe, la democracia va al fracaso, cualquiera sea el 353 interés que uno tenga en mantenerla, o se deforma desde su principio, porque el que está en el gobierno le llena las urnas en el correo. Lo hace en nombre de la libertad.
Pero, ¿qué democracia es esa donde las urnas se llenan en el Correo? Naturalmente, eso ocurre en un gobierno que no tiene la ética política necesaria para saber que eso es una porquería, y disculpen la palabra.
Señores:
Desde ese acto primario de la democracia, que es elegir, en todo el desarrollo, hasta la aplicación de esa democracia, existen millares de gradaciones. En cada una de ellas, donde no actúa la ética, nos encontramos con la deformación, la corrupción y la prostitución de la propia democracia. Entonces, ¿qué es lo que debemos hacer para que sobreviva la democracia? Hay que defenderla. Defenderla ¿con qué? Primero, con la ley y, después, con una ética. Quiere decir que hay que formar esa ética. La Argentina ha sido hasta hoy, lo afirmo rotundamente, una democracia sin ética. Nuestra doctrina está destinada a darle esa ética que no tiene, y el día que esa ética haya sido conformada e inculcada en varias generaciones de argentinos, entonces podremos decir que vivimos una feliz democracia. Hasta entonces, podemos afirmar que vivimos en un régimen imperfecto. Por esa razón, la tarea es formar organismos que lleven esto a las generaciones futuras, y que los argentinos de mañana sepan que hay algo más que respetar, además de la ley; que hay también una serie de costumbres y de principios morales que hay que respetar, sin los cuales todo se viene abajo, como un castillo de naipes.
Ustedes, en el Ateneo, han desarrollado durante largo tiempo esta acción destinada a formar el estado moderno que nosotros soñamos, donde los argentinos estén todos unidos, y donde todos respeten esos principios de la dignidad y de la vergüenza a fin de que el futuro nuestro sea más uniforme, de mayor comprensión y de mayor decencia.
Señores:
Todo aquél que haya hecho algo en el país para lograr esto, merece el bien del mismo y el agradecimiento del gobierno. Nosotros, que estamos empeñados en esa tarea, sabemos cuánto vale que cada uno de los argentinos se encargue 354 de decirle al que está al lado de él, cuando quiera delinquir, “en esa forma no, compañero”.
Nosotros no conformamos un cuerpo de hombres que piensa de esa manera.
Nosotros queremos llegar a nuestra finalidad, pero queremos llegar con dignidad y con vergüenza. No queremos llegar por el fraude, por la mentira, por la inmoralidad, porque sabemos que así llegaríamos, pero llegaríamos todos cubiertos de lo que el hombre no debe cubrirse en la vida.
Señores:
En pocas palabras, yo he querido decirles con mi pobre elocuencia qué es lo que yo aprecio de los Ateneos Bancarios, y qué es lo que yo quisiera, que en cada ciudad y en cada pueblo de la República hubiera un Ateneo Bancario.
Ustedes forman dentro de la comunidad argentina un núcleo de hombres instruidos y capaces. Son algo así –y esto lo sabe todo el que ha vivido en un pueblo o ciudad de provincia– como los consejeros de grandes núcleos de personas; son los que llevan, dentro de los organismos de los bancos, la palabra rectora a muchos sectores. Ustedes son de los elementos más evolucionados de nuestra comunidad; son hombres decentes que hacen una vida regular, dentro de la irregularidad espantosa en que se desenvuelven muchas otras agrupaciones.
Son hombres no solamente honrados, sino que tienen obligación de serlo y están controlados.
A menudo, los hombres que van subiendo en los bancos no pierden de vista nunca a los muchachos que van creciendo, que viven y se crían aconsejados y vigilados por los demás, viejos y con más experiencia, posiblemente.
De manera, pues, que ustedes conforman una organización de alto valor moral dentro del país. Son gente con conocimientos, evolucionada y con cultura.
Piensen ustedes que si esto que espontáneamente ha surgido dentro de los bancarios argentinos, sin que yo les haya dado nada para ayudar esa formación –po siblemente el Ateneo Bancarios es la única organización que jamás ha recibido una ayuda material ni de ningún otro orden, ni del gobierno ni de nuestra organización política– trabaja con una organización más moral que de otra naturaleza; cómo no he de estar yo profundamente agradecido y no he de pedirles que sigan trabajando en eso, que es verdadera obra de argentinos, que en este campo en que ustedes están trabajando hay una infinita labor que realizar, y que levanten Ateneos Bancarios en todo el país, no para enseñar otras cosas sino para enseñar- 355 le al pueblo argentino a pensar en nuestra Patria, a sentir con los ojos puestos en su destino y en su grandeza. Deben enseñar a pensar que en el panorama social, en el panorama económico, en el panorama político de la Nación, deben actuar hombres de esos principios, hombres puros y que, cuando todos estemos en esa norma, podremos decir que la República ha superado todos sus obstáculos. Aquí no hay otros obstáculos en la vida de la Nación que los hombres que en el campo político, económico y social proceden mal. Si todos proceden bien, no habría problema y las soluciones surgirían solas para el país.
Por eso, la tarea a que ustedes están dedicados, de inculcar una nueva ética a la gente es, sin duda, una tarea fundamental a la que el pueblo argentino debe dedicar su actividad y el gobierno sus preocupaciones permanentes. Nosotros tratamos de hacerlo en el colegio, en la escuela, en la universidad, en la administración y en todas partes, pero es una tarea larga.
Esto tampoco podría resolverlo yo tratando de gobernar solamente a los buenos con los buenos, pues entonces seríamos muy pocos. Es preciso contar con que el gobierno debe tratar con señores y con truhanes porque, desgraciadamente, las colectividades están formadas de todo eso. Entre esos dos extremos, hay un número infinito de gradaciones, pero lo que tenemos que hacer es ir convirtiendo los hombres, de modo que aumente el número de los señores y disminuya el de los truhanes. Cuando hayamos conseguido eso, la República Argentina podrá ser rica o pobre, podrá ser grande o chica, pero tendrá una grandeza sin la cual los países no van a ninguna parte.
Señores:
Veo jubilosamente este aniversario, y espero que lo podré ver también jubilosamente en el 40.o, si Dios me da vida, pues creo que estas instituciones son las verdaderas instituciones de bien público. Basta mirar lo que hace; basta mirar los móviles que persigue. Trabajan, inculcan nuestra doctrina, mueven a los argentinos hacia el buen proceder y, señores, nunca han pedido nada.
Esos sacrificios los han cargado los mismos que constituyen los Ateneos argentinos. ¿Cuál puede ser, entonces, el provecho material que puedan obtener los Ateneos, cuando dan de sí todo lo que tienen sin recibir absolutamente nada del país, ni de la Nación ni del gobierno? 356 Por eso, señores, digo que jubilosamente celebro yo con todos ustedes este aniversario. Y les pido a todos los bancarios que hagan proliferar esos Ateneos, que los funden en todas las ciudades y pueblos, pues sé que, siendo una institución de bien público, de un absoluto desprendimiento, de un virtuoso desprendimiento –difícil de encontrar en estos tiempos–, tiene que progresar y seguir adelante. El triunfo ha de ser de estos Ateneos, por la misma razón que los triunfos se cimentan sobre sacrificios y no sobre prebendas.
Por ello, el futuro de los Ateneos, será cada día más grande y más hermoso.
Ustedes me tendrán a mí siempre profundamente agradecido por la tarea que, como argentinos y como ciudadanos, están realizando en esos Ateneos.
Finalmente, me pongo como siempre incondicionalmente a sus órdenes, como un soldado más de los Ateneos, porque a mí me gusta honrarme incorporándome a las organizaciones honradas, y me gusta honrarme disparándole a las que no son honradas.
Por último, el amigo Gago preguntaba si yo leía las publicaciones de ustedes.
No solamente las leo, sino que también hago averiguar. Me interesan especialmente. Si esto fuera hecho por otra institución que no conociese tan bien, y no tuviera de ella el concepto que acabo de expresar del Ateneo Bancario, quizá no lo tomaría en serio. Pero, señores, ésta es la tarea de autodefensa que los hombres decentes deben hacer en bien de la decencia, diciendo francamente lo que observan. Ésta no es una labor destructiva ni insidiosa; es simplemente el conocimiento que todos debemos tener de los hombres que no cumplen con su deber. En este sentido, no me disgusta, sino que me agrada, y lo agradezco profundamente, porque yo también, de cuando en cuando, necesito saber qué ocurre y dónde ocurre. Si todas las publicaciones me pudieran decir “en qué Banco ocurrió”, sería una gran cosa para mí; por eso, las agradezco.
Muchas gracias; buenos días. |
1949-12-10 | A los médicos | El médico tiene una importantísima función social dentro de la comunidad. Para cumplir esa función se requieren como cualidades esenciales: una preparación técnica y científica superior; una cultura lo más depurada posible; un sentido casi misional de la profesión; un corazón sensible a las manifestaciones del dolor humano. Un nuevo horizonte para los médicos Los que, tras largos y fatigosos esfuerzos, llegaron antes de ahora a doctorarse en nuestro medio universitario, saben que, en cuanto a la ciencia positiva, el arte de curar, nuestras viejas universidades dejaban mucho que desear.
Vivíase por lo menos veinte años atrás en las adquisiciones científicas, en las técnicas, en las experiencias de todo género, en las especializaciones y hasta en el instrumental, a pesar de los entusiastas esfuerzos de una auténtica clase médica dirigente.
Paralelamente, una unilateral orientación hacia el profesionalismo, privaba a los médicos de toda visión del mundo y sus problemas, de todo aquello que no tuviera estrecha atingencia específica con su bagaje adquirido y apenas renovado.
Dábase así el contrasentido de que los médicos que debían actuar en el seno de una comunidad siempre cambiante, permanecieron estáticos y extraños a la evolución social. Apenas si la preocupación de unos pocos atisbaba en el trascurso de los acontecimientos el germinar y el desarrollarse de nuevas normas sociales que iban a llevar a los hombres y a los pueblos a transformaciones inmensas. 358 Las precarias condiciones económicas dentro de las cuales se desarrollaba la vida profesional no eran nada favorables para el desarrollo de un apostolado.
Corresponde a nuestro gobierno continuar la obra que iniciamos desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, con el propósito de jerarquizar y remunerar como corresponde a todos los profesionales del arte de curar.
Consecuencias benéficas de la Revolución Asistimos, en nuestra Patria, a un proceso de singulares proyecciones. Caducas formas políticas, pretéritas normas sociales que subsistían incólumes en sus bastiones de privilegio, insensibles al clamor de la mayoría, han sido barridas por este gran viento renovador de la Revolución Justicialista que es obra y espíritu del pueblo. El hombre, todo hombre de nuestra Patria, alcanza su verdadera dimensión –compuesto de células y alma– que asume su sentido individual en el seno de una sociedad enaltecida. El hombre ya no es mero elector, sino un ciudadano de la República. Lo mismo el obrero que el intelectual, lo mismo el pobre que el poderoso, lo mismo el partidario que el contrario, pueden adquirir su plenitud como individuos y configurar una gravitación auténtica dentro de la comunidad.
El destino social del ser –que es la forma natural de la vida– ha retomado su trascendencia. El hombre es en función de sí mismo y del medio. El desvalimiento del ser aislado se pierde ya como un triste recuerdo. La comunidad vela por el hombre. Y éste devuelve a la comunidad parte de los beneficios que ha conquistado por una equitativa distribución de la riqueza y por una eficaz justicia distributiva.
Toda la política social de mi gobierno, tiende a reintegrar al hombre y a su hogar, a las leyes naturales que rigen la existencia, y cuya violación sistemática, por años y siglos, generaron las tremendas convulsiones colectivas, las guerras, las angustias y las rebeldías que aún no han terminado, ni llevan, desgraciadamente, trazas de terminar.
Esas leyes naturales son: derecho al bienestar, derecho al trabajo remunerado, derecho a la asistencia integral, derecho a la superación, derecho a la salud, derecho a la seguridad de la prole; derecho, en fin, a una vida sin más cotos cerrados que los que impone la moral. Derechos con sus correlativos deberes, claro está, y que van haciéndose carne en las masas, porque el pueblo reconoce sus debe- 359 res, cuando los gobiernos reconocen, a su vez, y defienden, los derechos de su pueblo.
Atentos, pues, a la evolución de las normas de la vida en el medio argentino, no puede haber sector de él que no participe de sus beneficios y se estanque en la rutina, en la comodidad o en el menfichismo.221 El médico y los problemas sociales He dicho siempre –tal vez impulsado por la tradición que emana de mi antecesor, el médico Tomás Perón222– que tengo en alto precio, la ciencia y el arte de curar, porque veo en los médicos las más excelsas prendas morales y humanas.
Conozco los problemas de la profesión médica; aprecio las contrariedades innúmeras que siguen al profesional como sombra fiel desde las aulas universitarias, al consultorio, a la clínica hospitalaria y a la cátedra. No ignoro vuestros sacrificios ni las angustias económicas que resultan de una mala organización de vuestras actividades profesionales.
Tengo mi mente puesta en la medicina social que ha de transformar tanto la vida de la Nación, como la propia vida de los médicos en un sentido superior. Lo mismo que, justicieramente, hemos elevado el estándar de vida material y espiritual de todas las clases trabajadoras de la República, haremos, en un futuro no lejano, todo lo necesario para honrar la profesión médica, de modo que ésta integre la comunidad nacional, con sus derechos y sus deberes, y asuma la jerarquía que le viene únicamente de su propia misión.
Cambios fundamentales en la universidad 360 Desde la supresión del arancel universitario223 –que abre las puertas de la universidad a los méritos, a la vocación y no a las posibilidades económicas– hasta la semi-socialización de la medicina, hay un proceso que ya tiene principios de realización, a pesar de las grandes discusiones que ha originado el problema en el mundo.
Los médicos –a cambio de otras grandes cualidades– parece que, veces, no tuvieran la agudeza visual que permite otear desde lejos los signos de la época.
Tal vez, absorbidos por el menester profesional, no perciben los pródromos224 de una era que está dando vuelta como un guante, al mundo. Es cualidad del estadista, por el contrario, percibir esos signos y esos pródromos, y anticipar los acontecimientos por venir. Se está clausurando otro ciclo de la vida de los hombres, de los pueblos y de las naciones. Todas las teorías y prácticas finiseculares van quedando relegadas para el museo de las cosas que fueron y que no es sino eso que llamamos pasado. Con vendavales de violencia o con serena evolución, las formas consagradas hasta ayer sobre el modo de vivir de las sociedades y de los individuos, ceden a nuevas estructuras, se ciñen a conceptos de un altruismo que tiene hasta su mística, y en esa mística su prenda de segura victoria.
Medicina asistencial y medicina social La separación en estancos, que constituía la sociedad del siglo anterior, deja su lugar a la nivelación de las clases sociales en una comunidad sin más privilegios que los naturales, productos del propio y singular mérito pero, asimismo, sin influencia ni predominio sobre los demás.
El viejo concepto médico asistencial deja también su puesto a la medicina social, en la que confluyen todos los afanes de nuestro movimiento peronista. Por tal modo, es fácil ver, entonces, cuán cierto es que aquella función social que se asigna al médico es, cada día más, una etapa a cumplir por los señores médicos argentinos.
361 Homenaje al espíritu médico Permítaseme ahora, y para finalizar, rendirle el tributo de mi cordial consideración, en la fecha que celebran ustedes, al espíritu médico, ese viejo y noble espíritu que en todas las épocas ha hecho del médico –prominente o humilde– un enemigo del dolor y los sufrimientos de los semejantes, y un padre espiritual del doliente.
La vida médica nació bajo el signo de la fraternidad. Creo que pocas profesiones, como la vuestra, tienen un ámbito más amplio y se desenvuelven con mayor espíritu solidario. La comprensión del mal ajeno; la lucha por batir en sus reductos el sufrimiento; el dolor de la carne, que es el dolor de todo el ser y de los que lo rodean, os tiene preparados para evolucionar al ritmo de las normas de nuestro gobierno.
Os pido, pues, en nombre de esos grandes sentimientos, comunes a la clase médica, un mayor esfuerzo en bien de los demás, para una constante superación. Tengo la certeza de que os hallaré siempre prontos para hacer honor a vuestra profesión milenaria, tan antigua en sus fines, como el hombre mismo, ya que su origen se pierde en la noche de los tiempos. |
1949-12-14 | En la clausura del Primer Congreso Americano de Medicina del Trabajo | Mis primeras palabras han de ser las del saludo cordial que exprese el agradecimiento del gobierno argentino hacia los señores delegados que han llegado a Buenos Aires, desde el interior del país y desde el extranjero, para considerar en este Primer Congreso Americano, los problemas relacionados con la medicina del trabajo.
Quiero destacar también, antes de comenzar el desarrollo de mi exposición, el espíritu de unidad y de cooperación con que han acudido a esta cita de trabajo todos los países de América, sin ninguna excepción. Esta circunstancia nos permite alentar la bien fundada esperanza de que América sea muy pronto una comunidad de grandes y generosos ideales, cuyos hombres realicen la aspiración suprema de la humanidad: vivir y trabajar en paz.
Me siento obligado también a decir mi palabra de aliento y de congratulación a los organizadores de este Congreso que, sin escatimar sacrificios de ninguna clase, realizaron la tarea de unir tantas voluntades en este empeño generoso que hoy vemos materializado con beneficio indudable para nuestros pueblos. Dos categorías de hombres Siempre me ha resultado particularmente grato asistir a estas manifestaciones que la generosidad humana organiza en beneficio de la comunidad. Los hombres se 363 dividen en dos grandes categorías que representan dos aptitudes opuestas y distintas: en la primera categoría están los que trabajan para sí mismos. Felizmente esta clase de hombres, que es la más numerosa, no se organizará jamás, porque su actitud es egoísta y, por lo tanto, incompatible con todo movimiento de unión organizada.
El otro grupo es el de los hombres que piensan, luchan, trabajan, se sacrifican e, incluso, llegan a ofrecer su vida por los demás. Y, aunque esta clase de hombres es más reducida en el número que la primera, sabe organizarse porque lleva en su actitud misma el germen de la unión, y esta unión le da la fuerza que es, al fin de cuentas, la razón de su triunfo sobre la otra parte de la humanidad.
Yo sé que todos los señores delegados pertenecen a esta categoría de hombres que por los más encontrados caminos hallan la manera de reunirse para concretar proyectos y aspiraciones que han de promover el mayor bienestar a la humanidad. Medicina individualista y Medicina social Por otra parte, yo sé que cada uno de los señores delegados –médicos en su mayoría o profesionales en otras disciplinas universitarias– al abrazar esta árida y no siempre bien comprendida tarea de la medicina del trabajo, ha tenido que hacer abandono de todos los halagos de la profesión, individualmente ejercida, para aceptar en cambio este otro camino de silenciosa y escondida tarea, de resultados lejanos, de victorias espaciadas y difíciles.
En el caso particular de los médicos, el paso de la medicina individualista a la medicina social implica el renunciamiento total de los halagos más puros a que puede aspirar un médico: la gratitud con que se expresa una salud que se recu pera; la felicidad de un hogar que vuelve a gozar la alegría de un hijo o de una madre que retorna a la vida; la íntima y profunda satisfacción de ayudar a la vida en sus luchas con la muerte.
Todos estos halagos son parte del sacrificio de los hombres que, como la mayoría de los señores delegados, han decidido elegir este otro camino del servicio social; de la medicina social; de la medicina del trabajo. 364 Yo comprendo perfectamente esta actitud y doy gracias a la Providencia que haya en el mundo hombres así, porque de ellos solamente podrá surgir la humanidad que venimos esperando desde hace tantos siglos.
Por todas estas circunstancias, me resulta particularmente grato estar en esta sesión final de este Primer Congreso Americano de Medicina del Trabajo. Y por las mismas razones me animo, como un delegado más, a expresar mi opinión de gobernante ante este problema que, por afectar los valores humanos de los trabajadores, tiene en mi doctrina política, suprema y esencial preponderancia.
Lo que se ha realizado en materia social Con esto queda señalado también que este problema no resulta ajeno a mis preocupaciones. La prueba está en lo que llevamos realizado desde aquellos días iniciales de mis luchas en la Secretaría de Trabajo y Previsión, hasta los actuales momentos en que estamos consolidando todo lo que hemos conquistado en este terreno de la reforma social.
En los momentos iniciales era difícil hacer entender, a veces a nuestros mismos compañeros de afanes, la importancia de algunas medidas que concretaban un avance en el campo de la medicina social, especialmente en sus aspectos relacionados con el trabajo.
Ahora ya nadie recibe con extrañeza decretos o leyes de aquel tipo. Tal vez porque ahora todos están convencidos de que el trabajo es una razón de dignidad del hombre y de que el trabajador es un hombre con iguales derechos que los demás. ¡O con más derechos, desde que él es la fuente de la vida que nutre a los demás! Toda aquella legislación ha sido consolidada. Y no sólo ha formado cuerpo de leyes. Hemos logrado su definitiva conformación constitucional. Derechos del trabajador y medicina del trabajo En nuestra Constitución Justicialista están fijados, como garantía definitiva para los trabajadores argentinos, todos los derechos básicos sobre cuya columna vertebral estamos elaborando nuestro Código Social Justicialista.
Todos estos derechos tienen una relación directa con el tema fundamental de este Congreso de Medicina del Trabajo, porque todos ellos son condiciones que, 365 directa o indirectamente, influyen sobre la salud integral –física y espiritual– de los trabajadores. Personalidad del trabajador Si la medicina del trabajo tiene por objeto el estudio de la personalidad del hombre de trabajo y sus relaciones con el trabajo mismo para que el trabajador pueda vivir sano integralmente, debemos convenir que, ante todo, debemos darle personalidad al trabajador. Y, para ello, debemos reconocerle aquellos derechos sin los cuales no poseerá jamás la dignidad que debe tener para ser persona humana como todos los demás hombres.
Esa ha sido nuestra primera gran tarea: “Elevar la cultura social. Dignificar el trabajo. Humanizar del capital”. Por estos tres caminos comenzamos a levantar a nuestros menospreciados hombres de trabajo y les hicimos comprender que todos ellos tenían una serie de derechos que, hasta ese momento, les habían sido negados Así creamos la personalidad de nuestros trabajadores. Y éste, que fue nuestro primer objetivo y que ya hemos cumplido totalmente, constituye la base del estudio de la medicina del trabajo.
Ahora sí puede la medicina del trabajo estudiar la personalidad del trabajador, porque ahora, en nuestro país, el trabajador tiene personalidad.
¿Qué podía estudiarse antes, en este sentido, si los hombres de trabajo eran tratados como esclavos y no como personas, y ellos mismos a veces no tenían exacta conciencia de su dignidad? La explotación inhumana de varios siglos de capitalismo había borrado en ellos el sentido cristiano de su propia dignidad, base de toda personalidad.
Valor del trabajo El valor intrínseco que se asigna al hombre que trabaja, tiene relación directa con el valor del trabajo que él ejecuta o realiza.
Cuando se aceptaba que el trabajador era un esclavo, o poco menos, y su explotación era lo corriente, se rechazaba prácticamente la idea cristiana de su 366 igualdad con respecto a los demás hombres, aunque se la pregonara en todos los discursos.
En aquellas circunstancias, el trabajo lógicamente no podía tener sino valores variables sujetos a las leyes económicas que rigen el precio de las cosas en el comercio. E, incluso, para determinar el valor del trabajo humano, se aplicaban las fórmulas del trabajo mecánico, como si en la actividad creativa o productora del hombre no jugasen influencia más que fuerzas físicas. Ahora, que la personalidad del hombre de trabajo tiene ya, realmente, su verdadero y alto valor absoluto, no se puede medir el trabajo de la misma manera.
Ahora resulta más fácil entender que el valor de trabajo no se puede medir por lo que él produce como si fuese un resultado matemático, sino por la magnitud del hombre que realiza el trabajo, del trabajador, cuyas fuerzas no pueden ser medidas con ninguna fórmula matemática o física que no tenga factores infinitos.
¡Por lo menos un factor infinito: el de la dignidad humana del trabajador! Ahora podemos hablar de medicina del trabajo Puestas así las cosas en su lugar, ya puede hablarse de medicina del trabajo con propiedad. Ya pueden acordar los distintos criterios porque se parte de una misma y elevada valoración del trabajador y del trabajo.
Así, ya no resulta extraño que la Constitución Justicialista diga que “el trabajo es el medio indispensable para satisfacer las necesidades espirituales y materiales del individuo y de la comunidad, la causa de todas las conquistas de la civilización y el fundamento de la prosperidad general”.
Que “la riqueza, la renta y el interés del capital son frutos exclusivos del trabajo humano”.
Que “la consideración debida al ser humano, la importancia que el trabajo reviste como función social, consagran el derecho de los individuos a exigir condiciones dignas y justas para el desarrollo de su actividad”.
Que “el cuidado de la salud física y moral de los individuos debe ser una preocupación primordial y constante de la sociedad a la que corresponde velar para que el régimen de trabajo reúna los requisitos adecuados de higiene y seguridad, exceda las posibilidades del esfuerzo y posibilite la debida oportunidad de recu- 367 peración por el reposo”.
Esos últimos conceptos encierran los aspectos esenciales de medicina del trabajo pero, en rigor de verdad, todos los Derechos del Trabajador concurren a crear la personalidad del hombre que trabaja, a darle la plenitud de sus posibilidades en bien de la salud física y moral, para que pueda alcanzar la mayor felicidad posible. Medicina curativa y medicina preventiva La medicina del trabajo, lo mismo que la medicina general, tienen, como todos los señores delegados lo saben, dos aspectos fundamentales: uno es el de la medicina preventiva; otro, el de la medicina curativa.
Y así como los médicos en general van entendiendo que el viejo aforismo “más vale prevenir que curar” debe ser hecho realidad en la práctica médica diaria; nosotros hemos creído que la proporción en el caso de la medicina del trabajo debía ser extraordinariamente mayor en beneficio de la prevención de las enfermedades que de la medicina curativa del trabajo.
La medicina curativa en este orden de cosas llega, por lo general, tarde. Basta leer la larga lista de las enfermedades profesionales y analizar en los textos de patología el pronóstico que de ellas hacen los tratadistas para confirmarse en esta evidente realidad; y basta pensar que todas estas enfermedades pudieron ser evitadas, para llegar al convencimiento de que en este problema médico-social la prevención es fundamental; dejando un diez por ciento de nuestras preocupaciones para la medicina curativa del trabajo, y para el auxilio de las secuelas que son el fruto tardío y amargo de la imprevisión.
Medicina preventiva del trabajo ¿Cómo habrá de hacerse la medicina preventiva del trabajo? Yo puedo decir, felizmente, que nosotros hemos hecho ya un trecho de camino bastante largo en este sentido.
Yo podría enumerar durante varias horas todo el detalle de nuestra tarea así 368 orientada, pero a costa de ser larga y fatigada la exposición, podría quedar alguna duda en el espíritu de los señores delegados. Yo me permito pedirles que salgan a la calle y conversen con nuestros trabajadores, que visiten los lugares de trabajo, que ausculten el sentir de los obreros argentinos y, sobre todo, que insistan en dos preguntas: ¿Cómo era antes? ¿Cómo es ahora? Que investiguen nuestros salarios y su relación con el costo de vida; que averigüen cómo vivía antes un obrero argentino y cómo vive ahora; cómo se vestía y cómo se viste; cómo se alimentaba y cómo se alimenta; cómo se divertía y cómo se divierte.
Todos estos fueron objetivos de aquella primera etapa de medicina preventiva del trabajo que nosotros realizamos ya. Porque entendemos que ganar un salario justo, vestir dignamente, divertirse honestamente, descansar en forma adecuada, tener una vivienda alegre y cómoda, son condiciones fundamentales de una buena salud. Por otra parte, el trabajo para que sea saludable debe ser realizado con alegría y no se puede trabajar con alegría cuando no se va al trabajo en las condiciones fundamentales que hemos señalado. Nosotros hemos creado estas condiciones y, por otra parte, hemos asegurado el descanso de la vejez tranquila a todos nuestros trabajadores, para que ninguna sombra oculte las perspectivas del porvenir. Así, nuestros trabajadores pueden brindar tranquilos y alegres sus esfuerzos produciendo bienes para nuestra comunidad y para los demás pueblos del mundo.
Yo aspiro a que el pueblo argentino sea un permanente canto de alegría y de felicidad, y que los productos que elaboran los trabajadores argentinos lleven impregnadas en su estructura esa alegría y esa felicidad para que de ella se contagien todos los pueblos de la tierra. Técnicos sanitarios sociales Al mismo tiempo, paralelamente con la acción directa en el terreno social realizada en beneficio inmediato de los trabajadores, consideramos que era conveniente la formación de técnicos en esta materia; y así fue como procedimos a crear, en una de nuestras universidades, la primera Facultad Argentina de Higiene y Medicina Preventiva, de cuyo seno están egresando médicos, odontólogos, educado- 369 res e inspectores sanitarios.227 Ellos reciben del Estado el caudal de conocimientos necesarios para que todo cuanto nosotros hemos realizado sea científicamente perfeccionado. A ellos corresponderá también la tarea de conformar definitivamente en el país una conciencia exacta de todos estos problemas. Condiciones dignas de trabajo En los aspectos directamente relacionados con el trabajo mismo, la cláusula constitucional que establece que el Estado garantiza a los trabajadores condiciones dignas de trabajo, va siendo realizada progresivamente.
Desde los días de la Secretaría de Trabajo y Previsión en que debíamos enfrentarnos con la más cerrada incomprensión patronal hasta la actualidad, en que los mismos patronos entienden ya que invertir dinero en mejorar las condiciones de trabajo de sus obreros es poner capital a un elevado interés, ¡cómo han cambiado las cosas en nuestro país! Sé que aún, en este sentido, queda mucho por hacer. Pero ya se han reunido las condiciones necesarias para que toda tarea de este orden sea comprendida por la mayor parte de la gente. Ya se puede hablar, sin temor de ser tenido por extravagante o por loco, de cosas ahora tan conocidas como la orientación y la selección profesional, la psicotecnia aplicada a estos problemas, la organización científica del trabajo, los servicios sociales y culturales en los lugares de trabajo, etc. Cada vez son más y mejores los esfuerzos de los patronos por establecer adecuados servicios asistenciales, alimenticios, culturales, recreativos, en sus fábricas, y lo que importa señalar es que todo esto va siendo exigido cada vez más por los mismos obreros, cuya personalidad –lo primero que nos interesó crear– necesita ahora de todo esto que antes no le merecía tanto interés, desde que todo era absorbido por la fundamental preocupación de ganar lo indispensable para comer. 370 ¡Ahora ya pueden entender nuestros trabajadores aquello de que “no sólo de pan vive el hombre”! Los mismos trabajadores exigen todo esto ¡Y son los mismos trabajadores los que quieren y exigen higiene, seguridad, previsión y asistencia! Cuando yo veo este nuevo panorama nacional y analizo sus aspectos relacionados con estos problemas, me confirmo cada vez más en la idea de que ya todo esto que hemos logrado tiene el sello de lo definitivamente conquistado.
Se podrá avanzar pero no retroceder; porque aunque vuelvan hoy mismo al gobierno las mismas fuerzas antisociales que nosotros vencimos, no podrán destruir las construcciones fundamentales de nuestro movimiento, porque hemos tenido el buen tino de entregarlas al pueblo. ¡Y el pueblo sabrá defenderlas en cualquier circunstancia, porque tiene un especial sentido de autodefensa que es precisamente la razón por la cual sobrevive y progresa a pesar de tantos reveses y tantos cataclismos! Ahora nos queda por realizar la tarea cotidiana (que es trabajo de paciencia), que consiste en extender, hasta el último lugar de trabajo, las conquistas logradas y consolidadas.
Colaboración general En esta tarea no ha de ser escasa la colaboración que deberán prestarnos los hombres que, como vosotros, tienen por objeto de sus vidas el servicio de la comunidad.
Yo requiero, en este momento, esa cooperación, y sé que no hago un vano llamamiento a la puerta de vuestros espíritus. Este requerimiento no sólo va dirigido a los trabajadores sociales de mi país.
También, por intermedio de los señores delegados extranjeros, quiero que sea transmitido a todos los hombres de buena voluntad que luchan, en América y en el mundo, por el bienestar de los trabajadores.
Yo sé que he de ser bien interpretado, porque mi voz expresa el hondo sen- 371 tir de mi pueblo, del pueblo trabajador de mi país que, sintiéndose feliz, desea compartir esa felicidad con todos los hombres de trabajo que ganan el pan de la humanidad.
Al pedir a los señores delegados extranjeros que luchen e inciten a la lucha por el bienestar de los trabajadores de sus respectivos pueblos, yo no hago sino expresar mi deseo invariable de amistad y de paz, porque la paz y la amistad entre los pueblos del mundo sólo será lograda cuando sus trabajadores se sientan simplemente hombres dignos y en su trabajo canten la alegría de haber logrado para ellos la justicia que, como dice un poeta italiano, es la “alta esperanza de los siglos”. |
1949-12-15 | Ante los miembros del Comité Confederal de la Confederación General del Trabajo | Después de destacar la satisfacción producida por la labor cumplida por el Comité Confederal, el general Perón expresó:
Nuestro gobierno es un gobierno obrero, secreto a voces que se dice y se confirma en todos los lugares y en toda hora. Mi norma en el gobierno ha sido siempre consultar a la Confederación General del Trabajo respecto de cualquier medida en que, en una forma o en otra, se involucre a la clase trabajadora; a su vez, ellos me consultan a mí cuando, dentro de su esfera de acción, deben tomar una medida relacionada con disposiciones u obra de gobierno. Yo les consulto a ellos y ellos a mí; realizamos una tarea de colaboración, de compañeros, de amigos, es una obra en común. Esta identificación entre el gobierno de la Nación y el gobierno de la clase trabajadora, en permanente coordinación y colaboración, es el ideal a que siempre hemos aspirado desde los primeros días de nuestro gobierno, gobierno del pueblo que marcha de la mano de la clase trabajadora, habiendo terminado para siempre con todos los privilegios que hicieron que en esta casa los trabajadores no entraran, para dar entrada a los privilegiados que gobernaron y manejaron el país para su usufructo permanente y personal.
Más adelante señaló el primer mandatario diversos aspectos de la importante tarea realizada en lo social y político, manifestando:
En el orden social hay una cosa que es fundamental. Nosotros hemos alcanzado los objetivos que nos habíamos propuesto y, en muchas cosas, nos fuimos aún más allá. Estamos en el equilibrio de las posibilidades; estamos en la relación que existe entre lo económico y lo social. Sabemos que todavía hay lugares a donde la revolución no ha llegado, pero son lugares de excepción. Antes hubiéramos 373 tenido que decir: “sabemos que hay lugares donde se paga bien y se mantiene la dignidad del obrero, pero son lugares de excepción”. Los gobernantes anteriores habrían dicho: “vamos a terminar con esos patrones que todavía están dándoles a los obreros más de lo que necesitan para vivir, ya que ellos con un par de alpargatas y un overol se arreglan”. Ahora decimos nosotros: “hemos de enseñar a los patrones que todavía no cumplen nuestras leyes, a darles a los obreros lo que necesitan y merecen, para que puedan vivir, comer, vestir y habitar como deben; dignamente. Hemos de terminar con esas excepciones”.
Habló seguidamente sobre realizaciones en el orden económico, destacando la recuperación de los servicios públicos, y analizó los beneficios que reportan al pueblo, a cuyo respecto expresó:
Cuando yo llegué aquí me encontré con un pueblo deprimido, al que no le interesaban para nada las cosas de gobierno, porque nadie hacía por él, más que explotarlo. Empecé por levantar esa moral, dándoles dignidad, pues sin respeto ni dignidad nadie vale nada, y un país formado por hombres que están deprimidos y explotados, ¿qué puede hacer? Es un país de hombres vencidos y nosotros necesitamos un país de hombres vencedores.
El Jefe del Estado se refirió asimismo a las actividades gremiales y a la ejecución del plan de gobierno, dando término a su exposición con las siguientes palabras:
Deseo pedirles a todos que actúen en las zonas que son de la jurisdicción de ustedes y digan a los demás compañeros dirigentes, para que en sus sindicatos expliquen claramente la situación que estamos viviendo y cuáles son nuestras futuras aspiraciones y nuestros planes para realizarlos, seguros, pero absolutamente seguros [de] que ya hemos triunfado. Que ahora es solamente una marcha en la que vamos consolidando todo lo que hemos hecho. Esa consolidación también ya está asegurada. Nosotros no tenemos problema. Nuestro problema es simple mente el de estar firmes y unidos y esa es la tarea de la Confederación General del Trabajo. Es decir, con la clase trabajadora unida y firme en la brecha, nosotros vamos adelante sin titubear en ningún momento.
Les agradezco muchísimo que me hayan dado esta oportunidad. Lleven un abrazo muy cariñoso a los compañeros de todas las regiones que ustedes representan, haciéndoles presente que estoy aquí como en el primer momento, con 374 las mismas convicciones, con las mismas aspiraciones, con los mismos deseos y con la misma decisión de ejecutar paulatinamente todo cuanto hemos previsto.
Háganles presente a todos los compañeros que con la sidra y el pan dulce que les mandará Evita en estas navidades, van nuestros saludos y nuestros mejores augurios para el año próximo.
15 de diciembre (2) 375 EN LA CEREMONIA DE ENTREGA DE INSIGNIAS DE MANDO A NUEVOS OFICIALES DE LAS FUERZAS ARMADAS 230 231 En nombre de la Nación os entrego, en este acto, la insignia del mando y, con ella, la investidura como oficiales de las Fuerzas Armadas de la República.
Veo en vosotros la realidad promisoria de la juventud pujante de la Nueva Argentina y a los jefes que mañana cubrirán los claros que inexorablemente abren los años y las fatigas.
Sois oficiales de las instituciones armadas de una república democrática, cuyo timbre de honor reside en el respeto que se rinde a la ley y en el total acatamiento de la voluntad soberana del pueblo.
La Nación os confía sus armas para que seáis custodios permanentes del honor de su bandera, sostén de su Constitución Justicialista y garantía superior del orden. Os confía sus hijos para que los eduquéis en las disciplinas castrenses y hagáis de ellos excelentes soldados y mejores ciudadanos de la República.
La consigna a cumplir mientras vistáis el glorioso uniforme, será testimoniar con vuestros actos que sois merecedores del honor que se os confiere. Os ayudará a cumplir tan alto empeño, la convicción de que no formáis parte de un organismo adventicio en la vida nacional, sino de una institución del pueblo, integrada por el pueblo mismo.
De ese modo, será guía segura de vuestra conducta un inmenso amor por vuestros conciudadanos, miembros todos de la gran familia argentina que debe tener en nosotros la genuina expresión de sus fuerzas espirituales y morales. 376 Esos sentimientos hacia la ciudadanía de que formáis parte, harán fincar vuestro orgullo en merecer su consideración, su respeto, su confianza y su cariño. El hecho de lograrlo tiene un significado mucho más trascendente que el de una profunda satisfacción personal. Es conquistar para la institución militar la más preciada recompensa moral; es asegurar, para la felicidad y la supervivencia de la Nación, el equilibrio superior de la misma que descansa en aquélla.
Debo preveniros que, en todo tiempo, dos clases de enemigos han acechado en ese camino: los que buscan en las instituciones armadas el medio para llevar a cabo sus designios y los que procuran su debilitamiento moral y su disolución, por ser la fuerza que garantiza el orden mediato de la Nación. El primero es el más peligroso, porque sabe presentar sus deleznables objetivos personales con el disfraz de los altos intereses colectivos, y porque a cubierto de un falso patriotismo dirige sus dardos hacia el punto más sensible del alma juvenil, que es precisamente el amor a la patria. El segundo de dichos enemigos intenta lograr sus fines divorciando al pueblo de sus fuerzas armadas, asignando a éstas propósitos de predominio o atribuyéndoles objetivos no coincidentes con las legítimas aspiraciones de la ciudadanía.
Podemos afirmar, por fortuna, que ambos grupos están definitivamente derrotados, ya que nada podrán contra los principios que rigen la invariable conducta de nuestros oficiales ni contra las virtudes en que aquéllos se afirman. Nada podrán tampoco porque el patriotismo impera en el alma del pueblo argentino; porque el soldado es pueblo y porque no es posible destruir, con apariencias engañosas, las evidencias de la historia.
La Nación y las Fuerzas Armadas esperan que seáis ejemplo permanente de virtudes cívicas y militares, con lo cual podréis cumplir la misión que os aguarda y ser honra de nuestras armas y de nuestro pueblo.
A ese fin, deberéis prodigaros abnegadamente en la paz, lo que, se dice, es más difícil que dar la vida en la guerra. La oportunidad para esto último puede no llegar nunca y podría ser la sublime decisión de un instante. Lo primero, en cambio, es una realización permanente, exige una constante vocación para el sacrificio y representa la propia superación en todos los momentos de la vida. Ello impone también consagrar el valor moral a la difícil victoria de sí mismo, sea para proceder con grandeza de alma, mirando sólo el bien en común, para contraerse 377 asiduamente, al propio perfeccionamiento integral.
Nuestra profesión tiene ese carácter superior de sacerdocio porque, en aras del bien del servicio, debemos estar siempre dispuestos a cumplir, con la naturalidad del diario deber, los mayores sacrificios y renunciamientos, sin esperar ninguna retribución extraordinaria ni otra satisfacción que la muy íntima de comprobar que tenemos el derecho de vestir el uniforme.
Fácil es comprender, por ello, que para ser oficial de tierra, mar o aire, es indispensable sentir profundamente la mística de la profesión. Y siendo ésta una “religión de hombres honrados” resulta claro que no tiene cabida en ella quien siente apagarse el fuego de su vocación.
El honor es la ley del soldado; “el pilar fundamental de la ética castrense”; la fuerza principal que impele al cumplimiento del deber, por difíciles que sean las circunstancias y a pesar de las más dolorosas contingencias. Ella hace del soldado un héroe, un mártir, un hombre de bien. Permite sobreponerse a las humanas debilidades y orientarse en las encrucijadas de la vida. El imperio de la ley del honor asegura la más alta jerarquía moral de los cuadros. Observadla, jóvenes oficiales, como el blasón más preciado de vuestro escudo de caballero. Que os acompañe en todo instante, hasta en el acto más intrascendente de vuestras vidas.
Quien abraza la carrera militar, que exige el continuo ejercicio del mando, debe contraerse desde el principio a conocer la naturaleza humana. Así encontrará el medio por el cual se llega al corazón de los subordinados. Si no lo consigue será un simple galoneado, jamás un jefe. Ello resultará fácil a quien tenga la dicha de ser paradigma de virtudes, siempre que las palpitaciones del sentir ajeno encuentren sincera y leal resonancia en su propio corazón, y siempre que ésta se traduzca en desvelo por el bienestar, la felicidad, el perfeccionamiento y la dignificación de los subordinados.
Tal como lo habéis percibido del ejemplo de vuestros superiores, no se trata de halagar pasiones sino de reconocer méritos, de estimular la virtud, de despertar y fortalecer los sentimientos nobles, de comprender inquietudes, aspiraciones, forma de sentir y preocupaciones familiares. Se trata, en fin, de ser simultáneamente maestro, guía, apoyo y sostén de los subordinados. No se trata tampoco, por cierto, de perdonar las faltas sino de procurar evitarlas con el consejo y la 378 reflexión oportunos y, llegado el caso, reprimirlas con sentido humano e insospechado espíritu de ecuanimidad y de justicia.
Jóvenes Camaradas:
Cuando al término de este acto trascendente de vuestras vidas –como dije en una oportunidad anterior– recibáis el beso cariñoso de vuestras madres y el varonil abrazo de vuestros padres, recoged en el primero el mensaje de paz que os envían todas las madres del mundo y, en el segundo, la fortaleza moral de todos los hombres nobles de la tierra, que anhelan el imperio de la tranquilidad, de la cordura, del respeto y de la concordia, necesarias para estructurar un mundo mejor a la sombra augusta del derecho y la justicia.
Quiera la Divina Providencia que el sable que de hoy en adelante ceñiréis al cinto sea, por el temple y la limpidez de su acero, por las virtudes de nuestros próceres que sintetiza, y por los altos y generosos ideales que custodia, el símbolo representativo de vuestras vidas.
17 de diciembre 379 EN LA FIESTA NACIONAL DEL DEPORTE 232 233 Compañeros deportistas:
Que sean mis primeras palabras de recuerdo para todos los deportistas desaparecidos que dieron glorias a la Nación y que hoy sólo viven en nuestro recuerdo. Sea también nuestro homenaje para las glorias del deporte que nos acompañan, para los campeones, para todos los deportistas argentinos que están construyendo la nueva Argentina que anhelamos, de hombres sanos, de hombres robustos y de hombres fuertes, porque solamente hacen grandes a las naciones los pueblos sanos y vigorosos.
Yo agradezco este homenaje dedicado por el buen corazón de los deportistas argentinos a un hombre que sólo cumple con su deber, porque si hay un deber ineludible para el gobernante es ayudar a la juventud que quiere conquistar un alma sana y un cuerpo sano. En ese sentido, no habrá esfuerzo que el gobierno no realice, no habrá sacrificio que no hagamos para llevar adelante esta obra que, hasta ahora, ha pesado sobre las espaldas vigorosas de nuestros atletas y de nuestros deportistas.
En ese sentido, este homenaje lo declino yo en este pueblo maravilloso que está en nuestra presencia. A él lo dedico, a la juventud argentina que en las canchas de todas las actividades está forjando la raza fuerte y sana que anhela la Nación Argentina.
Finalmente, al agradecer en nombre de la Nación cuánto ustedes están haciendo por el logro de esos objetivos, quiero cerrar mis palabras dándoles un abrazo de compañero deportista, profundo y fuerte, sobre mi corazón. 380 19 de diciembre 381 EN UN ACTO REALIZADO POR LA UNIÓN FERROVIARIA 234 235 Compañeros:
En primer término, deseo agradecer emocionado todos estos presentes, que están demostrando la enorme amabilidad con que ustedes me abruman. Al aceptarlos, lo hago con el corazón abierto a la inmensa amistad que hemos establecido en todos estos años de trabajo en común. Representan, para mí, los recuerdos de una etapa de la vida que no puede volver a ser vivida a fuerza de la satisfacción que ello representa para un hombre que no hace otra cosa que tratar de cumplir honradamente con su deber.
Agradezco en mí, igualmente, señores, el homenaje que esto representa para mi señora y para mi querido amigo Mercante, como asimismo para mi excelente y leal ministro de Transporte, el teniente coronel Castro. Tanto es mi agradecimiento que quizá me falten palabras con que expresar los sentimientos que experimento en estos momentos, pero sí deben saber, compañeros, que todas estas nuevas pruebas van obligándome día a día a una más inmensa gratitud para los trabajadores argentinos, dentro de los cuales es una vanguardia maravillosa el gremio ferroviario que, desde los primeros días, esparció nuestra semilla a lo largo de todo el territorio de la patria.
No imaginan, compañeros, cuánta es mi inmensa satisfacción al ver en esta sala a tantas [caras] de queridos amigos que llegan a ella, por el derecho propio que tiene el pueblo de ocupar lo que es suyo.
Yo recuerdo que, en 1944, cuando de la vieja covacha del Departamento Nacional del Trabajo pasamos a ocupar el actual edificio del Ministerio de Trabajo y Previsión, tuve que recibir a una concentración pequeña de obreros, pero que 382 no cabían en el salón grande de abajo, que yo llamaba “el potrero”, y que llamé al personal de la casa diciéndole que me prepararán el Salón Dorado, que es más grande, porque ahí los iba a recibir.
Cuando dije tal cosa, los empleados me miraron con los ojos como un dos de oro, y uno de ellos, que no me conocía, balbuceó, más bien que dijo: “Señor, es el Salón Dorado para las grandes recepciones; lo pueden ensuciar”. Y yo le contesté: “No se preocupe que ésta es una de las más grandes recepciones que se han hecho aquí, porque por primera vez van a entrar al Salón Dorado los que lo han pagado”.
Efectivamente fue, sin duda, una de las grandes y más históricas recepciones que se realizaron en aquel salón, porque fue finalmente la marcha inicial del Justicialismo argentino que entregó al pueblo lo que del pueblo era.
Desde entonces hasta ahora hemos recorrido mucho camino y ya no causa extrañeza que los trabajadores estemos reunidos en el primer coliseo sin necesidad de frac ni de condecoraciones.
Y ya van llegando también los tiempos en que los funcionarios no se sientan dueños ni patronos de la patria, sino ciudadanos iguales que todos los demás, a los cuales el pueblo paga para que le sirvan.
Esta República será perfecta el día que podamos decir: “el pueblo es soberano”; pero más que decirlo, que los funcionarios que gobernamos, que dirigimos o que trabajamos en el Estado, nos hagamos la verdadera conciencia del lugar que ocupamos, vale decir, hombres al servicio del pueblo, para lo cual el pueblo [hace] el sacrificio de sostenerlos y de pagarles, para que gobiernen y gobiernen bien.
Antes, señores, estos conceptos eran cosas un poco olvidadas en nuestros ambientes, y los funcionarios no se dejaban ver nunca, porque creían que el prestigio y la consideración que el pueblo les iba a tener [estaba] en que no se exhibieran mucho y no se gastaran, como llamaban ellos a la acción de contacto con el pueblo.
Y yo les encuentro cierto grado de razón, porque si los llegaba a conocer el pueblo tal cual eran, no habría prestigio para el futuro.
Compañeros:
Aprovechando este magnífico acto en el que, como dije al comenzar, hablo abrumado por la inmensa amabilidad que ustedes gastan permanentemente con- 383 migo, voy a hacer una conversación como la que acostumbramos a hacer nosotros, de amigo a amigo, sobre temas que no son tan comunes para cumplir así el viejo consejo de hablar hilando.
Señores:
Este escalafón de los ferroviarios, que es una conquista de carácter permanente para el gremio, nos ha llenado de inmensa satisfacción a nosotros mismos. Veo, en la acción del Ministerio de Transportes, en las gestiones de mi señora, y sobre todo en la inteligente diligencia del compañero López236 y de la comisión directiva [de la] Unión Ferroviaria, una acción que beneficia al gremio y que también beneficia al Ministerio de Transporte.
Nosotros queremos que los trabajadores estén mejor pagados; que trabajen más y más alegremente, y que rindan al servicio de la Nación todo cuanto un argentino está obligado a rendir, optimista y alegre, durante las horas de trabajo.
Son éstas las conquistas que han de llevar adelante al Movimiento Peronista y a la aplicación de la propia doctrina.
Y si no, analicemos brevemente. Cuando yo me hice cargo del gobierno en 1946 me encontraba frente a dos grandes montañas que debía trasponer para después recién librar del otro lado la batalla decisiva. Yo recordaba al Gran Capitán de los Andes, cuya historia conozco profundamente, que antes de salir de Mendoza escribía a Pueyrredón diciéndole: “Lo que me preocupa no son los godos, que he de vencer del otro lado, sino esta inmensa cordillera a la cual es necesario vencer primero”.
Para mí el panorama era el mismo. No me preocupaba la batalla constructiva que debíamos vencer en la nueva reestructuración justicialista de la Nación. Me preocupaba esa inmensa cordillera de privilegios que había que vencer primero para dar, después, la batalla decisiva del otro lado. ¿En qué consistía esa mole que era menester vencer? Fácilmente se deduce. Teníamos enfrente dos fuerzas de distinta categoría: una, que nos daba tres meses de vida cuando subiéramos al gobierno, porque el crac económico nos iba a abrumar. Era, naturalmente, la fuerza oligárquica, reaccionaria, de adentro y de afuera, coaligada en contra del 384 pueblo, porque yo era muy poca cosa para que estuviera coaligada contra mí. Del otro sector estaban los que decían: “Éste sube porque les da algo a los obreros y caerá cuando no les pueda dar más”. Esos eran los que les hicieron el cuento permanentemente a los obreros durante cincuenta años, mientras actuaban aliados con los que mencioné anteriormente.
En otras palabras, era la alianza del imperialismo económico que azota al mundo de la mano del imperialismo político que comenzamos ya a sentir como un azote en todas las partes de la tierra. Y uno se decía: “Todo este comunismo, imperialismo político, va del brazo de este otro imperialismo económico o gente al servicio del imperialismo económico”. Sí, porque los dos persiguen lo mismo:
seguir engañando y explotando a la clase obrera por distintas causas y con la misma acción. Lo explico en dos palabras: el imperialismo económico, para llenar más sus bolsas mediante la explotación de las clases proletarias; y el imperialismo político, porque si las clases proletarias están bien, felices y satisfechas, no hay comunismo. Y ustedes ven como dos cosas que, aparentemente, se combaten, luchan juntas, y se explica entonces cómo a veces marcha del brazo la extrema derecha con la extrema izquierda.
Esa es la razón de ser de la Unidad Democrática, como la han llamado, que de unidad tiene muy poco y de democrática, menos.
Bien, compañeros. Observan ustedes cómo es el panorama. Frente a esas dos fuerzas luchamos y vencimos el 24 de febrero [de 1946]. Tomamos el gobierno de la Nación; y entonces ya no eran tres meses de plazo. Lo alargaron un poquito; nos daban seis. A los seis meses caeríamos, abrumados por el “crac” económico.
Yo había pensado lo mismo que ellos; yo no había descartado la posibilidad de que me aplastara el “crac” o la imposibilidad de seguir dando mejoras al pueblo.
Pero yo, le busqué la solución a los dos problemas.
No me dejé aplastar ni descarté que eso ocurriría, sino que me puse a resolver los problemas, y los resolví. Los resolví, por lo menos hasta ahora porque, en vez de seis meses, han pasado ya tres años y pico, y el “crac” no ha llegado.
Después de lo que les acabo de decir, ustedes preguntarán, compañeros: ¿Cuáles eran las soluciones? Que las soluciones han existido y están en marcha, es cierto; pero supongo que todos querrán saber cuáles fueron las soluciones que yo imaginé ya en 1946, porque advertirán que si yo hubiera pensado que el “crac” 385 económico me aplastaría, no me habría presentado a la elección, y que si yo hubiera imaginado que iba a poder arreglar la situación del momento, pero después no podría solucionar el problema al pueblo trabajador, tampoco habría aceptado, porque yo no venía a resolver un problema mío –que yo ya tenía resuelto– sino el problema del pueblo argentino. ¿Para qué ir al gobierno a fracasar? Yo quería ir a triunfar, y por eso me hice cargo de él. ¿Cuáles fueron las soluciones? Muy simples. Contra el “crac” económico, yo tenía que tomar las medidas necesarias para que hubiese una economía equilibrada y para que de esa economía equilibrada pudiera sacar lo necesario para mantener al pueblo argentino en un estado de felicidad y no de miseria, como lo mantenían ellos.
Resolvimos ese problema mediante la independencia económica.
Lo que ellos no imaginaron es que yo podía realizar la independencia económica del país, porque creían que los intereses extranjeros y los que ellos podían oponer no me iban a dejar pasar hacia la solución. Pero resultó que, a pesar de todos, hicimos la independencia económica.
Es lógico que si hoy los ferrocarriles, los puertos, el gas, la marina mercante, los seguros, los reaseguros, los servicios telefónicos, [siguieran] siendo extranjeros, si todo lo que hemos nacionalizado [siguiera] siendo extranjero, yo no [tendría] ninguna posibilidad de resolver el problema.
¿Por qué no nos aplastó el “crac”? Porque mediante esa independencia económica, mediante la organización de nuestro sistema bancario y de nuestro sistema de comercialización, echamos a todos los monopolios que nos explotaban en el país. Como ellos se quedaban con el 60 % de lo que producía el país mientras nos dejaban el 40 %, [era clara] la lógica consecuencia, si yo distribuía ese 40 % era que iba a venir el crac económico. Pero si nosotros tomábamos ese 60 % y lo incorporábamos al país, y después dábamos el 40 %, el “crac” económico no podía producirse porque teníamos el 60 % restante para hacer frente.
¿Se dan cuenta ustedes [de] que en los tres primeros años de nuestro gobierno hemos incorporado al patrimonio nacional bienes por valor de 10 mil millones de pesos? ¿Se dan cuenta ustedes de que esos bienes que nosotros incorporábamos representan anualmente una ganancia para el país de 3500 a 4000 millones de 386 pesos? Los ferrocarriles, que en aquellos tiempos daban un millón y medio de pesos de pérdida, ya no dan pérdida mediante la acción que ustedes mismos están realizando. ¿No ven que ya no se van 150 millones de pesos? Y aparentemente 150 millones, calculando solamente los beneficios, sin contar que se iban por los seguros y los reaseguros 50 millones, por los teléfonos 150 millones y por los transportes marítimos 400 a 500 millones de pesos, y mucho más si agregamos los servicios de agua corriente y salubridad de numerosas provincias y territorios, que estaban en manos de compañías extrajeras, de monopolios extranjeros.
Ahora todo eso no se va. Todo ese inmenso caudal queda aquí y los dividendos, que antes iban a los poseedores de títulos y de acciones de las compañías; van ahora para los ferroviarios en un estatuto que ustedes aplauden y que yo también aplaudo.
Pero, compañeros, eso no es todo. Piensen ustedes en las obras del plan quinquenal y tomemos una sola de ellas como ejemplo: el gasoducto. Nosotros hemos nacionalizado todo el gas y un millón de metros cúbicos por día, que antes se iban a la atmósfera, hoy se aprovechan. Hemos gastado 90 millones de pesos, pero no sólo se paga el gasoducto sino que quedan seis millones de ganancia; es decir que por no haberlo hecho estábamos perdiendo seis millones de pesos por año. Es lógico que no se hubiera hecho, porque el gas estaba en manos de un monopolio que no dejaba hacer el gasoducto.
En otras palabras, compañeros, les voy a poner un ejemplo para que ustedes vean cómo se salvó ese “crac” económico que nos venían anunciando desde hace tanto tiempo. Observen lo que ha pasado en la República Argentina en el aspecto económico. Económicamente hablando aquí éramos tres socios: la república, un socio por allí y otro por aquí, representados por esos inmensos monopolios. La Argentina dijo: “Bueno, ustedes son los socios capitalistas y yo el socio industrial, en otras palabras, ustedes ponen la plata y yo el lomo”. Sí, porque así son las sociedades. “Ahora yo quiero comprarles todas las acciones a ustedes, porque yo quiero poner la espalda, pero quiero también poner la plata y el negocio ha de ser por mi cuenta. ¿Cuánto vale lo que tiene? Tanto. Sírvanse, que les vaya bien”. Terminamos así con los socios, en santa paz y tan amigos como antes. Pero la plata, en casa.
Bien, señores, pero es que no sólo se trata de que por ahí el socio industrial compre las acciones y no sepa desenvolver después el negocio. Por eso hicimos 387 un plan. En ese plan había que invertir la plata que teníamos, para agrandar ese negocio, para explotarlo nosotros, pero bien explotado. Todo negocio que se inicia –y éste era un nuevo negocio desde el momento que todo era nuestro– hay que ponerlo en condiciones. Ellos no lo tenían en condiciones, en condiciones de que nos sirva a nosotros, sino en condiciones de que les sirviera a ellos, que era muy distinto. Entonces, había que revertir toda la organización para ponerla al servicio del pueblo, porque es el socio más maravilloso que existe cuando se lo respeta en sus derechos. Ese socio durante los años 1946, 1947 y 1948, invirtió todo lo que tenía para preparar ese negocio.
El año 1949 representa esa época que les resulta a todos los comerciantes cuando tienen todo su dinero invertido en el negocio y necesitan hacerlo trabajar, dando pérdida al principio y por un tiempo hasta que, como dicen los economistas, pasa de la curva negativa a la positiva de la economía, de la economía política en nuestro caso. Bien, señores, ha pasado el año 1949, que fue esa etapa que yo he llamado la “cuneta”, donde hay que ir despacio porque puede romper la punta del eje. Pero hemos pasado esa cuneta y el año 1950 es el momento en que el dueño del negocio comienza a pasearse satisfecho con las manos en el bolsillo, sonriente y sonrosado, y se limita a revisar la caja todos los mediodías y a las siete de la tarde.
Toda esa inversión inmensa que el país ha realizado comienza ahora a redituar, por cuanto los servicios empiezan a producir ganancias; poca por ahora, pero que será mayor más adelante. Los vapores, muchos de los que yo compré cuando me hice cargo del gobierno, se han pagado con los fletes y ahora son nuestros. Lo mismo todos los demás servicios. Vale decir que ese oro lo he cambiado por vapores que han traído ya el oro que costaron, y durante veinte años van a seguir cumpliendo la misma etapa.
El plan quinquenal no ha realizado sino obras que reditúan, y es lo que muchos no han pensado.
Ellos creían que yo iba a hacer obras que no reditúan; que no devuelven el valor invertido en ellas. No; casi todas las que hemos hecho devuelven la plata.
Tomen ustedes un ejemplo. El barrio Perón237. Hasta ahora hemos puesto plata, plata y plata, pero ahora está terminado, lo alquilamos y hay que ver los cientos 388 de miles de pesos al mes que vienen de ese barrio. Dentro de siete, ocho o diez años, el barrio se ha pagado así mismo con el alquiler, y vean ustedes el milagro:
tenemos ese barrio gratis.
Esto mismo puede extenderse a la Ciudad Evita238 y todos los demás barrios.
¿Por qué? Porque nosotros hemos hecho un buen negocio, y también lo van a hacer los trabajadores que compren las casas. ¿Por qué razón? Porque están edificadas sobre tierra que teníamos y no ha costado nada al gobierno; y donde se ha expropiado, se ha hecho lo más bajo posible, porque pagamos lo que cuesta en impuestos más el 20 %. Ahora que los terrenos se venden a precio de oro, es un negocio magnífico. Nadie ha podido negociar como nosotros en nuestros propios terrenos porque, siendo del gobierno, son del pueblo, y nosotros entregamos su casa al pueblo por el valor de la tasación. Es negocio para el pueblo y para el gobierno, porque eso se valoriza en veinte veces más. Todo lo que se ha hecho del Plan Quinquenal está económicamente calculado, de acuerdo con la regla que yo establecí, que en donde se pone un peso tienen que salir tres. Ocurre con esto como con esos chorritos de agua de la montaña, que son apenas un hilo en la cima del deshielo y luego empiezan a correr y a agregársele pequeños afluentes de manera que, cuando llega al llano, es un río caudaloso. Eso es lo que va sucediendo paulatinamente con las finanzas del Estado. Empezamos a recibir de todos lados los beneficios de la organización realizada y de la nacionalización de la riqueza, porque es esta misma la que crea nueva riqueza. Por eso digo que es cuestión de pasearnos con las manos en los bolsillos por el negocio y empezar a juntar plata. Si este plan se realiza, perfectamente organizado como está, dentro de cinco o seis años no vamos a saber qué hacer con la plata. Véase porque el crac económico no nos ha aplastado todavía.
389 Algunos dicen que el dólar cuesta quince pesos. Muy serio. Y yo les digo: ¿A quién le cuesta quince pesos el dólar? A cualquiera que va a los Estados Unidos. Pues, que no vaya a Estados Unidos, a mí no me cuesta nada el dólar, porque yo no compro.
Ahora, cuando la República tiene que comprar o vender al exterior nosotros no utilizamos monedas que se desvalorizan. Nosotros compramos con trigo, carne, cueros, que se valorizan siempre. No vamos a emplear monedas con patrón oro, porque esas se desvalorizan. Ya conocemos el juego: es cuestión de revalorización del oro. Nosotros pagamos con lo que produce nuestra tierra y nuestro trabajo, que no se desvalorizarán jamás en el mundo.
Con esto, está también, en parte, explicado lo de los “comunardos” que decían que cuando yo no les pudiera dar más a los obreros, sobrevendría el crac social. Les voy a explicar muy simplemente porque esto no puede ser. Dicen que el crac [económico] no sería nada al lado de lo que va a ser el crac social que me va a aplastar y que, si me salgo del aplastamiento, me van a colgar de la pirámide de mayo o de otra parte más alta. Total, colgado por colgado… Lo único que me afligiría sería que me colgaran con razón, como los podríamos colgar a todos ellos por lo que han hecho.
¿Cuándo sería el día en que yo no pudiera satisfacer las demandas obreras? Esto tiene dos etapas. Yo partía de la base de un proletariado sumergido y explotado, al que no se le daba ni el cincuenta por ciento de lo que merecía por su trabajo y su sacrificio. De manera que, en el peor de los casos, había un 50 por ciento que se podía seguir dando en cualquier momento, hasta satisfacer plenamente las necesidades de la masa emergida; es decir, que tuviera para comer, vestir y habitar dignamente. De modo que yo no tenía nada que hacer en eso, porque ya lo habían hecho ellos con la explotación que habían seguido durante cincuenta o cien años. Cuando se terminara eso, cuando ellos ya no pudieran dar más –cosa que yo iba a comprobar en casa caso, porque tengo experiencia de que dicen que no y después resulta que sí– todavía se podría hacer más. Aquí se explotaba al trabajador en el taller, como se explotaba al pueblo argentino en el inmenso taller que es nuestra tierra. Suprimida la explotación del taller, yo suprimiría también la explotación en la República, que se hacía desde el exterior. 390 Ahí hay un margen inmenso, que los propios trabajadores van a transformar en riqueza para que cada uno de ellos pueda ir mejorando su condición material y moral. Eso es lo que ellos no saben.
Por esta razón fallaron todos los cálculos, y así podemos decir que el 24 de febrero se les frustraron definitivamente sus proyectos. Ya, después de eso, no tienen compostura, porque el político que comete errores de esa naturaleza no vuelve a ponerse de pié sino mucho tiempo después [de] que la caravana ha pasado caminando sobre él. Lo que ellos no comprenden es nuestra técnica, porque están en una escuela distinta. Ellos creen que la economía está al servicio del capital.
En consecuencia, la producción y el consumo son dos cosas que ellos también equivocan en sus relaciones. Ellos creen que el consumo debe estar de acuerdo con la producción, vale decir, que hay que ponerle un taxímetro al estómago para que consuma sólo lo que produce. Y nosotros creemos lo contrario. Creemos que la producción ha de estar al servicio del consumo, vale decir del estómago, porque a éste no se le puede poner taxímetro sin graves desventajas.
Por esas razones elevamos el estándar, y con él elevamos el poder adquisitivo y el consumo. Ahora esperemos que la producción satisfaga a ese consumo, porque ése es el proceso que se puede realizar sin sacrificios, y ustedes ven que hasta ahora no nos hemos sacrificado mucho que digamos. Están mejor que antes; hemos realizado toda la independencia económica; hemos comprado todo y lo hemos pagado; hemos pagado toda la deuda que teníamos; comemos bien, nos vestimos bastante bien y estamos tratando de construir casas para vivir, también, lo mejor que podamos.
Y, compañeros, uno sale a dar una vuelta por la provincia de Buenos Aires y ve a las obras que está realizando Mercante, que hasta los mismos adversarios políticos, cuando pasan, miran de reojo, pero miran. Con esto quiero decir que las horas de las preocupaciones han pasado para los peronistas. Esto es como una batalla que tiene tres etapas: el empeñamiento de la batalla, la decisión de la batalla y, después, la explotación del éxito de la batalla. El empeñamiento fue hasta el 24 de febrero; la decisión fue hasta el año 1949. Lo que nos queda por delante es explotar el éxito de haber derrotado a los agoreros y a los explotadores.
Por eso, compañeros, esa inmensa satisfacción del deber cumplido y del éxito alcanzado, ya debo dedicarlo a la unidad de la clase trabajadora argentina; a 391 esta unión indestructible. Ahí está el caso de Salta y de Jujuy. Se fueron todos en caravana para hacer allá movimiento y hablar todos los días y decirles que somos ladrones, que somos esto [y lo otro]. Yo, el resultado de tanta perorata lo compruebo en las elecciones. Hemos sacado lo mismo que antes, vale decir, dos veces lo que ellos pueden sacar. Eso está diciendo, en el canto claro de las urnas, cuál es el predicamento que ellos tienen, y cuál es la realidad que nosotros ofrecemos al pueblo argentino.239 Esa unión de los trabajadores, de la cual la Unión ferroviaria es un ejemplo perfecto, es lo que hará fuerte a nuestro movimiento y hará triunfar a nuestra causa. Nuestra causa es la causa del pueblo, ¡lo he dicho tantas veces! Nuestra causa es la causa del pueblo y, por eso, el pueblo la defiende, y cuando el pueblo se une para defender una causa no hay poder en la tierra capaz de vencerlo ni de doblegarlo. Esto es lo que le queda por aprender a muchos, a muchas naciones, a muchos gobiernos y a muchos hombres. Cuando las naciones, los gobiernos y los hombres hayan aprendido que aquello de la soberanía popular es una realidad, surgirán en el mundo muchos líderes que sabrán que, para luchar, es necesario ir armado de la verdad y cubiertos con la lealtad y la sinceridad. Sin esas armas ofensivas y defensivas, no hay ningún hombre, hoy, que pueda hacer carrera política en ninguna parte de la tierra.
Queridos compañeros:
Me he extendido más de cuanto deseaba. Lo hice por el entusiasmo de estar conversando con ustedes y por ese inmenso cariño que siento por todos los trabajadores y, en especial, por los obreros del riel; por ese cariño que yo siento que ellos experimentan por mí, lo que obliga y obligará a mi gratitud eterna. Yo soy sólo un instrumento de ese cariño de todos los argentinos; yo soy sólo un 392 brazo ejecutor de una voluntad que vive y que vivirá eternamente en las masas de trabajadores de mi patria.
20 de diciembre 393 EN UN ACTO CON LA COLECTIVIDAD JAPONESA 240 241 En este emocionante momento, yo sólo quiero decir muy pocas palabras, aunque en ellas va todo mi afecto y toda mi admiración por esta colectividad honesta y trabajadora.
Nuestra religión y nuestra patria anhelan hombres humildes y hombres trabajadores. Los japoneses son quizá el pueblo de la tierra que posee en más alto grado esas dos hermosas cualidades del alma: son humildes y son trabajadores y, por esa razón, en nuestra religión y en nuestra patria, son hermanos nuestros.
Este bautismo242 nos hermana aún más en esta vida y en la vida eterna. Que nuestra amistad, que nuestra unión, que nuestra hermandad sea tan eterna como lo es el sacramento que terminan de recibir estos nobles japoneses que disfrutan con nosotros de esta tierra que los recibe con el corazón pleno de cariño y con los brazos abiertos, para estrecharlos en un interminable abrazo de cariño y de hermandad, como manda nuestra religión y como manda nuestra Patria.
Señores:
Al dejarlos en ésta, la casa de ustedes, yo deseo que permanezcan en ella todo lo que ustedes quieran y puedan, pensando que la ofrezco como ofrezco también mi corazón.
Les deseo que pasen las mejores fiestas de Navidad y que sean muy felices en el año 1950 que pronto se iniciará. Y con ello, me despido de ustedes. 394 21 de diciembre 395 ANTE DELEGADOS DE LA CONFEDERACIÓN DE TRABAJADORES DEL ESTADO 243 244 El primer magistrado comenzó su disertación agradeciendo el homenaje que, dijo, era en rememoración de los tiempos de lucha iniciales de la Secretaría de Trabajo y Previsión, y agregó que agradecía tanto en su nombre como en el del coronel Mercante que no había podido asistir por hallarse ocupado en importantes tareas pero, que si bien no se hallaba presente físicamente, lo estaba espiritualmente y de todo corazón.
En ese sentido –dijo más adelante– es interesante echar una mirada retrospectiva sobre los hechos cuya significación rememoramos245 hoy con los empleados y obreros del Estado. Es indudable que en esas crisis cíclicas –como se ha dado en llamar lo de las vacas gordas y lo de las vacas flacas– la intervención de la provincia o de los hechos meteorológicos, geofísicos y todos los demás, tienen una importancia solamente relativa. La mayor importancia la tiene el hombre, porque es el hombre el que ha hecho las vacas flacas y las vacas gordas. Nosotros aspiramos a que éste sea un país eternamente de vacas gordas, y para conseguirlo no nos ponemos a estudiar leyes meteorológicas, sino en lo indispensable. Nos disponemos a trabajar, a enriquecer el país, a impedir que nos saqueen desde afuera, a reconquistar lo nuestro, a construir la riqueza que permite al pueblo ar396 gentino vivir en alto grado de felicidad, y creemos que ayudando de esta manera a la suerte, no podremos tener mala suerte.
(…) Nosotros, a la antigua economía de miseria, le queremos anteponer la actual economía de la abundancia.
Analizó luego extensamente el antiguo concepto ortodoxo de economía política y el nuevo concepto de economía social que rige en nuestro país.
Nosotros hemos revertido la fórmula pensando que el capital debe estar al servicio de la economía; es decir, lo inverso de lo antiguo y ortodoxo de la economía política. Nuestra política económica establece bien claro su punto de partida al decir que no queremos la economía al servicio del capital, sino que queremos el capital al servicio de la economía.
Contó más adelante el primer magistrado los beneficios concretos reportados al país en el orden económico y social por la política realizada, estableciendo comparaciones con los otros sistemas económicos.
Toda la orientación de la economía peronista es un tipo de economía nueva, porque esto nadie lo ha instalado en forma orgánica.
(…) En este sentido, compañeros, yo les pregunto a ustedes si vivían mejor o más felices y, sobre todo, más dignamente considerados, hace ocho o diez años, o ahora… (el público presente, con vos entusiasta, le respondió: “¡Ahora! Ahora!”).
Compañeros, como se dice vulgarmente, a confesión de parte, relevo de pruebas.
En cuanto se refiere a la Nación, veamos brevemente si la Argentina está hoy mejor o peor que hace ocho o diez años… (el público presente contestó: “¡Mejor! ¡Mejor!”).
Después de referirse a la labor que deben cumplir todos los empleados y obreros del Estado el general Perón terminó su disertación expresando:
Para terminar, como sé que hay representantes de Rosario, de Borghi,246 etc. Yo les quiero hacer un pedido: que agradezco en nombre mío a todos los compañeros que, con este recuerdo, se han hecho presentes en esta casa; que les digan que seguimos imperturbablemente nuestro trabajo dentro de nuestra orientación y dentro de nuestra doctrina y que ellos, que sé que piensan y sienten de la misma manera, serán felices si les digo que a cada uno de ellos, aun cuando no los conozco, los sigo y los recuerdo desde mi lugar de trabajo. No solamente los sigo 397 y los recuerdo, sino que teniendo la oportunidad, como en este caso, quiero que hagan llegar a todos los compañeros un inmenso abrazo, con todo el cariño de mi corazón. 398 23 de diciembre ANTE UNA DELEGACIÓN DE PERSONAL DE VIALIDAD NACIONAL 247 248 En primer término, deseo agradecerles la amabilidad que han tenido de llegar hasta aquí, para tener, por lo menos una vez, la oportunidad de estrecharles la mano, como asimismo agradecerles el recuerdo que ustedes me han dedicado.
Como ha dicho el compañero que termina de hablar249, nosotros somos hombres modestos que no tenemos otra pretensión que cumplir con nuestro deber y seguir trabajando. Ustedes, en sus respectivas labores, hacen lo mismo que nosotros aquí.
Cuando todos los argentinos se hayan persuadido de que el camino a recorrer es ese, habremos construido y constituido un país feliz, porque la única felicidad se encuentra en no creerse ni más de lo que se es ni menos de lo que se debe ser. Cuando cada argentino esté bien claro sobre esto, nosotros habremos determinado y delineado ya el camino que tenemos que recorrer.
Para mí es particularmente grato que sea una cosa criolla por la cual se han molestado ustedes al hacerme este presente porque yo, a pesar de estar en la Casa de Gobierno, sigo siendo el mismo criollo de siempre.250 En cuanto al comedor, ustedes me dirán la fecha en que lo van a inaugurar y entonces tendré el mayor gusto en visitarlo.
Señores:
Muchísimas gracias, les agradezco nuevamente la gentileza que han tenido y estoy, como siempre, a vuestras órdenes.
399 400 29 de diciembre (1) CON MOTIVO DE LA PRESENTACIÓN Y EXPOSICIÓN DEL LIBRO LA NACIÓN ARGENTINA. JUSTA, LIBRE Y SOBERANA 251 252 Fieles a nuestra orientación y a lo que hemos afirmado desde la primera hora, hemos preferido siempre hacer en lugar de decir. Llegado a esta altura el desarrollo de nuestro plan de gobierno, conocido como plan Quinquenal, hemos deseado ofrecer al pueblo argentino, con datos verídicos y fehacientes, cuál es la marcha en la realización de ese plan.
Para ello, la repartición quizá más prescindente y más imparcial de toda la administración –Control de Estado– se ha encargado de realizar el estudio exhaustivo para presentar una síntesis que permita al observador formarse un juicio exacto y concreto, a la vez sintético, de cuál es la obra realizada y de lo que nos falta por realizar, que es lo más importante.
En este libro253 no solamente se pretende ofrecer esa información sino que se desea interesar a cada uno de los argentinos, no para alabar lo que ya se ha realizado, lo cual no tiene importancia, sino para colaborar en lo que aún tenemos que realizar en conjunto, que es lo que importa e interesa a la Nación.
Es así que entregamos estos datos a la consideración y apreciación del pueblo argentino y, al hacerlo, cumplo con un deber de agradecer y estimular la acción realizada por Control de Estado con una capacidad, inteligencia y aptitud que la presenta como una organización ya en perfecta marcha, dentro de nuestra administración.
401 A todos esos jefes, a todos esos muchachos que han trabajado en esa obra, les doy, en nombre de la Nación, mi agradecimiento. Muchas Gracias por lo que han realizado.
Pero, señores, toda esa concepción, todo ese estudio, toda esa compilación inteligente de datos, no lo podríamos haber presentado al pueblo argentino en una forma elegante, llamativa e instructiva a la vez, sin la cooperación inteligente, desinteresada y patriótica puesta de manifiesto por la Empresa Peuser,254 a cuyo presidente acabamos de escuchar y a quien yo, en nombre de la Nación, quiero agradecerle personalmente este patriótico empeño que la empresa pone por ayudar al gobierno a informar a la Nación, declarando que si no hubiera sido por su concurso, si no hubiera sido por la inteligente y magnífica labor que tenemos que agradecer a sus técnicos y a sus obreros, no habríamos podido presentar a la Nación, al alcance de todos, un libro de esta magnitud que, probablemente, en la historia de las artes gráficas argentinas quedará como un ejemplo permanente de lo que puede hacerse en este sentido, cuando se está inspirado por altos ideales y cuando se tiene el patriotismo suficiente para sacrificar los beneficios en bien y en pro del pueblo, al que todos nos debemos.
La empresa de la Casa Peuser, a cuyo presidente del directorio, doctor Pestalardo, terminamos de escuchar, debe tener presente que este agradecimiento que el gobierno le presenta oficialmente por mi intermedio, es el reconocimiento que los argentinos tenemos por las empresas argentinas que luchan, hombro con hombro, con nosotros tras el ideal que nos es común, de forjar una argentina grande, justa, libre y soberana, como la sentimos.
Quiero dedicar finalmente un párrafo igualmente de profundo agradecimiento a los técnicos de las artes gráficas argentinas y a los que han hecho posible la realización de esta magnífica obra y a los obreros que han ganado tiempo a las 402 horas trabajando todo lo que fuera preciso con el ahínco, con la dedicación y con el sacrificio necesarios para culminar en un libro que será un ejemplo de nuestras artes gráficas por muchos años. Y al hacerlo, agradezco a todos, en nombre de la Nación, porque éste es un trabajo que no pertenece a nadie sino que nos pertenece a todos los argentinos, en el cual damos un estado, rindiendo cuentas al pueblo mismo del esfuerzo que está realizando para ir cumpliendo paulatinamente las etapas que nos han de llevar a la realidad y a la grandeza que todos confiamos para nuestra patria.
Muchas gracias.
29 de diciembre (2) 403 EN LA CEREMONIA DE LA HABILITACIÓN DEL GASODUCTO “PRESIDENTE PERÓN” 255 256 En esta tarea en que está empeñada la masa de los argentinos, de hacer cada día más próspera, más feliz y más grande a nuestra Argentina, este paso está indicando, probablemente, que se acerca la terminación de una etapa en la recuperación de los valores argentinos para los argentinos.
Por esa razón, este júbilo es júbilo de argentino que nos obliga a agradecer, en nombre de la Nación, a todos los que han puesto el esfuerzo sano de la argentinidad al servicio de esta obra que nos hará más grandes y más felices.
El gasoducto de Comodoro Rivadavia le está indicando al país que terminó la época de la charla, para empezar la época de las obras. Por eso es que deseo, siquiera simbólicamente, dar un profundo y estrecho abrazo a todos los compañeros que han colaborado en esta obra y felicitar, en nombre de la Nación, al ministro de Industria, Comercio y al señor ingeniero Canessa.
Como esta noche hemos de vernos en el Teatro Colón, donde hablaremos más largamente, dejo constancia de la inmensa satisfacción que me ha producido el haber podido compartir estos breves instantes con estos compañeros, que en esta usina y a lo largo de todas las pampas recorridas por el gasoducto, están diciéndole a la nueva Argentina: ¡Presente para la prosperidad! 404 29 de diciembre (3) 405 EN UN ACTO REALIZADO CON MOTIVO DE LA INAUGURACIÓN DEL GASODUCTO COMODORO RIVADAVIA - BUENOS AIRES 257 258 Compañeros:
Se ha dicho que los grandes pueblos son sólo aquellos que quieren serlo. La marcha del pueblo argentino, del cual nos sentimos profundamente orgullosos, ha dado un nuevo paso firme hacia esa grandeza que desea: el gasoducto que hoy hemos inaugurado y que es obra del tesón, de la energía y de la capacidad argentina. En cada uno de los infinitos esfuerzos de la inteligencia y del músculo que jalonan el infinito número de [ciudades] que unen Buenos Aires y Comodoro Rivadavia a lo largo de este tubo; en cada una de esas energías, está puesto el corazón de un argentino, su tesón, su esfuerzo (aplausos prolongados). Su tesón, su esfuerzo y su patriotismo, de manera que podemos decir que esto, además de ser una obra utilitaria para los argentinos, es un monumento que, por siglos, hablará a los que nos sigan de cuál ha sido nuestra decisión y nuestro valor para emprenderla.259 (Aplausos prolongados… “¡Perón, Perón, Perón…!”) Y, compañeros, en este monumento en que se reflejará la obra de una generación de argentinos, de una generación que no quiso ser una generación más, para pasar a ser la generación del justicialismo, que está afirmando en esta tierra 406 un ejemplo que el mundo tendrá que imitar en el futuro.
Por eso, compañeros, nosotros no hablamos de nadie, porque hablamos de todo cuanto tenemos que hacer, y seguimos fieles a nuestra consigna de hablar poco de los demás, nada de nosotros mismos y hablar, sí, permanentemente, de cuáles son nuestras obligaciones para con la patria presente, para con la patria futura y para con esa grandeza con que todo argentino bien nacido debe soñar permanentemente para su patria.
Compañeros:
Éste es un momento de júbilo para los hombres que pueden sentirlo; es un momento de júbilo para los hombres que pueden penetrar los deseos de esta generación que quiere ser una nueva generación de argentinos; es un momento de júbilo para todos aquéllos que sienten profundamente a la Patria; y es un momento de júbilo para todos los que compartieron la obra, realizándola, y los que la compartimos aplaudiendo ese esfuerzo y ese sacrificio de tan nobles argentinos.
(Aplausos… “¡Perón, Perón, Perón!”) Es por eso, compañeros, que yo deseo, en primer término en nombre de la Nación y en nombre del pueblo argentino, agradecer en primer término al ministro de Industria y Comercio de la Nación260 (aplausos), todo el esfuerzo y todo cuanto él ha hecho para hacer posible esta magnífica obra.
Deseo también agradecer, en nombre de la Nación, al señor ingeniero Canessa (aplausos), que ha sido, sin duda alguna, el paladín de esta idea y ha sido, a la vez, el general que, con su propio ejército, pudo realizar la campaña que él había previsto tantos años antes.
Y Dios quiera que en esta generación de argentinos, de esta nueva Argentina que sentimos, y que soñamos, aparezcan muchos hombres como el ingeniero Canessa (aplausos “¡Canessa, Canessa, Cansessa!”) que, conscientes de cuanto saben y son capaces, tengan el suficiente espíritu y carácter para jugarse en una empresa, realizarla con éxito y darse la satisfacción de poder decir: “He cumplido 407 con mi palabra iniciándolo cuando quise y terminándola cuando también quise”.
Pero, compañeros, para nuestro sentido y sentimiento justicialista, hay algo más. Haber realizado esta obra sin exigir sacrificios inútiles, sin haberse olvidado de sus equipos de trabajo para ofrecerles, aún en el desierto, las comodidades a que tienen derecho; [es] presentar una obra modelo en su planeo, modelo en su ejecución y, sobre todo, modelo justicialista, que ha permitido a esos obreros trabajar contentos, conformes, alegres, en medio de las adversidades que vencieron, porque tenían en su espíritu el espíritu del vencedor, que viene con la alegría y que viene con la decisión que dan el placer, el contento y la fe en el hombre que está realizando una obra para el resto de los argentinos.
Compañeros… ¿Y qué he de decir de cada uno de los técnicos y de los obreros que pusieron su corazón de argentinos en esta obra en que, por primera vez en nuestra tierra, se ha vencido a la naturaleza en el tiempo y en el espacio, en una obra maestra de nuestra creación [a la que] podemos agregar el orgulloso título de haber sido concebida, realizada y ejecutada plenamente, solamente, por argentinos? Cuando se ven estas obras, se puede decir, compañeros, que el pueblo argentino será grande porque quiere serlo; será grande porque no hay sacrificio que no sea capaz de emprender para lograrlo. Y cuando los pueblos, inspirados en el trabajo y en el sacrificio, tienen la decisión que da el sentirse capaz, el sentirse comprendido y el sentirse impulsado por el resto de los argentinos, constituye una falange de hombres cuyo esfuerzo no podrá ser detenido por ninguna fuerza de la tierra.
Por esa razón, a todos los compañeros que han trabajado en la realización de esta magnífica obra, en nombre de la Nación, dejo establecido en este lugar, que ellos serán el ejemplo de muchas falanges de argentinos que, en el futuro, con la misma energía, con la misma tenacidad, con el mismo espíritu de camaradería y alegría de luchar y de crear, formarán la Argentina que, con tantos años de sueño, estamos ya anhelando ver surgir en nuestra tierra.
Y, finalmente, señores, para todos los que trabajaron; que están presentes en este teatro, y los que no lo estén, por cualquier causa, vaya, de este humilde compañero, que solamente tiene un puesto en esta lucha –que es la lucha de 408 todos– el abrazo que da la satisfacción del triunfo a los que lo cumplen con patriotismo y honradez.
Muchas gracias.
(Aplausos) 30 de diciembre 409 EN EL ACTO INAUGURAL DEL HOGAR DE LA EMPLEADA “GENERAL SAN MARTÍN” 261 262 Embargado por una profunda emoción, quiero sólo aceptar las palabras de la presidenta de la fundación de ayuda Social “María Eva Duarte de Perón”263, más que como el reflejo de una verdad, como la consecuencia del inmenso cariño que nos profesamos.
Este acto tiene, para mí, dos motivos de emoción, porque veo cumplidos dos de los grandes anhelos que ponen en marcha a nuestra doctrina justicialista: ver a los hombres y a las mujeres argentinas entrelazados en una misma función que, como obligación de trabajo, de sacrificio, de labor de todas las horas, tenemos que realizar; y ver también unidos en este mismo acto a los funcionarios que trabajan en forma directa al servicio de la Nación con los trabajadores que ponen con su sudor el sacrificio que hace grande y próspera a la Patria.
Desde los tiempos de la vieja Esparta, los hombres fueron cotizando en menos la acción de la mujer en las comunidades organizadas. Hasta nuestros días, la mujer no retomó jamás la extraordinaria función que en esa brillante época de Grecia representó para la humanidad. Reconquistar el tesoro inapreciable del valor sentimental de la mujer en la sociedad moderna ha de ser para los tiempos futuros, si ello se cristaliza como ambicionamos, el timbre de honor más grande que puedan tener los hombres, honrando a sus mujeres y honrando a sus madres.
Si algo admiro extraordinariamente en la acción de la Ayuda Social “María Eva 410 Duarte de Perón” es que un núcleo de hombres y mujeres entrelazados en una tarea común, bajo la dirección de una mujer admirable, están cumpliendo para la república ese anhelo del mundo moderno. Y yo creo que ya era hora de que los hombres comenzáramos a darnos cuenta de que los hombres no somos todo; que forma parte de ese todo indivisible que es la Nación, que es la sociedad, que es el pueblo, el trabajo mancomunado, honrado y sincero de los hombres y las mujeres que, sintiendo, pensando y penetrando de igual modo los problemas, nos ponemos, cada uno en su capacidad, a construir de manera que los que nos sigan tengan algún día algo que agradecernos.
El otro aspecto de esta Fundación, que refirma ese índice admirable de compresión entre los sexos, es el de la comprensión entre los que trabajan. No hay, en esta Fundación, diferencia entre el que concibe, dirige o ejecuta. Esa es su grandeza: ver a todos vestidos con el overol de trabajo, realizando en común lo que los argentinos tenemos la obligación de realizar en común para bien de la patria.
Y por eso, señores, esta comida, síntesis de ese pensamiento y de ese sentimiento, nos encuentra unidos a los funcionarios, a los directores de la Obra Social, a sus obreros manuales, que han realizado todo esto, en este luminoso local, donde se unen, en una síntesis maravillosa, los hombres que dirigen y los hombres que ejecutan; los hombres que nutrieran su inteligencia para dirigir y los que vigorizaron sus músculos para ejecutar; síntesis únicas, que forma una única clase a la que nosotros aspiramos: la clase de los que trabajan.
Señores:
Este Hogar de la Empleada, construido por el trabajo de esos obreros honrados y dignificado con el confort que presupone que no siempre el pobre ha de estar obligado a vivir pobremente; es, por lo menos, la demostración palmaria de que las aspiraciones de la Fundación son las aspiraciones de la doctrina justicia lista; que venga un día a esta tierra la concepción realizada de que somos todos iguales; que todos disfrutemos de la misma felicidad cuanto sea posible, y que todos enfrentemos juntos la desgracia, cuando sea ineludible.
Es por eso, señores, que con gran emoción; como creador de la doctrina justicialista, a la que siento profundamente enraizada en mi corazón y en mi alma, felicito a la Fundación de Ayuda Social “María Eva Duarte de Perón” y, en ella, a su magnífica Presidenta; a su director, el doctor Méndez San Martin264, a todo el 411 personal de empleados y técnicos de la Fundación, y a los obreros compañeros que, sin tener en cuenta el esfuerzo y el sacrificio, están levantando estas construcciones en tiempos y condiciones de verdaderos records.
También felicito a esa abnegada institución de la Ayuda Social que es la Escuela de Enfermeras y Visitadoras Sociales y al resto del personal de empleados que para mí tiene un recuerdo que será imborrable, porque yo, como peronista, no podré olvidar en el resto de mi vida que cuatro de esas muchachas, mientras caían en un accidente de aviación en el que posiblemente murieran, se abrazaran cantando “Los muchachos peronistas”.265 Cuando las mujeres de un pueblo son capaces de afrontar la muerte con un gesto de esta naturaleza, qué no será capaz de ejecutar ese pueblo… Finalmente, señores, agradezco la presencia de todos ustedes en esta fiesta y aprovecho esta oportunidad para desearles todas las felicidades posibles para el año que se inicia. Deseo a la Fundación de Ayuda Social “María Eva Duarte de Perón” , que nos tiene acostumbrados a este tipo de sorpresas, que el año 1950 le sea próspero, y que pueda seguir realizando el milagro, probablemente único en el mundo, de que los propios trabajadores sean quienes estén [sosteniendo financieramente a] esta maravillosa obra de Ayuda Social.
Hago voto para que el año 1950 comience y termine con la unión indisoluble entre el gobierno y las fuerzas del trabajo. 412 31 de diciembre 413 MENSAJE CON MOTIVO DE LA FINALIZACIÓN DEL AÑO 266 267 Todos los años, desde el día que abracé la causa del pueblo, cumplo con este grato precepto tradicional del saludo cordial que, al término de un año y en el comienzo de otro, es algo así como un abrazo que nos une a todos los que, cada año, luchamos por una mayor felicidad común en el siguiente.
Siempre esta hora es propicia para el recuerdo y para los propósitos.
Tampoco puedo eludir el extraño sortilegio de este instante; y al dirigir mi saludo a los hombres y mujeres que me acompañan en esta lucha por la grandeza de la patria, yo también siento necesidad de hablarles de los augurios y propósitos también comunes para el año que empieza.
El año que termina nos ha permitido realizar una de las etapas más difíciles de nuestro movimiento. Era la curva del camino en el plan de nuestras aspiraciones. Al término de la jornada, puedo afirmar que la etapa ha sido superada más allá de nuestras previsiones, gracias a la colaboración total y generosa del pueblo.
En el orden social, hemos consolidado todo lo que en aquel primer mensaje del año nuevo de 1944 yo anuncié a los trabajadores de la Patria.
Se han cumplido mis palabras de aquella noche llena de esperanza.
Recuerdo que dije en aquella ocasión: “llegarán días en que parecerán absurdas y lejanas pesadillas el recuerdo del desamparo, de la injusticia, de la retribución inadecuada, de la imposibilidad para el obrero de mantener con decoro a su familia”.
En este mismo instante, oyendo estas palabras, muchas familias argentinas que en aquellos tiempos no podían celebrar la llegada de un nuevo año, me están dando seguramente la razón.
En el orden económico, después de haber realizado el sacrificio que importa 414 recuperar todo lo que era nuestro, este año hemos cumplido la tarea de adecuarlos en función de los intereses verdaderos del pueblo. Y el esfuerzo de los primeros años de gobierno empieza a dar sus frutos; de acuerdo con lo que habíamos previsto, y a pesar de los malos augurios de quienes no nos comprendieron o no quisieron comprendernos.
En el orden político, el pueblo ha seguido manifestando plenamente su soberanía, y en ejercicio de sus derechos, se ha dado una nueva Constitución que asegura todo esto que es nuestra felicidad para nosotros y para nuestros hijos y para los hombres del mundo que quieren ser felices con nosotros.
En este año que termina, hemos consolidado también nuestra doctrina de gobierno, que no solamente contiene principios sociales, económicos y políticos de aplicación nacional. Nuestro Justicialismo va siendo conocido ya en el mundo como una nueva solución para la humanidad, y nosotros lo ofrecemos como una tercera posición frente a la división actual de los hombres que amenaza con destruir a la civilización misma.
Estamos persuadidos de que será la única solución para el mundo y, sin ambiciones materiales de ninguna clase, la deseamos para todos los pueblos como medio para terminar con la institución de la guerra.
El Justicialismo aspira a lograr la paz de los pueblos por la supresión de las injusticias y de las diferencias de clases que destruyen los vínculos de la generosidad entre los hombres y destierran del mundo a la esperanza y el amor.
También en este año hemos sufrido desgracias irreparables, cuyo recuerdo, aún doloroso, no puedo menos que expresar. Han caído, en la lucha pacífica por la grandeza nacional, muchos que fueron nuestros compañeros en los mismos ideales.
El sacrificio de ellos es algo así como una piedra angular en esta obra gigantesca que todos estamos construyendo. A ellos dedico el más sincero homenaje de mi corazón.
En el año nuevo nos espera, como siempre, una intensa tarea. Más hacemos, y más nos persuadimos de que todo lo tenemos que hacer.
Felizmente es así. Desgraciados los hombres y los pueblos que todo lo han hecho ya. Son los pueblos sin esperanza y sin fe.
415 Nosotros estamos siempre al principio del camino.
Siempre tenemos infinitas posibilidades delante de nuestros ojos. Es menester seguir con el mismo optimismo de siempre, trabajando con el mismo amor y con el mismo entusiasmo.
No trabajamos solamente para nosotros. Trabajamos para nuestros hijos y para los hijos de todas las familias de la humanidad.
No alcanza ni el trigo, ni es suficiente la carne para saciar el hambre de muchos pueblos. Nuestro deber es trabajar para que nuestra felicidad se refleje en todos los pueblos de la tierra.
Sea esta la consigna de este año del Libertador General Don José de San Martín: trabajar por nuestro bienestar y por el bienestar del mundo.
Tenemos todas las posibilidades de un país al que Dios ha querido bendecir con la extraordinaria riqueza de su extensión maravillosa, llena de felicidad.
No podemos ser infieles a nuestro destino.
Estos son mis deseos de gobernante y de compañero de afanes y de luchas.
Ruego a Dios porque cada uno de los argentinos que forma en las filas de nuestro pueblo, cumpla con su misión de argentino en este año que comienza. Porque solo así podrá ser feliz con la mayor felicidad, que consiste en servir a los demás según el mandato cristiano del amor. |